Foto: Diana Aguilar
Ecfrástica de hace 10 años exactos,
publicada en el antediluviano
El bastón, las monedas, el llavero,
La dócil cerradura, las tardías
notas que no leerán los pocos días
que me quedan, los naipes y el tablero,
un libro y en sus páginas la ajada
violeta, monumento de una tarde
sin duda inolvidable y ya olvidada.
El rojo espejo occidental en que arde
una ilusoria aurora. ¿Cuántas cosas?
limas, umbrales, atlas, copas, clavos,
nos sirven como tácitos esclavos,
ciegas y extrañamente sigilosas!
Durarán más allá de nuestro olvido;
no sabrán nunca que nos hemos ido.
Borges
Qué pena dan los objetos
cuando su dueño se va:
tristes y desamparados,
colapsan en la orfandad:
se abandonan a sí mismos
y ya todo les da igual.
Así se ven en la foto
que puso Diana Aguilar:
ateridos y confusos,
juntan su infelicidad
un frasco roto, una pluma
que no volará ya más,
un corcho que se reseca
rogando por humedad,
unas píldoras dispersas
sin nadie a quien aliviar
y unos cilindros difusos,
balas o bilés, da igual.
Qué derrumbe, el de las cosas
cuando su dueña se va.
Los de atrás están borrosos
y precisos, los de acá.
Todos llevan su tragedia
con qué clara dignidad.
Qué ganas de conseguirles
una mamá y un papá
que los restañen, los curen,
les quiten la suciedad
los libren de las mordidas
que les da el polvo voraz.
Cómo sufren los objetos
cuando su dueño se va.
¿Cuánto llevan arrumbadas
sobre el plano horizontal?
¿Unos minutos, un año,
dos siglos o qué más da?
Descubro que en esas cosas,
pese a su inmovilidad,
se puede leer la historia
de un largo peregrinar:
Han pasado por la lente,
vienen de la realidad,
y ahora se ven lanzadas
al espacio digital.
Qué tristeza dan las cosas
cuando su dueña se va.
Aquí acaba el homenaje
--“una cosa intertextual”,
diría Hilda— a la foto
que colgó Diana Aguilar.
Pobrecitos los objetos
cuando su dueño se va.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario