10.2.98

Oráculo sobre el Anáhuac


''Crecía la población y los bonos ganados en Cívica no alcanzaban para comprar los víveres que se vendían en los expendios oficiales. Se enfermaban los niños y no había medicinas porque sus precios estaban fuera de toda proporción. Los concejales operarios (...) rogaban por todos los medios que les bajaran los precios o que les subieran los bonos.

`Eso sería inflacionario --contestaban invariablemente los ingenieros de Presupuestos, bajo órdenes de los ejecutivos--. Debemos aprender a vivir dentro de nuestras posibilidades'''.

Esta situación se presentará dentro de un milenio, o así, en la corporación de Cívica, que se erigirá en parte de lo que hoy es territorio mexicano.

Para hacerse del poder, las corporaciones harán todo lo posible porque fracasen los gobiernos democráticos, y cuando el caos social llegue a su apogeo, empezarán los reclamos por gobiernos fuertes, autoritarios, y que sepan mantener finanzas superavitarias. Crecerá desmedidamente el porcentaje de la población por debajo del nivel de la pobreza y empezará a cundir la violencia. Cuando ésta llegue a grados considerados insoportables por las clases acomodadas, el gobierno del antiguo México comisionará a un grupo paramilitar armado por una serie de corporaciones transnacionales a fin de eliminar los focos violentos.

Muchos años más tarde, en medio de una conspiración subversiva orientada a restablecer la nación mexicana, se polemizará acaloradamente sobre las fallas jurídicas y sociales del México antiguo, aquellas que habrán permitido el florecimiento de la corrupción en todos sus niveles, la cual minará a la nación de tal modo que un grupo de cínicos bien colocados en áreas estratégicas de las finanzas internacionales podrán hacer que el gobierno caiga con poco más de un soplo.

Entonces, en ese lejano futuro en el que los poderosos y privilegiados estarán ''en línea'', y los desheredados fuera de ella, un hombre descubrirá los libros en una casa de Nálogos, la ciudad exterior, oscura y marginada, que rodea a la luminosa Cívica; los libros, proscritos durante siglos, al igual que el papel y la tinta, y leerá a Gilberto Owen, a Garcilaso y a Neruda, descubrirá la historia y el ensayo, descubrirá las letras minúsculas, descubrirá el amor y se verá envuelto en una revolución --larvada durante décadas, refugiada en los subsuelos del Anáhuac-- para derrocar a los ejecutivos y a su corporación dependiente de otras más poderosas y más norteñas.

Escribir sobre el porvenir es tan riesgoso como interpretar el pasado, pero más divertido. En ambas ocupaciones la materia prima es la nostalgia de sabernos lejos, la pérdida de nuestro propio tiempo. Por lo demás, el sujeto de las disquisiciones históricas, lo mismo que el de las ficciones futuras, es la época de quien escribe: hoy en día, la Historia de Roma de Michelet nos dice tanto sobre la Ciudad Eterna como sobre la sociedad decimonónica desde la cual se juzgaba el pasado romano.

1984, de George Orwell, nos entrega un inmejorable tratado de las obsesiones políticas y sociales que rondaban al pensamiento en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial.

De la misma manera, en Lejos del paraíso, de Sandro Cohen (México, Sansores y Aljure, 1997) se conjugan los temas y los demonios del debate político del México finisecular. No es un mero cambio de nombres y de fechas: la evocación del presente se entrega a la manera en que un sueño o una pesadilla retratan la vida real, o viceversa, es decir, a través de un proceso de creación, construcción y destrucción.

Pero así como el transcurrir de un siglo, o de dos, o de cinco, no ha podido impedir que sigamos acudiendo obsesivamente a la Historia para reflejarnos, deformados, en los episodios de la Revolución, la Independencia o la Conquista, la construcción del futuro también es un espejo: ''a ver si así nos damos cuenta de por qué cometemos, una y otra vez, los mismos errores, las mismas atrocidades y --también-- los mismos actos de heroísmo, bondad y nobleza que nos han caracterizado desde que el hombre se descubrió y se asumió como criatura del deseo, muy lejos del paraíso que trae impreso en la memoria, el cual probablemente nunca existió, pero que lo seguirá impulsando, para bien y para mal, hasta el fin de sus días.