29.9.15
27.9.15
Los fusilados de septiembre
Hace 40 años, como culminación de una farsa judicial, el franquismo asesinó a José Humberto Baena, José Luis Sánchez Bravo, Ramón García Sanz, Juan Paredes Manot y Ángel Otaegui, integrantes del FRAP y de ETA.
Desde antes de las
ejecuciones el mundo pidió que no se cometiera tal barbarie.
Gobiernos, organismos internacionales y hasta el Vaticano abogaron
por la vida de los sentenciados. Todo fue inútil. Txiki, de 21 años,
fue fusilado en Barcelona; Otaegui, de 33, en Burgos; Sánchez bravo
(22), García Sanz (27) y Baena Alonso (24) fueron llevados al
paredón en Hoyo de Manzanares, Madrid.
La ira y el asco
fueron planetarios. Euskadi fue paralizada por huelgas generales y
disturbios durante tres días y numerosos países retiraron de España
a sus embajadores. Ya podrido en vida, Franco convocó a sus huestes
a la Plaza de Oriente para denunciar una supuesta “conspiración
masónico-izquierdista, en contubernio con la subversión
comunista-terrorista”. A su lado, silencioso y taimado, el señor
Juan Carlos Borbón se limitaba a asentir con la cabeza. Fue esa la
última vez que se vio al viejo dictador ladrando en público.
En lo sucesivo, los asesinatos políticos en España habrían de correr por cuenta de Felipe González y sus GAL. Y de ETA, claro.
40 años después de
esos sucesos, Cataluña vota abrumadoramente por formaciones
independentistas y el posfranquismo tiembla.
Salud y República.
Salud y República.
26.9.15
A un año: el Día de la Rabia
Una jornada multitudinaria con rabia y dolor pero también con esperanza.
A estas horas, hace un año, en Iguala, fuerzas de seguridad de los tres niveles de gobierno asesinaban, herían y capturaban a muchachos normalistas inermes.
Esa agresión criminal cambió a México. La indignación dio un salto y se volvió planetaria. Enrique Peña Nieto, quien por ese entonces era el héroe de los medios, es hoy un individuo a salto de mata, perseguido por la sombra de sus propios crímenes y parado en una red de complicidades e impunidades que se cae a pedazos. Tal vez a estas horas ya sea consciente de que su destino ineludible, tarde o temprano, es la cárcel.
La sociedad no se ha replegado. La rabia sigue viva, vuela y se contagia. No hay repliegue posible en tanto el régimen no reconozca su propia inmundicia: la entrega del país a consorcios extranjeros, la opresión de los habitantes para facilitar la explotación y el saqueo, la violencia como modelo de negocio impuesto desde la Presidencia y la venta de protección al narcotráfico.
Se respira en las calles los primeros aires de unidad o, cuando menos, de deposición de los sectarismos. Lo importante, lo fundamental, es establecer el paradero de los 43 muchachos, conocer la verdad y hacer justicia. Es indispensable mantener vivas la memoria y la indignación, y para ello se necesitan muchas y muy diversas mentes y manos y pies que marchen y que hagan sentir a los padres y a los compañeros de los ausentes que no están solos.
Como acotación al margen, es asombroso el profesionalismo de los provocadores: siempre llegan a tiempo a su cita con las cámaras de la tele. Pero ni ellos –tristes espantajos del “Estado burgués” al que dicen combatir– ni la lluvia ni el cansancio lograron arruinar esta movilización. El único que podría lograrlo es el propio régimen si procediera a imputarse a sí mismo.
Con la lucidez que brota del dolor lo saben los padres de los 43 muchachos: “Si el gobierno le apostó al cansancio, está perdiendo; si le apostó al olvido, ya se jodió”.
Y es cierto. Lo demuestra la rabia memoriosa que recorrió las calles de decenas de ciudades.
Se respira en las calles los primeros aires de unidad o, cuando menos, de deposición de los sectarismos. Lo importante, lo fundamental, es establecer el paradero de los 43 muchachos, conocer la verdad y hacer justicia. Es indispensable mantener vivas la memoria y la indignación, y para ello se necesitan muchas y muy diversas mentes y manos y pies que marchen y que hagan sentir a los padres y a los compañeros de los ausentes que no están solos.
Como acotación al margen, es asombroso el profesionalismo de los provocadores: siempre llegan a tiempo a su cita con las cámaras de la tele. Pero ni ellos –tristes espantajos del “Estado burgués” al que dicen combatir– ni la lluvia ni el cansancio lograron arruinar esta movilización. El único que podría lograrlo es el propio régimen si procediera a imputarse a sí mismo.
Con la lucidez que brota del dolor lo saben los padres de los 43 muchachos: “Si el gobierno le apostó al cansancio, está perdiendo; si le apostó al olvido, ya se jodió”.
Y es cierto. Lo demuestra la rabia memoriosa que recorrió las calles de decenas de ciudades.
24.9.15
A quienes corresponda
Se va a cumplir un
año. 52 semanas. 365 días. 8 mil 760 horas de dolor y de rabia por
lo que ustedes hicieron en Iguala. ¿Qué hicieron? Asesinaron a seis
personas, hirieron a decenas y secuestraron a 43 que hasta el momento
no aparecen.
Sabemos que ustedes
lo cometieron porque había coordinación de control, comando y
comunicaciones entre las fuerzas militares y policiales de los tres
niveles destacadas en esa ciudad. Sabemos que ustedes sabían los
movimientos precisos de los chavos de Ayotzinapa desde que éstos
salieron de Tixtla. Que ustedes estuvieron al tanto, a cada instante,
de las ráfagas disparadas a autobuses repletos de muchachos
normalistas y hasta de futbolistas; de los insultos y las burlas, de
los golpes, de los gritos, de los charcos de sangre, de la tortura,
del desollamiento y de las capturas. Nos dejaron tres cadáveres en
las calles y decenas de heridos abandonados a su suerte y se llevaron
vivos a 43. Lo que no sabemos, hasta ahora, es qué les hicieron ni
dónde los tienen.
Tampoco sabemos bien
a bien por qué ni para qué cometieron ustedes semejantes crímenes.
¿Para escarmentar a jóvenes dignos situados en esa encrucijada de
educación pública y campo, cosas ambas que ustedes detestan? ¿Para
poner un hasta aquí a la irreverencia popular que se contrapone a la
insolencia oligárquica de ustedes? ¿Para cumplir un pacto secreto
de mutua protección con sus socios, los exportadores de goma de
opio?
Lo que nos queda
claro es que en las horas posteriores a la atrocidad ustedes pensaron
como piensan siempre: que los muertos y los desaparecidos eran unos
pelados, unos muertos de hambre, unos indios de la prole que no iban
a importarle a nadie y que el país –ya no digamos el mundo– se
iba a quedar contento con la explicación de que aquello era un
incidente menor y un asunto local. “Que el gobierno de Guerrero
asuma sus responsabilidades”, dijeron. Como si ustedes no supieran
que las responsabilidades de combatir a la delincuencia y preservar
el orden público corresponden a los tres niveles de gobierno. Como
si no tuvieran la menor idea de que en esa región la droga fluye a
raudales en las narices de su C4, de sus cámaras de vigilancia, de
su Cisen, de su PGR, de sus cuarteles militares y de sus
destacamentos de Policía Federal.
Pero se equivocaron.
El agravio sí importó y fue sentido en carne propia por millones de
otros proles, de otros indios pelados, y recorrió el país y llenó
las calles y las plazas, y junto con él cundió la convicción de
que la barbarie no obedecía a la mera acción de un alcalde
enloquecido y cooptado por la delincuencia sino que involucraba,
necesariamente, a las esferas superiores del poder público. Entonces
ustedes, muy diligentes, aparecieron en escena y formularon
propósitos de justicia y esclarecimiento. Un figurín desmejorado
apareció secretando lágrimas de cocodrilo por lo que hubiera podido
ocurrir a los jóvenes y por el dolor y la zozobra que afectaba –que
afecta– a los familiares. Y con sus conocidas muecas de Supermán
institucional tomaron la investigación en sus manos.
No los movía el
propósito de esclarecer los hechos sino el de ocultar su propia
participación en ellos. A continuación nos ofrecieron unos chivos
expiatorios: la renuncia del gobernador, la captura del alcalde y su
mujer y la presentación de un puñado de infelices seguramente
torturados que se prestaron a recitar lo que ustedes les pusieron en
el teleprompter: que de parte del narco habían capturado a los
normalistas faltantes, que los habían llevado a un basurero, que
allí los habían asesinado y quemado hasta reducirlos a unos pedazos
de huesos renegridos –“así, chiquitos”, decía Murillo Karam mientras acercaba los dedos índice y pulgar de la mano derecha– y que posteriormente
habían recogido los restos de la parrillada, los habían metido en
unas bolsas de plástico y las habían arrojado al río cercano.
Verdad histórica,
asunto resuelto. Ya podían ustedes, muy quitados de la pena, seguir
disfrutando las mansiones que se han comprado con dinero del pueblo;
ya podían largarse a sus giras dispendiosas a no sé qué confines
del planeta para arreglar sus negocios particulares; ya podían
retomar su empeño en construir un México más poderoso, grandioso y
glorioso, para que el país les guardara agradecimiento eterno.
Oigan, ¿pero qué les pasa? ¿Dónde quedó su vieja capacidad para
aparentar decencia?
Pero esa movida
tampoco les salió bien. Gracias a ella nos quedó claro que si
ustedes recurrían a tales fabricaciones truculentas era porque
tenían la conciencia más sucia que el basurero de Cocula. Las
inconsistencias internas de su relato terrorífico, y la falta de
correspondencia entre éste y la realidad, eran tan vastas y
evidentes que a leguas podía detectarse la fabricación de una
mentira histórica.
Además, los
pelados, los proles, los muertos de hambre de Ayotzinapa habían
tenido la sagacidad de pedir la colaboración de expertos
internacionales –los forenses argentinos y los expertos
independientes– que han cuestionado en forma sistemática y
contundente las coartadas de un gobierno que ya no sabe cómo eludir
sus propias culpas y han dejado al descubierto que ustedes, además
de perpetrar un ataque homicida contra civiles desarmados, han estado
ocultando y destruyendo pruebas, desviando la investigación,
obstruyendo la justicia, encubriéndose a sí mismos.
Su apuesta principal
ha sido ganar tiempo. Ustedes han estado apostando a lo largo de todo
este año a enterrar a sus víctimas –los asesinados y los
desaparecidos– en la tumba del olvido colectivo, la frivolidad y la
insensibilidad. “El león cree que todos son de su condición”,
dice el refrán que les viene como cosido por un sastre. Resulta que
la sociedad mexicana tiene reflejos de empatía y humanidad que para
ustedes son tan desconocidos como las tripas de un extraterrestre, y
que en vez de olvidar ha estado ejercitando todo este tiempo el
músculo de la memoria.
Ultimadamente se
trata también de un ejercicio de supervivencia. Tras cientos de
masacres sedimentadas –Aguas Blancas, Acteal, Atenco, Villas de
Salvárcar, San Fernando, Tlatlaya y tantas otras–, con la
atrocidad de Iguala ya no pudimos dar la espalda al hecho de que
ustedes están más que dispuestos a tomar nuestras vidas y a causar
nuestras muertes para aceitar sus negocios turbios de tierras,
aeropuertos, carreteras, petróleo o drogas.
Por eso, a
contrapelo de lo que a ustedes les gustaría, los 43, en vez de
difuminarse en el transcurso de las semanas y de los meses, han
encarnado y se han hecho más presentes en la vida del país. Están
sembrados en nuestra memoria y allí germinan, como en una matriz, y
nacerán de nuevo cuando la verdad vea la luz.
En cuanto a ustedes,
vendepatrias, fabuladores, narcos, encubridores y asesinos,
beneficiarios de la impunidad, chambones de la simulación y la
hipocresía, señoritos de las concesiones y los contratos,
terminarán en el bote. Más tarde que temprano.
16.9.15
En nombre de la piedad
En
nombre de la piedad
una
feroz quemadura,
una
sesion de tortura
en
nombre de la piedad
Se
ocupa la humanidad
destazando
al semejante
y
vejando a cada instante
en
nombre de la piedad
Al
señor de enfrente
lo van a matar
lo van a matar
mas no es mi pariente,
ja,
ja, ja, ja, ja.
En
nombre de la piedad
hay
una caricia suave
para
el niño que está grave
de
cualquier enfermedad.
Se
ocupa la humanidad
de
procurar algún bien
y
eso sucede también
en
nombre de la piedad.
Al
señor del frente
lo van a matar
lo van a matar
mas no es mi pariente,
ja,
ja, ja, ja, ja.
15.9.15
Viva México
Que vivan
Xochicalco y Cantona; Palenque y Paquimé; Tula y Teotihuacán;
Cholula y Malinalco; Huachimontones y El Tajín; Monte Albán y
Calakmul.
Que vivan el Pánuco
y el Lerma, el Grijalva y el Coatzacoalcos, el Mayo y el Balsas, el
Nazas y el Tamesí, el Conchos y el Atoyac, el Bravo y el Mezquital.
Que vivan
Tepozotlán y Tonanzintla, Acolman y Zapopan, Santo Domingo y La
Concordia.
Vivan Chapala y
Montebello, Pátzcuaro y Cuitzeo, Tamiahua y Nabor Carrillo. Vivan el
litoral del Golfo, las costas del Pacífico y el Mar Caribe. Vivan
los altiplanos centrales y los desiertos del norte; el Nudo Mixteco y
los Llanos de San Juan; la Sierra Gorda y la Tarahumara; los Altos y
la Costa Chica; la Huasteca y el Bajío; el Sotavento y la Tierra
Caliente.
Vivan Tiburón y
Cozumel; Socorro y San Benedicto; Roqueta y Lobos; Mujeres y Navidad;
Holbox y Juana Ramírez; Cedros y Sacrificios.
Vivan los
mexicaneros y los satelucos; los chintololos y los tehuanos; los
wixáricas y los tzeltales; los culichis y los hidrocálidos; los
juarenses y los jarochos; los cachanillas y los tlatelolcas; los
seris y los tlalpenses; los regios y los texcocanos; los triquis y
los alvaradeños.
Vivan las que
trabajan y las que no dejan de buscar chamba; vivan los que se
preocupan por la situación de sus amigos en desgracia; vivan las que
cobijan al país en la intemperie.
Vivan Las Patronas.
Vivan los que dan albergue a los migrantes, asistencia legal a los
perseguidos, asesoría a los cooperativistas, apoyo a las mujeres
violentadas, esperanza a los desesperados y medicina a los enfermos.
Vivan los
electricistas en resistencia. Vivan las obreras de la maquila. Vivan
los trabajadores de la salud que rechazan la privatización de los
hospitales. Vivan las maestras y maestros que se movilizan contra la
reforma educativa. Vivan las sobrecargos, los mecánicos y los
pilotos. Vivan los telefonistas. Vivan los trabajadores
universitarios.
Vivan los obreros,
los campesinos y las cocineras que nos siguen dando pan y patria
todos los días. Vivan los que fueron expulsados del país por la
economía y que sostienen al país con sus envíos de dinero.
Vivan los migrantes
de países hermanos que en el nuestro son abusados, secuestrados y
masacrados.
Vivan los que votan
con el país en mente. Vivan los que siguen saliendo a las calles a
pesar del sol, la lluvia y los granaderos. Vivan las y los artistas,
las actrices y los actores, las escritoras y los escritores que no se
marean con la fama y permanecen al lado del pueblo.
Vivan las
religiosas y los curas que trabajan por la liberación y la justicia.
Vivan las
periodistas y los periodistas que desenmascaran al poder podrido.
Vivan los informadores que sufren persecución y muerte por la
honestidad de su trabajo.
Vivan los
científicos que ponen la ciencia al servicio de la gente y no del
capital. Vivan los ambientalistas verdaderos. Vivan los funcionarios
y los representantes populares que se reducen el salario para apoyar
la educación pública.
Vivan las
enfermeras y los mecánicos, los panaderos y los comerciantes, los
herreros, plomeros, recogedores, repartidores, odontólogos, músicos,
matemáticos, filósofos y traileros, pescadores y comadronas.
Vivan las abogadas
que se consagran a la defensa de los derechos humanos. Vivan las
terapeutas que alivian la desazón sin suprimir la rabia. Vivan los
activistas incansables. Vivan los incansables de las redes sociales.
Vivan los jubilados y los que no alcanzaron pensión.
Vivan las niñas y
los niños expulsados de la escuela por la pobreza. Vivan las niñas
y los niños que aprovechan la escuela. Vivan los jóvenes que se
preparan sin someterse. Vivan las chavas y los chavos que no
renuncian a la libertad.
Vivan las
resistencias. Vivan Xochicuautla y Temacapulín. Vivan La Parota y
Ostula. Vivan Cherán y Zongolica. Vivan Amatlán de los Reyes y San
Pedro Mártir; vivan San Salvador Atenco y Mixcoac; vivan Tetela de
Ocampo, Zautla, Ahuazotepec y todas las comunidades en resistencia de
la Sierra Norte de Puebla; vivan Las Abejas de Acteal; vivan las
comunidades zapatistas de Los Altos, La Selva y la Zona Norte.
Vivan los medios
independientes. Viva Aristegui Noticias. Viva Proceso. Viva La
Jornada.
Vivan los Círculos
de Reflexión.
Viva la UNAM. Viva
la UAM. Viva la UACM. Viva el Poli. Vivan todas las normales rurales
del país. Viva la Normal Rural Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa.
Vivan todas las
luchas y las causas justas. Viva el pueblo que se organiza para
luchar en todas las trincheras. Viva la Asamblea Nacional Popular.
Vivan las Policías Comunitarias. Viva el EZLN. Viva Morena.
Vivan los presos
políticos. Vivan los inocentes encarcelados.
Vivan los bebés de
la Guardería ABC y los ancianos del asilo “Hermoso Atardecer”,
quemados por la indolencia gubernamental y el afán de lucro privado.
Viva la memoria de
las víctimas de feminicidio, de las víctimas de odio, de las
víctimas de la violencia gubernamental.
Vivan Nadia Vera
Pérez y Rubén Espinosa, asesinados en la Colonia Narvarte y
difamados por el gobierno del Distrito Federal.
Vivan los
normalistas Julio César Mondragón, Julio César Ramírez Nava y
Daniel Solís Gallardo, asesinados en Iguala.
Viva el Grupo
Interdisciplinario de Expertos Independientes.
Viva la lucha por
la presentación de todos los desaparecidos. Vivan los familiares y
los compañeros de los 43 normalistas desaparecidos por el Estado.
Porque vivos se los llevaron, vivos los queremos.
Viva Cuauhtémoc.
Viva Gonzalo Guerrero. Viva Bartolomé de las Casas. Viva Francisco
Tenamaztle. Viva Jacinto Canek. Viva Vasco de Quiroga. Viva Gaspar
Yanga. Viva Gabriel Teporaca. Viva fray Servando Teresa de Mier. Viva
Francisco Primo de Verdad. Viva Miguel Hidalgo. Viva Josefa Ortiz de
Domínguez. Viva Juan José de los Reyes Amaro. Viva José María Morelos. Viva Leona Vicario. Viva
Epigmenio González. Viva Francisco Xavier Mina. Viva Narciso Mendoza. Viva Vicente
Guerrero. Viva el Batallón de San Patricio. Viva Benito Juárez.
Viva Guillermo Prieto. Viva Ignacio Zaragoza. Viva José Santos
Degollado. Viva Melchor Ocampo. Viva Mariano Escobedo. Viva Vicente
Riva Palacio. Viva Ignacio Manuel Altamirano. Vivan Ricardo y Enrique
Flores Magón. Viva Elvia Carrillo Puerto. Viva Juana Belén. Viva Emiliano Zapata. Viva María
Arias Bernal. Viva Aquiles Serdán. Viva Hermila Galindo. Viva Belisario Domínguez. Viva Margarita Ortega. Viva
Francisco Villa. Viva Dolores Jiménez y Muro. Viva Elisa Acuña. Viva Antonio Díaz Soto y Gama.
Viva María Talavera. Viva Elisa Griensen. Viva Felipe Carrillo
Puerto. Viva Lázaro Cárdenas. Viva Francisco J. Múgica. Viva
Heriberto Jara. Viva Rubén Jaramillo. Viva Benita Galeana. Viva
Valentín Campa. Viva Demetrio Vallejo. Vivan Frida Kahlo y Diego
Rivera. Viva José Revueltas. Viva Sergio Méndez Arceo. Viva Heberto
Castillo. Viva Carlos Montemayor. Viva Carlos Monsiváis. Viva Bety
Cariño. Viva Samuel Ruiz. Viva Carlos Fuentes. Viva Arnoldo Martínez
Verdugo. Viva José María Pérez Gay. Viva Daniel Cazés. Viva José
Emilio Pacheco. Viva Arnaldo Córdoba.
Viva la América
Mexicana de Morelos hermanada con la Patria Grande de Bolivar.
Viva la libertad de
expresión. Viva la transparencia. Viva la honradez. Viva la
justicia. Viva la memoria.
Viva México.
Viva México.
Viva México.
11.9.15
El día del golpe
3.9.15
El ritual, en video
Las
partes más entretenidas de este video son las tomas al público que
escucha al orador y las panorámicas del recinto repleto de trajes,
corbatas, vestidos largos, peinados solemnes y calvas carísimas.
Vale la pena pausar las tomas para apreciar las expresiones de
quienes asisten a él por compromiso; es decir, de todos los
presentes, menos el señor que lee su discurso con ademanes
acartonados, tics faciales incontrolables y numerosos yerros de
pronunciación y de lectura. Hay que imaginar, por ejemplo, el
aburrimiento cósmico del embajador de algún país árabe, obligado
por el protocolo a apersonarse en esta ceremonia que manifiestamente
le vale madres, y sin más horizonte que ponerse a redactar, por la
tarde, un reporte que no leerá nadie. O la zozobra de uno que otro
político, de esos que agonizan porque ya saben que sus miserias han
sido documentadas en audio o en video, y que si no se alinean o si no
cooperan los medios empezarán a comérselos crudos en un festín de
pirañas. O la incomodidad de quienes tienen claro que su presencia
en ese lugar es una traición a lo que hicieron buena parte de su
vida.
El
oficiante del ritual ha tenido la amabilidad para consigo mismo de no
pronunciar el guarismo 43, el topónimo Ayotzinapa ni el apelativo
Casa Blanca, de modo que, si se trata de entretenerse, el audio de la
grabación es perfectamente prescindible. Y no porque uno comprenda
el lenguaje de señas en el que se afana la diligente intérprete del
recuadro derecho inferior de la pantalla, sino porque basta con
recortar párrafos de anteriores mensajes presidenciales –de éste
o de cualquiera de sus predecesores, o de varios combinados– y
pegarlos al azar para tener una idea clara del mazacote: fórmulas de
despacho; saludos burocráticos; dos o tres admisiones de que no todo
es absolutamente perfecto, aunque la imperfección no conlleve
responsabilidades específicas; ocasionales arranques retóricos del
poliestireno que sueña con ser bronce y, más que nada, la
enumeración de acciones, obras, disposiciones, medidas y hechos para
documentar la talla heroica del expositor. La esencia de la alocución
presidencial septembrina como género literario consiste en eso: en
una autoexaltación que recurre a la épica de gabinete para narrar
los pormenores de la boda entre el Mandatario (las mayúsculas son
meramente ilustrativas) y la Historia Nacional.
Pese
a la aparente solidez de la representación institucional congregada
en Palacio, el acto se realiza sin soporte jurídico alguno –porque,
en efecto, la legislación no lo prohíbe, pero tampoco lo estipula–
y se desarrolla en ese limbo de la alegalidad que es la comunicación
y el marketing. En rigor, pues, los titulares de los Demás
Poderes de la Unión saben perfectamente que su asistencia a esta
ceremonia no obedece al cumplimiento de ningún deber formal derivado
de su cargo, sino que es un mero ejercicio de genuflexión para
lucimiento del protagonista y un aporte al ensayo de resurrección de
las glorias pretéritas del régimen, cuando la Fiesta del Presidente
se realizaba al menos de acuerdo con el texto constitucional, en
forma de una visita anual a la sede del Legislativo.
Las
mujeres presentes en el viejo salón tienen que estar al tanto de que
el hombre del micrófono intentó denodadamente esconder bajo la
alfombra los feminicidios en el Edomex; los capos de las mafias
culturales que se han dado cita allí saben que el ponente no tiene
noción de las diferencias entre Fidias y Foucault ni las que separan
a Clarice Lispector del Lazarillo de Tormes; los dirigentes
sindicales han llegado a Palacio pisoteando los pedazos del poder
adquisitivo de la clase trabajadora; los demócratas impolutos y
perfumados que asisten al encuentro conocieron en su momento los ríos
de Tarjetas Monex y Soriana en los que hizo rafting el partidazo para
volver por sus fueros; Monseñor saluda con efusividad a un sujeto
que quebranta sin rubor los Mandamientos; los capitanes de empresa
allí congregados tienen más claro que nadie que las cifras
económicas alentadoras, sacadas bajo tortura a la estadística, son
como escupitajos para enfriar un reactor nuclear colapsado; los
militares hacen acopio de disciplina y subordinación debida para
cuadrarse ante la representación de un poder político que los ha
utilizado sin escrúpulos en agresiones contra la población civil y
los mantiene fuera de sus atribuciones constitucionales. Los únicos
exonerados por la inocencia son los escasísimos jóvenes que acuden
al ceremonial sin saber que sus coetáneos son presas de cacería
para un gobierno que detesta a la juventud.
Antes,
al deambular por el edificio, todos los asistentes debieron pasar por
la venganza anticipada e implacable de los símbolos: en los hermosos
murales de Palacio, según calificativo de la conductora oficial, los
que antecedieron al selecto público oligárquico en el ejercicio del
poder político, económico y eclesiástico están plasmados como
verdugos, como ladrones, como asesinos y como cerdos. Debe concederse
que Diego Rivera planeó con suma genialidad el escarnio que habría
de hacer post mortem.
Por
eso resulta divertido ver en el video las muecas de las distinguidas
damas y caballeros que conforman la concurrencia –nutrida, claro–
a esta ocasión histórica o, mejor dicho, prehistórica, si se toma
en cuenta el tufillo de Parque Jurásico priísta que flota en el
encuentro. El empeño por fingir un país próspero, unido,
democrático, incluyente y pacífico requiere de grandes esfuerzos
musculares faciales para blindarse de lo real: los 57 mil muertos,
los miles de desaparecidos, los inmuebles turbios, la libertad de El
Chapo (concedida bajo palabra, según muchos indicios), la gusanera
que se asoma por los resquicios de las oficinas públicas, la
independencia perdida, el Estado hipotecado, el peso devaluado, las
masacres reiteradas, la vida pública acanallada, los desfiguros que
hacen llorar al espíritu republicano.
Es
posible que los chicos de Comunicación Social, Estrategia de Medios,
etcétera, se hayan indigestado con aquello de que en política la
forma es fondo o, formulado por MacLuhan, que el medio es el mensaje,
y que hayan pretendido aportar, con esta puesta en escena, un poco de
sustancia a la fantasía peñista de restaurar las viejas
presidencias omnímodas y omnipotentes. Pero, lamentablemente (sí,
lamentablemente para todos) el país está en otro lado y no tiene
ánimos para rendirse a la adoración de ningún tlatoani ni para
echarle confeti a un señor que se muestra más preocupado por
conservar a toda costa sus residencias de lujo que por atenuar el
hundimiento nacional que él mismo ha propiciado.
Lo
cierto es que se ha invertido una cantidad ingente de recursos
públicos para hacer coincidir a la crema y nata de la patria en un
ritual incómodo e innecesario para todos, salvo para el del podio, y
que ya causado el perjuicio no queda más remedio que disfrutar el
espectáculo; de lo perdido, lo que aparezca. Hoy ya no están
estacionadas sobre la plancha del Zócalo las obscenas camionetas
blindadas de los feligreses que acudieron a la misa egótica y no
queda más que un montón de papelería ostentosa y caduca, unos
boletines impresos que se comerán las ratas, unos tomos voluminosos
que dentro de cinco años no va a consultar nadie, porque 90 por
ciento de su contenido es mentira, y un video en Youtube.
En
tanto, el país ha perdido unos cientos de millones de pesos (nada,
comparado con dispendios más irritantes) y los asistentes al magno
discurso invirtieron tres o cuatro horas de sus respectivas vidas
–tomando en cuenta los tiempos de traslado, las salutaciones y la
convivencia social– para escuchar algo que habría podido resumirse
en doce palabras: Bajo mi conducción, señoras y señores, el país
va a toda madre.
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