• La casa de Malinalco
• El túnel del Altiplano
Afortunadamente, el
Ejército y la Policía Federal, presentes en el lugar de los hechos,
se abstuvieron de intervenir porque si lo hubieran hecho se habrían
puesto del lado de la autoridad constituida y se habrían hecho
cómplices, con ello, de la atrocidad.
Casi dos semanas más
tarde, un gobierno diligente, sensible y preocupado por la seguridad
y el bienestar de la población, además de respetuoso del pacto
federal, se hizo cargo de las investigaciones, las cuales fueron
realizadas con tremendo rigor científico y apego a los derechos
humanos. Las pruebas fueron minuciosamente recabadas y preservadas;
no quedó ni un solo cabo suelto en la pesquisa y cuando ésta fue
presentada el conjunto de la sociedad aplaudió el profesionalismo de
las autoridades.
Sólo los padres de
las víctimas y algunos agitadores profesionales se inconformaron con
el resultado de las investigaciones. Los primeros, utilizados y
tripulados por grupos de intereses inconfesables, se negaban a
aceptar que sus hijos estaban muertos, que sus cuerpos habían sido
quemados en el basurero de Cocula y que las autoridades federales
estaban empeñadas en ayudarlos y que sentían su dolor como propio.
A la postre lograron que un grupo de expertos internacionales
revisaran las pesquisas oficiales. Los especialistas concluyeron que
la investigación era del todo correcta, que en el curso de ella los
procedimientos habían sido aplicados en forma impecable y que ningún
funcionario había sido negligente u omiso. Fin.
2. En el lapso
transcurrido desde que dejó el cargo de secretario de Finanzas del
estado de México hasta que asumió como secretario de Hacienda del
gobierno federal, Luis Videgaray aprovechó el tiempo libre (como
coordinador del equipo de transición entre los gobiernos de Felipe
Calderón y Enrique Peña casi no tenía trabajo) para adquirir una
pequeña vivienda campestre en Malinalco.
Para su fortuna, se
encontró con una oferta milagrosa: la empresa de Juan José Hinojosa
Cantú, contratista que había ganado miles de millones de pesos en
contratos en el estado de México, había comprado una casa de poco
más de 500 mil dólares y la ofrecía al mismo precio al que la
había adquirido, otorgando, además, un generoso crédito a quien se
animara con el inmueble, con tasa de sólo 5.31 por ciento anual,
cuando los intereses promedio para esa clase de préstamos eran de
13.5 por ciento. Por si fuera poco, el vendedor aceptó recibir un
cheque que no sería cobrado sino hasta diez meses más tarde.
El Grupo Higa,
propiedad de Hinojosa Cantú, había sido hasta entonces un consorcio
voraz para los negocios, pero con Videgaray se comportó en una forma
tonta: es decir, perdió dinero, no sólo por no haber incluido la
plusvalía de un año en el precio de venta de la casa, sino también
porque puso su dinero a rendir menos que si lo hubiera invertido en
bonos gubernamentales a tasa fija.
Al actual secretario
de Hacienda le fue tan bien que pudo pagar el préstamo por
adelantado. Por su parte, Grupo Higa aceptó pagos en especie para
saldar la deuda: tres cuadros que fueron valuados en 2 millones y
medio de pesos.
La operación
inmobiliara fue resaltada en forma malévola por The Wall Street
Journal y la agencia Bloomberg, y algunos mexicanos malintencionados
se rasgaron las vestiduras. Ya antes habían hecho víctima de sus
invectivas al propio Presidente de la República, quien en
condiciones similares se había hecho de una casita en Ixtapan de la
Sal, además de que su esposa había recibido de Televisa, en calidad
de finiquito, una residencia en Las Lomas que le quedó chica. Por
pura casualidad, la propiedad adyacente, valuada en 7 millones de
dólares, también pertenecía a Grupo Higa, el cual accedió a
vendérsela a plazos, a fin de que pudiera estar más cómoda con su
familia.
Para cortar de raíz
las habladurías, el mandatario nombró al frente de la Secretaría
de la Función Pública a un investigador que habría de ir hasta el
fondo en el esclarecimiento de los negocios inmobiliarios referidos.
Tras seis meses de arduo trabajo, el nuevo funcionario, de nombre
Virgilio Andrade, determinó con plena certeza que en esas
transacciones no había ni la sombra de una irregularidad. El pueblo,
reconfortado, recobró la confianza en su Presidente y desde entonces
su popularidad no deja de crecer. Fin.
3. Durante quince
meses, durante su estancia en el penal de alta seguridad del
Altiplano, el célebre narcotraficante Joaquín El Chapo Guzmán
Loera trabajó arduamente para sufragar la construcción de un túnel
de un kilómetro y medio de longitud y unos 20 metros de profundidad
que conectaba la regadera de su celda con una casa situada en las
inmediaciones de la prisión. Nadie habría podido imaginar semejante
desenlace cuando, el 22 de febrero de 2014, el capo fue recapturado
–ya se había escapado de otra cárcel 13 años antes– en
Mazatlán. En ese entonces, El Chapo dio muestras inequívocas de su
afán de seguir vivo porque, cuando se vio rodeado por elementos de
la Marina, exclamó: No disparen, ahí muere, y se entregó.
Por supuesto, tanto
en la primera como en la segunda fugas quedó descartada cualquier
complicidad de altos funcionarios: al delincuente le había bastado
con sobornar a algunos guardias de la prisión y con algunos taladros
para realizar su obra subterránea.
En repetidas
ocasiones los funcionarios de varias administraciones describieron a
El Chapo como un individuo sumamente inteligente, incluso brillante,
característica que durante más de una década hizo imposible su
captura. Algo debió ocurrirle en su segundo paso por la prisión
porque, una vez fugado a bordo de una motocicleta por el largo túnel,
decidió ir a esconderse exactamente a la zona a la que sabía que
irían a buscarlo, es decir, a la abrupta frontera entre Durango,
Chihuahua y Sinaloa conocida como El Triángulo Dorado.
1 comentario:
¡Síguenos contando los cuentos oficiales, querido Pedro Miguel, no se nos vayan a olvidar!
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