31.1.10

Veinte años

A mi hijo

Muchachos, torres, álamos rectamente creciendo,
cuajando reciamente, modelándose firmes;
rompiendo las cortezas, desclavando ventanas.
Muchachos, hijos míos, a vuestros veinte años,
yo vieja, yo cansada, yo madre, me dirijo.

Al fin, tengo que hablaros, muchachos, hijos todos
nacidos de mi entraña,
nacidos en el fuego y en la sangre y la pólvora
una noche sin sueño cuando mi hijo nacía.
Nacía con vosotros,
lloraba con vosotros un profético llanto
sobre una tierra triste ya cebada de lágrimas;
lloraba con vosotros un profético llanto
sobre una tierra triste ya cebada de lágrimas;
caía con vosotros en medio de la herida
de España, en los escombros de sus bellas ciudades,
para dormir un sueño de metralla sin pájaros
en una frágil cuna que cercaban las hienas.

Hoy he de hablaros, hijos, porque tenéis veinte años,
la frente ya muy lejos del suelo, el pulso ardiente,
los ojos y los sueños poblados de muchachas,
y las mejillas ásperas y los pies decididos.
(Yo sola sé, no importa, que aún queda una blandura,
un dulce olor de madre que os ciñe la garganta.
Pero qué bellas manos, tan de hombre ya, tan hechas,
tan ávidas, tan duras. Y tan nuevas y limpias.)
No puedo esperar más. Porque ya es hora
de que sepáis. Y yo voy a morirme,
voy a morirme cualquier día.
De aquello (y de callarlo) y de esto (y de decirlo)
y de mi corazón atragantado
a fuerza de penosas digestiones,
tableteas de aspirina y cocacola,
aire acondicionado por las calles,
hambre en la tierra y Dios en las alturas.

Podéis creer que lo he pensado mucho,
que lo he llorado mucho antes de hablaros.
Han sido largos años de morderse
los puños y la lengua, mucho tiempo
de comulgar con ruedas de molino,
de comulgar con ruedas de poesía
a diario y a sabiendas. Tantas penas,
tantas jornadas fueron necesarias
acumulando sangre gota a gota,
para lograr exacta la medida
de un hombre y ver colmada su estatura.
Ya estáis aquí. Mirándoos, amanece
sobre las aguas del dolor antiguo.

No, no os diré de aquello (la ignominia,
la destrucción, la muerte), cuando observo
el puro resplandor de vuestras manos.
No, no os diré del odio y la venganza.
De cada niño muerto aquella noche
no renació ningún fusil con ojos.
Salieron vuestras manos, esas manos
con uñas y con palmas tan viriles.
Ponedlas a la obra. Alegremente.
Tomad en ellas pronto la herramienta,
que es mucha la labor y es vuestra hora.
Las manos de los jóvenes del mundo
están alzando a pulso las montañas.
Uníos. Trabajad hombro con hombro.
Mirad hacia adelante, Haced camino.
Las sendas enlodadas ya no sirven.
Dejad que las podridas estructuras
se caigan sobre el débil y el cobarde.
Muera el chacal, la zorra, el cuervo, el buitre,
si os salen al encuentro y os detienen.
Arrinconad banderas desteñidas,
los libros de la Historia apolillados,
las bellas etiquetas de colores
de tantos analgésicos. Quitaos
el plomo que os cayó sobre las cejas.

Dejadlo todo atrás. Para nosotros
quedó la infamia, el látigo, el grillete.
Nosotros ya secamos nuestras venas,
quemamos nuestros pies y nuestras manos
y hay demasiada hiel en nuestras bocas.

Vosotros, no. Vosotros, adelante.
Tenéis la mano a punto y la esperanza.
Inaugurad el tiempo de la viña,
del pan y de la miel y la paloma.
Pronto: sumad esfuerzos al esfuerzo,
vida a la vida. Fecundad la tierra,
andad el mar, volad sobre la nube.
Pasad sobre las ruinas. Olvidadnos
si, muertos, enterramos nuestros muertos.
Se sanos, libres, justos y tenaces.
Labrad, edificad, haced España.
España en paz y en gracia de trabajo.
España a hechura y semejanza vuestra,
nacida limpia, madurada al viento,
muchachos, hijos míos, ya tan hombres,
los que cumplís veinte años este día.


Ángela Figuera Aymerich
(Belleza Cruel, 1958)

30.1.10

El diálogo nacional

Reproduzco completa esta crónica, píldora para disipar el pesimismo:


Mineko Kia Sakurazukamori

Y allá iba Mineko, muy temprano este sábado por la mañana (una fría mañana, por cierto) para estar presente en el Encuentro Nacional de las Casas del Movimiento. Iba con toda la intención de recoger impresiones de dicho evento, pero ¡oh, decepción!: una vez más los canales de comunicación fallaron y en qué forma. Agradezco que ya llevo rato en esto y que soy lo suficientemente terca como para no desencantarme tan fácilmente, sin embargo, imagino la impresión que pueden tener otros con este tipo de errores y omisiones que no deberían suceder (y digo 'deberían' porque aún así suceden y siguen sucediendo, así que todavía los dejo en calidad de ideales, no de realidades).

Pues bien, como no fui la única confundida, a dos que tres que también se fueron con el error llegaron a la sede del Sindicato de Tranviarios y después que hube confirmado que siempre no era ahí, sino que la reunión era en el Sindicato del SME, los mandé al lugar correspondiente. Yo mejor me quedé, pues para mi suerte (ni tan mala) en el Sindicato de Tranviarios se celebró un encuentro del Diálogo Nacional Por un Proyecto Alternativo de Nación al Neoliberalismo, mismo que se ha llevado a cabo de manera regular desde el 2004.

Siguiendo el sabio consejo de 'al mal tiempo buena cara' y aprovechando que nunca había estado en un encuentro como éste, básicamente recogí impresiones que no veo muy diferentes a lo que he venido escuchando en las asambleas del SME, tampoco hay mucha diferencia a la esencia de lo que ha venido reiterando Andrés Manuel López Obrador desde que le robaron la presidencia constitucional, pero sí es cierto que los últimos eventos (muy específicamente el rastrero bofetón propinado al SME) están forzando a que este tipo de reuniones vayan cohesionando y convergiendo de manera casi urgente. Los neoliberales se están acabando el país.

Es curioso (y no me desagrada) como poco a poco todos nos vamos uniendo. Incluso en las diferentes publicaciones que fueron repartidas en el evento, todas ya comienzan a plantear puntos que poca diferencia muestran entre sí: desde el periódico del Partido Comunista hasta Águila Juarista (pasquín de la CND)y Regeneración (diario del Gobierno Legítimo de México), sin pasar por alto a La Jornada como el único diario de amplia difusión que ha caminado a la par de neustras demandas, el llamado es el mismo: establecer pautas para un proyecto alternativo de nación, llamado de atención por un campo abandonado, por la libertad sindical criminalizada y derechos laborales pisoteados, exigencia de justicia social y hacer incapié en que no hay nada siginificativo qué celebrar en este bicentenario.

Respecto al bicentenario hago un paréntesis, pues en este mismo encuentro se hizo una severa crítica a Marcelo Ebrard por coquetear con la derecha de manera obvia. Sin irnos más lejos, en noviembre pasado hice una crítica a su persona por haber cancelado los últimos eventos para el montaje de las ofrendas tradicionales de los días de muertos arguyendo que no había presupuesto, pero eso sí: pocas semanas después el Zócalo se vio invadido de un espectáculo lamentable de extranjerización con el montaje de una pista de hielo. Ayer simplemente, cuando arribé al Zócalo Capitalino después de la caminata de la Mega Marcha, vi una vez más la plaza central enteramente bardeada e inaccesible, tan inaccesible que el templete tuvo que ser montado a orillas de la Plaza Mayor, mientras en el centro y rodeando el asta-bandera se levantan enormes columnas metálicas. No tengo ni idea de que mandó montar Ebrard en esta ocasión, pero estoy casi segura que tiene que ver con la faramalla de festejos del bicentenario, que seguramente, por supuesto, se van a acomodar a los deseos (y despilfarros millonarios) del pseudo-gobierno federal. ¿A qué juega Marcelo Ebrard? Nos podemos dar una idea regresándonos en el tiempo y ubicarnos en su aparición televisiva haciendo galletitas. No sea pues que vayamos a tener para el 2012 una carrera presidencial entre dos divos y sus respectivas divas, pero si el metrosexual del Estado de México cuenta con el apoyo de las televisoras (y aún así está en veremos, pues no se nos olvida que es un represor-asesino), Marcelo Ebrard que ni se haga ilusiones, pues tiene delante de él a quien incluso le debe dar las gracias por ocupar el cargo de Jefe de Gobierno y a quien nada más bastantes cientos de miles esperamos que se pronuncie al respecto.

También se hizo incapié en el llamado para estar presentes en el Congreso Social del Nuevo Constituyente para los próximos 5, 6 y 7 de febrero. Dichos eventos no creo que sean tan diferentes a lo que he estado presenciando en últimos meses, pero cobran una relevancia especial porque estamos entrando en fechas históricas, en donde yo veo que se están valorando de manera imparcial los logros de las luchas de la Independencia y la Revolución (pues hay cosas buenas), pero también se está enfatizando en las muchas demandas que siguen vigentes desde aquellos tiempos y que no han sido subsanadas. Por supuesto, todavía pareciera que los movimientos se mueven por su lado, pero es algo que también va desapareciendo. Para mí es un gran paso que en asambleas como ésta, en donde se recapitula qué se ha hecho, en qué se ha avanzado y en qué no, sean mencionados y reconocidos como referentes importantes movimientos como el Obradorista (por la defensa del petróleo[brigadas] y por la defensa de la soberanía popular) y el SMEíta. Así mismo, cada vez escucho a más agrupaciones diversas refiriéndose a FeCal como ilegítimo, lo cual viene a reforzar que, efectivamente, en 2006 vivimos un cruento fraude electoral, mismo que ha devenido en un serial de medidas económicas que laceran bolsillos, medidas laborales que laceran nuestro trabajo, medidas educativas que laceran su calidad, medidas agrarias que laceran al campesino, entre tantas más.

Es un hecho que no podemos esperar gran cosa de la burguesía, es como esperar que los medios de comunicación, la mayoría monopolizados, de repente hablaran con imparcialidad, así que el llamado es hacia la organización de todos los conglomerados. Bien dicen por ahí: 'solo el pueblo puede salvar al pueblo' y creo que eso lo estamos palpando. Antaño solo eran Colectivos y Círculos de Estudio, o eventos globales como las convocatorias hechas por AMLO para asambleas iomportantes las que nos congregaban como mayoría ciudadana; hoy creo que no nada más se depende de ello... y eso es bueno, pues tampoco se puede estar esperando a que sea una sola persona la que se pronuncie, la que haga acto de presencia, la que nos inste. Así tampoco se cambia a un país. El compromiso es de todos, cada uno dentro de nuestro papel, dentro de nuestro espacio, teniendo también iniciativa, generando ideas e informando, pues estamos aprendiendo a politizarnos. Creo que esto radica esta nueva revolución de las conciencias: a generar el cambio concientes y politizados, es el único camino que tenemos para que de aquí a 100 años nuevas generaciones disfruten de una nación libre y justa y no que estén librando una batalla para conformar una V República.

*****

* El colofón: Es en serio, o dentro del Gobierno Legítimo y todas sus vertientes con todos sus personajes mejoran sus canales de comunicación, se dejan de protagonismos idiotas (aquí nadie somos divas) y toman más en serio el compromiso que asumieron, o en algún momento dado pueden ser rebasados por otros mucho más comprometidos de corazón (ciudadanos y movimientos por igual). Hablar de transformar al país es algo serio, no es un juego, ni es una competencia de popularidad, mucho menos una plataforma para politiquillos advenedizos. Abracen de verdad los ideales LópezObradoristas que dicen defender y sean ejemplo de ello. Prediquen con ese ejemplo, no con pura pose y esto lo digo con toda la libertad y autoridad que tengo como una ciudadana libre, que despertó su parte política gracias a AMLO y que ha dado su mejor esfuerzo en tiempo y hasta dinero con toda la buena voluntad.

Decálogo del anarquista




1. Tu patria es el mundo entero. Sus habitantes no serán ni amos ni esclavos. Sé tu mismo.

2. Las tierras, fábricas, minas, etc, serán de quienes las trabajan.

3. No votarás ni reconocerás las elecciones políiticas de ninguna clase, ni tendrán más dios que tu conciencia.

4. No admitirás gobierno alguno ni serás gobernador de nadie; no lo acatarás, ni a ellos ni a sus reyes.

5. Ni reconocerás el militarismo, ni serás soldado, ni respetarás al que lo sea.

6. No pagarás rentas, tributos, ni contribuciones de ninguna especie principalmente aquellas erigidas por el Gobierno o por la fuerza.

7. No aceptarás ley, código, ni mandamiento alguno, solamente el dictado de tu corazón.

8. Trabajarás libre la tierra; no la compartirás, alquilarás, ni recibirás pago bajo ninguna condición.

9. Distrribuirás la circulación de dinero practicando el libre cambio de productos y de actividades.

10.Todas las armas deben estar en manos de los campesinos y obreros para defender su causa, y las aniquilarán cuando hayan alcanzado su emancipación completa.

__________

Fuente: Sembrando Ideas, Organo del Gran Sindicato Obrero de Santa Rosalía, adherido a la CGT (AIT): Registrado como Art. de 2da. clase en la oficina de correos ical, con fecha 29 de abril de 1929. Director: José F. Gracia. Año 1, Santa Rosalía, Baja California, septiembre 8 de 1929.

(Y gracias a Gabriela Vera por el envío)

29.1.10

Versos para el racista


El Chunko, de sesera más bien poca,
el cuerpo ha de tener muy alterado
pues piensa con el culo, el diputado,
siente con nada y caga por la boca.

Un descuento lo irrita y lo provoca
al escarnio del muerto y del hambreado;
truena contra el Haití terremoteado
y la decencia y el pudor trastoca.

¿Será miembro del PAN este racista,
que al micrófono dice lo que piensa?
pues, no, fíjese usted: es perredista.

Legislador, guardián de tu despensa,
para colmo de males, “periodista”,
Ariel Gómez León: nos das vergüenza.

Sobre los gringos decentes

Bajo la entrada “La decencia sí existe”, Roque Nuevo escribió este comentario:
“Que dices que la decencia sí existe en los EEUU lo tomo como un halago de tu parte. Me gustaría debatir las declaraciones del Mike Prysner alguna vez, cuando quieras, pero no voy a abusar de tu paciencia. Sólo te agradezco el halago y el video, que no conocía.”
El enorme Howard Zinn, un gringo decente y maravilloso, se murió este miércoles. Vaya esta respuesta como pequeño homenaje al fallecido.

Roque Nuevo: tengo la arraigada convicción de que todo país está lleno de gente decente, y eso vale también, por supuesto, para Estados Unidos, independientemente de que se trate de un Estado terrorista y depredador (el que ha lanzado más bombas contra civiles durante el siglo XX, por ejemplo).

Se me vienen a la mente estadunidenses destacadísimos a quienes he tenido el privilegio de conocer, como el psicoanalista John Kafka, el abogado Mark Reardon, el lingüista Noam Chomsky, la artista Bertha Jottar, el politólogo Arthur Lipow, el periodista Danny Schechter, la entrañable luchadora social Mae Brooks, ya fallecida... y evoco, también, a muchos otros ciudadanos estadunidenses anónimos pero queridos con quienes mantengo relaciones de amistad, y que se guían por principios de justicia, equidad, honradez, solidaridad... en fin: por la decencia.

Por lo demás, la columna Navegaciones y este blog están repletos de homenajes, implícitos y explícitos, a un montón de gringos maravillosos,de Whitman y Thoreau en adelante.

Gracias, por último, por darme el pretexto para este breve apunte.

28.1.10

Herejía del día

“Mientras El JJ estaba en el baño, el delantero del América llegó, pero, como no acostumbra orinar en los mingitorios, quiso usar el otro excusado. El empleado le pidió que esperara mientras lo limpiaba. Cuando Cabañas pasó, El JJ ya había salido del baño y estaba frente al espejo de los lavabos. En ese momento, según el afanador, presente todo el tiempo, "El JJ" abrió la puerta del baño donde estaba el futbolista.—¿Qué pasó, Cabañas? —le dijo, sin obtener respuesta, e insistió:

—Cabañas, ¿qué onda con los goles para que el América sea campeón?

Molesto, el futbolista volteó y le respondió:

—¿Y tú quién eres?

La respuesta del presunto agresor fue: “El hijo de la chingada que te va a romper tu madre”.

Luego sacó una pistola negra tipo escuadra que llevaba en la parte delantera de la cintura y le apuntó a Cabañas a la altura de la frente. Según la declaración, el escolta de El JJ se percató de lo que pasaba y entró al baño. El afanador afirmó que, en ese instante, tocó un botón de alarma para alertar al personal de seguridad.

Cabañas increpó al agresor:

—Tírale, tírale si tienes muchos huevos.

El JJ disparó, y el futbolista cayó herido en la cabeza.”



El último suspiro
del Conquistador / XXI


Andrés desembarcó en Orly en un estado de liquidación física, moral y afectiva. Desde que conoció a Jacinta, había pasado tres semanas casi sin dormir, comiendo en forma desordenada y sujeto a intensas y frecuentes descargas de adrenalina. La aventura con aquella mujer, y las aventuras de ésta con su frasco, lo habían llevado a un grado de exasperación nunca antes experimentado y había intentado remediar el arrebato del viaje a México con otro, no menos alarmante para sus propias normas: el de una desesperada vuelta a París. Con ello, ahora se daba cuenta, había causado un dolor enorme a la única mujer que le había hecho sentir, en muchos años, verdadera pasión amorosa y por ello, además de extenuado, se sentía culpable.

Para colmo, regresaba a la capital francesa completamente desubicado y sin un lugar preciso a donde ir. “Debería ser como Jacinta —pensó— y seguir mi primer impulso”. Éste llegó sin demora: visitar a su amigo Evaristo Terré, un viejo colombiano medio loco que había abandonado hacía mucho tiempo una brillante trayectoria en el campo de la química para dedicarse a la poesía. Al parecer, Terré había sido alumno aventajado del legendario Hermann Staudinger, —Premio Nobel de Química a mediados del siglo pasado— y había realizado aportes propios en el tema de los enlaces covalentes y de los pesos pesados moleculares. Terré llevaba una vida bohemia absolutamente desfasada, cuya sede se encontraba en un apartamento deprimente por el rumbo de la Goutte d’Or. Hacia allá se dirigió Andrés, y tres horas más tarde disfrutaba de la hospitalidad maloliente del viejo colombiano y le narraba su desatinada aventura amorosa con Jacinta.

* * *

Al perito médico forense Edmundo Sánchez Lora y a sus dos compañeros, Pérez y Manrique, les tomó media hora levantar los fragmentos de la enorme veleta de hierro que había representado a San Miguel Arcángel y que descansaban sobre otros fragmentos, los de Iván, homicida de don Rufina. Los especialistas no tenían la menor idea de la forma que había tenido la estatua cuando ésta desafiaba al tiempo sobre el campanario de la capilla del Hospital de Jesús; ignoraban la identidad del difunto atrapado debajo de ella y estaban nerviosos por la presión de los policías federales, quienes les exigían que les fuera entregado el cuerpo, “esté como esté” y al margen de procedimientos legales, forenses y criminalísticos.

“Éstos me recuerdan el famoso ‘haiga sido como haiga sido’, pensó Sánchez Lora, con la digestión soliviantada por la prepotencia de los uniformados y por la masa informe que estaba obligado a recopilar de entre los hierros rotos y torcidos. Los pedazos grandes de la escultura debían pesar 80 kilos cada uno y hacían sudar a los forenses, a quienes no les quedaba más remedio que ir acomodando en una bolsa negra con cierre de cremallera, en total desorden y sin ningún escrúpulo técnico, los fragmentos de carne, hueso, órganos y pulpa diversa que podían recuperar. “Aguayón, cuete, falda, espaldilla, chamorro” se burlaba, a unos metros de ellos, el que parecía el jefe de los policías. Cuando éste consideró que la bolsa tenía el contenido suficiente, hizo una señal de alto a los forenses:

—¡Ái bueno, así está bien! --les dijo a los estupefactos y exhaustos peritos—. Con eso que nos llevemos. Échenlo a la palangana de la unidad.

Sánchez Lora miró a sus dos compañeros, cerró la bolsa y les hizo señas de que la ayudaran a cargarla a mano limpia: no tenía sentido que sacaran de su propio vehículo la camilla plegable para desplazar unos metros aquel paquete gelatinoso. Hicieron lo que se les pedía y la pick up de doble cabina de la Policía Federal partió con las luces de emergencia encendidas y la sirena abierta. Todavía quedaba algo así como un 25 por ciento de cuerpo humano en el sitio. Sánchez Lora, con un gesto de asco y de disgusto, guardó la décima parte de aquel remanente en una bolsa pequeña y, ante el desconcierto de sus compañeros, les dijo con acritud:

—Por si algún día piden exámenes de ADN. Ahora vámonos, y que los del servicio de limpia levanten lo que queda. ¡Esta chamba me tiene hasta la madre!


* * *

El almero Tomás sintió temor al verse descubierto por aquel negro pequeño, enjuto y viejísimo, que parecía haber brotado de la nada. El mozo de la carreta cortó el hielo al invitar a Tomás a que bajara de la carreta. “Aquí su merced puedes comer comida y agua”, le dijo, con una sonrisa que en algo disipó las inquietudes del maya. Éste se apeó y sintió la mirada, a un tiempo cómplice, benévola y burlona, del que se decía El Negre.

—Viste varón, aquí no esconde semblante. Deje prendas mujer, deje cuitas; El Negre está hermano –dijo el personaje, con una voz profunda que acrecentó en Tomás un sentimiento de identificación mucho más fuerte que su agujerada comprensión del castellano quebrado de su interlocutor.

Lentamente, el almero se fue quitando capas de disfraz y las fue acomodando cuidadosamente sobre la carreta. Se despojó del sombrero y del almaizar de seda, del asfixiante tobardo, del jubón, de la camisa de pasamanería superpuesta y mangas abullonadas, de las calzas de paño fino, de las faldetas y de la vasquiña, debajo de la cual vestía un calzón de manta muy semejante al de su inesperado anfitrión. Éste y su sobrino, el mozo de cocheras, rieron con aprobación al observarlo dueño de su identidad real y luego estallaron en carcajadas cuando vieron que el pequeño maya había olvidado quitarse los alcorques pardos que llevaba en los pies y que le daban un aire ridículo. Tomás se miró las extremidades inferiores, se dejó contagiar por las risas, se descalzó, y en ese momento llegó a él una vieja sensación de libertad que había olvidado desde los tiempos en los que cambió el paño de cadera por el calzón de manta: durante los 23 años en los que permaneció discretamente al lado del Marqués del Valle de Oaxaca, el almero había debido llevar la vestimenta completa de criado. Y en ese pequeño descampado próximo a la ciudad de Santo Domingo, la desnudez del torso lo devolvió de golpe a sus orígenes. Con el espíritu asentado en ellos, recuperó la entereza y le resultó fácil la relación con sus nuevos conocidos, quienes, sin esperar a que Tomás terminara de quitarse el calzado de mujer, El Negre y su sobrino echaron a andar hacia el espesor del follaje y le hicieron gestos para que los siguiera.

* * *

Jacinta oyó un tono de ocupado cuando Andrés cerró la comunicación. Se sintió tan vacía como cuando subió a la bodega de la casa de sus papás y no encontró el frasco. Ahora tenía el recipiente, pero se había quedado sin Andrés. Más que despechada y triste, se sintió furiosa como una pantera a la que le dan de comer chile. Con resolución, tomó el recipiente del suelo, buscó un taxi y se fue a casa de su mamá. Desempacó su computadora, la instaló, comprobó con satisfacción que seguía intacta la instalación de banda ancha inalámbrica que ella había mandado a poner antes de irse a estudiar la maestría (“si serán brutos mis papás”, se dijo, “han estado pagando esto todos estos meses”) y se metió a Facebook. Cambió el estatuto de su situación sentimental de “es complicado” a “está soltera”, escribió una frase rápida y ofensiva en el muro de Andrés y hurgó entre los mensajes que se sedimentaban en su propia bandeja de entrada. Uno de ellos llamó su atención. Lo abrió y antes de terminar la lectura del texto, los ojos se le llenaron de lágrimas y no pudo contener unos gritos inarticulados de alegría salvaje. El mensaje decía así:


(Continuará)

26.1.10

Apagones: sabotaje oficial


Plática de Pedro Miguel en el Círculo de Estudios "Jaime Sabines"
Hora: miércoles, 27 de enero de 2010 19:00
Lugar: Casa de la Cultura Jaime Sabines, Av. Revolución 1747, San Ángel

Dicen Andrés Manuel
y Arnaldo Córdova...

Reglas para el pillaje


La propiedad privada es parte del orden universal y eterno de las cosas. Incluso desde antes de que éstas existieran, el Caos original podía considerarse propiedad de Dios, Quien fue El que, en ejercicio de Sus legítimos derechos de posesión, le dio forma y fondo y creó la noche y el día, los océanos y las tierras emergentes y las criaturas que pueblan unos y otras. En tiempos posteriores, un dinosaurio era feliz poseedor de sus propias escamas, de sus huevos y de un territorio definido en el cual cazar o pacer. Verdad es que las bestias primitivas, carentes de intelecto y de razón, no asimilaban el concepto muy bien que digamos y que ello daba lugar a frecuentes pugnas por el territorio, por la comida o por la hembra. Pero los seres humanos, reyes de la Creación, están llamados a comportarse de otra manera y a reconocer en la propiedad el principio que ordena y armoniza la vida civilizada. Así ha sido siempre, así es y así debe seguir siendo.

Si de dirimir conflictos se trata, para eso existe un Legislativo capaz de distribuir los bienes que permanecen en el desorden de lo público entre algunas decenas de bolsillos sabios que podrán hallarles mejor provecho, o rescatar a las mujeres de su propia cortedad mental y situarlas bajo la tutela de jueces, curas, padres o maridos que les digan lo que pueden hacer, y lo que no, con sus cuerpos; para eso hay decretos presidenciales que convierten —ya lo verán—ineficientes entidades de la nación en empresas privadas competitivas, transparentes y, sobre todo, prósperas; para eso hay una Suprema Corte que legaliza la usura, así como poderes nacionales y supranacionales y mecanismos de transparencia que estipulan quién debe ganar cuánto, qué países pueden explotar los recursos de otras naciones, quiénes tienen legitimo derecho a saquear oficinas y presupuestos: ¿qué tal el del Instituto Mexicano de la Juventud (Imjuve), puesto por el Altísimo a disposición de la parentela presidencial para que ésta progrese, ensanche su hacienda y se haga con los medios necesarios para su felicidad? Quienes critican esa muestra de normalidad democrática incurren en el pecado de la envidia, porque carecen de los pequeños lujos que esa honorable familia ha sabido ganarse a fuerza de astucia, o bien en el de la soberbia, porque quiénes son ellos (es decir, los críticos) para juzgar vidas ajenas.

En este mundo, el principio de la propiedad privada ha de primar en toda circunstancia, incluso en situaciones de catástrofe o de hambruna. Quienes, por alguna razón, se vean privados de alimentos, habrán de abstenerse de aprovechar víveres que les son ajenos, aunque éstos se encuentren abandonados; el deber moral del hambriento consiste en vigilar la integridad de la propiedad privada. Así, en el infortunado Haití, los víveres en las ruinas de una tienda son del tendero, aunque éste haya muerto y se encuentre sepultado entre escombros, en tanto que en México los yacimientos mineros y los campos petrolíferos pertenecen a Repsol, Iberdrola y otras empresas extranjeras, y las mujeres y sus cuerpos son propiedad de los arzobispos y de sus aliados legislativos. Así ha sido, así es y así será.

Escuché por ahí que en estos días se regalan niños haitianos y he pensado en optar por la propiedad de uno de ellos. Me interesa especialmente el linchado, ese puberto que apareció en la primera plana de La Jornada del viernes 22, lloriqueante, con la cabeza quebrada y llena de sangre, y un hilo de baba colgando de sus labios reventados. Parece ser que, en medio de la tragedia, ese mozalbete, en vez de resignarse y acatar los designios del Creador, pretendió saciar el apetito con mercancías ajenas. Lo dejaron hecho un Cristo. Supongo que habrá escarmentado y que habrá aprendido el principio sacrosanto de la propiedad, y de ahí mi interés particular: el jovencito ya está listo para la vida en el mundo civilizado y para acatar (eso es lo importante) las normas de la decencia: el pillaje (como la evasión fiscal) es derecho exclusivo de unas cuantas empresas y familias de bien, no prerrogativa de un muerto de hambre cualquiera, y para practicarlo existen formas y maneras: robar, sí, pero robarse la presidencia; imponer, sí, pero mediante decretos; saquear, sea, pero por medio de contratos; hincharse con dineros públicos, okey, pero a través de una tabla de remuneraciones. Así ha sido siempre. Así es. Así debe seguir siendo.

24.1.10

Intrigante

Yuri Valecillo me mandó por correo regular un regalo precioso: la Nueva antología de Víctor Valera Mora, poeta venezolano al que yo (ni modo: la burrez) desconocía. Abrí el volumen al azar y lo que leí de inmediato me produjo resonancias, porque resultó ser una suerte de respuesta exuberante y tropical a otro poema, de acentos austeros y sintéticos, que me fue enviado a principios de mes por otra persona. Qué diálogo intrigante. Es como si mis correos (el virtual y el físico) fueran un punto de encuentro entre dos personajes a los que no conozco, y a quienes mi presencia los tiene sin cuidado. ¿Será un mensaje? ¿Qué querrá decir?


RELACIÓN PARA UN AMOR
LLAMADO AMANECER
En la galaxia espiral de Andrómeda existe
un florido planeta donde los ríos no ahogan el mar
donde fuego y hielo queman las contradicciones
Donde no hay necesidad de regreso
Donde 0 x 0 es más que el infinito
Donde los puntos cardinales son más de cien millones
Norte y Lía Sur y Símbalo Espliego y Araceli
Miguel y Adriana Orfeo y Atabal Cedro y Valkiria
Misterio y prodigioso Neón y Asfalto Rosa Ercilia y Dionisius
Antonio y Elena mis pobres padres mis pobres Virreyes de Indias
Mi viaje a Eruopa Este y Adelfa Oeste y Clavicordio
Donde todos viven en éxtasis
Donde nada ni nadie es vil
Donde el sol es anillo y ritual de bodas
donde somos ráfagas de luz y nos desplazamos en silbos
Un planeta limpio y pulido

Donde los enamorados viven en palacios flotantes
Donde Dios tiene un puesto de revistas Mal atendido y mata el
/tiempo

hablando del pasado con Buda y Mahoma y el Vendedor de
/verduras

de la esquina y la gente ya los conoce y la gente cuando pasa dice
“esos cuatro vagos son panita burda”
Donde el hijo de Dios y los ángeles del desenfado
beben el aire de las avenidas sobre sus motos trepidantes
Donde no hay academias militares ni policías ni cárceles ni
/monedas

Donde somos sabios Donde somos buenos
Donde los últimos insidiosos
escaparon por un túnel y cayeron al vacío
Astro paradisíaco amado y defendido
por francotiradores y poetas
Donde la muerte está de capa caída
Donde los hombres son gentiles
Donde las mujeres son ramos de jacintos
de labios y de ojos cambiantes de colores
Un astro moderato cantabile
Donde la noche es vino y alegría hasta el amanecer
Su capital es una ciudad resplandeciente llamada Estefanía
Donde tú tienes señorío Donde eres reina
Ese planeta es mi corazón errante

23.1.10

Club de fans

El esplendor de la estrella


Me desconcierta que sigan pululando los clubs de fans de Marylin Monroe y que persista el culto a una imagen glamorosa, cachonda, simpática, gozosa... y falsa: todo aquello fue una pura escenografía construida sobre un intenso y permanente sufrimiento humano. En algo se parece ese mercado, pienso entonces, al de la pornografía infantil: fotos y videos de placer en los que no aparecen las pequeñas tragedias personales que les dieron carne.

Señor
recibe a esta muchacha conocida en toda la Tierra con el nombre de Marilyn Monroe,
aunque ése no era su verdadero nombre
(pero Tú conoces su verdadero nombre, el de la huerfanita violada a los 9 años
y la empleadita de tienda que a los 16 se había querido matar)
y que ahora se presenta ante Ti sin ningún maquillaje
sin su Agente de Prensa
sin fotógrafos y sin firmar autógrafos
sola como un astronauta frente a la noche espacial.

Ella soñó cuando niña que estaba desnuda en una iglesia (según cuenta el Times)
ante una multitud postrada, con las cabezas en el suelo
y tenía que caminar en puntillas para no pisar las cabezas.
Tú conoces nuestros sueños mejor que los psiquiatras.
Iglesia, casa, cueva, son la seguridad del seno materno
pero también algo más que eso...
Las cabezas son los admiradores, es claro
(la masa de cabezas en la oscuridad bajo el chorro de luz).
Pero el templo no son los estudios de la 20th Century-Fox.
El templo -de mármol y oro- es el templo de su cuerpo
en el que está el hijo de Hombre con un látigo en la mano
expulsando a los mercaderes de la 20th Century-Fox
que hicieron de Tu casa de oración una cueva de ladrones.

Señor
en este mundo contaminado de pecados y de radiactividad,
Tú no culparás tan sólo a una empleadita de tienda
que como toda empleadita de tienda soñó con ser estrella de cine.
Y su sueño fue realidad (pero como la realidad del tecnicolor).
Ella no hizo sino actuar según el script que le dimos,
el de nuestras propias vidas, y era un script absurdo.

Perdónala, Señor, y perdónanos a nosotros
por nuestra 20th Century
por esa Colosal Super-Producción en la que todos hemos trabajado.
Ella tenía hambre de amor y le ofrecimos tranquilizantes.
Para la tristeza de no ser santos
se le recomendó el Psicoanálisis.
Recuerda Señor su creciente pavor a la cámara
y el odio al maquillaje insistiendo en maquillarse en cada escena
y cómo se fue haciendo mayor el horror
y mayor la impuntualidad a los estudios.
Como toda empleadita de tienda
soñó ser estrella de cine.
Y su vida fue irreal como un sueño que un psiquiatra interpreta y archiva.
Sus romances fueron un beso con los ojos cerrados
que cuando se abren los ojos
se descubre que fue bajo reflectores
¡y se apagan los reflectores!
Y desmontan las dos paredes del aposento (era un set cinematográfico)
mientras el Director se aleja con su libreta
porque la escena ya fue tomada.
O como un viaje en yate, un beso en Singapur, un baile en Río
la recepción en la mansión del Duque y la Duquesa de Windsor
vistos en la salita del apartamento miserable.
La película terminó sin el beso final.
La hallaron muerta en su cama con la mano en el teléfono.
Y los detectives no supieron a quién iba a llamar.
Fue
como alguien que ha marcado el número de la única voz amiga
y oye tan solo la voz de un disco que le dice: Wrong Number
O como alguien que herido por los gangsters
alarga la mano a un teléfono desconectado.

Señor:
quienquiera que haya sido el que ella iba a llamar
y no llamó (y tal vez no era nadie
o era Alguien cuyo número no está en el Directorio de Los Ángeles)
¡contesta Tú al teléfono!

Ernesto Cardenal: “Oración para Marylin Monroe”



Su cadáver, en el forense

21.1.10

La recuperación
de Calderón

Con su pequeño tamaño,
Calderito Calderón
asevera que en este año
habrá recuperación
y con ello muestra el daño
que ha sufrido su razón.

Con su pésima oratoria
le pide al pueblo que escriba
unas páginas de gloria
cuando, de forma abusiva
y gula recaudatoria,
nos asfixia con el IVA.

El desempleo ha crecido
en una forma alarmante
y los precios han subido
hasta un nivel asfixiante,
pero él se siente muy chido
y muy echado pa’lante.

Aparecen, día a día,
treinta o más ejecutados;
hay una carnicería
constante, por todos lados
y la gente no confía
en marinos y soldados.

Pues bien saben los paisanos
en un montón de lugares,
que los derechos humanos
los violan los militares,
pero él se lava las manos
con alegatos vulgares.

Habiendo tanta pobreza
y en medio de esta inflación,
pues qué mafufada es esa
de la recuperación
y el pueblo dice: “¡Regresa
al mundo real, Calderón!”

Calderón, no te hagas pato
y ya salte de Los Pinos,
que al pueblo le eres non grato
por loco, transa y mezquino.
Vé a terminar tu espuriato
más bien al Fray Bernardino.

Te has de creer presidente
de Dinamarca o de Francia,
pero hablas como demente
con enfermiza jactancia
y al manicomio, es urgente
que te lleve una ambulancia.

Piensa que, antes del mandato
venga la revocación,
mejor dedícate un rato
a tu recuperación
y no al afán insensato
de joder a la Nación.

El último suspiro
del Conquistador / XX

Ermita de San Antón, en Santo Domingo. Foto: Quisqueyano_2007

Nunca fue un idioma sometido a contagios tan diversos y contundentes como lo estuvo el castellano en el Caribe en la primera mitad del siglo XVI: allí confluían bilbaínos de acento cerrado con caribes –esos no vivieron para contarlo— de diptongos prolíferos, galegos de eses vibrantes con yorubas de amplias vocales, abruptos términos nahuas con remanentes de ladino y de mozárabe, contundencias mayas con suavidades portuguesas. Con ese telón de fondo hablaban, en el muelle principal del puerto de Santo Domingo, un hombre maduro, hablante mayense, que había aprendido el castellano de su señor y amo, y un muchacho dominicano de primera generación, cruza no muy legítima de colono español con esclava negra.

En el muelle de Santo Domingo, recién desembarcado de la nao en la que había hecho el viaje desde Sevilla, y disfrazado de Juana de Quintanilla, el almero Tomás encontró a un mulato temprano que se ofreció a llevarlo a un sitio descampado en el que, le dijo, un tío suyo hacía “trabajos que han de ser solitarios y apartados”.

—Llévame —replicó Tomás, sin ánimo de escudriñar en aquellas indirectas y harto de adelgazar la voz para hablar en castilla, y se dejó conducir por la empinada cuesta que constituía, en esos tiempos, la calle principal del puerto. Después de unos cientos de metros, la carreta dobló a la derecha y tomó un camino paralelo a la orilla del Ozama desde el que se distinguían ese río, la fortaleza homónima y el Alcázar de Diego Colón, extraño crisol de gótico mudéjar fijado en mampostería de rocas coralinas . Al cabo de unos traqueteos, en la carreta de mulas, el almero se maravilló al contemplar, a su derecha, la portentosa catedral de Santa María la menor, o de la Encarnación, por entonces recién consagrada; los remates angulosos de la construcción y los muretes almenados de piedra le entregaron, aunque no viniera al caso, la evocación dolorosa de un templo construido por los abuelos de los abuelos de sus abuelos que había sido devorado, mucho tiempo atrás, por la selva frontera del Usumacinta. No fue menor su sorpresa cuando vio las arcadas del Ayuntamiento y la torre del palacio Consistorial. Poco después, el maya contempló de frente la fachada blanca y austerísima de la Ermita de San Antón. La carreta rodeó el pequeño templo y desembocó en un breve llano rodeado de follaje. Tomás sintió cierta sorpresa al contemplarlo, tachoneado de restos de fogatas.

—Es que fue cerca la fiesta de Santo Patrón, el 17 de enero —explicó el mozo, sin solicitud de por medio.

Tomás se disponía a apearse de la carreta cuando asomó, por un punto del follaje circundante, un hombre pequeño y magro, de raza negra, que caminó hacia ellos con una mirada que penetraba desde lejos. Iba vestido sólo con un calzón de manta blanca, arremangado hasta media pantorrilla, y un collar del que pendían objetos diversos, plumas, piedras y astillas de hueso incluidas. El maya sintió un chispazo de identificación extraña. Eran contados los hombres de carbón con los que Tomás se había cruzado a lo largo de su vida y apenas había reflexionado en torno al vasallaje que se abatía sobre ellos, más cruel, si cabía, que el impuesto por su Señor en todos los puntos cardinales del mundo conocido. A unos pocos metros del carro, el recién llegado se detuvo, clavó sus pupilas en Juana de Quintanilla e, ignorando los saludos efusivos del que venía a ser su sobrino, se dirigió a la forastera en un castellano ronco, lleno de agujeros y con el malinké todavía fresco en el paladar:

—Varón es el mujer, pero no es malo. Viene a trabajo. El Negre sabe de trabajo.

—¿Cata que tu merced es hombre? —exclamó el joven cochero con una carcajada de sorpresa y de homenaje a la perspicacia de su tío africano.

* * *

Con la sensación de movimiento apareció también una oleada de destrucción que, lejos de calmarlo, lo inundó de vergüenza: imaginó (¿o era recuerdo?) el patio del templo de Hutzilopochtli tras la masacre de la que él mismo había sido responsable, recorrido por arroyos de sangre, más sangre en un día que en todo el tiempo desde que fue construido. “Estaba con tan gran lodo de intestinos y sangre que era cosa espantosa y de gran lástima ver así tratar la flor de la nobleza mexicana que allí falleció casi toda”, escribió, años después, uno del bando de los vencidos, de lo que se infería que la posterior resistencia que Tenochtitlan opuso a sus destructores había sido, primordialmente, obra de plebeyos, de macehuales insurrectos, en primer lugar, contra la sumisión inexplicable de su autoridad máxima; vislumbró entonces una nación fundada por él con heroísmo y arrojo, pero también con malas artes: engaños, masacres, traiciones y sobornos; una nación casi siempre dócil pero incontenible en sus trances de furia; escasos, cíclicos, uno cada siglo, a lo más... Y se revolvió en la vergüenza, pero también en la impotencia, porque nunca podría desandar esos pasos.

* * *

El perito médico forense Edmundo Sánchez Lora sintió miedo cuando Pérez les dijo a él y a Manrique que la Federal pedía los restos que trataban de rescatar (y acaso de reunir) de entre un pequeño cerro de restos metálicos, fragmentos de una estatua que de seguro había caído de lo alto del campanario de la capilla del Hospital de Jesús y se había hecho pedazos sobre la cabeza –y sobre todo lo demás— de algún transeúnte desconocido. La náusea que había sentido hasta ese momento al revolver la papilla humana que quedó bajo los trozos de la estatua dio paso a un escalofrío en la nuca: estaba en problemas, porque su obligación era poner el cadáver (o lo que fuera aquello) a disposición del ministerio público capitalino (el cual, a su vez, debía ordenar su traslado al servicio médico forense) y no a una corporación federal. Pero en algunas misiones anteriores, cuando había alguna ambigüedad sobre los fueros, común o federal, él, Sánchez Lora, había presenciado la prepotencia, y hasta la sordidez, con las que se conducían los agentes del gobierno nacional, a los cuales las formalidades legales les importaban un carajo. Y sin embargo, aquel aplastamiento parecía ser un asunto del fuero común, y comprendió de inmediato que él y sus dos compañeros estaban en problemas, porque iban a ser forzados a violentar la ley. Como jefe del equipo, tenía que tomar una decisión.

—Nosotros –dijo a Manrique y a Pérez— vamos a hacer nuestro trabajo; notificaremos a la autoridad capitalina y llevaremos los restos mortales de este fulano a donde ella nos diga. Si los federales quieren al muerto, que se lo pidan a la procuraduría de la ciudad.

—Tú estás loco –respondió Manrique, alarmado—. ¿Qué te vas a meter en broncas con los federales?

—No ando buscando broncas –replicó el perito—. Si ellos quieren ejercer la facultad de atracción, que la presenten. Pero no veo, la verdad, que un santo o vé tú a saber qué madres, que apachurró a un cristiano, sea un asunto de ellos.

El chistorete habría aliviado la situación, de no ser porque, mientras Sánchez Lora y Manrique hablaban y Pérez escuchaba, sin tomar partido, apareció por Pino Suárez, zigzagueando para eludir los montones de escombros, una pick—up con las marcas de la Policía Federal.

El vehículo se acercó cuanto pudo a donde se encontraban los tres peritos y la masa que había sido Iván.

—¡Apúrense! –les gritó a los tres vivos un uniformado, sin bajar del vehículo—. ¡Nos tenemos que llevar al difunto!


(Continuará)

20.1.10

Letrilla

El Señor de Mapimí
sin empacho dice así:
“¡Que chingue a su madre el PRI!”

Las campanas de San Juan
mandando un mensaje están:
“¡Que chingue a su madre el PAN!”

Y la Virgen de Ayacucho
dice, con acento trucho,
“¡Que chingue a su madre Chucho!”

19.1.10

Audio de la conferencia
de AMLO en el Colmex

Oscurantismo


Todos los años, en el invierno y en el otoño, el valle de México es azotado por vientos intensos que causan derribos de cables y consecuentes apagones y que nos llenan los ojos de basuritas. A cambio, nos hacen el favor de limpiar la atmósfera de toda la inmundicia acumulada durante meses y nos permiten contemplar el cielo azul, tal y como era hace unas décadas, o como realmente es. Los cortes de energía eléctrica eran, hasta este año, una molestia muy menor: en 15 minutos, en una hora, o como máximo en tres, el servicio era restablecido y las actividades laborales y domésticas volvían a la normalidad. La culpa no es del viento: el pasado fin de semana, además de los cuerpos extraños en los ojos, los vientos dejaron a oscuras, durante un día entero, o dos, o tres, a cientos de miles de personas a las que, paradójicamente, la Comisión Federal de Electricidad (CFE) les ha requerido un pago mucho más elevado que en meses anteriores a cambio de un servicio infame. Ahora mismo, mientras tecleo estas líneas, la acometida llega a 139 voltios —12 por encima del voltaje regular— con caídas ocasionales a 85 o menos. La culpa no es, por supuesto, de los dos centenares de infortunados trabajadores que la CFE subcontrató por medio de coyotajes outsourcing (y de cuyas pésimas condiciones laborales da cuenta un reportaje publicado en La Jornada del domingo: entre cuatro y seis mil pesos mensuales de paga, sabrá Dios qué condiciones de (in)seguridad y en documentada situación de hacinamiento), traídos de Hidalgo, Guanajuato y Querétaro para que se enfrenten, como puedan, con cables de alta tensión serpenteantes y transformadores rejegos.

En Cuba, en tiempos del “periodo especial”, la población sufría apagones constantes provocados por la falta de combustible para las termoeléctricas, por carencia de refacciones, por idioteces burocráticas o por todas esas causas juntas. Hoy en día, los habitantes del centro del país se enfrentan a cortes de energía causados por la insensible glotonería del calderonato y sus asociados, que quieren quedarse, a costa de lo que sea, con la red de fibra óptica de Luz y Fuerza del Centro y, de paso, hacerse de unos miles de millones de pesos adicionales mediante alzas de facto a las tarifas eléctricas.

Desde luego, en Los Pinos y en las oficinas y casas de los funcionarios del régimen, la luz no se va nunca, y nadie ahí se entera de lo que significa pasar un día sin electricidad en la colonia: en los hogares falla el abasto de agua, la comunicación telefónica se vuelve imposible o muy ardua y la comida fresca se echa a perder. Además colapsan las micro y pequeñas empresas: imaginen lo que pasa, sin luz, en un changarro de venta de celulares, en una “estética”, en un centro de copiado, en una abarrotería, en una carpintería, en un taller mecánico. hasta el presidente de la Coparmex, Juan de Dios Barba, está que trina: “Horas perdidas, imposibilidad de prestar servicios, afectación y daño a instalaciones y equipos eléctricos, pérdida de información, imposibilidad para efectuar transacciones bancarias, caos vial e inseguridad, entre otras”, son las consecuencias”, dijo, y deslizó que “un verdadero servicio de calidad mundial —como le llama Calderón a su CFE— debe comprender la garantía de indemnización o pago de daños y perjuicios ocasionados a las empresas como consecuencia de las fallas en el suministro”. Ah, y por cierto: decenas de miles de familias de electricistas despedidos a la mala llevan tres meses sin ingresos.

Aparte del calificativo que merece la campaña oficiosa que se abate por todo el país contra los derechos sexuales y reproductivos de las personas, en el valle de México el calderonato es, literalmente, oscurantista: dejar sin luz a sus habitantes es la más reciente de sus agresiones contra la capital del país, isla de libertad en la república. Pagar los recibos espurios distribuidos por la CFE implica convalidar el triple atropello a los electricistas sindicalizados, a los usuarios del servicio y a los ciudadanos que han perdido, por un golpe de pluma de Calderón, una entidad pública. El recurso de inconformidad por esos cobros aberrantes está aquí.

17.1.10

Pasones pediátricos

Cuando era niño, mis padres me trataban los accesos de tos con Coderit, un jarabe rico en opiáceos (codeína, nada menos) que ahora está prohibido. No llegué a hacerme adicto, pero admito que la tos infantil era una experiencia maravillosa.

16.1.10

Sobre Josefina Reyes Salazar

Morfo

Como en toda guerra las facciones involucradas en el conflicto se toman el tiempo de ir ajustando cuentas contra aquellos otros que consideran sus enemigos y, en el proceso, culpar a sus rivales de ser los responsables del exterminio de estas personas. En México, envuelto en una guerra declarada por un sólo hombre, se ejemplifican casos que lucen por su brutalidad y apatía gubernamental al momento de hacer justicia a estos crímenes.
Josefina Reyes Salazar, activista de derechos humanos en organizaciones civiles encargadas de la búsqueda de personas desaparecidas, fue asesinada el 3 de Enero de 2010 por sujetos que pretendían secuestrarla, según declaraciones de testigos. Josefina se opuso al secuestro y encaró a sus agresores alegandoles que antes la matarían que llevarsela. Y así fue. Con cinco disparos al rostro terminaron una vida dedicada al servicio de una sociedad que padece el reciente título de la ciudad con el índice de violencia más elevado de todo el mundo. Los ejecutores de este crimen, como comienza a ser costumbre, sin rastro de ellos a la vez que el gobierno sólo atina a decir que "se investigará" mientras que el resto de la sociedad sobreentiende que esa vaga declaración significa que nada se hará al respecto.
Josefina denunciaba constantemente la violación de derechos humanos de los habitantes de Chihuahua, y Ciudad Juárez en concreto, por parte de elementos del ejército mexicano que siguen estacionados en esta ciudad fronteriza del norte de México como parte del Operativo Conjunto Chihuahua. Sin embargo Josefina no ha sido la única defensora de los derechos civiles asesinada. Alma Gómez, mujer chihuahuense defensora de los derechos humanos, se atrevió a denunciar agresiones que el ejército mexicano en contra de los pobladores de zona serrana del estado de Chihuahua las cuales incluían: secuestro, tortura, violación y asesinato. Ella también fue muerta en circunstancias similares a las de Josefina. Ambas fueron acosadas y amenazadas previamente, ninguna autoridad fue capaz de defenderlas.

Es necesario puntualizar un elemento importante en estos casos: Si ambas defensoras asesiandas denunciaban atrocidades cometidas por el ejército mexicano ¿por qué se insiste en la hipótesis, reforzada por los medios oficiales y autoridades, que fueron narcotraficantes de la zona los reponsables de ambos crímenes?

Bajo el entendido de que nada es para siempre valdría la pena ir pensando en juntar los saldos que ha dejado esta guerra para ir haciendo un recuento de daños y, en su momento, retribuir a las víctimas de la violencia desbordada que hoy impera a lo largo del país. ¿Cuántos más serán los agraviados que en este momento están siendo amenazados, desaparecidos? Es posible que en el corto plazo no lo sepamos y no es consuelo que la historia y el tiempo sean los encargados de esclarecer esta situación.
México ha permanecido en un estado continuo de guerra de baja intensidad que ha dejado una estela de atropellos hoy documentados y denunciados por comisiones que han tratado de hacer justicia sin mucho éxito. Desde el gobierno que encabezó el hoy expresidente Vicente Fox se creó la Comisón de la Verdad la cual pretendía llevar justicia a las víctimas del gobierno federal que fueron muertas o desaparecidas en los tumultuosos años setentas. Años después fue de conocimiento público el acoso, desaparición y asesinato de opositores al régimen del entonces presidente Carlos Salinas de Gortari; dichos actos sólo fueron documentados cuando Salinas dejó el cargo. Hoy, con Felipe Calderón, es muy posible que ocurra el mismo patrón y sea después que su administración termine en 2012 cuando sepamos la verdadera dimensión de la situación que hoy padece la sociedad mexicana si acaso ocurre alternancia democrática en el poder.
En la España de los años ochentas el gobierno de Felipe Gonzáles vio nacer los GAL: Grupos Antiterroristas de Liberación, los cuales eran patrocinados desde el mismo ministerio del interior. La misión de esta entidad paramilitar era la de exterminar blancos dentro de ETA y así debilitar sistemáticamente a la organización separatista. Sin embargo, y bajo el pretexto de la lucha antiterrorista, los GAL cargaron también contra opositores al régimen a quienes secuestraban y asesinaban para luego culpar a ETA de esos crímenes.
¿Suena familiar el patrón bajo el contexto mexicano?

)

15.1.10

Sobre "La pesadilla"

Jaime Álvarez Bueno

Se preguntará por qué le envío uno de sus textos publicados en La Jornada ya hace un rato. Hoy, desperté y tristemente no era la mañana del 6 de julio de 2006, tampoco existía más la posibilidad de cuidar a fondo nuestras elecciones, ni de defender el voto del pueblo con mayor vehemencia. Hoy, al amanecer ya era 14 de julio de 2009 (de hecho desde las 12:00:01 lo era) y la pesadilla estaba desatada. Y como sucede con las pesadillas, aunque se despierte de ellas, ya nos han marcado para siempre por su recuerdo y la angustia generada.

Sin embargo, también es cierto que ese sentimiento angustioso se va disipando conforme vamos teniendo sueños más plácidos y esperanzadores. Y eso es precisamente lo que necesitamos ante este panaroma digno de las más surrealistas y devastadoras pesadillas: soñar; soñar con la esperanza, y esperanzarnos con los sueños, de que todo lo que hemos anhelado aún está a nuestra alcance.

Es cierto que aún falta para que encontremos fin al sendero de la pesadilla y que la luz comience a vislumbrarse, pero como leí alguna vez en una pared: "los sueños se escriben a mano y sin permiso". Creo que debemos comenzar a escribir nuestro destino utilizando todas las manos posibles: estudiantes, artistas, políticos (estos habría que someterlos a un filtro más riguroso), campesinos, obreros, intelectuales, poetas, escritores, indígenas, fotógrafos, amas de casa, guerrilleros, anulistas (del voto, se entiende), y un largo etc., tan largo como diversidades estemos dispuestos a reconocer; y sin pedir permiso a nadie, especialmente a aquéllos que han usurpado el control de nuestras vidas (y no me refiero únicamenre al espuriato que nos asestaron a partir del 2006, sino a los 500 años de dominación a que nos ha sometido un mismo ente con todos sus rostros imaginables: el imperialismo) para edificar el México que no sólo soñamos, si no que también merecemos.

Es mi deseo avisarle (por aquéllo de escribir sin permiso) que pienso escribir un cuento, novela, ensayo, notas, pensamientos o lo que sea que la tinta de la pluma vaya dejando huella sobre algún papel, basándome en la idea global que encierra su artículo.

14.1.10

El último suspiro
del Conquistador / XIX


A Sánchez Lora la barbacoa que había almorzado poco antes se le rebeló en el estómago cuando, junto con sus compañeros Pérez y Manrique, del Forense, tuvo que rescatar el cadáver de Iván de entre los pedazos del Arcángel San Miguel, sobre la calle de San Salvador, a unos metros de Pino Suárez. Su unidad había recibido por radio un R-3, luego un R-96, varios R-38 y después, un R-51, todos en América 10-20, y cuando su equipo llegó al sitio, comprobó que el operador de radio no había exagerado: aquello era un desastre, el acceso vehicular estaba cortado en varios puntos por muebles y marquesinas arrancadas de su sitio, varios grupos de personas se arremolinaban alrededor de algunos heridos y un lustrabotas trataba de poner en pie la silla en la que acomodaba a sus clientes. “¡Allí hay un muerto!”, gritaba una señora, desde la plazoleta, señalando en dirección a la entrada lateral de la capilla del Hospital de Jesús. Sánchez Lora vio un amasijo de hierros incrustados en el cemento roto de la acera y del cual salían unos chisguetes hemáticos que apuntaban en varias direcciones. Visto desde arriba, el conjunto podría parecer una brújula o un sol rodeado de rayo, pensó, y dijo a Manrique: “¿Preservas el área, cuñado?”

—Para qué —respondió el aludido—. Ahí hay un pobre güey apachurrado como mosca. ¿Sospechas homicidio?

Sánchez Lora no pudo evitar una sonrisa ante la obviedad y se dispuso a trabajar. Conforme iban retirando los pedazos más livianos de la veleta destrozada, fueron hallando jirones sueltos de piel con grasa adherida, trozos de músculo aún pegados a fragmentos de hueso, un muslo casi completo y mucho bofe genérico e indistinguible. El perito estaba habituado a los saldos de la violencia pero nunca había visto un cuerpo reducido a componentes tan básicos y sintió naúsea.

—Éste sí que reventó. Parece que le hubiera caído un meteorito —opinó Pérez.

—Haz de cuenta —reviró Manrique—. ¿Lo echamos todo en una sola bolsa?

—Cómo crees —respondió Sánchez Lora, con la barbacoa sublevándose en su garganta—. En la unidad debe haber bolsas pequeñas.

Pérez fue a buscarlas al vehículo, estacionado a unos metros, y volvió poco después con un manojo de bolsas y una expresión de alivio.

—Ni se preocupen por sacar fotos y eso —dijo a los otros dos—. Que los de la Federal quieren un resto irreconocible, y que les entreguemos éste, así como esté, y nos olvidemos del asunto.

* * *

Ante la indefinición y los balbuceos de Rufino, el librero de viejo supuso que éste quería alguna novela de sexo explícito. Como el posible cliente lo negara, el comerciante pensó en otro género prohibido y le propuso:

—¿No será brujería lo que buscas?

—Puede ser. No sé. Quiero un libro que hable de las almas y de los cuerpos como cosas… separadas.

El librero le pidió que esperara junto al puesto. Fue a una vieja y destartalada pick-up azul, se introdujo en el área de carga y a los dos minutos emergió, resoplando, con un par de libritos entre las manos.

—Mira –le dijo con orgullo a Rufino, entregándole los volúmenes—. Si yo tengo de todo en mi librería.

El muchacho observó la portada del primer libro, elaborada por un dibujante poco entrenado, en la que, con un poco de esfuerzo, podía entenderse a una señora acostada y a su ánima transparentosa, abandonando el cuerpo para iniciar un viaje astral: Las enseñanzas de Prandayana. El segundo tenía en la portada una calavera dibujada en blanco y negro, una vela encendida y un recipiente, y se titulaba Devolver el alma al cuerpo. Era imposible saber si en alguno de esos libros encontraría la respuesta a sus preguntas.

—¿Cuánto es de los dos? –preguntó, con súbita determinación.

Ni esa semana ni la siguiente pudo comprar prendas de mujer. Decidió darse un descanso de travestismo y dedicar sus ratos libres a la lectura.

* * *

La saciedad de la sangre se apersonó. Lo envolvió un alivio líquido. Había vislumbrado la muerte de la muerte, su propio poder desencadenado y la otra parte de su nada, yacente bajo una bóveda, y se habían disipado la vergüenza y el remordimiento. Iba a hundirse de nuevo en oscuridades centenarias cuando regresó a eso que no era él, o sí, de algún modo, la noción lejana de movimiento.

* * *

En el muelle donde atracó la nao que lo trajo de Sevilla, el disfrazado Tomás se agenció a un mozo de cocheras, un mulato de primera generación, joven y deslenguado y, con el argumento de que necesitaba un sitio para orar, le pidió que lo condujera a un descampado. El muchacho observó por unos instantes a la figura morena, correosa y esmirriada de ropajes excesivos que parecía disolverse en sudor en medio del bochorno tropical, vio el enorme cofre que llevaba por equipaje, se intrigó con la petición de la mujer de ser conducida a un sitio solitario y ató cabos no muy desencaminados: “Ésta es bruja”, concluyó para sí, y sin pensarlo más, le dijo a su supuesta clienta:

—Mi tío El Negre también hace trabajos que han de ser solitarios y apartados, y yo conoce el llano. Parejamente será bueno ese sitio para tu merced.

* * *

—¡Jacinta! —exclamó Andrés, en un golpe de agonía, al escucharla por el celular. Los motores del avión ganaban estridencia y la sobrecargo, parada a su lado, le insistía con un tono de impaciencia contenida y gestos histéricos: “¡Su aparatito, señor! ¡Tiene que apagarlo!”

—Jacinta, estoy a punto de despegar... Te llamo en unas horas...

—¡Encontré el frasco, Andrés! ¡Tienes que venir!

—¡Señor, por favor! —se retorcía la sobrecargo, cada vez más molesta.

—Jacinta, no puedo. ¡Te llamo en doce horas! ¡Entiéndeme!

—¿En doce horas? ¿Estás loco? ¿Qué tienes? ¿Dónde estás, qué... —se iba desesperando Jacinta.
Atraído por el creciente altercado, uno de los oficiales del vuelo llegó hasta la fila de asientos en la que se encontraba Andrés y le dijo con tono cortante:

—Señor, si no obedece la instrucción de mi compañera, voy a tener que pedir al servicio de seguridad que lo bajen del avión.

—¡Estoy despegando, Jacinta! ¡Voy a París! —gritó Andrés contra su voluntad. Su volumen inquietó a los pasajeros de las filas próximas, quienes voltearon a ver al impertinente, con expresiones de evidente molestia y alarma.

—¿Cómo que te vas a París? —gimoteó Jacinta al otro lado de la conexión-. ¿Me... me vas a dejar...?

—¡No! ¡Te quiero mucho! ¡Te amo! ¡Voy y vengo! ¡Luego te explico! ¡¡¡Tengo que colgaaaar!!! —aullaba Andrés, fuera de sí, en el centro de un pequeño escándalo aéreo. Y, con lágrimas en los ojos, cerró el teléfono.

—Ahora, apáguelo, por favor —lo conminó, con tono vengativo, la sobrecargo. El oficial del vuelo lo evaluó por un momento, decidió que podía perdonarle la vida, le lanzó una última mirada de odio y volvió a la cabina. El aparato ya estaba en pleno carreteo hacia la pista de despegue.

(Continuará)

13.1.10

El sino del más débil



“Más de 100 mil personas podrían haber muerto”, afirman las autoridades haitianas, en la imposibilidad de fijar un saldo confiable de víctimas mortales del terremoto que ayer destruyó Puerto Príncipe. Tres millones de damnificados.

La catástrofe no es natural: el fenómeno telúrico o meteorológico arrasa lo que encuentra, y los humanos hemos colocado, a su paso, a la gente más pobre, las construcciones más endebles, los estratos más prescindibles de la implacable economía. Los “desastres naturales” son fruto de la codicia y la torpeza de quienes, al construir edificios, ciudades y sociedades, ponen en peligro a la gran masa con tal de maximizar las ganancias.

No le pidan a las placas tectónicas que lean los reportes de la FAO antes de actuar y que sean un poco compasivas con los que de por sí no tienen qué comer: el fenómeno es ciego y estúpido y se limita a cumplir a rajatabla con las leyes convencionales de la física y la termodinámica y no sé qué más códigos.

Pero la insensibilidad de lo insensible igual da rabia y recordé la insolencia escrita en medio de la devastación causada por los huracanes Katrina, Stan y Wilma, hace cosa de un lustro:

Pinche Naturaleza traicionera,
genocida, vesánica, inclemente:
¿cuándo vas a dejar de matar gente?
¿Cuándo, cabrona, puta, traicionera?

Temblorina, ventosa, hincas el diente
y nos haces sufrir de qué manera:
temblores, huracanes... Mejor fuera
mudarnos de planeta simplemente.

Lógica demencial, ahora resulta
que mi especie te agravia y que te insulta
con residuos, con gases y con heces.

Qué peligros ni qué de invernadero:
más contaminación y otro agujero
en la capa de ozono te mereces.