El lugar de las ejecuciones. Foto: Sergio Ocampo
Una emboscada como
la que sufrieron policías comunitarios el jueves 27 en Tixtla,
Guerrero, con un saldo de cuatro muertos, no podría realizarse sin que lo supieran las fuerzas militares y policiales
que el gobierno federal tiene desplegadas en la región. Lo mismo que en Iguala el 26 de septiembre del año pasado. Y al igual que entonces, la comisión
material de los asesinatos recayó en alguno de los grupos de la
delincuencia organizada que operan en esa y en otras ciudades y
regiones de Guerrero con la complicidad de autoridades locales,
estatales y federales.
Algunos consideran
que estos hechos son expresión de las pugnas entre los cárteles
“Los Rojos” y “Los Ardillos” por el control de una ruta del
narcotráfico y para eliminar los estorbos que representan para esta
actividad los policías comunitarios de la casa de justicia “La
Patria es Primero” a la que pertenecían los asesinados y que no
hay un vínculo entre los crímenes y la elección municipal
extraordinaria programada para el domingo 29. Señalan que en el seno
de la Coordinadora Regional de Autoridades Comunitarias-Policía
Comunitaria (CRAC-PC) que las posturas encontradas acerca de la
participación electoral distan de ser unánimes y que diversos
sectores en ella permanecen fieles a la convicción de no participar
en comicios.
Sin desconocer esos hechos, otros pensamos que las ejecuciones, perpetradas a 14 meses exactos de la
atrocidad perpetrada en Iguala por policías municipales y narcos –y supervisada por las policías estatal y federal y por tropas del 27
Batallón de Infantería del Ejército Mexicano– llevan un par de mensajes inequívocos dirigidos, el primero, al país, y el
segundo, a los tixtlecos que se han organizado para sacar
del ayuntamiento, por la vía del sufragio, a los corruptos que lo
controlan.
El contenido de esos
mensajes es el siguiente: a) a pesar de los bochinches que ustedes
han armado por lo de los normalistas en Iguala, los narcos y caciques
políticos de Guerrero podemos hacer lo que nos dé la gana, seguimos
disfrutando de total impunidad y tenemos a las instituciones
nacionales de nuestro lado para que nos encubran; b) las elecciones
son para ser ganadas por los candidatos que nosotros indiquemos, no
para que ustedes se libren de nuestro control y de nuestra tiranía.
Sectores de las policías comunitarias y de la Asamblea Popular que en
solidaridad con Ayotzinapa había estado oponiéndose a las
elecciones decidieron en esta ocasión, en alianza con el Movimiento
de Regeneración Nacional, postular candidatos a la alcaldía y las
sindicaturas y que su campaña electoral –el cierre ocurrió horas
antes de los asesinatos–, emprendida casa por casa, logró
movilizar a la población suficiente como para ganar los comicios.
Con estos antecedentes, parece claro que la emboscada contra los policías comunitarios tuvo el propósito de
sembrar terror entre la ciudadanía tixtleca consciente, la cual
busca ahora sacudirse por la vía de las urnas –y con muy buenas
perspectivas– la tiranía de las mafias político-delictivas que la
oprimen. Se trata de disuadir a la gente de votar, de participar en
la organización del comicio, de cuidar las urnas; de asegurar que
sólo los pistoleros priístas y sus compinches del narco se
atrevan a salir a las calles el domingo próximo; de negar a la
sociedad honesta la vía electoral y de sembrar el desaliento, la
impotencia y la resignación. Y se trata, también, de comunicar a
los normalistas de Ayotzinapa que su lucha es del todo inútil, que
los estamentos del poder público aliados con las mafias pueden
disponer de sus vidas cada vez que les dé la gana, como lo hicieron
en Iguala hace catorce meses; que abandonen la idea de formarse como
maestros, que se regresen a sus lugares de origen y que abandonen el
plantel que ha sido cuna de la conciencia social para que los
mafiosos puedan establecer en él un parque de atracciones, un burdel
o una bodega de goma de opio.
Pero la lucha de las oposiciones en Tixtla es parte de las luchas nacionales por la recuperación del país y la eliminación del régimen oligárquico neoliberal y sin el visto bueno de las fuerzas federales que sirven a ese régimen la emboscada criminal contra los comunitarios no habría sido posible. La cuna de
Vicente Guerrero, Ignacio Manuel Altamirano, Antonia Nava, La
Generala, y Pablo Sandoval –entre otros tixtlecos memorables y
entrañables– ha venido construyendo la primavera por diversos
caminos desde hace mucho tiempo y para concretarla necesita y merece
el respaldo decidido y comprometido de los mexicanos de buena
voluntad.
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