3.7.08

Chinos en Fusang

El llamado "Mapa Zheng", fechado en 1763, es una supuesta copia de otro muy anterior, que dataría de 1418, y que probaría la llegada del explorador chino Zheng He a tierras americanas muchas décadas antes que Colón

El salto de Zhenli Ye Gon al escenario de las noticias, con sus 205 millones de dólares, sus 18 millones de pesos y sus quién sabe cuántos euros (la policía nunca tuvo muy clara la cantidad de billetes que se pegó en las manos de sus muchachos) hizo presente el racismo y la xenofobia que anida entre nosotros y que fue, en buena hora, reconocida por casi todo el mundo. Y es que la primera reacción de la opinión pública no fue de condena al presunto narcotraficante, sino de repudio al chino, por más que fuese tan ciudadano mexicano como José Córdoba Montoya, Carlos Ahumada y Juan Camilo Mouriño, por poner tres ejemplos. El cerro de billetes hallado el 15 de marzo de 2007 en la casa de Sierra Madre 515 y lo que siguió —la revelación de la propuesta “coopelas o cuello”, dada a conocer por el protagonista del escándalo— fue una suerte de actualización de El complot mongol (1969) del recordado Rafael Bernal.

Zhenli no fue, por supuesto, el primer oriental que sufrió discriminación en México, discriminación que en las primeras décadas del siglo pasado dejó montones de cadáveres en diversas ciudades del norte del país. Vamos a ello.





Según don Gustavo Vargas Martínez, que en paz descanse, en el año 412 de esta era un monje budista de nombre Fa Hsien o Hui Shen (dinastía Jin del Este) encabezó una expedición que partió del norte de China, cruzó el Estrecho de Bering, pisó Alaska y atravesó buena parte de Norteamérica hasta llegar a los sitios donde hoy se ubican Monterrey y Acapulco. El explorador asiático dejó marcado el segundo de esos lugares con un monolito en el que se esculpieron tres caracteres chinos: Yeh, Pai Ti, cuyo significado se desconoce. Pocos siglos después, el historiador Yao Shi-chien, de la dinastía Tang, hizo referencia a un país llamado Fu Shan o Fusang, y describió una civilización semejante a las mesoamericanas. Extraigo esos datos curiosos del trabajo Los chinos en Hispanoamérica, de Diego L. Chou (Cuadernos de Ciencias Sociales N° 124, Flacso, San José Costa Rica, 2002) y los consigno aquí porque de algún modo hay que empezar. Pero la llegada de población asiática a México en tiempos históricos está realmente documentada a partir del siglo XVI, cuando, tras la Conquista, se estableció una ruta de la seda de Acapulco a Manila y de allí a diversos puertos del sudeste asiático. La llamada Nao de la China fue, al parecer, un vínculo que trascendió los meros intercambios mercantiles y que permitió contagios culturales y flujos migratorios entre las dos orillas del Pacífico, de manera que antes de 1600 ha se había establecido en la vieja Tenochtitlan un barrio chino. Presumiblemente, en esa primera marea humana, compuesta también por personas de nacionalidad coreana y vietnamita, llegaron esclavas, comerciantes, aventureros, sastres, carpinteros, albañiles, herreros, orfebres, marinos, peluqueros y mano de obra para las minas de plata, a decir de la misma fuente, y en 1635 el cabildo de la Ciudad de México registró un reclamo de los peluqueros españoles porque los locales mejor ubicados estaban en manos de sus colegas chinos.

El gentilicio “chino” se convirtió en la denominación de una casta, y no precisamente de las favorecidas: cruzas de mulato con india, dicen algunos, o de india y salta atrás —que era a su vez negro nacido en familia blanca—, sostienen otros; “china” podía referirse a la integrante femenina de cualquier pareja de las clases bajas. Sin embargo, los asiáticos no aparecen entre los componentes básicos de las mezclas conocidas como castas, toda vez que éstas se formaban con diversas combinaciones de descendientes de peninsulares, indígenas y negros.

La segunda oleada migratoria de asiáticos al país (o la tercera, si consideramos la travesía originaria por un Bering congelado) tiene lugar en la segunda mitad del XIX. Empezó concretamente en 1864, con el traslado a México de un pequeño grupo de chinos procedentes de Estados Unidos que trabajaron, aquí, en los ferrocarriles México-El Paso y posteriormente se asentaron en la capital, en Tijuana, en Mexicali, en Monterrey y en Chihuahua y se dedicaron al comercio, la pequeña industria o la agricultura. El gobierno golpista instaurado por Porfirio Díaz en 1876 promovió la llegada de trabajadores orientales al país, y en 1882 nuestros vecinos del norte vivieron uno de sus periodos de histeria antiinmigrante, lo que favoreció el arribo de más chinos a México. Eran, en su gran mayoría, obreros casi esclavos traficados en condiciones bestiales hacia destinos de hambre en las minas, los ferrocarriles y la agricultura.

En los últimos meses del siglo una misión de observación enviada por el gobierno de Pekín constató que sólo el 10 o 20 por ciento de los chinos en México se dedicaban al comercio, en tanto que los restantes eran obreros o empleados domésticos. A raíz de las observaciones giradas, China decidió establecer relaciones diplomáticas con nuestro país con el propósito de dar protección a sus súbditos (Tratado de Amistad y Comercio del 14 de diciembre de 1899). Entre 1902 y 1921 tuvo lugar el auge de la migración: entre 40 mil y 50 mil trabajadores asiáticos llegaron al país entre esos años, e incluso se fundaron dos empresas de transporte marítimo para traerlos. Unos tres mil fueron a Oaxaca para construir carreteras, 14 mil se emplearon en las minas de cobre de Sonora y en el tramo del Pacífico Sur del ferrocarril, y otros siete mil hallaron trabajo en las plantaciones algodoneras de Mexicali.

Hacia las postrimerías del porfiriato algunos inmigrantes asiáticos habían prosperado lo suficiente como para monopolizar el comercio en Sonora y en Sinaloa. En sus establecimientos empleaban únicamente a sus paisanos y en el norte del país establecieron entre ellos mismos una próspera red de producción, compra, suministro y distribución de mercancías. Es posible que el desplazamiento de comerciantes y trabajadores mexicanos explique en parte el violento racismo antichino que afloró a partir de 1910. “El relativo éxito de la colonia china se convirtió, para ciertos sectores nacionalistas de las sociedades norteñas, en el objeto sobre el cual podía descargar la inconformidad, el odio, la frustración y la envidia contenidas”, escribe Jorge Gómez Izquierdo. El año de inicio del movimiento revolucionario 16 chinos fueron asesinados por odio racial y al año siguiente, en Torreón, la entrada de las tropas maderistas fue acompañada por una masacre de cientos de asiáticos. Fue uno de los episodios más vergonzosos de nuestra historia, y el jueves entrante platicamos de eso.

2.7.08

Corrido de Las Adelitas

Estreno en el Buzón Ciudadano, sábado 28 de junio de 2008
Música de Anthar
Interpretación de Anthar, Margarita, Mireya, Misael, Berenice




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