Esta tarde visité el
campamento de la CNTE en la Ciudadela. Platiqué con maestras que
llegaron de Chiapas en la madrugada y que, junto con el resto de su
contingente, permanecieron virtualmente secuestradas por las policías
federal y capitalina durante ocho horas. Sin agua. Sin comida. Sin
baños. A esta hora están durmiendo en el suelo, lejos de sus
hogares, en casas de campaña precarias, después de viajar un día
entero y tras permanecer ilegalmente privadas de su libertad.
Qué corazón tan duro y qué
mente tan perversa se necesita para afirmar, desde la comodidad de un
despacho ministerial, a bordo de una camioneta blindada o en un
restaurante de lujo (todo ello pagado con dinero del pueblo) que esas
mujeres, maestras rurales o urbanas, están “defendiendo prebendas
y privilegios”. Cuánto cinismo se requiere para que un huésped
frecuente de la Casa Blanca de Peña Nieto –un individuo que gana
en un mes lo que un maestro en dos años– acuse de corrupto al
movimiento magisterial.
1 comentario:
Toda la razón. Su sacrificio es un ejemplo a seguir, es una razón para RESPETAR su lucha y adherirse a ella.
Publicar un comentario