La hora que hizo
temblar al mundo
Cuando se dieron cuenta ya era tarde:
irremisiblemente se acercaba.
Al principio hubo varias opiniones.
No faltaron los radicales
que pretendían acabar con todo
aunque fuera tomando medidas extremadas.
Otros optaron por la indiferencia.
Los más se dividieron en comités profundos.
No obstante, se acercaba
sobre seguro paso irremediable.
Yo me puse a cantar entusiasmado.
Muchos salieron, sordos y terribles, a cerrar los /caminos,
a envenenar los ríos,
a interrumpir los arcos de los puentes,
a inventarse murallas.
Los demás se quedaron cavando las trincheras,
armando barricadas,
decretando las leyes marciales más terribles.
Yo seguía cantando cada vez más alegre.
No hubo modo posible:
inútil todo:
nada le detuvo.
Cundió el pánico entonces,
cundió la indignación y el heroísmo:
algunos sucumbieron en la lucha
víctimas de cuestiones sumamente biliares
y de graves asuntos oficiosos.
Y cuando al fin llegó
la población entera dio de gritos:
la mayoría se arrancó los ojos con los codos.
Entre la confusión
muchos murieron tumultuariamente.
Los más desesperados llegaron al suicidio.
Por no hablar de los otros:
aquellos que en la tribulación atormentados
les cortaron los órganos genitales al hijo y a la /hermana.
Fueron cosas tremendas.
Yo seguía cantando pleno de paz y júbilo.
Se acercó a mi guitarra.
Sonrió.
Hizo sonar las cuerdas dulcemente.
Metió una mano dentro de mi pecho
y acarició mi corazón alegre como a un perro.
Me dijo no cien veces con acento infantil.
Y se alejó con una gran sonrisa,
por sobre la catástrofe y los muertos,
por sobre los heridos y las ruinas,
por sobre la humazón y los escombros,
por sobre mi guitarra destrozada,
mi corazón colgando pecho afuera
y mi espérame espérame.
Se alejó irremediablemente en su sonrisa
hacia quién sabe dónde.
Lo peor de la tragedia
es que toda esta historia son mentiras.
Manuel José Arce
5 comentarios:
Hermoso y doloroso, refleja a la vida misma, afortunadamente a parte de ella.
Güey, esta de huevos como empieza tu columna hoy (30) en la jornada.
Me encanta que escribas ahí y tengas blog.
-Dala.
¡Excelente! Manuel José Arce lo escribió exactamente como está pasando ... aunque supongo que no fue ni ayer ni antier.
¡Buaaa! ¡Qué soy ignorante!
Apenas ahora sé que Manuel José Leonardo Arce Leal, murió en Francia, exiliado de su patria Guatemala, en l985.
¡Qué! ¿Era profeta?
Pues sí, Tucumarca, inventemos un adjetivo: hermoloroso.
Oh, pues, Dala, los rucos también blogan. Chida, tu libertad.
Nop, Bogante, era escribiente y, en definición propia, "bufón del único rey que existe: el pueblo soberano". Ah, y también era mi apá.
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