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¿Será que nadie de los suyos se atreve a decirle que esto es una tontería?
Vega, Cor Hydrae, Minhar al Shuja, Regulus, Denébola, Zozma, Rasalas, Tsze Tseang, Zuben El Genubi, Tyl, Rotanev, Mira, Algorab, Shedir, Tegmine. Una multitud como la de hoy no necesita nombres. No es preciso individualizar cada gota del torrente para hablar del Duero, del Grijalva, del Papaloapan, del Amazonas o del Escamandro. Río Madero, Río 20 de Noviembre, Río Reforma, Lago del Hemiciclo, Océano de la Constitución, han de decir, simplemente, las crónicas, cuando exploten la aptitud acuática de la gente para adaptarse a los cauces y desfiladeros de cualquier geografía, incluida la urbana. Salud.
Tampoco las estrellas requieren de nombres propios. Lo más probable es que a la gigantesca masa de hidrógeno incendiado y moribundo que cuelga de la nada y a la que los humanos conocemos con el nombre de Antares, le importe un carajo llamarse así, Anti-Ares, El Contrario de Marte, como querían los griegos, o bien Cor Scorpionis, Corazón de Scorpio, como lo pretendieron los romanos, o Zubenalacrab entre los árabes. Esa gigante roja es una profecía sobre el destino del Sol, otra pelota caliente y nutricia que dentro de cuatro mil 500 millones de años también se pintará de color sangre, se hinchará como un grano en la cara de un adolescente y devorará a los planetas que la acompañan. De aquí a entonces hay tiempo sobrado para marchar por la superficie tibia del tercero de ellos, festejar la paz, la dignidad y la vida, para imaginar los rostros de los hijos de los hijos de nuestros hijos (es suficiente, por ahora) y para seguir cometiendo bautizos disparatados y hermosos en los objetos remotísimos que penden de nuestras cabezas. Porque tal vez los humanos no sean los únicos seres que observan el cielo, pero de seguro son los únicos que lo escudriñan con una mirada que reparte nombres: Aldebarán, Monoceros, Mintaka, Orión, Betelgeuse.
http://groups.msn.com/LaconquistadelUniverso/mapasmensuales1.msnw
http://www.astronomynotes.com/
http://www.astroenlazador.com/directorio/modules.php?name=Web_Links&l_op=viewlink&cid=1
http://www.astronomiaonline.com/default2.asp
http://www.webpersonal.net/parabolix/castro/indilu.html#consnombres
http://www.famsi.org/reports/99036es/section02.htm
http://www.uco.es/~i52cacaj/AAC/catalogos/nombrestrellas.html
http://www.geocities.com/CapeCanaveral/Campus/4847/sky/estrellas.htm
http://www.aavso.org/publications/manual/spanish/SChapter3.pdf
http://www.surastronomico.com/constelaciones.htm
http://www.astrocantabria.org/nombrarestrellas.html
http://skyandtelescope.com/howto/basics/article_237_1.asp
http://www.astroenlazador.com/directorio/modules.php?name=Web_Links&l_op=viewlink
http://antwrp.gsfc.nasa.gov/apod/astropix.html
http://skyserver.sdss.org/dr2/en/
http://www1.eafit.edu.co/astrocol/circu66.htm
(Más, en La Jornada)
Todo rostro hermoso tiene dos grandes enemigos: el tiempo y el bisturí. Casi siempre, el segundo es mucho más temible.
Ataque israelí a una ambulancia en el sur de Líbano. Julio de 2006
En estas dos semanas ningún medio impreso o electrónico ha atribuido al terrorismo de Estado israelí los centenares de muertos y el éxodo de 800 mil personas en Líbano -más de uno de cada cinco libaneses se ha visto desplazado- ni ha mostrado interés por la manera en que el régimen de Tel Aviv ensambla sus bombas, bajo la bendición de la legalidad internacional. Casi todas las noticias enfatizan, en cambio, la decena de muertos y heridos causada por misiles de corto alcance y precisión deplorable que los combatientes de Hezbollah avientan, como pueden, sobre Galilea; otro tanto ocurre con los proyectiles de los palestinos de Gaza, los Qassam, que de vez en cuando hieren a alguien. (Más)
En sus ojos hendidos va el señuelo
de otra hendidura dulce y asesina
que hace más adicción que la heroína
y es más grata de estar que el mismo Cielo.
Flor carnívora, trampa con anzuelo
de cachondez galante y femenina,
te libre Satanás de esta felina
que las uñas esconde en terciopelo.
O bien, déjate ser, cae en sus garras,
rompe de la cordura las amarras
y muérete de amor y calentura;
acepta dignamente la tortura
y sin drama ni lágrimas, acata
tu condición de carne para gata.
"Santa Sofía es un sitio grande, acaso el más grande de los espacios cupulares creado, hasta ahora, por los humanos. Decorado con murales de mosaico y lleno de velas, velos, pendones, humos de incienso y música, hubo de ser espectacular. Pero los musulmanes llegaron a Constantinopla, destruyeron los murales, tiraron el decorado cristiano a la basura y grafitearon los muros con su consigna austera: "¡Viva Alá, cabrones!" Hoy sigue siendo una edificación grande pero es un espacio vacío. No alcanzan a poblarlo, ni de lejos, el ronroneo de los turistas ni el discreto vaivén moderado de unos fieles islámicos que, después de tantos siglos, parecen avergonzados e incómodos por la usurpación. Santa Sofía es un recordatorio monumental y silencioso de los cristianos ausentes.
Un milenio después de la consagración de esa Megale Ekklesia, el sultán Ahmet I, tal vez celoso de la trascendencia constructiva de Justiniano, ordenó al arquitecto Mehmet Aga que edificara, en los alrededores de Topkapi, el más fastuoso templo de la Uhmah. El designio era empequeñecer las dimensiones y la majestad de la basílica próxima. En ese sentido la obra fue un fiasco, porque la cúpula de la Mezquita Azul no logró sobrepasar la proyectada, diez siglos antes, por Antemio de Tralles e Isidoro de Mileto. En la perspectiva de esa competencia histórica, la iglesia islámica es una imitación de nuevos ricos, una baratija, una insolencia más propia de narcotraficantes que de constructores de naciones.
Ciertamente, la mezquita brilla por su esmero, por su preciosismo, por sus 21 mil 43 azulejos fabricados, uno a uno, en los talleres del palacio real. La luz interior es poderosa y diáfana, y el edificio proyecta una ligereza y una frescura que se imponen al penetrante olor a patas, consolidado a lo largo de centenares de generaciones de peregrinos y asentado en las alfombras hermosísimas y raídas, y hasta en las partes perdurables de la construcción.
Ahmet I perdió la partida porque quiso rivalizar con Justiniano, sin saber que éste, mil años antes -cuán vasto es el poder de la ausencia-, competía con Dios." (Más)
En su tenor de apéndice tirano,
este pájaro loco no se mide:
al que marcha detrás de sí preside
y se le erige en jefe y soberano.
Poseído a su vez por un malsano
furor, siempre se excede si decide:
harto de la vagina, luego pide
culo, nariz, oreja, boca y mano.
Así culmina el macho consecuente:
tanto amando a su bicho de adelante
que le ofrece el atrás de un semejante.
O suele sucederle, por caliente,
que una infección lo deje inapetente
y a su pájaro, flácido y babeante.
“Lo que tienen que hacer es lograr que Siria logre que Hezbollah deje de hacer esta mierda, y se acabó” (what they need to do is get Syria to get Hezbollah to stop doing this shit and it's over), le dijo George W. Bush a Tony Blair en un encuentro del G8 en San Petersburgo. El “ellos” (they) alude a Condoleezza Rice y a Kofi Annan, dos encumbrados de raza negra a quienes Bush considera sus sirvientes, y “la mierda” es el lanzamiento de cohetes por parte de la milicia chiíta sobre localidades del norte de Israel, o tal vez al ataque con un misil que dio en el blanco de un buque de guerra israelí que bombardeaba las costas de Líbano, o acaso a la captura y muerte de soldados de Tel Aviv que se encontraban en territorio del país vecino. Como puede apreciarse en el fragmento de video difundido por la CNN , Bush estaba sentado y masticaba un pedazo de pan con mantequilla mientras hablaba, y tenía a su lado a un primer ministro inglés parado en una pose tan servil que más bien parecía el mesero.
De seguro el premier británico comprendió perfectamente la expresión o la instrucción de su jefe, aunque éste hablara con la boca llena, tal y como la captaron los micrófonos ubicados en la mesa. Ciertamente, Bush no está preocupado por la ofensiva israelí contra blancos civiles en Gaza y en Líbano, ni por las atrocidades de guerra que cometen sus tropas en Irak y Afganistán, ni por combatir el efecto invernadero que provocan las emisiones estadunidenses de bióxido de carbono, ni por ninguna otra de las catástrofes que su gobierno causa en el mundo. A su juicio, la “mierda” no está en los cuarenta mil civiles muertos en tierras iraquíes desde el comienzo de la invasión, ni en las familias descuartizadas por los misiles de precisión de la US Air Force, ni en una masacre de palestinos que ya empieza a parecerse a una “solución final”, ni en las torturas y los asesinatos cometidos en Abu Ghraib, en Guantánamo y en decenas de prisiones sin nombre que Washington mantiene en varios países del mundo. Todo eso forma parte de lo normal, de lo decente, de un universo tan limpio y tan correcto como el pedazo de pan untado con mantequilla que Bush masticaba mientras giraba órdenes a su primer ministro inglés.
Frente a este ranchero texano del siglo XXI, un dueño de plantación algodonera del XIX parecería todo un humanista refinado. Pero eso es lo de menos. Lo verdaderamente alarmante es que el presidente de Estados Unidos realmente cree que el mundo es un rancho de Crawford y que basta con pronunciar un par de expresiones soeces para apagar un incendio geopolítico en el otro lado del mundo. Creía que era fácil acabar con los talibanes y Afganistán es un pantano. Pensaba que liquidar a Saddam era un día de campo, y desató una guerra de pesadilla. Ahora supone que es una simpleza detener a la milicia chiíta. Basta con unos movimientos adicionales del belfo lleno de pan con mantequilla y ordenar al mesero de Estado situado a su izquierda “detengan esa mierda”. Lo más ominoso no es la vulgaridad de Bush, sino el tamaño colosal de su ignorancia.
Arte, deporte, actitud ante la vida o simple idiotez autodestructiva: escoja cada quien un casillero (puede ser uno de ésos, o cualquier otro) para meter al parkour, esa gana de brincar de muro a techo, de azotea a balcón, de edificio a explanada, de banca a basurero, de marquesina a techo de dos aguas, esa fiebre saltarina que recorre centros metropolitanos, inquieta a policías y seguramente ha sido responsable de algún joven hecho tortilla contra el pavimento, de varias películas de tema urbano y de innumerables taquicardias maternas y paternas: la juventud, más o menos desde siempre, ha hecho lo que le ha dado la gana, con y sin permiso. "Es como patinaje en tabla sin tabla", describe el blog Maison Bisson; "consiste en encontrar nuevos y a veces peligrosos caminos a través del paisaje urbano: escalar muros, correr por tejados, saltar de edificio a edificio."
No hay para qué emitir juicios. Un traceur, o practicante de esta nueva actividad, llamada también free walking (algo así como "caminata libre") o street climbing ("trepado de calles", podría ser), podría sostener, no sin fundamento, que el periodismo, la contabilidad o el bel canto son tanto o más generadores de desorden público que el parkour, y no menos lesivos para la salud de sus respectivos adeptos. Es bueno, en cambio, escuchar a los protagonistas. David Belle, generalmente reconocido como inventor del parkour, dice: "Este arte es una nueva manera de aprehender nuestro entorno sin más instrumentos que el cuerpo humano. Para ser capaz de enfrentar todos los obstáculos que se presentan, sea en el ambiente natural o en estructuras diversas, hay que poner todos los recursos en la búsqueda de un movimiento que combine estética y control. Es, por otra parte, el autoconocimiento, el desafío a nuestros propios miedos, porque los obstáculos no siempre son las cosas que imaginamos... El entrenamiento es físico, pero también refleja una moral con sus propios valores. Más que un deporte, es un arte, una filosofía cotidiana".
El parkour ha desarrollado movimientos sofisticados y complejos a partir de sus llamadas técnicas de base, que son las siguientes: el salto de precisión (se realiza, con o sin impulso, sobre un muro pequeño o sobre una barra) es la esencia de lo que sigue y expresa la maestría del practicante; el salto de gato, que requiere de impulso, consiste en pasar las piernas entre los brazos extendidos y con las manos apoyadas sobre la superficie a librar; el salto de brazo, en el que el practicante se coloca sobre un obstáculo utilizando únicamente la fuerza de las extremidades superiores; el tic-tac, movimiento que demanda continuidad entre varias tomas de apoyo con los pies y que permite sobrepasar un obstáculo a lo alto o a lo largo; el "pasa muralla", que es golpear con uno o con ambos pies una superficie perpendicular al suelo para ganar impulso vertical; el salto de fondo, que es básicamente un salto de longitud, y el "suelto" o "flojo" (lâché), que consiste en soltarse de un alero o saliente de muro para llegar al piso.
Hay que ir a París, tomar el Periférico, salir hacia la autopista A-6 (por Montrouge, si van de oeste a este, y por Le Kremlin-Bicêtre si viajan en el otro sentido) y viajar hacia el sur hasta cruzar la avenida Émile Aillaud. Ha de tomarse la salida a la derecha inmediatamente posterior, que desemboca en La Francilienne, dar vuelta en esta vía a la izquierda y seguir hacia el sur para tomar el Boulevard Robert Schuman. Sigan por esa avenida, den vuelta a la derecha en la tercera rotonda, en la Rue de Corbeil, conduzcan durante poco menos de un kilómetro hacia el suroeste y habrán llegado a Lisses dans L'Essonne, cuna del parkour. Allí, a fines de los años ochenta del siglo pasado, el joven David Belle, hijo de un bombero y soldado de infantería que había combatido en Indochina, y que le enseñó a su vástago el llamado método natural, disciplina usada en el ejército para superar obstáculos naturales, empezó a ensayar sus brincos, primero solo y después en compañía de Sebastien Foucan. El segundo se decantó poco después hacia la espectacularidad y el comercialismo y consiguió empleo en anuncios y videoclips. Los ortodoxos rechazan las evoluciones vistosas y el interés monetario (por más que el mismísimo Belle haya participado en un comercial de Coca-Cola), se apartan del vandalismo y la violencia y se concentran en la autosuperación por medio de la eliminación total de las barreras arquitectónicas.
Es posible que el cine haya tenido un papel importante en la gestación de la nueva actividad. En las viejas y en las nuevas cintas de Batman y del Hombre Araña, por ejemplo, son frecuentes los brincos por toda clase de superficies. En la venerable Blade Runner hay un salto impresionante de tejado a tejado. Pero el punto de viraje cinematográfico fue Yamakasi (2001), película de Ariel Zeitoun y Luc Besson en la que los pubertos de una pandilla multicultural escalan, saltan, corren, se deslizan y se balancean por todo París en un empeño ilegal, pero profundamente ético, de conseguir dinero para pagar el tratamiento médico de uno de los suyos. Yamakasi suena a japonés, pero es lingala, una mezcla de varias lenguas (bobangi, kikongo, swahili, francés...) que se habla a lo largo del río Zaire y que se ha convertido en lingua franca en la República Democrática del Congo y en Congo-Brazzaville. Quiere decir espíritu o cuerpo fuerte. Tres años más tarde, Besson rodó una cinta de aventura con el propio David Belle: Banlieue 13, en la cual un agente de policía infiltrado en las pandillas de los suburbios trata de desactivar una bomba de neutrones. También en 2004 el director Julien Seri recicló a los yamakasi en Les fils du vent ("Los hijos del viento"), en la que el parkour mezclado con artes marciales se convierte en un mazacote mercantilista más bien infame.
Los traceurs pululan ahora por las ciudades de Francia, Inglaterra, Alemania, España, Italia, Bélgica, Suiza, Austria, Polonia, Suecia, Finlandia, Eslovaquia, Canadá, Estados Unidos, Guatemala, Estonia, Croacia, Sudáfrica, Australia, Venezuela y otros países. Y de vez en cuando, dicho sea con todo respeto, se rompen la madre:
Quienes acuñaron la expresión “urna embarazada” y quien tuvo la ocurrencia original de llamar “alquimistas” a los manipuladores de votos nunca se imaginaron la terrible realidad que podía encerrarse en esas palabras aparentemente metafóricas. Pudieron comprobarlo, si es que aún estaban vivos, el 2 de julio de 2006, una jornada electoral que se auguraba inédita y ejemplar. La concurrencia a los centros de votación arrancó copiosa y fuerte desde antes de que abrieran, las colas se alargaron por dos y tres cuadras, los sufragios fueron emitidos en orden y sin novedad, y a las once de la mañana pudo constatarse un primer milagro: un tercio del padrón electoral ya había cumplido con su responsabilidad ciudadana.
Poco después del mediodía se registraron los primeros indicios alarmantes. Las paredes transparentes de las urnas se empañaron y por sus esquinas empezaron a salir gotas de un líquido tibio. El primero en darse cuenta, un presidente de casilla del rumbo de Nochistlán, pensó que algún estúpido había introducido en la caja algo diferente a una boleta electoral y se enfrascó en una discusión estéril con los representantes de los partidos allí presentes. Les dijo que era necesario abrir la urna para extraer de ella el cuerpo extraño que causaba la turbiedad y la humedad antes de que las papeletas ya depositadas se arruinaran en forma irremediable. Pero los representantes de los institutos políticos se vieron con sospecha unos a otros y rechazaron la idea, en tanto se les ocurría una mejor.
A la una de la tarde el país entero estaba en pánico. El interior de las urnas estaba opacado por un vaho espeso, en sus costados sólo podía verse un borde acuoso e irregular, en tanto que de las junturas destilaban hilos de algo como saliva. Una señora de Iztapalapa, cuando se disponía a introducir su boleta por la ranura, vio aquello y vomitó. En todos los centros de votación ocurrieron conatos de violencia porque los sufragantes se negaban a depositar sus papeletas en esas cajas tan extrañas y las filas se hicieron interminables. Los que estaban formados al final recibían toda clase de rumores alarmantes que pasaban de boca en boca de adelante para atrás. Los funcionarios del IFE se tronaban los dedos en la sesión permanente y en las casas de campaña de los aspirantes presidenciales el estupor era total porque se había previsto todas las situaciones críticas, menos la que se estaba viviendo.
Poco antes de las dos las urnas instaladas en todo el país empezaron a moverse. Casi imperceptiblemente, primero, y luego en una suerte de latidos que se volvían contorsiones. Al ver el prodigio, un votante de Ixmiquilpan dejó de lado toda corrección cívica y se fue derechito al recipiente:
--A mí se me hace que nos están viendo la cara –dijo, y ante el azoro del comité de casilla, con un movimiento enérgico y rápido de las manos, desbarató la urna.
Lo que vieron los ahí presentes era para quitar el habla. De inmediato se desparramaron sobre la mesa tres centenares de seres diminutos y vociferantes. Algunos de los ciudadanos, la mayoría, salieron corriendo del recinto, pero unos cuantos audaces se acercaron para contemplar de cerca a los aparecidos y comprobaron que se trataba de seres humanos en miniatura, de un centímetro de alto a lo sumo, que pataleaban, agitaban los puños al aire, gritaban cosas ininteligibles por lo agudo de sus voces y pugnaban por salirse del montón en que se encontraban.
--¡Mira! –dijo de pronto un observador avezado, dirigiéndose a todos y a nadie, y señalando a uno de los hombrecillos--. Ese es igualito a López Obrador.
Una muchacha que se había quedado descubrió que otro de los seres exhibía un sorprendente parecido físico con Roberto Madrazo. Y alguien más descubrió que uno de los enanitos usaba lentes y parecía una réplica a escala de Felipe Calderón.
En pocos instantes la concurrencia identificó con claridad cinco tipos de criaturas: los pejecitos, los calderoncitos, los madracitos, las patricitas y los campitas.
Lo mismo estaba sucediendo en toda la República. Las urnas parían centenares de réplicas vivientes de los candidatos presidenciales, y hacia las cuatro de la tarde –varias horas antes de la difusión de las encuestas de salida— el territorio nacional estaba inundado por millones de candidatitos que se desgañitaban ofreciendo con voces chillonas bienestar para todos, seguridad pública, certidumbre económica, mano firme, respeto a la diversidad, más de lo mismo, algo de lo nuevo y muchas más cosas. Los biólogos de la UNAM estaban eufóricos, pero los funcionarios del IFE vivían momentos amargos.