27.9.15

Los fusilados de septiembre



Hace 40 años, como culminación de una farsa judicial, el franquismo asesinó a José Humberto Baena, José Luis Sánchez Bravo, Ramón García Sanz, Juan Paredes Manot y Ángel Otaegui, integrantes del FRAP y de ETA.

Desde antes de las ejecuciones el mundo pidió que no se cometiera tal barbarie. Gobiernos, organismos internacionales y hasta el Vaticano abogaron por la vida de los sentenciados. Todo fue inútil. Txiki, de 21 años, fue fusilado en Barcelona; Otaegui, de 33, en Burgos; Sánchez bravo (22), García Sanz (27) y Baena Alonso (24) fueron llevados al paredón en Hoyo de Manzanares, Madrid.

La ira y el asco fueron planetarios. Euskadi fue paralizada por huelgas generales y disturbios durante tres días y numerosos países retiraron de España a sus embajadores. Ya podrido en vida, Franco convocó a sus huestes a la Plaza de Oriente para denunciar una supuesta “conspiración masónico-izquierdista, en contubernio con la subversión comunista-terrorista”. A su lado, silencioso y taimado, el señor Juan Carlos Borbón se limitaba a asentir con la cabeza. Fue esa la última vez que se vio al viejo dictador ladrando en público.



En lo sucesivo, los asesinatos políticos en España habrían de correr por cuenta de Felipe González y sus GAL. Y de ETA, claro.

40 años después de esos sucesos, Cataluña vota abrumadoramente por formaciones independentistas y el posfranquismo tiembla.

Salud y República.


26.9.15

A un año: el Día de la Rabia


Una jornada multitudinaria con rabia y dolor pero también con esperanza.

A estas horas, hace un año, en Iguala, fuerzas de seguridad de los tres niveles de gobierno asesinaban, herían y capturaban a muchachos normalistas inermes.

Esa agresión criminal cambió a México. La indignación dio un salto y se volvió planetaria. Enrique Peña Nieto, quien por ese entonces era el héroe de los medios, es hoy un individuo a salto de mata, perseguido por la sombra de sus propios crímenes y parado en una red de complicidades e impunidades
 que se cae a pedazos. Tal vez a estas horas ya sea consciente de que su destino ineludible, tarde o temprano, es la cárcel.

La sociedad no se ha replegado. La rabia sigue viva, vuela y se contagia. No hay repliegue posible en tanto el régimen no reconozca su propia inmundicia: la entrega del país a consorcios extranjeros, la opresión de los habitantes para facilitar la explotación y el saqueo, la violencia como modelo de negocio impuesto desde la Presidencia y la venta de protección al narcotráfico.

Se respira en las calles los primeros aires de unidad o, cuando menos, de deposición de los sectarismos. Lo importante, lo fundamental, es establecer el paradero de los 43 muchachos, conocer la verdad y hacer justicia. Es indispensable mantener vivas la memoria y la indignación, y para ello se necesitan muchas y muy diversas mentes y manos y pies que marchen y que hagan sentir a los padres y a los compañeros de los ausentes que no están solos.

Como acotación al margen, es asombroso el profesionalismo de los provocadores: siempre llegan a tiempo a su cita con las cámaras de la tele. Pero ni ellos –tristes espantajos del “Estado burgués” al que dicen combatir– ni la lluvia ni el cansancio lograron arruinar esta movilización. El único que podría lograrlo es el propio régimen si procediera a imputarse a sí mismo.

Con la lucidez que brota del dolor lo saben los padres de los 43 muchachos: 
Si el gobierno le apostó al cansancio, está perdiendo; si le apostó al olvido, ya se jodió.

Y es cierto. Lo demuestra la rabia memoriosa que recorrió las calles de decenas de ciudades.

24.9.15

A quienes corresponda



Se va a cumplir un año. 52 semanas. 365 días. 8 mil 760 horas de dolor y de rabia por lo que ustedes hicieron en Iguala. ¿Qué hicieron? Asesinaron a seis personas, hirieron a decenas y secuestraron a 43 que hasta el momento no aparecen.

Sabemos que ustedes lo cometieron porque había coordinación de control, comando y comunicaciones entre las fuerzas militares y policiales de los tres niveles destacadas en esa ciudad. Sabemos que ustedes sabían los movimientos precisos de los chavos de Ayotzinapa desde que éstos salieron de Tixtla. Que ustedes estuvieron al tanto, a cada instante, de las ráfagas disparadas a autobuses repletos de muchachos normalistas y hasta de futbolistas; de los insultos y las burlas, de los golpes, de los gritos, de los charcos de sangre, de la tortura, del desollamiento y de las capturas. Nos dejaron tres cadáveres en las calles y decenas de heridos abandonados a su suerte y se llevaron vivos a 43. Lo que no sabemos, hasta ahora, es qué les hicieron ni dónde los tienen.

Tampoco sabemos bien a bien por qué ni para qué cometieron ustedes semejantes crímenes. ¿Para escarmentar a jóvenes dignos situados en esa encrucijada de educación pública y campo, cosas ambas que ustedes detestan? ¿Para poner un hasta aquí a la irreverencia popular que se contrapone a la insolencia oligárquica de ustedes? ¿Para cumplir un pacto secreto de mutua protección con sus socios, los exportadores de goma de opio?

Lo que nos queda claro es que en las horas posteriores a la atrocidad ustedes pensaron como piensan siempre: que los muertos y los desaparecidos eran unos pelados, unos muertos de hambre, unos indios de la prole que no iban a importarle a nadie y que el país –ya no digamos el mundo– se iba a quedar contento con la explicación de que aquello era un incidente menor y un asunto local. “Que el gobierno de Guerrero asuma sus responsabilidades”, dijeron. Como si ustedes no supieran que las responsabilidades de combatir a la delincuencia y preservar el orden público corresponden a los tres niveles de gobierno. Como si no tuvieran la menor idea de que en esa región la droga fluye a raudales en las narices de su C4, de sus cámaras de vigilancia, de su Cisen, de su PGR, de sus cuarteles militares y de sus destacamentos de Policía Federal.

Pero se equivocaron. El agravio sí importó y fue sentido en carne propia por millones de otros proles, de otros indios pelados, y recorrió el país y llenó las calles y las plazas, y junto con él cundió la convicción de que la barbarie no obedecía a la mera acción de un alcalde enloquecido y cooptado por la delincuencia sino que involucraba, necesariamente, a las esferas superiores del poder público. Entonces ustedes, muy diligentes, aparecieron en escena y formularon propósitos de justicia y esclarecimiento. Un figurín desmejorado apareció secretando lágrimas de cocodrilo por lo que hubiera podido ocurrir a los jóvenes y por el dolor y la zozobra que afectaba –que afecta– a los familiares. Y con sus conocidas muecas de Supermán institucional tomaron la investigación en sus manos.

No los movía el propósito de esclarecer los hechos sino el de ocultar su propia participación en ellos. A continuación nos ofrecieron unos chivos expiatorios: la renuncia del gobernador, la captura del alcalde y su mujer y la presentación de un puñado de infelices seguramente torturados que se prestaron a recitar lo que ustedes les pusieron en el teleprompter: que de parte del narco habían capturado a los normalistas faltantes, que los habían llevado a un basurero, que allí los habían asesinado y quemado hasta reducirlos a unos pedazos de huesos renegridos –“así, chiquitos, decía Murillo Karam mientras acercaba los dedos índice y pulgar de la mano derecha– y que posteriormente habían recogido los restos de la parrillada, los habían metido en unas bolsas de plástico y las habían arrojado al río cercano.

Verdad histórica, asunto resuelto. Ya podían ustedes, muy quitados de la pena, seguir disfrutando las mansiones que se han comprado con dinero del pueblo; ya podían largarse a sus giras dispendiosas a no sé qué confines del planeta para arreglar sus negocios particulares; ya podían retomar su empeño en construir un México más poderoso, grandioso y glorioso, para que el país les guardara agradecimiento eterno. Oigan, ¿pero qué les pasa? ¿Dónde quedó su vieja capacidad para aparentar decencia?

Pero esa movida tampoco les salió bien. Gracias a ella nos quedó claro que si ustedes recurrían a tales fabricaciones truculentas era porque tenían la conciencia más sucia que el basurero de Cocula. Las inconsistencias internas de su relato terrorífico, y la falta de correspondencia entre éste y la realidad, eran tan vastas y evidentes que a leguas podía detectarse la fabricación de una mentira histórica.

Además, los pelados, los proles, los muertos de hambre de Ayotzinapa habían tenido la sagacidad de pedir la colaboración de expertos internacionales –los forenses argentinos y los expertos independientes– que han cuestionado en forma sistemática y contundente las coartadas de un gobierno que ya no sabe cómo eludir sus propias culpas y han dejado al descubierto que ustedes, además de perpetrar un ataque homicida contra civiles desarmados, han estado ocultando y destruyendo pruebas, desviando la investigación, obstruyendo la justicia, encubriéndose a sí mismos.

Su apuesta principal ha sido ganar tiempo. Ustedes han estado apostando a lo largo de todo este año a enterrar a sus víctimas –los asesinados y los desaparecidos– en la tumba del olvido colectivo, la frivolidad y la insensibilidad. “El león cree que todos son de su condición”, dice el refrán que les viene como cosido por un sastre. Resulta que la sociedad mexicana tiene reflejos de empatía y humanidad que para ustedes son tan desconocidos como las tripas de un extraterrestre, y que en vez de olvidar ha estado ejercitando todo este tiempo el músculo de la memoria.

Ultimadamente se trata también de un ejercicio de supervivencia. Tras cientos de masacres sedimentadas –Aguas Blancas, Acteal, Atenco, Villas de Salvárcar, San Fernando, Tlatlaya y tantas otras–, con la atrocidad de Iguala ya no pudimos dar la espalda al hecho de que ustedes están más que dispuestos a tomar nuestras vidas y a causar nuestras muertes para aceitar sus negocios turbios de tierras, aeropuertos, carreteras, petróleo o drogas.

Por eso, a contrapelo de lo que a ustedes les gustaría, los 43, en vez de difuminarse en el transcurso de las semanas y de los meses, han encarnado y se han hecho más presentes en la vida del país. Están sembrados en nuestra memoria y allí germinan, como en una matriz, y nacerán de nuevo cuando la verdad vea la luz.

En cuanto a ustedes, vendepatrias, fabuladores, narcos, encubridores y asesinos, beneficiarios de la impunidad, chambones de la simulación y la hipocresía, señoritos de las concesiones y los contratos, terminarán en el bote. Más tarde que temprano.

16.9.15

En nombre de la piedad



En nombre de la piedad
una feroz quemadura,
una sesion de tortura
en nombre de la piedad
Se ocupa la humanidad
destazando al semejante
y vejando a cada instante
en nombre de la piedad

Al señor de enfrente
lo van a matar
mas no es mi pariente,
ja, ja, ja, ja, ja.
En nombre de la piedad
hay una caricia suave
para el niño que está grave
de cualquier enfermedad.
Se ocupa la humanidad
de procurar algún bien
y eso sucede también
en nombre de la piedad.

Al señor del frente
lo van a matar
mas no es mi pariente,
ja, ja, ja, ja, ja.

15.9.15

Viva México


Que vivan Xochicalco y Cantona; Palenque y Paquimé; Tula y Teotihuacán; Cholula y Malinalco; Huachimontones y El Tajín; Monte Albán y Calakmul.

Que vivan el Pánuco y el Lerma, el Grijalva y el Coatzacoalcos, el Mayo y el Balsas, el Nazas y el Tamesí, el Conchos y el Atoyac, el Bravo y el Mezquital.

Que vivan Tepozotlán y Tonanzintla, Acolman y Zapopan, Santo Domingo y La Concordia.

Vivan Chapala y Montebello, Pátzcuaro y Cuitzeo, Tamiahua y Nabor Carrillo. Vivan el litoral del Golfo, las costas del Pacífico y el Mar Caribe. Vivan los altiplanos centrales y los desiertos del norte; el Nudo Mixteco y los Llanos de San Juan; la Sierra Gorda y la Tarahumara; los Altos y la Costa Chica; la Huasteca y el Bajío; el Sotavento y la Tierra Caliente.

Vivan Tiburón y Cozumel; Socorro y San Benedicto; Roqueta y Lobos; Mujeres y Navidad; Holbox y Juana Ramírez; Cedros y Sacrificios.

Vivan los mexicaneros y los satelucos; los chintololos y los tehuanos; los wixáricas y los tzeltales; los culichis y los hidrocálidos; los juarenses y los jarochos; los cachanillas y los tlatelolcas; los seris y los tlalpenses; los regios y los texcocanos; los triquis y los alvaradeños.

Vivan las que trabajan y las que no dejan de buscar chamba; vivan los que se preocupan por la situación de sus amigos en desgracia; vivan las que cobijan al país en la intemperie.

Vivan Las Patronas. Vivan los que dan albergue a los migrantes, asistencia legal a los perseguidos, asesoría a los cooperativistas, apoyo a las mujeres violentadas, esperanza a los desesperados y medicina a los enfermos.

Vivan los electricistas en resistencia. Vivan las obreras de la maquila. Vivan los trabajadores de la salud que rechazan la privatización de los hospitales. Vivan las maestras y maestros que se movilizan contra la reforma educativa. Vivan las sobrecargos, los mecánicos y los pilotos. Vivan los telefonistas. Vivan los trabajadores universitarios.

Vivan los obreros, los campesinos y las cocineras que nos siguen dando pan y patria todos los días. Vivan los que fueron expulsados del país por la economía y que sostienen al país con sus envíos de dinero.

Vivan los migrantes de países hermanos que en el nuestro son abusados, secuestrados y masacrados.

Vivan los que votan con el país en mente. Vivan los que siguen saliendo a las calles a pesar del sol, la lluvia y los granaderos. Vivan las y los artistas, las actrices y los actores, las escritoras y los escritores que no se marean con la fama y permanecen al lado del pueblo.

Vivan las religiosas y los curas que trabajan por la liberación y la justicia.

Vivan las periodistas y los periodistas que desenmascaran al poder podrido. Vivan los informadores que sufren persecución y muerte por la honestidad de su trabajo.

Vivan los científicos que ponen la ciencia al servicio de la gente y no del capital. Vivan los ambientalistas verdaderos. Vivan los funcionarios y los representantes populares que se reducen el salario para apoyar la educación pública.

Vivan las enfermeras y los mecánicos, los panaderos y los comerciantes, los herreros, plomeros, recogedores, repartidores, odontólogos, músicos, matemáticos, filósofos y traileros, pescadores y comadronas.

Vivan las abogadas que se consagran a la defensa de los derechos humanos. Vivan las terapeutas que alivian la desazón sin suprimir la rabia. Vivan los activistas incansables. Vivan los incansables de las redes sociales. Vivan los jubilados y los que no alcanzaron pensión.

Vivan las niñas y los niños expulsados de la escuela por la pobreza. Vivan las niñas y los niños que aprovechan la escuela. Vivan los jóvenes que se preparan sin someterse. Vivan las chavas y los chavos que no renuncian a la libertad.

Vivan las resistencias. Vivan Xochicuautla y Temacapulín. Vivan La Parota y Ostula. Vivan Cherán y Zongolica. Vivan Amatlán de los Reyes y San Pedro Mártir; vivan San Salvador Atenco y Mixcoac; vivan Tetela de Ocampo, Zautla, Ahuazotepec y todas las comunidades en resistencia de la Sierra Norte de Puebla; vivan Las Abejas de Acteal; vivan las comunidades zapatistas de Los Altos, La Selva y la Zona Norte.

Vivan los medios independientes. Viva Aristegui Noticias. Viva Proceso. Viva La Jornada.

Vivan los Círculos de Reflexión.

Viva la UNAM. Viva la UAM. Viva la UACM. Viva el Poli. Vivan todas las normales rurales del país. Viva la Normal Rural Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa.

Vivan todas las luchas y las causas justas. Viva el pueblo que se organiza para luchar en todas las trincheras. Viva la Asamblea Nacional Popular. Vivan las Policías Comunitarias. Viva el EZLN. Viva Morena.

Vivan los presos políticos. Vivan los inocentes encarcelados.

Vivan los bebés de la Guardería ABC y los ancianos del asilo “Hermoso Atardecer”, quemados por la indolencia gubernamental y el afán de lucro privado.

Viva la memoria de las víctimas de feminicidio, de las víctimas de odio, de las víctimas de la violencia gubernamental.

Vivan Nadia Vera Pérez y Rubén Espinosa, asesinados en la Colonia Narvarte y difamados por el gobierno del Distrito Federal.

Vivan los normalistas Julio César Mondragón, Julio César Ramírez Nava y Daniel Solís Gallardo, asesinados en Iguala.

Viva el Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes.

Viva la lucha por la presentación de todos los desaparecidos. Vivan los familiares y los compañeros de los 43 normalistas desaparecidos por el Estado. Porque vivos se los llevaron, vivos los queremos.

Viva Cuauhtémoc. Viva Gonzalo Guerrero. Viva Bartolomé de las Casas. Viva Francisco Tenamaztle. Viva Jacinto Canek. Viva Vasco de Quiroga. Viva Gaspar Yanga. Viva Gabriel Teporaca. Viva fray Servando Teresa de Mier. Viva Francisco Primo de Verdad. Viva Miguel Hidalgo. Viva Josefa Ortiz de Domínguez. Viva Juan José de los Reyes Amaro. Viva José María Morelos. Viva Leona Vicario. Viva Epigmenio González. Viva Francisco Xavier Mina. Viva Narciso Mendoza. Viva Vicente Guerrero. Viva el Batallón de San Patricio. Viva Benito Juárez. Viva Guillermo Prieto. Viva Ignacio Zaragoza. Viva José Santos Degollado. Viva Melchor Ocampo. Viva Mariano Escobedo. Viva Vicente Riva Palacio. Viva Ignacio Manuel Altamirano. Vivan Ricardo y Enrique Flores Magón. Viva Elvia Carrillo Puerto. Viva Juana Belén. Viva Emiliano Zapata. Viva María Arias Bernal. Viva Aquiles Serdán. Viva Hermila Galindo. Viva Belisario Domínguez. Viva Margarita Ortega. Viva Francisco Villa. Viva Dolores Jiménez y Muro. Viva Elisa Acuña. Viva Antonio Díaz Soto y Gama. Viva María Talavera. Viva Elisa Griensen. Viva Felipe Carrillo Puerto. Viva Lázaro Cárdenas. Viva Francisco J. Múgica. Viva Heriberto Jara. Viva Rubén Jaramillo. Viva Benita Galeana. Viva Valentín Campa. Viva Demetrio Vallejo. Vivan Frida Kahlo y Diego Rivera. Viva José Revueltas. Viva Sergio Méndez Arceo. Viva Heberto Castillo. Viva Carlos Montemayor. Viva Carlos Monsiváis. Viva Bety Cariño. Viva Samuel Ruiz. Viva Carlos Fuentes. Viva Arnoldo Martínez Verdugo. Viva José María Pérez Gay. Viva Daniel Cazés. Viva José Emilio Pacheco. Viva Arnaldo Córdoba.

Viva la América Mexicana de Morelos hermanada con la Patria Grande de Bolivar.

Viva la libertad de expresión. Viva la transparencia. Viva la honradez. Viva la justicia. Viva la memoria.

Viva México.
Viva México.
Viva México.

11.9.15

El día del golpe


Desde antes Ruy y yo nos habíamos hecho la promesa de ir a Chile a combatir si el gobierno de la Unidad Popular era atacado. Así que aquel 11 de septiembre, cuando me enteré de lo que estaba pasando en Santiago, le marqué para ponernos de acuerdo. Una vez que colgamos, nuestras respectivas mamás, que habían escuchado la conversación, complotaron entre ellas y luego, por separado, nos hicieron ver que no había manera de llegar a Chile sin atravesar un continente infestado de dictaduras militares. Nos dijeron también que éramos menores de edad y que de ninguna manera nos iban a autorizar los pasaportes, que éramos un par de idiotas y que si insistíamos en el viaje, a ver de dónde sacábamos dinero, porque ellas no nos iban a dar un centavo. Y ya fue que nos quedamos en el DF, chille y chille, y con la sospecha de que nuestras progenitoras se habían sumado a  los golpistas :(

3.9.15

El ritual, en video



Las partes más entretenidas de este video son las tomas al público que escucha al orador y las panorámicas del recinto repleto de trajes, corbatas, vestidos largos, peinados solemnes y calvas carísimas. Vale la pena pausar las tomas para apreciar las expresiones de quienes asisten a él por compromiso; es decir, de todos los presentes, menos el señor que lee su discurso con ademanes acartonados, tics faciales incontrolables y numerosos yerros de pronunciación y de lectura. Hay que imaginar, por ejemplo, el aburrimiento cósmico del embajador de algún país árabe, obligado por el protocolo a apersonarse en esta ceremonia que manifiestamente le vale madres, y sin más horizonte que ponerse a redactar, por la tarde, un reporte que no leerá nadie. O la zozobra de uno que otro político, de esos que agonizan porque ya saben que sus miserias han sido documentadas en audio o en video, y que si no se alinean o si no cooperan los medios empezarán a comérselos crudos en un festín de pirañas. O la incomodidad de quienes tienen claro que su presencia en ese lugar es una traición a lo que hicieron buena parte de su vida.

El oficiante del ritual ha tenido la amabilidad para consigo mismo de no pronunciar el guarismo 43, el topónimo Ayotzinapa ni el apelativo Casa Blanca, de modo que, si se trata de entretenerse, el audio de la grabación es perfectamente prescindible. Y no porque uno comprenda el lenguaje de señas en el que se afana la diligente intérprete del recuadro derecho inferior de la pantalla, sino porque basta con recortar párrafos de anteriores mensajes presidenciales –de éste o de cualquiera de sus predecesores, o de varios combinados– y pegarlos al azar para tener una idea clara del mazacote: fórmulas de despacho; saludos burocráticos; dos o tres admisiones de que no todo es absolutamente perfecto, aunque la imperfección no conlleve responsabilidades específicas; ocasionales arranques retóricos del poliestireno que sueña con ser bronce y, más que nada, la enumeración de acciones, obras, disposiciones, medidas y hechos para documentar la talla heroica del expositor. La esencia de la alocución presidencial septembrina como género literario consiste en eso: en una autoexaltación que recurre a la épica de gabinete para narrar los pormenores de la boda entre el Mandatario (las mayúsculas son meramente ilustrativas) y la Historia Nacional.

Pese a la aparente solidez de la representación institucional congregada en Palacio, el acto se realiza sin soporte jurídico alguno –porque, en efecto, la legislación no lo prohíbe, pero tampoco lo estipula– y se desarrolla en ese limbo de la alegalidad que es la comunicación y el marketing. En rigor, pues, los titulares de los Demás Poderes de la Unión saben perfectamente que su asistencia a esta ceremonia no obedece al cumplimiento de ningún deber formal derivado de su cargo, sino que es un mero ejercicio de genuflexión para lucimiento del protagonista y un aporte al ensayo de resurrección de las glorias pretéritas del régimen, cuando la Fiesta del Presidente se realizaba al menos de acuerdo con el texto constitucional, en forma de una visita anual a la sede del Legislativo.

Las mujeres presentes en el viejo salón tienen que estar al tanto de que el hombre del micrófono intentó denodadamente esconder bajo la alfombra los feminicidios en el Edomex; los capos de las mafias culturales que se han dado cita allí saben que el ponente no tiene noción de las diferencias entre Fidias y Foucault ni las que separan a Clarice Lispector del Lazarillo de Tormes; los dirigentes sindicales han llegado a Palacio pisoteando los pedazos del poder adquisitivo de la clase trabajadora; los demócratas impolutos y perfumados que asisten al encuentro conocieron en su momento los ríos de Tarjetas Monex y Soriana en los que hizo rafting el partidazo para volver por sus fueros; Monseñor saluda con efusividad a un sujeto que quebranta sin rubor los Mandamientos; los capitanes de empresa allí congregados tienen más claro que nadie que las cifras económicas alentadoras, sacadas bajo tortura a la estadística, son como escupitajos para enfriar un reactor nuclear colapsado; los militares hacen acopio de disciplina y subordinación debida para cuadrarse ante la representación de un poder político que los ha utilizado sin escrúpulos en agresiones contra la población civil y los mantiene fuera de sus atribuciones constitucionales. Los únicos exonerados por la inocencia son los escasísimos jóvenes que acuden al ceremonial sin saber que sus coetáneos son presas de cacería para un gobierno que detesta a la juventud.

Antes, al deambular por el edificio, todos los asistentes debieron pasar por la venganza anticipada e implacable de los símbolos: en los hermosos murales de Palacio, según calificativo de la conductora oficial, los que antecedieron al selecto público oligárquico en el ejercicio del poder político, económico y eclesiástico están plasmados como verdugos, como ladrones, como asesinos y como cerdos. Debe concederse que Diego Rivera planeó con suma genialidad el escarnio que habría de hacer post mortem.

Por eso resulta divertido ver en el video las muecas de las distinguidas damas y caballeros que conforman la concurrencia –nutrida, claro– a esta ocasión histórica o, mejor dicho, prehistórica, si se toma en cuenta el tufillo de Parque Jurásico priísta que flota en el encuentro. El empeño por fingir un país próspero, unido, democrático, incluyente y pacífico requiere de grandes esfuerzos musculares faciales para blindarse de lo real: los 57 mil muertos, los miles de desaparecidos, los inmuebles turbios, la libertad de El Chapo (concedida bajo palabra, según muchos indicios), la gusanera que se asoma por los resquicios de las oficinas públicas, la independencia perdida, el Estado hipotecado, el peso devaluado, las masacres reiteradas, la vida pública acanallada, los desfiguros que hacen llorar al espíritu republicano.

Es posible que los chicos de Comunicación Social, Estrategia de Medios, etcétera, se hayan indigestado con aquello de que en política la forma es fondo o, formulado por MacLuhan, que el medio es el mensaje, y que hayan pretendido aportar, con esta puesta en escena, un poco de sustancia a la fantasía peñista de restaurar las viejas presidencias omnímodas y omnipotentes. Pero, lamentablemente (sí, lamentablemente para todos) el país está en otro lado y no tiene ánimos para rendirse a la adoración de ningún tlatoani ni para echarle confeti a un señor que se muestra más preocupado por conservar a toda costa sus residencias de lujo que por atenuar el hundimiento nacional que él mismo ha propiciado.

Lo cierto es que se ha invertido una cantidad ingente de recursos públicos para hacer coincidir a la crema y nata de la patria en un ritual incómodo e innecesario para todos, salvo para el del podio, y que ya causado el perjuicio no queda más remedio que disfrutar el espectáculo; de lo perdido, lo que aparezca. Hoy ya no están estacionadas sobre la plancha del Zócalo las obscenas camionetas blindadas de los feligreses que acudieron a la misa egótica y no queda más que un montón de papelería ostentosa y caduca, unos boletines impresos que se comerán las ratas, unos tomos voluminosos que dentro de cinco años no va a consultar nadie, porque 90 por ciento de su contenido es mentira, y un video en Youtube.

En tanto, el país ha perdido unos cientos de millones de pesos (nada, comparado con dispendios más irritantes) y los asistentes al magno discurso invirtieron tres o cuatro horas de sus respectivas vidas –tomando en cuenta los tiempos de traslado, las salutaciones y la convivencia social– para escuchar algo que habría podido resumirse en doce palabras: Bajo mi conducción, señoras y señores, el país va a toda madre.