El
director de la Agencia de Investigación Criminal (AIC), Tomás Zerón
de Lucio, fue exhibido por el GIEI en el curso de una incursión
furtiva, desaseada y sospechosa al río San Juan, en actividades para
las cuales no hay otra explicación que el propósito de adulterar la
escena y las pruebas de un crimen. En respuesta el funcionario mintió
ante la opinión pública y fue rápida y contundentemente
desenmascarado desde diversos frentes: el GIEI mismo, el Alto
Comisionado de la ONU para Derechos Humanos y el Equipo Argentino de
Antropología Forense. El régimen y sus propagandistas
extraoficiales ya no pueden atribuir el descrédito de su “verdad
histórica” a la presunta perversidad de los opositores ni a la
supuesta mala fe de los expertos internacionales. Tienen que inventar
ahora –ya han empezado a hacerlo– una conjura internacional con
participación al menos de la ONU, la CIDH, organismos no
gubernamentales y los medios de información mundiales que hasta el
año antepasado ponían sus primeras planas al servicio de los
propósitos de autoexaltación de Peña Nieto.
El
descrédito de Zerón tiene dos vertientes: por un lado derrumba la
“verdad oficial” sobre Ayotzinapa, cuyo único asidero a la
verosimilitud era el pedacito de hueso identificado como
perteneciente a Alexander Mora Venancio, uno de los 43 muchachos
desaparecidos el 26 de septiembre por fuerzas del Estado; según la
PGR, ese fragmento óseo había sido hallado en una de las bolsas con
restos extraídas del río San Juan el 29 de octubre; pero ahora se
sabe que las bolsas aparecieron un día antes, el día 28, que la
autoridad no registró el hallazgo y que impidió atestiguarlo a los
forenses argentinos, lo que hace inevitable pensar que la prueba fue
sembrada en el lugar para construir la versión de la incineración
de los 43 en el basurero de Cocula.
Por
otra parte, a pesar del pesado blindaje de cinismo del gobierno Zerón
se encuentra en una posición insostenible porque en lo sucesivo su
presencia contamina de sospecha toda acción en la que participe la
AIC: a partir de la exhibición y la autoexhibición del funcionario
será difícil no imaginar culpables fabricados y pruebas sembradas
en la lectura de cada comunicado de la procuración federal.
La
salida del régimen para salir del paso podría ser el transferir los
escombros de la “verdad histórica” a la cuenta de Zerón,
convertirlo en el chivo expiatorio de la perversa investigación
oficial y de su derrumbe y realizar de esa manera una operación de
control de daños que sirva de cortafuegos para garantizar la
impunidad de mandos de mayor nivel que el aún director de la AIC.
El
problema no sería sólo convencer al funcionario insostenible de
desempeñar el papel de cabeza de turco –y vaya que el sistema
cuenta con medios para ello– sino que tal maniobra le quitaría un
hilo muy importante a la red de encubrimientos y complicidades que
blinda al régimen mismo desde hace décadas. Zerón ha transitado
por las tripas de la Policía Federal de Genaro García Luna con el
cargo de coordinador operativo; fue echado de ese puesto en 2007,
junto con otros mandos, por quedarse de brazos cruzados ante un
ataque masivo de la delincuencia organizada en contra de la sede de
la policía municipal de Cananea, con un saldo de 22 muertos.
Previamente, el grupo de 50 agresores, a bordo de 15 vehículos,
recorrió más de 400 kilómetros sin que nadie los detuviera. A
pesar de ello apareció como coordinador de Control y Análisis de la
procuraduría mexiquense en el gobierno de Peña y diversos medios
señalan que participó en el “esclarecimiento” de la
desaparición, muerte y hallazgo de la niña Paulette Gebara Farah,
bajo el mando de Alfredo Castillo Cervantes, posteriormente
comisionado presidencial en Michoacán y hoy jefe de la Comisión
Nacional del Deporte.
En
suma, Zerón conoce mucho de la sórdida operación de las instancias
policiales y ministeriales del sexenio pasado, de la anterior
administración mexiquense y del actual gobierno. Las decisiones de
echarlo de su puesto actual y de someterlo a investigación podrían
iniciar una reacción en cadena de venganzas en forma de filtraciones
al interior del equipo peñista. O no: podría ocurrir también que
el régimen lograra imponer la omertá y sacrificar a una de sus
piezas en el afán de calmar la indignación internacional causada
por el crimen de Iguala, por el empecinamiento gubernamental en no
esclarecerlo y por el manantial de suciedad que ha quedado al
descubierto. Y no puede descartarse que el peñato pretenda
atrincherarse, acentuar su cerrazón e intentar una huída hacia
adelante, así sea atropellando al país más de lo que ya lo ha
hecho.
A
ver.
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