23.7.06

Basílicas, mezquitas, fuertes


La original y la copia

  • Las ciudades duran más que los países
  • El turno de los lectores

"Santa Sofía es un sitio grande, acaso el más grande de los espacios cupulares creado, hasta ahora, por los humanos. Decorado con murales de mosaico y lleno de velas, velos, pendones, humos de incienso y música, hubo de ser espectacular. Pero los musulmanes llegaron a Constantinopla, destruyeron los murales, tiraron el decorado cristiano a la basura y grafitearon los muros con su consigna austera: "¡Viva Alá, cabrones!" Hoy sigue siendo una edificación grande pero es un espacio vacío. No alcanzan a poblarlo, ni de lejos, el ronroneo de los turistas ni el discreto vaivén moderado de unos fieles islámicos que, después de tantos siglos, parecen avergonzados e incómodos por la usurpación. Santa Sofía es un recordatorio monumental y silencioso de los cristianos ausentes.


Un milenio después de la consagración de esa Megale Ekklesia, el sultán Ahmet I, tal vez celoso de la trascendencia constructiva de Justiniano, ordenó al arquitecto Mehmet Aga que edificara, en los alrededores de Topkapi, el más fastuoso templo de la Uhmah. El designio era empequeñecer las dimensiones y la majestad de la basílica próxima. En ese sentido la obra fue un fiasco, porque la cúpula de la Mezquita Azul no logró sobrepasar la proyectada, diez siglos antes, por Antemio de Tralles e Isidoro de Mileto. En la perspectiva de esa competencia histórica, la iglesia islámica es una imitación de nuevos ricos, una baratija, una insolencia más propia de narcotraficantes que de constructores de naciones.

Ciertamente, la mezquita brilla por su esmero, por su preciosismo, por sus 21 mil 43 azulejos fabricados, uno a uno, en los talleres del palacio real. La luz interior es poderosa y diáfana, y el edificio proyecta una ligereza y una frescura que se imponen al penetrante olor a patas, consolidado a lo largo de centenares de generaciones de peregrinos y asentado en las alfombras hermosísimas y raídas, y hasta en las partes perdurables de la construcción.
Ahmet I perdió la partida porque quiso rivalizar con Justiniano, sin saber que éste, mil años antes -cuán vasto es el poder de la ausencia-, competía con Dios." (Más)

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hallo pedro miguel, aquí una invitación para checar un sitio construido por estudiantes de la unam, que con base en argumentos y datos verificables intentan analizar la vida política del país. Esta bueno

www.somoslosborbotones.blogspot.com

Pedro Miguel dijo...

Gracias, lo menciono en la entrega del jueves próximo.