A raíz de lo escrito en la reciente entrega "Basílicas, mezquitas, fuertes", el lectotr Jesús Yusuf Isa Cuevas me envió una larga misiva de protesta. Me parece relevante y la posteo, y pronto la respondo.
Estimado Pedro:
Semana a semana sigo tu columna “Navegaciones” con sumo interés. Al igual que tú, considero que la Internet, al poner a nuestra disposición grandes cantidades de información, puede servir para el acercamiento entre muy diversos lugares, culturas y religiones, alejados geográficamente, pero ahora acercados de manera casi instantánea, lo cual es un potencial factor de intercomprensión, aún cuando eso a menudo no ocurra.
Por considerarte un periodista culto y abierto, me extrañan muchísimo los términos injuriosos con los que tratas a los musulmanes. Como tú mismo refieres en tu artículo del 23 de julio, “La destrucción de iglesias del enemigo es algo peor, porque ofende a los creyentes en su Dios y, de manera mucho más directa, en su vida comunitaria, en sus sueños y en su manera de vivir la vida, el amor, el perdón y la muerte”. Pero, como musulmán observante, encuentro que el que tú digas que “…los musulmanes llegaron a Constantinopla, destruyeron los murales, tiraron el decorado cristiano a la basura y grafitearon los muros con su consigna austera: "¡Viva Alá, cabrones!"” es altamente injurioso para los practicantes de una de las grandes religiones del mundo.
Como ser humano y como musulmán, lamento mucho los hechos de intolerancia que han ocurrido a lo largo de la historia entre las diferentes religiones. Efectivamente, la Iglesia de Aya Sofía en Estambul fue convertida enmezquita, del mismo modo como innumerables mezquitas –y, cada uno en su momento, templos prehispánicos, santuarios hinduistas y budistas y muchos otros recintos sagrados diferentes a los cristianos- fueron convertidas en iglesias cristianas. En este proceso, el grupo conquistador deshecha los elementos del grupo conquistado, como ocurrió con la Mezquita de Córdoba o la Gran Mezquita de Sevilla, convertidas en iglesias católicas luego de la reconquista de España. Pero decir que los musulmanes “grafitearon” Aya Sofía con “Viva Alá, cabrones”, no solo descontextualiza un hecho histórico, sino que lo equipara con un acto vandálico de nuestra era. Y que compares las inscripciones coránicas –tomadas de nuestro Libro Sagrado- con una expresión soez, en lo personal, me hiere profundamente y hiere a otros
musulmanes.
No, no te preocupes: no pido para ti la hoguera ni pido que se expidan fatwas (resoluciones jurídicas islámicas) en tu contra. Creo más en el diálogo para la solución de los conflictos que en los edictos oscurantistas. En su momento, lamenté mucho la fatwa lanzada contra Salman Rushdie, del mismo modo como lamenté la muerte del cineasta Theo Van Gogh. Pero comprendí –sin justificar-, que se habían herido las creencias de un amplio sector de la población mundial, por lo que no era difícil que algún musulmán herido que llevara su devoción de una manera especialmente meticulosa, quisiera tomar el caso en sus manos y tratara de hacer lo que, de acuerdo a sus creencias, equivocadas o no, era lo correcto para corregir un acto que agraviaba sus valores, como muy lamentablemente ocurrió.
Si, se que al Islam se le reprochan muchas cosas, que tiene todavía muchos lastres medievales. Conozco y lamento el trato que se da a las mujeres en algunos países islámicos; conozco muchas muestras de intolerancia que se dan en países como Arabia Saudita y, desde luego, conozco el fanatismo delirante de algunos grupos –muy célebres actualmente- que han convertido el Islam en una arma política. Como ya lo mencionaba, las religiones las hacen humanos y, como tales, las hacen imperfectas. Pero no puedes culpar a todo un grupo por las atrocidades de unos cuantos. Del mismo modo como en el cristianismo existe un Marcial Maciel junto a una Madre Teresa, un Ku Kux Klan junto con órdenes monacales comprometidas con la ayuda a los más necesitados, en el Islam también hay corrientes muy diversas: sí, existen los llamados “fundamentalistas” wahabitas saudiárabes, pero también hay musulmanes progresistas y místicos islámicos –sufis- que se parecen muy poco a los talibanes afganos. En el seno del Islam han habido muchas voces críticas que se han alzado en contra del fanatismo y la imposición. Así como hubo un Girolamo Savonarola, ejecutado por sus ideas en 1498, también existió un Mansur Al-Halaj que corrió con la misma suerte, en el año de 922.
Si revisamos la historia, vemos que, la intolerancia brutal tanto de wahabitas como de talibanes son una excepción y no una regla. Pongo un ejemplo para ilustrar esto: ¿En que lugar convivieron durante siglos los musulmanes con los judíos y los cristianos? En la España mora. Cuando la reina Isabel decreta la expulsión de los judíos –junto moros y gitanos- de la España reconquistada, en el siglo XV, ¿a dónde van, dónde buscan refugio? ¿En Europa? No, buscan refugio en países musulmanes como el Imperio Otomano de entonces o los países del norte de África. Es en estos lugares donde existía una legislación que contemplaba la coexistencia con otros grupos religiosos como judíos y cristianos, si no en una situación de igualdad, si al menos en condiciones de protección y respeto a sus creencias. Por eso, durante siglos, en los dominios del Imperio Otomano convivieron comunidades de cristianos armenios y judíos sefaradís junto a la mayoría de musulmanes.
Cuando el gigantismo que padecía el Imperio Otomano, junto con las crecientes presiones "modernizadoras" laicas y acionalistas del Partido de los Jóvenes Turcos –el partido de Mustafá Kemal “Ataturk” (“Padre de los Turcos”), lo llevan a su lenta pero inexorable disolución, los peligrosos embates de la intolerancia nacionalista aparecen con virulencia y se cobran esos siglos de convivencia pacífica con los cristianos armenios, dando lugar al primer genocidio del siglo XX, que fue la inspiración para que Adolfo Hitler ideara la “Solución Final”.
Cuando el Islam apareció en el siglo VII de nuestra era, se trató de un movimiento religioso emancipador, donde las mujeres, los esclavos y los desvalidos vieron el reconocimiento de derechos inexistentes para ellos hasta entonces. Su rápida expansión no se explica en términos militares: la población simplemente se convertía. Aunque seguramente existieron episodios de imposición, esa no fue la norma, puesto que el Corán prohíbe expresamente las conversiones forzadas: “No cabe la coacción en la religión” (Corán 2, 256).
Yo, al igual que 800 millones de habitantes de este planeta, hemos elegido este camino para nuestro desarrollo espiritual, a pesar de sus muchas deficiencias que creemos son menores a sus ventajas. Por eso, molesta que digas que la Mezquita Azul “es una baratija, una insolencia más propia de narcotraficantes que de constructores de naciones”. Conozco esa mezquita y me parece magnífica. Que a ti no te guste no justifica que digas que “el edificio proyecta una ligereza y una frescura que se imponen al penetrante olor a patas, consolidado a lo largo de centenares de generaciones de peregrinos”. Lo debo decir: la alusión a “olor a patas” lleva implícito un comentario racista, muy semejante a un anuncio de desodorante que había en la estación del Metro La Raza y que decía “…para que el Metro no huela a Indios Verdes”. Afortunadamente el anuncio fue reemplazado por un mensaje que pedía disculpas al público en general y a los integrantes de las etnias indígenas. Este anuncio lo creo posible en una agencia publicitaria, no muy sensible a esas cuestiones. Pero que la alusión al olor “a patas” venga de un periodista como tú, me causa gran extrañeza. ¿Acaso ignoras que los musulmanes deben lavarse manos, brazos, cara, cabeza y pies cinco veces al día, como requisito para poder hacer la oración a la que están obligados? ¿Y que esa fue una causa para que, durante la Edad Media, mientras los europeos padecían las epidemias de peste bubónica y el ataque de toda clase de ectoparásitos como piojos, pulgas y chinches, los árabes musulmanes pudieran disfrutar de una etapa de esplendor en lo filosófico y lo científico?
Estoy completamente seguro que tu no eres intolerante ni estas de acuerdo con el llamado “choque de civilizaciones” que proclama Huntington y que ha servido como trasfondo ideológico en la “guerra contra el terror” y que se refleja como ejemplo muy reciente en la bárbara invasión israelí a Líbano.
Estos crímenes perpetados por los ejércitos son posibles mediante la constante insistencia –a través de chistes o expresiones coloquiales- en la deshumanización del otro, del diferente: nosotros somos soldados, ellos son “terroristas”; nosotros respetamos nuestras tradiciones, ellos son “atrasados”; nosotros somos devotos, ellos son “fanáticos”; nosotros convertimos mezquitas en iglesias, ellos “grafitearon” las iglesias; en nuestros lugares sagrados se respira lo antiguo, en los suyos “huele a patas”.
Esta largísimo carta solamente es para pedirte que evites comentarios hechos con ligereza y que pueden lastimar a los ntegrantes de un gran grupo religioso que, en años recientes, ha sido visto con prejuicio y recelo. Esos comentarios en nada ayudan al acercamiento que debe existir entre los diferentes grupos étnicos, culturales y religiosos para así poder conocer nuestras coincidencias y respetar nuestras diferencias.
Los musulmanes saludamos y nos despedimos diciendo “Asalam alaykoum”, que quiere decir “la paz sea contigo”. Me despido entonces poniendo un especial énfasis en esa paz que permite decirte, muy respetuosamente, lo que a mi parecer está equivocado.
Jesús Yusuf Isa Cuevas
http://www.yusufisacuevas.com.mx/
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