26.7.12

Bajen, lean, difundan...

No soy modelo de nada



Gilberto disfruta mucho cuando le hago sexo oral y en cierto modo se complementa con Ramón, quien no se cansa de hacérmelo a mí. Gaspar es poco carnal y muy afectivo. Nos dedicamos sobre todo a mirarnos y acariciarnos y pocas veces llegamos más allá, pero su compañía es muy gratificante. A Claudio lo que más le gusta es terminar sobre mi vientre y casi nunca se queda a dormir. Luis Eduardo prefiere verme gozar y por lo general se guarda el orgasmo propio. Con Tona lo habitual es que ambos disfrutemos de penetraciones largas y pausadas que en más de una ocasión han durado toda la noche. Santiago se pasa de imaginativo y siempre que lo veo me pide que practiquemos analidades, oralidades, manualidades y hasta electricidades que pueden ser muy intensas pero que igual pueden resultar en un fiasco o en secuelas dolorosas; por eso lo veo poco. Esos son, por ahora, mis amantes fijos. Con algunos de mis otros amigos he tenido sexo esporádico o por una sola ocasión, pero con la mayoría mantengo relaciones basadas en el afecto espiritual y en las afinidades intelectuales.

Así es, en resumen, mi vida sexual. A veces me miro en el espejo, contemplo mis arrugas y mis canas, las contrasto con la intensidad y la frecuencia de mis intercambios eróticos y me pregunto si no hay en mí cierto componente vampiresco o caníbal. Y es que en mi cama casi nunca falta un cuerpo, así como nunca falta comida en mi plato. Cuando llega a faltar es porque me da la gana dormir en soledad, con el tronco colocado en el centro del colchón y las extremidades formando una gran equis hacia las esquinas. Me digo que estoy a punto de cumplir 74 años, que aún me quedan muchos cuadros por pintar, que no debo dedicar tanta energía ni tanto tiempo a los encuentros amatorios y que ese trajín no es de Dios. Llego a sentirme culpable al pensar que mis dos nietos requieren de un poco más de mi tiempo. Pero esos reproches son posturas ajenas que asumo como propias cuando me encuentran descuidada y no permanecen durante mucho tiempo en mi cabeza. La verdad es que estoy a gusto con mi sexualidad y que con ella no me hago daño ni se lo hago a nadie; por el contrario, las comuniones corporales me renuevan y los orgasmos, tanto los propios como los ajenos, me cargan de energía. Me dedico a lo que me gusta, mi vida profesional me produce una gran satisfacción y la descuido poco; a fin de cuentas, sólo un ser muy maniático puede evitar ciertas negligencias ocasionales.

Con mis amistades prefiero no hablar de estas cosas porque cuando lo he hecho se han sentido un tanto perturbadas. A Clelia la conozco desde la secundaria y aunque hace mucho que dejamos de contarnos nuestras intimidades, yo pensaba que era la persona que mejor me entendía en este mundo. Nuestras respectivas vidas son muy diferentes: ella se casó y yo viví, en distintas épocas, en unión libre; ella tuvo tres hijos en su matrionio y yo fui madre adolescente de Celeste, y después, con Rubén, me la jugué, porque ya estaba mayor, y tuvimos a Ernesto; ella se graduó de abogado pero abandonó su carrera para cuidar a sus hijos; yo no acabé la universidad, tomé cursos de dibujo y pintura en donde fui pudiendo y luego alterné mis trabajos ocasionales de cualquier cosa con mi producción plástica. El marido de ella murió hace cuatro años. Cuando Clelia enviudó buscó apoyarse en mí y estuve muchas tardes secándole las lágrimas. Tal vez sea muy dura si digo que que su principal dolor no fue por la pérdida de una persona amada sino por el funeral de sus costumbres. Al cabo de unos meses, como su llanto no amainaba, le pregunté en qué forma pensaba rehacer sus hábitos. “Tienes que inventar nuevas formas de levantarte –le dije–, hallar nuevas maneras de salir a divertirte y buscarte una nueva relación”. Lo último la ofendió.

–Óyeme –me dijo con aspereza súbita–. Tengo 70 años.

Sentí pena por ella y sin ánimo de escandalizarla, le platiqué de mis asuntos íntimos. En ese entonces yo ya andaba con Gilberto, Gaspar y Tona, y me veía también con Gonzalo, que ya murió, y con Henry, un chavo del norte que estaba haciendo su doctorado y que ya no vive aquí. Ella pasó de la indignación a la conmiseración. Me dijo que yo estaba muy mal, que debía ver a un psiquiatra y que le dolía imaginar el tremendo vacío que me llevaba a acostarme con tantos hombres. Opinó que debía dejar de degradarme y que haría bien en observar respeto hacia mis hijos, hacia mis nietos y hacia mí misma. Concluí que Clelia y yo sentíamos lástima recíproca y que aquello no era un buen fundamento para la comunicación. Desde entonces seguimos llamándonos de cuando en cuando.

Tania tiene cuarenta años menos que yo y ya despunta como una pintora excepcional. La conocí porque ambas participamos en una exposición colectiva, nos caímos bien y unos días después de la inauguración ya estábamos cenando en una de esas citas que prometen muy buena conversación. Muy pronto ella derivó la plática a sus problemas amorosos: acababa de terminar con una relación larga que la dejó desgarrada y estaba empezando a salir con un tipo con el que no se sentía a gusto. Me limité a escucharla y a darle algunas pistas que le permitieran entender su situación. Alguno de mis comentarios debe haberle desagradado porque de pronto inquirió de golpe: “¿Y tú? ¿Cómo te fue a ti en la vida con los hombres?” Me lo preguntó como si mi vida hubiese terminado y ella estuviese sentada hablando con un cadáver. No me sentí ofendida pero tampoco tuve ganas de responderle con una mentira piadosa.

–Me fue mal y me fue bien –le dije–, pero ahora me va bien.

Le platiqué a Tania de mis amantes y ella pareció experimentar una iluminación. Luego emitió silbiditos de admiración, se puso eufórica, me habló de paradigmas de la causa de género y remató afirmando que yo tendría que sentirme moralmente obligada a publicar y difundir mi historia porque era un ejemplo para otras mujeres y un modelo a seguir.

–No soy modelo de nada –le dije–. Sólo soy como soy.

Tania se desilusionó mucho al ver que yo no estaba dispuesta a convertirme en prócer de los derechos reproductivos y sexuales ni en ejemplo de plenitud erótica para personas de la tercera edad; la conversación declinó, al poco rato nos despedimos y desde entonces –esto fue el año pasado– no he vuelto a verla.

En una ocasión conocí a un tal Óscar, un cuarentón guapo que me gustó para una aventura. A la segunda cita ya estábamos copulando en su casa. Era menos que mediocre en la cama pero de algún modo me sugirió que yo debía estar muy agradecida con él porque, a pesar de mi avanzada edad, me había hecho el favor de penetrarme. Un poco fastidiada, le repliqué que yo no tenía relaciones sexuales para dar o recibir favores sino por el placer mutuo. “Ay, sí – dijo, burlón–. ¿Y a poco tienes muchas?”

–Algunas –le contesté, y le hice un resumen de mi vida erótica.

–Entonces eres una viejita muy puta –replicó, festejando su propio ingenio.

Aquello no me causó enojo sino risa, pero me di cuenta que Óscar no habría de ser uno de mis amantes. Desde esa noche, y durante varios meses, estuvo llamándome por teléfono para suplicarme que volviéramos a vernos, pero me negué. Parece ser que por fin ha desistido.

Por eso prefiero no platicar de mi vida sexual. Esta vez he vuelto a hacer una excepción.


Foto: Frank Cordelle (detalle)

24.7.12

El PRIFE



A principios de junio pasado, Leonardo Valdés Zurita, consejero presidente del Instituto Federal Electoral, dijo: “No hay ningún elemento que pueda permitirle a nadie adelantar ningún fraude en estas elecciones. El IFE está trabajando como siempre lo ha hecho, con profesionalismo, con objetividad, con imparcialidad y con el compromiso de rendirle buenas cuentas al pueblo de México.”

Por desgracia, el pueblo de México sabe que en esta elección presidencial hubo fraude. Lo saben, por supuesto, quienes lo perpetraron y quienes lo sufrieron, así como quienes, sin situarse en ninguno de los bandos, lo atestiguaron en flagrancia o pudieron observar sus consecuencias imprevistas. Como ocurre en la historia del cornudo, el único que lo ignora es el titular de la autoridad electoral.


Entre el lunes 3 y el viernes 6 de julio, en numerosas tiendas de autoservicio –y no sólo en las de la cadena Soriana, por cierto– muchedumbres de compradores vaciaron los estantes, provistos con tarjetas de débito que –admitieron muchos de ellos– les habían sido entregadas por el PRI a cambio de su voto por Enrique Peña Nieto. Muchos otros, menos afortunados, escenificaron protestas porque los plásticos no tenían fondos o porque éstos eran inferiores al monto que se les había ofrecido a cambio del sufragio propio y/o del ajeno. Los testimonios abundan. En los días siguientes a la elección la candidatora oficialmente “perdedora” exhibió miles de esas tarjetas y muchas otras pruebas de la compra masiva de votos, de los extralimitados gastos de campaña, de acciones de coacción contra los ciudadanos, de papelería electoral manoseada y de otras formas de adulteración de la voluntad popular. La semana pasada se dio a conocer documentación que prueba la realización de operaciones con recursos de procedencia ilícita en la campaña de Peña Nieto y se ha documentado la vinculación de las empresas participantes en esas operaciones con operadores próximos al aspirante presidencial priísta.

Mientras la montaña de delitos electorales revienta la fachada de la “limpieza democrática”, el PRI y el IFE unen fuerzas para alegar que el fraude es un rumor sin sustento. Sólo les ha faltado decir que la compra de votos tendría que demostrarse con la exhibición de las correspondientes facturas fiscales emitidas a nombre del tricolor por los votantes sobornados. La televisión comercial se deslinda del magno operativo mediático previo mediante el cual se construyó, durante cinco años, una candidatura presidencial en el vacío. Los alegadores al servicio del régimen –están en eso desde que se sumaron, en 1988, a la defensa del abuelo de este fraude– hacen minería conceptual en busca de matices y retruécanos para vestir al sofisma: a la espera de la verdad jurídica, la administrativa es la única verdad. Si se les mostrara un video de Peña Nieto en el que reconociera que en su candidatura se lavó dinero, dirían que es Photoshop, o bien argumentarían que la confesión es la prueba reina, pero que México es una república y por lo tanto no la reconoce. “¡Pruebas!, ¡pruebas!”, claman, mientras navegan en un océano de ellas.

A estas alturas, los medios electrónicos, la comentocracia, el Revolucionario Institucional –comprometido a fondo en el ejercicio alquímico de transmutar la inmundicia en legitimidad–, y la autoridad electoral –empeñada en negar que fue omisa y permisiva, pese a que desde febrero López Obrador le advirtió sobre las muchas formas en las que podría colársele el fraude–, han conformado una suerte de frente de resistencia contra la verdad.

El frente mencionado no sólo niega que llueve en plena tormenta sino que ensaya descalificaciones autoritarias contra los recursos a las vías legales para esclarecer el fraude. Quienes acuden a los tribunales “dividen a México”; si divulgan la información relacionada con la adulteración, “siembran odio”; si fundamentan la queja, “desestabilizan”; si señalan las omisiones, “atentan contra la institucionalidad democrática”. El IFE, por lo pronto, ya atentó contra sí mismo y contra lo que pudo quedarle de credibilidad después de su triste papel como operador del fraude en 2006.

Ahora la única posibilidad institucional de restablecer la legalidad quebrantada está en manos del Tribunal Electoral, y consiste en invalidar la elección del 2 de julio y crear las condiciones para el cumplimiento de los términos constitucionales: que el Congreso de la Unión establezca un interinato y que se convoque a nuevos comicios en cosa de año y medio. No hay en esa perspectiva nada de subversivo, de desestabilizador o de ilegal. Desde luego, pára que el esfuerzo sirva de algo, es necesario que los comicios de 2013 o 2014 sean organizados y vigilados por una autoridad electoral plenamente renovada a la que la sociedad pueda concederle al menos el beneficio de la duda. La de hoy se ha evidenciado como parcial y omisa, y tan falsaria como su beneficiado central. Bien podría llamársele el PRIFE.

23.7.12

Miles de pruebas

Triunfo, derrota y fraude


Los derrotados de una elección asumen su fracaso, reconocen la autoridad del adversario triunfador, se resignan a vivir en la oposición por un tiempo y se preparan para la contienda siguiente. Los derrotados aceptan su derrota. Los defraudados no tiene por qué hacerlo.

Los triunfadores reaccionan con júbilo y con orgullo. Salen a las grandes avenidas a festejar su triunfo. Confraternizan con propios y con extraños. Los defraudadores se encierran a piedra y lodo a esperar que pase la tormenta que ellos mismos han desencadenado.

Los derrotados se deprimen y si pueden se van de vacaciones. Los defraudados salen a las calles.

Los derrotados dicen “sí” a la indignidad y se apresuran a envolverse en ella. Aceptan los términos y las condiciones de los ganadores y admiten que se les utilice para legitimar la victoria ajena. Asienten, se paran y caminan cuando se les señala la puerta de salida y transitan por ella con la cabeza baja. Los defraudados están furiosos.

Los derrotados tienen prisa por claudicar. Les urge que termine de terminar el episodio de su derrota. Quieren dar vuelta a la página y pasar a otra cosa. Sienten vergüenza. Los defraudados no quitan el dedo del renglón ni aceptan fácilmente que se desvíe el tema. Se estacionan en el agravio y allí se quedan, exigiendo la restitución de la verdad, la legalidad y la decencia. No están avergonzados sino indignados.

Los triunfadores agradecen las muestras de simpatía y se reconfortan en la aprobación social. Los defraudadores negocian febrilmente para convertir su descrédito en legitimidad. Los triunfadores se despreocupan, se aligeran y se disponen a ejercer el mando. Los defraudadores se ven obligados a fabricar, desde las sombras, el remedo de triunfo que no obtuvieron en las urnas.

Los derrotados echan tierra sobre lo ocurrido, procuran congraciarse con quienes se presentan como los nuevos jefes. Les urge recuperar el sentido de normalidad que les proporciona el orden jerárquico. Los defraudados se saben víctimas de una ruptura del orden y se insubordinan ante un remedo de legalidad construido sobre la trampa y el engaño.

Los derrotados se sienten culpables de su propia derrota y bajan la mirada. Los defraudados señalan a los culpables del fraude y los miran a los ojos en forma desafiante. Los derrotados lloran. Los defraudados discuten.

Los triunfadores se desprenden de su armadura y la arrojan por los aires. Los defraudadores se echan encima una capa adicional de blindaje. Los triunfadores salen a las calles. Los defraudadores se recluyen en la clandestinidad de sus búnkers. Los triunfadores agradecen al pueblo. Los defraudadores lo amenazan.

Los defraudados son los triunfadores a quienes se les ha escamoteado la victoria. Los defraudadores son los derrotados que han robado el triunfo. Cuando las autoridades electorales y los tribunales especializados no quieren o no pueden hacerlo, la historia suele poner a unos y a otros en su lugar. A veces tarda décadas y hasta siglos en tramitar las enmiendas. A veces las procesa en unas pocas semanas. En la vertiginosa época contemporánea lo segundo es lo más frecuente.

17.7.12

Un régimen fallido



Cuatro notas. La primera informa que Felipe Calderón fundó 140 universidades que sólo existen en el papel de los informes presidenciales o, en el mejor de los casos, que funcionan en las instalaciones de una mueblería, como es el caso de la denominada “Universidad Politécnica Metropolitana de Hidalgo” o en locales sin electricidad ni agua, como ocurre en algo llamado “Instituto Tecnológico de Milpa Alta” (ITMA), en donde los alumnos toman la materia de diseño asistido por computadora (CAD) provistos únicamente de cuadernos, porque no hay una sola computadora. Libros en la biblioteca los hubo sólo el día de la solemne inauguración.

La segunda indica que en el 5° examen nacional de plazas docentes, aplicado el domingo, 134 mil 745 maestros concursaron por 18 mil 71 puestos de base, lo que implica que 132 mil 874 aspirantes quedarán como interinos (en el mejor de los casos) o como desempleados.

La tercera nota cuenta que de 62 mil 682 estudiantes que aplicaron el examen de ingreso a la UNAM, sólo seis mil 500 (10.3 por ciento) lograron un sitio en alguna de las carreras impartidas en la Máxima casa de Estudios.

La cuarta nota refiere que entre marzo de 2011 y el mismo mes del año siguiente la Secretaría de la Defensa nacional compró equipo de espionaje por un monto de cinco mil millones de pesos para intervenir teléfonos celulares y activarlos de manera furtiva, a fin de obtener sonido ambiental y hasta imágenes de la caámra de los aparatos sin que sus propietarios se enteren. Las adquisiciones realizadas fueron hechas a la empresa Security Tracking Devices, S. A. de C.V., con supuesta sede en Villa de la Hacienda, Tlajomulco, Jalisco, aunque la dirección indicada corresponde a un fraccionamiento de interés social en el que no hay rastros de la compañía. Por lo que hace al contacto asentado en Compranet, corresponde a un correo electrónico cuyo dominio no está registrado, es decir, se trata de un usuario fantasma.

Vaya, para efectos de comparación, el dato de que el presupuesto anual de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, que asciende a cuatro mil 260 millones con 237 mil 259 pesos, es inferior al monto erogado por la Sedena en los gadgets de espionaje.
La Universidad Autónoma “Benito Juárez” de Oaxaca (UABJO), por su parte, tiene un presupuesto anual de 666 millones de pesos. La llamada “Torre de Luz” impuesta por Calderón en el Paseo de la Reforma, y rebautizada por la voz popular como Monumento a la Corrupción, tuvo un costo total de mil 35 millones de pesos.

Estampas como las referidas pueden encontrarse en casi todos los ámbitos de la administración federal y de las estatales. Fox les cerró la boca a los gobernadores priístas con parte de los 75 mil millones de dólares obtenidos por las arcas públicas durante su régimen por los sobreprecios petroleros.

El territorio nacional está lleno de universidades que se reducen a papel membretado y de estudiantes sin universidad; de aulas sin maestro y de maestros sin trabajo; de caminos que no conducen a ninguna parte y que fueron construidos – con recursos públicos, claro– para cobrar una comisión o para darle gusto a la novia de un senador; de chatarra de Enciclomedia; de fortunas consolidadas al amparo del Fobaproa; de asignaciones presupuestales arbitrarias y corruptas; de calles robadas por particulares influyentes. Es la obra de los Salinas, de los Zedillo, de los Fox, de los Calderón, los Montiel, los Peña Nieto y las Gordillo Morales. Lo fallido no es el país sino su régimen. Urge ponerle fin y se puede.  

16.7.12

La hora del Trife /II


La forma más simple y menos costosa de impedir la restauración priísta es lograr que los integrantes del Trife declaren la invalidez de la elección. Muchos dan por descontado que el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación se limitará a ratificar los resultados que presentó el Instituto Federal Electoral desde la noche del 1 de julio y que, en resumen, atribuyen a Peña Nieto el triunfo en los comicios presidenciales de ese día con un margen de más de 7 puntos por encima de Andrés Manuel López Obrador. Quienes así piensan basan su predicción en uno de dos supuestos o en una combinación de ambos: a) que el Movimiento Progresista no será capaz de probar la comisión de irregularidades en 25 por ciento de las casillas, o más y que, incluso si lo consiguiera, b) los integrantes del Trife están al servicio de la oligarquía político-mediático-empresarial y delictiva que detenta el poder desde, cuando menos, 1988, y su su decisión está ya tomada, al margen de legalidades, a favor de la imposición del candidato priísta.

El cálculo es reduccionista. Por una parte, el recurso legal interpuesto por el equipo de López Obrador no se ha centrado únicamente en probar las ilegalidades cometidas por Peña Nieto sino también en argumentar de manera sólida la inconstitucionalidad de los comicios, toda vez que éstos no cumplieron con diversos lineamientos establecidos en la Carta Magna –entre ellos, los requisitos de certeza, imparcialidad, independencia, legalidad y objetividad–, lo que da al Trife un mayor margen jurídico de decisión. El segundo supuesto considera que los magistrados electorales obedecerán criterios extralegales, lo cual es estrictamente cierto, si se considera que prácticamente no hay en el mundo un órgano judicial que tome decisiones única y exclusivamente con base en la letra y el espíritu de la ley. En diversos grados, los jueces toman en cuenta factores políticos, económicos, históricos, de imagen pública y de conveniencia personal.

Por lo que hace a los magistrados del tribunal electoral en este tercer trimestre de 2012, es razonable suponer su alineamiento mayoritario con los intereses que buscan sentar a Peña en la silla presidencial. Pero no debe desdeñarse que en el ánimo de los jueces puede pesar también el tamaño del rechazo social al priísta y el grado de desprestigio al que los propios magistrados se verían expuestos en caso de que resolvieran dar por buena una elección manchada por el fraude.

El que estas últimas consideraciones lleven a los integrantes del Trife a decretar la invalidez de las elecciones depende, en gran medida, de la presión que la sociedad organizada logre ejercer sobre esos que son, en última instancia, sus empleados. En forma indirecta, esa presión se ejerce ya por medio de marchas y actos de protesta. Ayer, los asistentes a la Convención Nacional contra la Imposición, reunida en Atenco, acordó impulsar acciones como tomas y bloqueos de Televisa y un plan para impedir, mediante la movilización masiva, una eventual toma de posesión de Peña Nieto.

Con este telón de fondo, los magistrados no podrán ignorar que si convalidan una elección fraudulenta estarán lanzando al país por un camino de inestabilidad y de zozobra. Tampoco podrán pasar por alto que quienes voten por un fallo legitimador del fraude lesionarán, con ese acto, su respetabilidad social y se volverán objeto del repudio de la mayor parte de sus conciudadanos.

Para hacer notar esta perspectiva a los magistrados en forma nítida y contundente es necesario extender y dar mayor coherencia a la suma de descontentos sociales que convergen en el rechazo a la imposición de Peña Nieto. En otros términos, se requiere de una sociedad movilizada y no sólo dispuesta a impedir esa imposición, sino también a hacer sentir su existencia a los integrantes del Trife. En esa instancia judicial se juega el futuro inmediato de la democracia en el país y es en las calles y en las redes sociales en donde, una vez presentado el recurso de inconformidad electoral, puede lograrse mayor incidencia en su decisión.

Es razonable suponer, por otra parte, que los magistrados electorales están siendo, desde el jueves pasado, sometidos a intensas presiones por personeros del régimen oligárquico para que fallen a favor de la imposición. El desafío del momento para las fuerzas sociales democráticas es ejercer una presión de sentido contrario a fin de contrarrestar, y vencer, a la del régimen.

Además de las movilizaciones multitudinarias, legales y pacíficas, es pertinente comunicar a los magistrados, de manera directa, el mensaje de la ciudadanía que se opone a una nueva usurpación. Una forma de hacerlo es dirigir a los magistrados en forma respetuosa, fundamentada y firme, la mayor cantidad posible de posicionamientos individuales a favor de que se invalide la elección del pasado 1 de julio. ¿Cómo? Pues llamándolos por teléfono y enviándoles correos electrónicos:

TEPJF. Conmutador: 57282400
José Alejandro Luna Ramos (alejandro.luna@te.gob.mx) ext: 3858
Manuel González Oropeza (manuel.gonzalez@te.gob.mx) ext: 3892
Constancio Carrasco Daza (constancio.carrasco@te.gob.mx) ext: 3893
Salvador Olimpo Nava Gomar (salvador.nava@te.gob.mx) ext: 3862
Flavio Galván Rivera (flavio.galvan@te.gob.mx) ext: 3860
Pedro Esteban Penagos López (pedro.penagos@te.gob.mx) ext: 3861
Ma. del Carmen Alanís Figueroa (carmen.alanis@te.gob.mx) ext: 386

13.7.12

La hora del Trife


La ventaja de Peña Nieto en los resultados procesados y presentados por el IFE es producto de una montaña de inmundicias varias, desde delitos graves hasta inmoralidades menores. Pero el desaseo de la campaña priísta y de los comicios –permitido y solapado por la autoridad electoral– no empezó el día de la elección, y ni siquiera en el arranque de las campañas políticas, sino que fue la culminación de un largo proyecto orientado a consolidar repetir el secuestro de la voluntad popular que se perpetró en 2006 y a consolidar el procedimiento anticonstitucional, antidemocrático e ilegal de imposición de jefes de Estado que se probó por primera vez hace seis años (o hace 24, si se cuenta el fraude de 1988 y la imposición de Salinas):

Tomar a un político cualquiera, uncirlo al programa depredador de los grandes capitales y convertirlo en candidato triunfante por medio de inversiones masivas en publicidad (para glorificarlo y para denostar a sus adversarios), injerencia de los poderes públicos, inyección de recursos del erario, preferentemente en las zonas más depauperadas del país y en las de mayor atraso político, sometimiento de la autoridad electoral, aprovechamiento de los métodos “tradicionales” para defraudar (robo y falsificación de papelería electoral, relleno de urnas, coerción a comunidades para que sus miembros voten de manera uniforme por el candidato del régimen, generación de incidentes violentos en las casillas) y de los medios cibernéticos para ajustar los resultados a favor de la causa propia y en detrimento de los competidores.

Una vez que se ha conseguido el grado deseado de adulteración de las cifras, éstas se anuncian con bombo y platillo, procurando causar un efecto de aniquilación en el ánimo de la oposición. Con diversas variantes y matices, así operó el régimen en 1988, en 2006 y ahora. En esas elecciones, el espíritu y la letra del artículo 39 constitucional se han adulterado hasta operar una reforma de facto de ese pasaje de la Carta Magna para que diga algo así como esto:

“La soberanía nacional reside esencial y originalmente en las oficinas gubernamentales, la televisión privada, la embajada de Estados Unidos y los grandes corporativos financieros y energéticos transnacionales. Todo poder público dimana de estos actores y se instituye para beneficio de ellos. Los gobernantes, los concesionarios de los medios, la representación del país vecino y los intereses empresariales tienen en todo tiempo el inalienable derecho de alterar o modificar la forma de su gobierno”.

El fraude priísta consumado hace unos días pretende perpetuar, por otros seis años, la alteración del orden constitucional y electoral que ha conllevado el calderonato desde su inicio. Pero las condiciones políticas del país han cambiado dramáticamente con respecto a 2006.

Las izquierdas electorales no son ya una masa amorfa y desarticulada de intereses burocrático-partidistas, entusiasmos ciudadanos sueltos y buenas voluntades a la deriva. En el tiempo transcurrido desde la imposición de Calderón se ha creado el Movimiento de Regeneración Nacional, una organización independiente, ciudadana y de base, con estructura y proyecto de nación, que ha sido capaz de dar cohesión a las alianzas partidarias y contenidos a las candidaturas, así como de aportar presencia y vigilante en las casillas y en los conteos distritales. De origen mucho más reciente, el movimiento #YoSoy132 ya encarnado el hartazgo social ante un régimen transexenal y transpartidista que sobrevivió a la alternancia de 2000 y que se mantiene, más o menos intacto, por medio del terrorismo de Estado, la corrupción masiva y la inveterada red de complicidades entre los capitales financieros, la mayor parte de la clase política y la delincuencia organizada.

Siguiendo al pie de la letra la fórmula introducida por Salinas, este régimen genera zonas demográficas de pobreza extrema para movilizarlas hacia las urnas a cambio de dádivas que pueden parecer insignificantes y hasta ofensivas para las clases medias, pero que resultan inapreciables para quienes viven con uno o dos salarios mínimos: despensas, electrodomésticos, bicicletas, tanques de gasolina, saldo telefónico y tarjetas prepagadas de Soriana.

Una porción significativa de los sectores medios que votaban tradicionalmente por el PRI y por el PAN han terminado, en este sexenio de pesadilla, por caer en la cuenta que ambos partidos representan lo mismo en términos de gestión económica neoliberal, opacidad administrativa, claudicación internacional, ineptitud política, insensibilidad social y turbiedad extrema en materia de combate a la delincuencia. Es significativo, a este respecto, que en todos los simulacros de votación realizados en centros de educación superior –en los que son predominantes las clases medias y altas– López Obrador arrasó con preferencias de hasta el 85%, en tanto que Peña Nieto se hundió hasta el tercer o cuarto lugar.

La dimensión del operativo para distorsionar la voluntad popular creció en forma inversamente proporcional a la caída en picada, desde noviembre pasado, de la popularidad de Peña Nieto. Los elementos de juicio disponibles indican que se contrató a las casas encuestadoras no para que retrataran las tendencias electorales sino para que las encubrieran e inventaran cifras y gráficas inmunes al rosario de catástrofes sufrido por el aspírante priísta –desde los tres libros que no leyó hasta su pánico a debatir y los estadios que se le vaciaron a medio discurso–. The New York Times lo dijo con mucha claridad en un despacho de su corresponsal en México: en cualquier otro país, un candidato como Peña Nieto, lastrado por sus infidelidades conyugales, sus expresiones públicas de ignorancia, sus desatinos declarativos y el sólido repudio que provocó entre los estudiantes, habría caído al último lugar en las encuestas. Pero no en México. El reportero del periódico neoyorquino ya no se formuló la siguiente, casi inevitable, pregunta: ¿Por qué no en México? La respuesta es simple: porque en este país la democracia es una simulación y porque aquí las encuestas no necesariamente reflejan tendencias reales sino el interés del cliente que las paga.

Éste es el telón de fondo de la interposición, por el Movimiento Progresista, de un recurso legal en demanda de la invalidación de las elecciones. Los argumentos legales contenidos en él son tan contundentes como las pruebas de inequidad, compra de votos, operativos priístas con dinero público –que posiblemente implican desvío de recursos– y aportaciones privadas, en moneda o en especie, que sobrepasan, con mucho, el límite total de gastos de campaña estipulados en la ley. Ejemplos sencillos y claros: el total de anuncios espectaculares contratados por el PRI para promover a su mercancía presidenciable, la frecuencia y cantida de aeronaves privadas usadas por éste para sus traslados por el territorio nacional, los contratos multimillonarios entre el Estado de México –encabezado por Eruviel Ávila,una suerte de chambelán del candidato– y Soriana.

Ahora, el tribunal electoral está obligado a dar curso, quiera o no, a la queja presentada por las izquierdas y decidir, en definitiva, si anula la elección y ordena una nueva, o bien si la da por buena. De aquí al 5 de septiembre el país pasará por unas semanas tensas. ¿Qué factores entrarán en juego en su decisión? –El lunes próximo lo vemos.

12.7.12

Declaración de AMLO, 12/07/2012



Empiezo diciendo que la minoría que domina en el país, decidió, de tiempo atrás, para mantener el régimen de corrupción que les beneficia, imponer a Enrique Peña Nieto como Presidente de México.

La estrategia que pusieron en práctica consistió en utilizar sus medios de comunicación y mediante la publicidad introducirlo al mercado para hacerlo figura nacional.

Televisa, Milenio y muchos otros, se dedicaron a proyectar una imagen de Peña Nieto que no corresponde a lo que es y representa.

Con esa fórmula, durante mucho tiempo, Peña Nieto mantuvo una gran popularidad, pero en la campaña las cosas empezaron a cambiar. Poco a poco, la gente se fue enterando por las redes sociales y por otros medios no convencionales, que se trataba de un engaño, de una farsa.

El 6 de mayo se celebró el primer debate y, aun cuando no se transmitió en los canales de mayor audiencia, millones de mexicanos se percataron de que Peña Nieto perdió el debate y quedó evidenciado como el candidato del grupo más corrupto de México.

Posteriormente, el 11 de mayo, Peña Nieto asistió a la Universidad Iberoamericana. Los estudiantes lo encararon y su torpe y autoritaria respuesta, secundada por los políticos que lo rodean, así como la distorsión de los hechos en los medios de comunicación, en particular de Televisa, dio lugar al movimiento #YoSoy132.

A partir de entonces, esta expresión estudiantil, con la demanda del derecho a la información y de no permitir la imposición de Peña Nieto, empezó a despertar a otros jóvenes en todo el país y a sacudir las conciencias de los ciudadanos, sobre todo, de las clases medias de México.

Después de este importante acontecimiento, empezó a crecer el rechazo hacia Peña Nieto y se precipitó su desplome en cuanto a las preferencias electorales. El jueves 31 de mayo, el periódico Reforma dio a conocer una encuesta en la cual la diferencia entre Enrique Peña Nieto y mi candidatura era de apenas 4 puntos. Días después, del 31 de mayo al 4 de junio, nuestro equipo técnico levantó otra y el resultado ya nos daba 2 puntos de ventaja.

Al percatarse sus patrocinadores que Peña Nieto se estaba cayendo, desesperados buscaron reforzar su estrategia mediática y consiguieron el apoyo del ex presidente Vicente Fox. Al mismo tiempo, iniciaron la guerra sucia en mi contra, en contubernio con los personajes que ejercen más influencia en el Partido Acción Nacional.

Sin embargo, lo más perverso e ilegal, fue la determinación de reclutar y alinear a los gobernadores del PRI para encargarles que se ocuparan de obtener votos a como diera lugar, sin escrúpulos morales de ninguna índole.

El 12 de junio, en Toluca, en la casa oficial del gobernador del Estado de México, se reunieron 16 gobernadores del PRI con Peña Nieto y su equipo de campaña. Ahí, se asignaron cuotas de votos por mandatario.

Por ejemplo, Eruviel Ávila, gobernador del Estado de México, se comprometió a conseguir 2 millones 900 mil votos que, casualmente, fue lo que obtuvo Peña Nieto en el Estado de México.

La confabulación de los gobernadores en el Estado de México se tradujo en utilizar recursos del presupuesto público de los estados para comprar millones de votos en todo el país.

Una prueba bien documentada de lo anterior fue el modo en que operó el gobernador de Zacatecas, Miguel Alonso Reyes, el cual asignó a sus principales colaboradores, por distrito y municipio, y está demostrado que manejar n chequeras con millones de pesos para la compra de votos.

En la práctica, en todo el país, el sufragio se adquirió con dinero en efectivo, con tarjetas para la obtención de mercancías, con despensas, materiales de construcción, fertilizantes y otras dádivas.

A los cuantiosos recursos económicos de procedencia ilícita que se ejercieron para la compra de los votos, habría que sumar miles de millones de pesos gastados en publicidad, en encuestas hechas a modo y en el pago a qui nes ejecutaron y apoyaron directa o indirectamente este vergonzoso plan. Todo ello, obviamente, rebasa con creces el tope de gastos de campaña establecido en la ley.

El operativo masivo de compra de votos se llevó a cabo antes y durante el día de la elección. Un caso emblemático es el de los monederos electrónicos de las tiendas Soriana, comercios que fueron vaciados por multitudes d l Estado de México, que canjearon tarjetas al día siguiente y en los días posteriores a la elección.

Aunque la compra del voto se dio prácticamente en todo el país, fue más acentuada en las zonas donde viven los más pobres de México, en especial en el medio rural. En estos lugares se registró el mayor nivel de participa ión ciudadana del país, contrario a lo sucedido en las anteriores elecciones presidenciales y superior a la media nacional registrada en los actuales comicios.

Por ejemplo, en los tres distritos con más población rural de Yucatán, se registró una participación promedio del 86 por ciento. En Chiapas, la participación ciudadana, con respecto al 2006, se incrementó en 118 por cien o y el PRI consiguió 506 mil votos de más.

Asimismo, en las casillas no urbanas, que son el 35 por ciento del total, Peña me gana, entre comillas, con 2 millones 801 mil 042 votos, lo que representa el 85 por ciento de su supuesta ventaja a nivel nacional.

No puede dejar de indignar y entristecer, el constatar, que los responsables de la desgracia de millones de mexicanos, encima de todo, utilicen a sus víctimas, en particular a los más pobres y desinformados, para sostene su funesto poder económico, político y mediático.
Además, fueron introducidas a las urnas ilegalmente infinidad de boletas marcadas a favor de Peña Nieto.

Las pruebas y testimonios que hasta ahora tenemos, nos permiten sostener que se compraron 5 millones de votos, aproximadamente. Tan solo en el Estado de México, Veracruz y Chiapas se adquirieron alrededor de 2 millones d votos.

En razón de lo anterior, y sin tomar en cuenta otras violaciones flagrantes a la Constitución y a las leyes en la materia, podemos resumir que en elecciones libres, la mayoría de estos ciudadanos no hubiesen votado por Peña Nieto.
Estamos ante un hecho completamente atípico. Baste decir que en las 902 casillas especiales que se instalaron en todo el país, donde sufragaron libremente los ciudadanos, el resultado fue completamente distinto: por Josefina Vázquez Mota 27.8%, por Enrique Peña Nieto 28.1%, por mi candidatura 41.0%, por Gabriel Quadri 1.6%, por candidatos no registrados 0.2% y los votos nulos 1.2%. En este tipo de casillas Peña solo gana en 4 estados de las 32 entidades de la República.

En suma, el sesgo que significó la compra y manipulación de millones de votos, no permite dar certeza a ningún resultado ni al proceso electoral en su conjunto.

En el terreno estrictamente legal, se violó el Artículo 41 de la Constitución, que establece que las elecciones deben de ser libres y auténticas.

En consecuencia, el día de hoy, en los términos que establece la ley, presentaremos el juicio de inconformidad para demandar la invalidez de la elección presidencial.

Llamo a todos los mexicanos a no permitir que se viole impunemente la Constitución y se cancele, en los hechos, la vía democrática.

Proceder de otra manera sería renunciar a nuestros derechos fundamentales y admitir la antidemocracia como forma de vida y como sistema de gobierno.

A mediados de la semana próxima, daremos a conocer el Plan Nacional para la Defensa de la Democracia y de la Dignidad de México.

Todo lo que hagamos será en estricto apego a nuestros derechos ciudadanos consagrados en la Constitución.

En especial, reitero que siempre actuaremos por la vía pacífica. No daremos ningún pretexto para que los violentos nos acusen de violentos.

No aceptemos que la corrupción domine por entero la vida nacional. Luchemos por el renacimiento moral de México.

(Vía Ing Javier Ruiz)

Caída al fondo del cerebro


En cierto modo el complejo R sigue desempeñando dentro del 
cerebro humano las mismas funciones que cumplía en el dinosaurio. 

Carl Sagan 
Los dragones del Edén


Tal vez la historia de la civilización pueda concebirse como una relación compleja y contrastada entre tres zonas distintas del cerebro: el complejo reptiliano (R), el sistema límbico y el neocórtex. Según el modelo clásico de Paul MacLean, esa tres zonas cerebrales conforman una suerte de estratigrafía evolutiva y ascendente que guarda en su interior el órgano más antiguo y primitivo y alrededor de ese núcleo se han ido gestando tejidos nuevos que desarrollan funciones más complicadas.

Los reptiles y las aves poseen un encéfalo y un cerebelo tremendamente desarrollados si se les compara con los grumos neuronales de los invertebrados. Gracias a esos órganos algunas clases de escamosos son capaces de establecer sistemas sociales y los loros aprenden a contar y hasta a asociar palabras con objetos y conceptos en una imitación de la voz humana. Pero las funciones fundamentales de sus sistemas nerviosos tienen que ver con la sobrevivencia y buena parte de ellos está dedicada a controlar la locomoción, la reproducción, y la recepción y procesamiento de las señales procedentes de los órganos sensoriales para convertirlas en pulsiones básicas –hambre, frío, excitación, vulneración territorial– y convertirlas en acciones: ataque, seducción, huída y defensa.

Esos mismos órganos y esas mismas funciones se encuentran en nuestra cabeza profunda. Por decirlo de manera brusca, en el fondo de nuestra masa encefálica se acurruca un lagarto de comportamientos rígidos, obsesivos, compulsivos, ritualistas, posesivos y paranoides. Repite las mismos conductas una y otra vez, de manera mecánica, y está habitado por una memoria ancestral.

La parte intermedia de nuestro cerebro, denominada sistema límbico (L), está compuesta por el hipotálamo, el hipcampo y la amígdala, es rasgo exclusivo de los mamíferos y a ella se trasladan, desde el complejo reptiliano, los comportamientos sexuales y territoriales. Según MacLean, el sistema límbico es asiento de un sistema binario que se expresa en agradable – desagradable que opera como mecanismo de sobrevivencia: para conseguirla se ha de evitar el dolor y procurar la repetición del placer. Este tejido neuronal puede producir emociones tales como el miedo, el bienestar, la rabia, y el afecto maternal, paternal o gregario. Por añadidura, el investigador pensaba que el sistema límbico es la base biológica del comportamiento jerárquico, de los dogmas y de los juicios de valor; desde él, las ideas producidas por la capa superior del cerebro serán aceptadas o desechadas dependiendo de cuánto conflicto o cuánta armonía generen en el sistema.

La porción externa del cerebro, el neocórtex, se encuentra sólo en los mamíferos superiores. En casi todos ellos constituye una capa delgada y lisa que rodea al sistema límbico, pero en el caso de los humanos conforma, con sus dos hemisferios arrugados –propiedad que les confiere una superficie total mucho mayor– , las dos terceras partes de la masa cerebral. El neocórtex es sede de las funciones cognitivas avanzadas, la inventiva y el pensamiento abstracto. La relación con el espacio, la aptitud para las matemáticas, la sensibilidad para la música y los atributos necesarios para aprender, usar y desarrollar lenguaje articulado, se encuentran en uno u otro hemisferio del neocórtex.

Las tres capas cerebrales no son, por supuesto, máquinas aisladas entre sí. Por el contrario, están interconectadas por millones de fibras nerviosas y operan en forma más o menos coordinada. Ello implica que una pulsión primaria del R puede acabar convertida, tras la intervención del neocórtex, en una teoría, que la emoción que se genera en el sistema límbico puede ser procesada para conseguir una composición musical o que un proyecto arquitectónico puede concretarse o fracasar debido a la intromisión de impulsos primarios procedentes de los cerebros reptilianos de sus ejecutantes. Las guerras suelen ser imposiciones de R sobre la sensatez generada en N y los afectos gregarios secretados por L, en tanto que las emociones de odio y aversión surgidas en este último son capaces de impulsar a N a realizar diseños tan mortíferos como una ballesta, un misil crucero o un paradigma neoliberal. De la misma manera, uno que otro monstruo de la razón incubado en N puede ser refrenado por los factores de empatía que residen en L. según esto, R, L y N se necesitan entre ellos aunque no siempre (o casi nunca) se lleven bien y cada uno busca invariablemente predominar y decir la última palabra.
                                 
Por si alguien se ha despistado, aclaremos que lo anterior no tiene nada que ver con la jalada de la conspiración illuminati protagonizada por “reptilianos” venidos del espacio, infiltrados en las altas esferas políticas, económicas y mediáticas, y dispuestos a dominar el mundo. Me parece que la guerra entre la modernidad humana y el arcaísmo del reptil se desarrolla en nuestro interior –aunque de manera evidente para quien quiera verla–, que consiste en dominar, reprimir y encauzar impulsos y emociones primarias por medio de construcciones racionales y que puede denominarse, grandilocuencias aparte, historia de la civilización.

En el supuesto de que mi N haya entendido bien el rollo de MacLean y que éste conserve aún cierta validez –sus trabajos sobre el cerebro trino fueron publicados hace ya cinco décadas, y 20 años después el entrañable Carl Sagan popularizó sus ideas en Los dragones del Edén–, la especie humana no puede vivir si sus miembros no experimentan hambre, agresividad, necesidades reproductivas o instintos parentales y vínculos gregarios, pero si su sistema nervioso se redujera a tales funciones –más las otras características de R y de L– no sería mucho más que una manada de venados sin noción del tiempo ni del cosmos. Luego, la humana sería un especie sumamente precaria, sin aptitudes especiales para la persecución ni para la huída, sin pezuñas ni colmillos ni olfato ni oído excepcionales, una buena para nada atrapada en un entorno implacable de depredación y subsistencia, algo así como elefantes sin trompa, felinos desdentados o vacunos cuadraplégicos. Para abrirnos paso en este mundo necesitamos desesperadamente de nuestra inventiva. N es nuestro único órgano especializado y excepcional.

Lo que nos aparta, para bien y para mal, de la animalidad, es esa hipertrofia de N. Gracias a ella enterramos a nuestros muertos, construimos pirámides, catedrales, burdeles y hospitales, pintamos o admiramos el Desnudo descendiendo una escalera, nos escuchamos, nos leemos y, también, hemos preferido las bombas guiadas por láser a las piedras para matarnos entre nosotros.

¿Hay diferencia? ¿Nos movemos en una línea de tendencia ascendente hacia la razón, o nos hallamos empantanados desde siempre en una insensibilidad silvestre agravada por el raciocinio?

Tal vez la respuesta correcta sea la primera si consideramos que, poco a poco, con retrocesos abismales y estancamientos perdurables, N ha ido imponiéndose a L y a R y que hoy en día la legitimación del asesinato (o sea, la pena de muerte o la guerra) requiere cuando menos, y así sea como un mecanismo de retardo y contención, de procesos legales y alambicados que apelan a la razón. Claro que persiste la vieja pugna entre los tejidos heredados de los reptiles y los surgidos de los procesos de hominización: así tenga lugar en la jungla o en Wall Street, la competencia obedece a pulsiones del lagarto y la cooperación responde, en cambio, a maquinaciones de la corteza superior del cerebro.

Es posible que cuando se habla de jurásico en términos políticos no sólo se haga alusión al arcaísmo de un conjunto de conductas autoritarias y jerárquicas en entornos democráticos y participativos, sino también al predominio de R en la cosa pública. En nuestro momento nacional la vuelta de los dinosaurios no sólo hace referencia a los modos de gobernar de hace tres o cuatro décadas sino también una caída al fondo de la evolución, a un resbalón fatal desde las alturas del neocórtex hasta las fauces del cocodrilo que llevamos dentro. 

                        

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Los dragones del Edén, en PDF.

11.7.12

Feminicidios y Peña Nieto


Olvídense de las “reformas estructurales” anunciadas, de la corrupción sistemática como modo de gobierno, de los pagos en tajadas de poder público a las televisoras, de los vínculos del priísmo con la delincuencia organizada, de los cacicazgos perpetuados, del autoritarismo más brutal apenas encubierto por una apariencia peinada y pulcra. A mí lo que más me aterra de la posibilidad de que Peña Nieto sea impuesto en la silla presidencial es que se incrementará el peligro real, concreto y constante en el que viven las mujeres de México. Más o menos, todas ellas.

Será que apenas ahora nos estamos enterando de una violencia de género que siempre estuvo allí; será que el fenómeno se ha incrementado por el cinismo social predicado desde las cúpulas del poder político y económico –no se puede operar el modelo neoliberal sin un generoso baño de cinismo– o será que la miseria, la desesperanza y la falta de sentido de la vida han disparado la vocación de crueldad. El hecho es que las agresiones visibles contra mujeres se disparan y se presentan en todos los estratos de la sociedad. Una porción creciente de esas agresiones termina en asesinato. Por explotación, por celos, por industria, por deporte o por mera facilidad para matar, el ser mujer en México es un riesgo adicional de muerte que se agrega a los peligros derivados de la guerra de Calderón, a los que generan empleadores cada vez más desinteresados de la integridad y el bienestar de sus trabajadores, a los que implica la devastación ambiental, a los que produce el desprecio a la gente como manera estructural de gobernar, comerciar y acumular.

Los feminicidios en Ciudad Juárez empezaron con el priísta Salinas, eran ya un escándalo internacional en tiempos del priísta Zedillo y continuaron, aumentados y diversificados, bajo las administraciones panistas. La pesadilla se ha ido extendiendo o exhibiendo (ya no se sabe) en otros puntos del territorio, y el más destacado es el Estado de México que desgobernó Peña. Él, en vez de reconocer el fenómeno, se limitó a negarlo: “las cifras están mal”. O bien: “eso es un invento de mis enemigos”. En su manera de ver las cosas, no hay muertas sino mentiras.

El punto de partida ineludible para empezar a resolver un problema es admitir su existencia. A partir de ahí es posible analizarlo, entenderlo, formular soluciones, aplicarlas. De otra manera, el problema en cuestión, así sea declarado inexistente, permanecerá, se extenderá y se agravará. Y eso es exactamente lo que ocurrirá con la epidemia de feminicidios si la sociedad – las instituciones jurisdiccionales, la sociedad organizada, los partidos– permite que Peña sea impuesto en Los Pinos. Para él, la violencia de género en cualquiera de sus expresiones y grados simplemente “no es tema”, y háganle como quieran.

Millones de ciudadanos hemos hecho cuanto ha sido legal y humanamente posible para impedir que el PRI ganara el comicio presidencial del 1 de julio. Por eso tuvo que recurrir a todo el catálogo tradicional de marrullerías electorales –la compra de votos y el alineamiento de las voluntades de los directivos del IFE son las más visibles, pero distan de ser las únicas– para fabricar un resultado que le favorezca. Ahora nos toca esforzarnos, dentro de los márgenes legales y pacíficos, por impedir la restauración presidencial del priísmo.

Hay muchísimas razones para persistir en ese esfuerzo. Pienso ahora, con terror, en una sola de ellas: el peligro acrecentado sobre la seguridad, la integridad y la vida de las mujeres si Peña logra imponerse en la presidencia. Mejor sigamos haciendo todo lo posible por mantenerlo apartado de ella.  

10.7.12

Décimas del fraude


Al ver que era repudiado
el mono que postuló,
Televisa decidió
comprarle un electorado.
Para esto, se fue al mercado
con el expreso deseo
de adquirir al mayoreo
o aunque fuera al por menor
votos al mejor postor
y transportes de acarreo.

Ante la pobreza inmensa
que se abate en el país,
cambia uno que otro infeliz
su voto por la despensa.
Digamos, en la defensa
del tipo en particular,
que peca, en primer lugar,
y con intención aciaga,
no quien vota por la paga,
sí el que paga por votar.

Del IFE la credencial
no permite cargar saldo
así que va el aguinaldo
tramposo y electoral
al expendio comercial
que a la maniobra se allana
soñando que hará una lana
adicional en sus ventas,
así que llegan las cuentas
para gastar en Soriana.

Los dizque beneficiados
de aquella inmunda prebenda
se van corriendo a la tienda
soñando con enlatados.
No fueron muy abusados
ni se fijaron primero
que algún mapache rastrero
de tontos les vio las jetas
y a las dichosas tarjetas
no se les metió dinero.

A tal estafa se agrega
el fraude tradicional:
quitar votos al rival
y sufragios en fanega.
De esta forma, el IFE entrega
números a la medida
que ya la prensa vendida
meses antes difundió,
y creen que terminó
de tal forma, la movida.

Ya Valdés y Calderón
van felicitando a Peña
con vileza que desdeña
el sentir de la nación
y repiten la canción
de hace seis años, igual,
pensando que en general
podrán imponer su gana
mas la gente mexicana
se encuentra en otro canal.

Cual junior con coche nuevo,
Enrique Peña babea
al contemplar la presea
que le están poniendo a huevo
para volver al medievo
priísta a nuestra nación;
pero no está en su visión
que ante el pretendido albazo,
hay un masivo rechazo
al fraude y la imposición.

Va quedando en evidencia
que esta gran maquinación
quiere poner al pelón
de nuevo en la presidencia.
No pasará la indecencia
ni darán el golpe bajo
y aunque nos cueste trabajo
detendremos tus inquinas;
con Calderón y Salinas,
Peña, te irás al carajo.

La decisión



Ahora Gustavo Madero, aún presidente del PAN, le dice a Enrique Peña Nieto que no le alcanza la legitimidad para ser presidente. No vayan a pensar que el dirigente blanquiazul tiene en mente desconocer a un todavía hipotético gobierno encabezado por el mexiquense, ni que piense, cuando así habla, apelar a los criterios de legitimación enumerados por Weber ni a los requisitos de validez, justicia y eficacia. A fin de cuentas, Peña es el candidato del régimen al que pertenecen el propio Madero, Felipe Calderón (el que no pudo disimular el regocijo cuando salió, con toda impropiedad y toda prisa, a ungir al priísta como su sucesor, cuando no había ni el remedo de resultados electorales) y la que fuera abanderada del panismo. Nada de eso. El regateo es más bien parte de la negociación de beneficios y cuotas al interior del grupo en el poder: “Con la novedad, Peña, de que la legitimidad no te alcanza; nosotros te proporcionamos la que te hace falta para que puedas tomar posesión sin sobresaltos”. La oferta de legitimación de Madero Muñoz, en este caso, se limita a la promesa implícita de no hacerla de jamón, como se dice en la calle, ante la imposición que se cocina.

Ya puede declarar Felipe Calderón que “la compra de votos es inaceptable” cuando la Fepade, controlada por sus subordinados, se hizo de la vista gorda y no movió un dedo para detener la alquimia inocultable que convirtió la candidatura presidencial más repudiada de la historia nacional en una victoria “clara, contundente e inobjetable”, según la fórmula jurásica de Jorge de la Vega Domínguez (1988). El IFE encabezado por Leonardo Valdés, por su parte, exhibió en días pasados su verdadero alineamiento al describir la inmundicia como “limpieza y legalidad”. Dispuestos a obedecer la consigna de sentar a Peña, “haiga sido como haiga sido”, en la silla presidencial, los personeros del régimen utilizan los señalamientos de fraude, en el mejor de los casos, como moneda de cambio para encarecerle el “triunfo” al mexiquense y obtener de él y de su grupo beneficios personales o grupales. “No te alcanza la legitimidad, mi rey. ¿Te acuerdas que en 2006 tú mismo me vendiste una poca?”

En tales circunstancias se aproxima la hora del tribunal electoral y, en teoría, éste tendría que fallar conforme a derecho sobre la procedencia o la anulación de la elección. Tal vez la razón jurídica sea factor único y absoluto para la toma de decisiones judiciales en la isla imaginada por Tomás Moro, pero vivimos en México, y aquí los togados suelen dar juego a otros elementos de juicio. Será el caso del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación cuando reciba, el jueves próximo, la impugnación de los comicios que presentará el Movimiento Progresista.

En primer lugar, pesarán los compromisos, intereses y amarres con el priísmo rampante que puedan tener los magistrados. Éstos sopesarán también el efecto que para su propia imagen pública habrá de tener el fallo. En tercer término tendrán que tomar en cuenta, sí, el grado de fundamentación y contundencia del alegato presentado. Finalmente, si existe una presión social considerable en términos de opinión pública y movilización, los magistrados no podrán sustraerse a ella.

De la manera en que se combinen esas cuatro variables dependerá que se logre, o no, invalidar una elección a todas luces viciada de origen por la intromisión de los medios electrónicos, por la compra y coacción de la voluntad ciudadana, por la infiltración de operadores priístas disfrazados de empleados del IFE –está documentada en video– y por los trapicheos a la antigüita con la papelería electoral.

La sociedad consciente y digna que rechaza la adulteración del veredicto popular no está, en la presente circunstancia, reducida a la impotencia, ni mucho menos. Tiene, en la construcción del recurso de impugnación y en la movilización pacífica y legal, instrumentos para incidir en la decisión más relevante que va a tomarse en la institucionalidad política en las próximas semanas.

9.7.12

Aguas con Calderón


El régimen está empeñado en consumar su intento de imponer en la presidencia a Enrique Peña Nieto por medio del fraude electoral. Uno de los efectos menos visibles de ese empeño es que ha situado a Felipe Calderón en la circunstancia más cómoda de todo su espuriato: mientras la atención pública se concentra en el conflicto poselectoral ya en curso y en sus posibles derivaciones jurídicas, institucionales y sociales, Calderón, lejos del protagonismo y de los reflectores, dispone de casi cinco meses con un margen de acción enorme, porque por primera vez desde diciembre de 2006, la atención, la presión y la vigilancia sociales no están centradas en Los Pinos, de tal forma que su ocupante puede dedicarse con relativa tranquilidad tanto a negociar en términos favorables con quien pretende sucederlo en la usurpación como a llevar al país a niveles más profundos de descomposición, corrupción, violencia y terror.

Por lo que hace a su retiro, el michoacano se sabe indispensable para el proyecto de sentar al mexiquense en la silla presidencial el próximo 1 de diciembre. A fin de cuentas, Calderón sigue siendo, aunque sea de facto, el jefe máximo de las Fuerzas Armadas y de la Policía Federal, controla el aparato administrativo y buena parte del dinero de la nación. Desde esa posición puede ostentarse ante los priístas como el encargado de entregarles la llave de Los Pinos, que no es poca cosa. En los términos de la negociación presumible en curso, su ofrecimiento de una transición ordenada podría valerle una garantía de impunidad amplia y generosa para sí y para los personajes más sórdidos de su equipo, e incluso también para los más corruptos.

Es sensato tener en cuenta que, así como Peña Nieto promueve la privatización (así sea parcial) de Pemex y el desmantelamiento de los derechos laborales como compromisos de entrada, Calderón ha venido prometiendo, como promesa de salida, la proyección transexenal de su guerra. Ahora cuenta con las condiciones ideales para dejar al país anclado a la violencia que ha caracterizado a su desgobierno; por lo pronto, aprovechando el barullo desatado por el fraude priísta, el miércoles pasado vetó la llamada Ley de Víctimas y se pasó por el arco del triunfo los compromisos adquiridos con el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad y con su dirigente más relevante, el poeta Javier Sicilia. Abrazar no empobrece.

No hay que hacerse ilusiones: Calderón detesta al país a tal grado que ha conseguido, en casi seis años, que el sentimiento sea recíproco, como puede verse con nitidez en la catástrofe electoral que su partido experimentó el pasado 1 de julio. Con o sin Peña como sucesor, el michoacano está en una buena posición para dejar a México “atado, y bien atado” –la expresión es de Francisco Franco, a quien bien podría considerarse como un precalderonista desubicado en el espacio– a la guerra civil entre cárteles que el propio Calderón propició y que ha venido administrando con gran eficacia.

Al igual que otros acomplejados que logran ocupar posiciones relevantes en el poder, Calderón quería parecerse a Napoleón. A medio camino ya se había dado cuenta que tal imitación era impracticable y quiso dotarse de trascendencia formulando propósitos semejantes a los de Luis XV: “Después de mí, el diluvio”. Pero en realidad, al igual que su gemelo espiritual, George W. Bush, terminó pareciéndose a Atila, por aquello de que en el suelo que pisa no vuelve a crecer la hierba.

Desde luego, ni el espurio saliente ni el que aspira a sucederlo tienen en mente a una sociedad cada vez más lúcida, movilizada, organizada y dueña de un enorme civismo, que en una de esas podría echarles a perder el trámite de entrega-recepción. Esa sociedad, sin dejar de involucrarse en las movilizaciones contra la imposición y sin descuidar el tránsito por los cauces legales orientados a la anulación de los comicios fraudulentos del domingo antepasado, debe vigilar a Calderón. No vaya a ser que, a guisa de despedida, y para asegurarse de que será recordado, nos dé otro disgusto.

4.7.12

Reconocimiento


A estas horas decenas de miles de ciudadanos se rompen el lomo en los cómputos distritales, necesarios para esclarecer algo del cúmulo de irregularidades, inconsistencias y manifiestas adulteraciones que exhibe la papelería electoral empleada el pasado domingo.

En estos momentos, miles de integrantes de #YoSoy132 están reunidos en la Asamblea General Interuniversitaria, que se realiza en la Facultad de Ciencias de la UNAM, para formular la posición del movimiento ante el comicio del domingo y los sucesos subsecuentes, así como para delinear el futuro de esta energía juvenil que en cincuenta días ha cambiado en forma radical el rostro de una sociedad que parecía apática y resignada a tolerar todos los desfiguros del poder. Hace ya seis semanas que los estudiantes duermen poco porque se han entregado a la tarea de emitir un mensaje claro y sólido y de asegurarse que llegue a todos los ámbitos de la patria: el poder público se burla de la ciudadanía; el dinero articula en un mismo manojo de intereses –la Presidencia, el IFE, las televisoras, las radios y los periódicos– a un grupo gobernante antidemocrático, autoritario y corrupto que reprime sin escrúpulos, manipula y engaña en forma sistemática, se adueña del dinero público e irrespeta las leyes que debería hacer cumplir; en suma, que el rey va desnudo y que su trono es un montón de mierda.

Desde hace seis años, millones de ciudadanos de todas las clases sociales, de todas las edades y de todas las regiones han sacrificado sus días de descanso y sus horas de sueño para engendrar organizaciones sociales capaces de hacer frente a la pudrición manifiesta de las instituciones. Optaron por la lucha pacífica, por la formación política, por el estudio de la historia y de las leyes enmarañadas y tramposas que constituyen el parapeto jurídico de la corrupción gobernante. Participaron en reuniones, consiguieron equipos de sonido, cargaron sillas, festejaron, se dieron ánimo unos a otros, se entregaron a las causas urgentes del país.

A partir del mes pasado, cientos de miles de personas de buena voluntad se echaron encima la responsabilidad de ser funcionarios de casilla, de mantener el orden y la civilidad en los centros de votación, de impedir irregularidades y de no dejarse comprar por los turbios dineros priístas. Asistieron a los cursos de capacitación y vivieron, el domingo, jornadas agotadoras hasta de 18 horas para cumplir con su deber ciudadano. Junto a ellas, otros cientos de miles se desempeñaron con honestidad como representantes de casilla de los partidos que postularon a la fórmula que enarbola el Nuevo Proyecto de Nación. Y al lado de unos y otros, muchos miles más participaron en la vigilancia de los comicios como observadores de diversas organizaciones.

Vé tú a saber cuántos millones de pobres y de miserables rechazaron o burlaron los intentos de cambiarles la voluntad ciudadana por una tarjeta prepagada de Soriana o de otra de esas tiendas, por un celular, por un saldo para celular, por una despensa o un paquete de cosméticos. Pocos no habrán sido, en todo caso, si se toma en cuenta la magnitud del operativo puesto en práctica por la candidatura oligárquica para darle mordida al país a cambio de que le permitiera llegar a la silla presidencial.

Y cúantos estudiantes se habrán topado, por participar en #YoSoy132, con la hostilidad de sus padres. Y cuántas señoras fresas habrán debido hacer frente al repudio burlón de su entorno social por sumarse a la causa de López Obrador. Y cuántos han dejado de tomar vacaciones, de festejar sus aniversarios, de comer y dormir bien, por servir al país sin otro mandato que el de su conciencia.

A lo largo de cuarenta y tantas jornadas, si se empieza a contar desde mediados de mayo, millones de personas en muchas ciudades del país han desafiado a los grupos de choque priístas, a las corporaciones policiales locales, al sol y a la lluvia, y han salido a las calles a expresar su indignación ante el programa de sustitución de mandos políticos elaborado y puesto en práctica por el régimen oligárquico y corrupto, con todo y su ejército de medios vendidos, de opinadores comprados y de operadores partidistas pagados con dinero público.

Y en estos días últimos, muchos individuos han superado la depresión abismal que les produjo el primer capítulo del golpe de estado institucional, la noche del domingo, y se han incorporado a las tareas de documentación del fraude, de denuncia ciudadana, de divulgación y de resistencia.

Se ha hablado, se ha escrito, se ha pintado, se ha impreso, se ha bailado, se ha grafiteado, se ha cantado, se ha tuiteado, se ha imeileado, se ha feisbuqueado, se ha mensajeado, se ha grabado, un cúmulo casi inimaginable de información y de reflexiones que sirven de contrapeso al discurso oficial y a sus poderosos medios desinformativos. Sabrá Dios en qué tenebrosa sima estaría México si no se hubiese realizado esta tarea de esclarecimiento.

Casi en todo, estos trabajos inmensos se han realizado en forma gratuita o, para usar el latinajo clásico, ad honorem, es decir, por el mero honor que implica el efectuarlo. Conmueve el hecho de que en el lado de la sociedad –Morena, #YoSoy132 y en una miríada de grupos que trabajan por el bien de los demás y del país en general– hay que juntar la lana en cerros de monedas de a diez pesos, en boteos y rifas, en los aportes modestísimos, pero cargados de significado, de gente necesitada, mientras en el otro bando, como botón de muestra, Eruivel Ávila se truena mil 800 millones de pesos del erario en al adquisición de tarjetas de Soriana para comprarle votos a su antecesor y jefe.

Gracias a todo ese esfuerzo social, la moneda de la elección presidencial sigue estando en el aire. Pero es más que una presidencia lo que está por definir: el país vive un momento crucial en el que habrá de optar por la renovación y la decencia o mantenerse uncido por los intereses oligárquicos en la indignidad y la vergüenza.

Ese conjunto de ancianos, personas maduras, jóvenes y hasta niños que se han involucrado en el rescate del país y de sus instituciones, es la riqueza de México. Gracias a él, el régimen sigue enfrentando severas dificultades para consumar la imposición en la presidencia de un analfabeto funcional, corrupto y cínico. Pero, independientemente del resultado de esta batalla particular, en estos meses la conciencia cívica del país ha avanzado lo que no avanzó en décadas. Mientras en las alturas del poder se realizan preparativos frenéticos para el remplazo de un delincuente presidencial por otro, en las calles y plazas, en las viviendas, frente a las oficinas públicas y los corporativos, en los sitios de trabajo y en los mercados, millones de mexicanas y mexicanos siguen aportando su esfuerzo, sin pago de por medio, para que la patria vuelva a ser motivo de orgullo y deje de dar vergüenza. Ellos son los hacedores de la historia.


Irrealidad




Enrique Peña Nieto fue virtualmente ungido presidente por Felipe Calderón, Leonardo Valdés Zurita y el poder de la tele, con base en estimaciones parciales de 5 o 6 por ciento de los votos. Con menos que eso, Josefina Vázquez Mota y Gabriel Quadri, rivales de utilería para Peña, salieron a proclamar sus respectivas derrotas y colorín colorado, esta telenovela se ha acabado. Ya hay presidente (desde hace seis años no lo había), el reino recupera la paz y ya: terminó la fiesta de la política, ciudadanos; váyanse a sus casas que ya los llamaremos dentro de tres años y dentro de seis, cuando sus credenciales del IFE vuelvan a ser requeridas.

O sea que la realidad es el bombardeo de caras bonitas en la pantalla, el listado de claves de elector, los fajos de billetes, los millones de bots en las redes sociales y los golpeadores de camisa roja que aparecen cuando no queda más remedio para sosegar a la prole.

En cambio, el hartazgo popular contra el PRIAN, la memoria histórica, la empeñosa construcción de organizaciones ciudadanas, el fervor cívico que se ha vivido en tiempos recientes y, por supuesto, el movimiento #YoSoy132, son parte del reino de la fantasía. De la ficción, corregiría Salinas.

Los ámbitos del poder ganaron, por lo pronto, la carrera de las prisas. Si a las disidencias del régimen les urgía salir a festejar un triunfo en las plazas de la República, a la oligarquía político-mediática le urgía más cerrar el capítulo. Y lo hizo a trompicones. Mostró el cobre. Puso a Calderón en el papel de fuente de la que dimana la soberanía –sí, a Calderón, el ahora foco de contagio de ilegitimidades–, junto con Valdés Zurita y los consejos de administración (más conocedores de política que las redacciones) de las fábricas mediáticas de candidatos hechizos y presidentes piratas.

Las oposiciones –las sociales y las políticas– tienen la alternativa de deprimirse durante seis años o de hacer acopio de documentación, calculadoras, memorias de celular y cuentas de redes sociales, de abogados y de expertos estadísticos, a fin de estar en condiciones de resignarse a la derrota o de impugnar en forma contundente un proceso electoral al que de cualquier forma se le asoman los gusanos. Desde tiempos de Salinas las dirigencias de Acción Nacional decidieron cambiarse de la brega de eternidad por la brega de indignidad, y volverse priístas. No hay que pensar en cosas tan aburridas como la eternidad, ni tan autodestructivas como la otra –miren nada más cómo le fue al panismo en las urnas, y sin necesidad de que nadie hiciera fraude en su contra–, pero las izquierdas partidistas y sociales sabían que su lucha no era, en última instancia, por la Presidencia, aunque haga escala en ella. Una vez que se tengan, mañana, los resultados definitivos –y, sería de esperar, una lista consolidada de agravios electorales impugnables–, se verá que hacer. Ayer y hoy, aunque muchos tengan prisa, era demasiado pronto.

Alguien aquí está jugando un juego peligroso. Alguien está trepado en una pompa de jabón que más se debilita mientras más se infla. Puede ser que la primavera mexicana haya sido una ilusión, pero es posible también que en el momento menos pensado Peña Nieto y sus pajes asciendan hasta la cúspide de la pirámide social –no se engañen: la Presidencia sólo es eso para las mentalidades forjadas en la tele y las revistas del corazón– sólo para descubrir, de golpe, que bajo sus pies no hay sociedad ninguna.

2.7.12

Desconexión


La gran familia contrarrevolucionaria está feliz. Desde Fox y Calderón hasta los tránsfugas de la izquierda corrupta, pasando por los verdaderos pilares de la comunidad –Salinas y Elba Esther, por ejemplo– todos desbordan optimismo por el gran futuro que le espera a su México: seis años de autoritarismo consolidado, saqueo de recursos naturales –desde la capa de ozono hasta el núcelo terrestre, podría ser– y “reformas estructurales” de esas que hacían intercambiar sonrisitas cómplices a Josefina, a Peña y al niño de Elba Esther.
         
Normalmente, en entornos democráticos, cuando un viejo partido vuelve al poder después de 12 años de ausencia, su militancia se desborda por las calles para desaguar la euforia. En Mëxico, la que se desbordó fue la oposición en todos sus grados y variedades, y ocho horas antes de la apertura de las casillas el Zócalo capitalino se iluminaba con el entusiasmo de #YoSoy132, dispuesto a despejar las tinieblas de esta monstruosidad binomial que ahora sí parece la dictadura perfecta.. Tres días antes de eso, el primer cuadro se llenó de las masas agraviadas que conforman el músculo social del lopezobradorismo y que en esta ocasión vieron redoblada la ofensa: tras 24 años de quitarles derechos, beneficios, conquistas, poder adquisitivo, certeza, educación, salud y país en general, la oligaerquía se aprestaba a expropiarles la dignidad.

Los vencedores, en cambio, se encerraron en una celebración particular y bajo estipendio –hasta para la fiesta hay que acarrear y comprar a la gente– en el cascarón jurásico de Insurgentes Norte.  La verdadera concentración de masas de seguro tuvo lugar en una sala de conjuntas del corporativo de Televisa. El espacio real de la celebración fue el conjunto de emisiones televisivas –ahora no transmitieron futbol: le dieron cadena nacional virtual a un señor que ni a presidente electo llega– y de portadas de diarios en las que la dentadura de Peña Nieto ocupó el espacio central.

Ahí tienen el grado real de la desconexión  entre el México formal y el México real. Mientras Peña gesticula como un junior al que acaban de regalarle un Audi3, la distancia entre formalidad y realidad se incrementa en forma acelerada. Puede ocurrir que esos dos términos un día se separen para siempre y que no vuelvan a encontrarse nunca, o bien que el elástico que los une se tense tanto que se contraiga de golpe y se produzca una colisión; esas, por lo general, suelen ser violentas.

Vamos a ver. En lo inmediato, un factor de realidad necesario –habría que decir indispensable, pero por lo visto no lo es, al menos no para el régimen oligárquico– es el resultado electoral, que no estará listo sino hasta pasado mañana. Echémosle un ojo a esa formalidad, contrastémosla con las escenas de realidad pestilente que vimos el día de la elección, exijamos que se supriman sus partes másimpresentables, y luego hablamos.