Amar al opresor está
más que difícil en el México contemporáneo. No se le siente al
pueblo deseo alguno de desarrollar sentimientos amorosos hacia (digo,
son sólo ejemplos) Javier o César Duarte, Roberto Borge, Aurelio
Nuño, Graco Ramírez o Enrique Peña Nieto. Ante esa imposibilidad
el régimen, sus aparatos de propaganda y sus opinioneros se empeñan cuando menos
en hacer realidad la segunda parte de la sentencia de Malcolm X: hay
que hacer odioso al oprimido a ojos de la sociedad.
Cualquier oprimido:
los integrantes del Sindicato Mexicano de Electricistas, que armaron
un follón sólo para preservar sus “privilegios”; los caídos de
la guerra de Calderón, delincuentes que “se mataban entre
ellos”; los ejecutados de Tlatlaya, Tanhuato y Apatzingán, que se lo
merecían por narcos; las víctimas de feminicidio,
que se ganaron la muerte a pulso porque eran putas o al menos se vestían como
tales. En este mismo tenor el enjambre de calumnistas del
régimen lleva muchos meses zumbando con versiones de nexos entre los
estudiantes de Ayotzinapa y un cártel regional; uno de esos
opinadores llegó al extremo de decir que los padres de los 43
desaparecidos de Iguala eran tan criminales como los que se llevaron
a sus hijos porque ponían en duda la historia de la incineración en
el basurero de Cocula, urdida por Jesús Murillo Karam y Tomás Zerón
de Lucio.
Al magisterio
democrático se le ha querido presentar como un hatajo de holgazanes,
corruptos, ineptos, vándalos, violentos, buenos para nada más que
para crear congestionamientos de tránsito, culpables de la quiebra
de miles de negocios, defensores de privilegios y prebendas,
sediciosos a sueldo, rapadores de disidentes y, a últimas fechas,
operadores con recursos de procedencia ilícita. Qué no se ha dicho al aire en horario triple A, escrito en diarios de
circulación nacional y difundido en blogs y tuits comprados al millar sobre los mentores de la CNTE y la Sección 22.
Los asesinatos
perpetrados por la Policía Federal en Nochixtlán el domingo 19 de
junio mostraron que el peñato ha perdido todos los reflejos, salvo
uno: el de fabricar mentiras. Eran tan inverosímiles las que divulgó
en un principio que cayó en una carambola de contradicciones (no
hubo policías armados, las fotos que lo demuestran son falsas, sí
hubo policías armados) y se pasmó. El hecho es que en esa localidad mixteca se repitió
lo ocurrido en Iguala casi dos años antes: la policía agredió con
armas de fuego y asesinó a civiles desarmados. Pero esta vez hubo
pruebas inmediatas e irrebatibles de la participación de elementos
federales (policías y gendarmes) en la masacre y eso coloca a Peña
y a su gobierno bajo una nueva y gravísima tormenta política.
La manera que el
régimen ha elegido esta vez para meter los cadáveres bajo la
alfombra es acusar al magisterio oaxaqueño en
lucha de matar de hambre a la población de la entidad.
La campaña propagandística sobre el “desabasto” es intensa,
falsa y hasta obscena, si se considera que para el peñato el hambre de las
comunidades de Oaxaca es sólo un instrumento electoral: si no
hubiera pobres, a quiénes les comprarían el voto a cambio de
despensas. Pero ahora José Antonio Meade desperdicia los recursos de
la Secretaría de Desarrollo Social en la producción de un video de
acentos heroicos sobre un puente aéreo con aviones militares de
transporte para abastecer a las tiendas Diconsa con muchas toneladas
de alimentos que no pueden llegar a su destino por carretera debido a
los malvados maestros y sus bloqueos.
La idea manifiesta
tras el estruendo de calumnias es crear un clima de linchamiento
social que haga olvidar la decena de asesinatos perpetrados por el
régimen en Nochixtlán y que permita justificar, en nombre del
abasto alimentario, nuevas acciones represivas, sin importar cuán
violentas sean, cobijadas por el odio anti magisterial que el
gobierno quiere inducir en la población. Así, cuando llegue el
próximo desalojo violento –ya anunciado por Miguel Ángel Osorio
Chong– , la gente, en vez de protestar por la barbarie del régimen,
la aplaudirá.
Los maestros
democráticos están matando de hambre a los oaxaqueños de la misma
manera que los judíos sacrificaban niños cristianos en la Europa
medieval, los hugonotes se preparaban para asesinar a medio París,
los alpinistas se habían infiltrado en San Miguel Canoa para
implantar el comunismo, los bosnios violaban a las mujeres serbias.
Así, la siembra de odio de oprimidos contra oprimidos que está
llevando a cabo el peñato con tal de no dar marcha atrás en la mal
llamada reforma educativa y no quedarle mal a los funcionarios de la
OCDE y a las cúpulas empresariales que son, a fin de cuentas, sus
verdaderos representados y sus auténticos mandantes.