El miércoles de la semana pasada el secretario de
Comunicaciones y Transportes, Gerardo Ruiz Esparza, anunció que la impecable
licitación para construir un tren rápido entre la ciudad de México y Querétaro
tenía como ganador a su único concursante, un conglomerado empresarial
encabezado por una paraestatal china e integrado, además, por un par de
empresas mexicanas, una propiedad de un pariente político de Carlos Salinas
(GIA) y otra (HIGA), muy favorecida
durante la gubernatura mexiquense de Enrique Peña Nieto. Un día después el
mismo funcionario abundó en la transparencia y la pulcritud del proceso y
anunció su cancelación, una decisión tomada por Enrique Peña Nieto, dijo, para
evitar suspicacias y cuestionamientos.
Al día
siguiente, el viernes, el procurador general de la República, Jesús Murillo
Karam, se regodeó durante una hora en los detalles macabros del presunto
exterminio de los 43 normalistas secuestrados por la policía municipal de
Iguala, respondió con malos modos algunas preguntas de la prensa y puso fin a
su presentación con una expresión que alcanzó una celebridad tan instantánea
como, cabe suponer, perdurable: “ya me cansé”.
Tal vez alguno de los
presentes se quedó con las ganas de preguntarle por qué la dependencia a su
cargo no hizo nada contra el ex alcalde Abarca –presunto autor intelectual de
los asesinatos y secuestros de normalistas perpetrados el 26 de septiembre–
pese a que desde el 3 de julio de 2013 sabía de las imputaciones por homicidio
que pesaban sobre el individuo y tenía en sus manos el expediente respectivo.
En otra conferencia será.
El sábado,
al fin de una movilización pacífica al Zócalo en protesta por la atrocidad de
Iguala y por la admnistración de la tragedia por parte del peñato, un grupo de
esos que rompen cosas sin que nadie los moleste le prendió fuego a una puerta
de Palacio Nacional. Una vez que el desmán estuvo suficientemente documentado,
la Policia Federal, auxiliada por la capitalina, capturó a dos decenas de
inocentes que deambulaban por los alrededores, los golpeó, los paseó a bordo de
patrullas y los entregó a la Subprocuraduría Especializada en Investigación de
la Delincuencia Organizada de la PGR, la cual, hasta donde se sabe, no ha
iniciado una sola investigación de oficio en contra de los policías
secuestradores y golpeadores. Será porque Murillo Karam está cansado.
El domingo
el portal de noticias de Carmen Aristegui dio a conocer que el hogar particular
de Peña Nieto en la Ciudad de México está a nombre de HIGA (una de las empresas
socias en la licitación ferroviaria cancelada) y que vale unos siete millones
de dólares. La Presidencia aclaró –despues de días de negar toda información a
los colaboradores de la periodista– que
la casa en cuestión pertenece a la mujer
del gobernante, Angélica Rivera, y que ésta se la está pagando en abonos a la
constructora favorita. Nada ilegal, pues. Ni siquiera el hecho de que a un
mexicano con ingreso promedio (12 mil 850 dólares anuales, según la OCDE) le
tomaría casi 545 años y ahorrar la totalidad de sus percepciones para comprarse
un domicilio de valor semejante. Cuestión de paciencia: quienes se integraron a
la población económicamente activa en tiempos del tlatoani Axayácatl, padre de
Moctezuma II, ya estarían estrenando casa en este 2014.
Peña no se
inmutó y abordó un avión con destino final (es un decir) a Pekín, en donde a
estas alturas estará desfaciendo el entuerto de la licitación cancelada. Ya se
anunció la disposición del gobierno mexicano (es otro decir) a indemnizar a
satisfacción al socio chino perjudicado. Está por determinarse cuántos millones
de dólares le costará al país la inquietud gubernamental por el “qué dirán”.
Porque el concurso, como lo explicó de manera exhaustiva Ruiz Esparza, era
impecable.
Ayer los
ofendidos de Guerrero y de otras partes del país bloquearon durante tres horas
el aeropuerto de Acapulco. Es la primera vez, que se recuerde, que se emprende
una acción de esa envergadura. Se puede estar de acuerdo con ellos o no, pero
están convirtiendo su rabia en historia. El régimen, por su parte, sigue
enredado en la elaboración de historietas sórdidas, fársicas e impúdicas, y por
mucha voluntad que se ponga no hay manera de tomarlo en serio.
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