31.5.12

Deidad en el tejado




Unas semanas atrás empezaron estos ruidos en el techo de casa. No puedo describirlos sino como un estruendo silencioso, aunque suene absurdo: una suerte de ventarrón deslizante y poroso, un elefante que arrastrara las patas envueltas en pantuflas, una presión fofa sublimada en ondas sonoras. No sentí temor sino curiosidad y empecé a descartar posibles causas: no era un objeto inerte y liviano arrastrado por el viento ni el viento mismo; no era el estruendo infernal del granizo; no era el repique sordo y rápido de un caminar de gato; no era un pájaro extraviado que buscase refugio; no era el desastre de los infantes de Marina que hubieran equivocado su objetivo de guerra.

Tampoco iba a caer en la vulgaridad de atribuir esos sonidos misteriosos a seres extraterrestres; bastante tienen, los pobres, con todo lo que les achacan: que si construyeron las pirámides de Egipto y de Mesoamérica, que si ya tomaron el poder en la Casa Blanca, que si introdujeron en nuestra civilización inventos como el horno de microondas y las cerraduras de velcro, que si están tras el movimiento #YoSoy132. No. Aquel ruido, en suma, no podía ser de origen humano ni animal ni de cosa inanimada, y sólo quedaba una explicación para aquellos ruidos: se trataba de Dios.

Para poner las cosas en contexto, les cuento que hace un par de años decidí ahorrarme los costos de la impermeabilización e instalé sobre esta humilde casa de ustedes una gran cubierta de policarbonato. Con ello convertí la azotea en área habitable –es un decir, porque en estas épocas, con el invernadero plástico encima, eso se pone más candente que el desierto de Arizona–, gané conciertos de percusión a domicilio en los tiempos lluviosos y obtuve espacios luminosos y achicharrantes en buena parte del inmueble. Logré, también, habitar en una morada intrínsecamente ruidosa, debido al viento y las contracciones y expansiones generadas por los cambios de temperatura en el policarbonato mismo y en la estructura de hierro que lo sostiene.

En los meses transcurridos desde entonces he aprendido a identificar los sonidos con precisión y a no alarmarme con ninguno de ellos. Pero lo que se escucharon en semanas recientes no tiene explicación y, si mucho me apuran, tampoco tiene justificación, por más que digan que Él sabe lo que hace.
Todo coincide: se trató de una entidad que habita en el cielo, y entonces tiene lógica el que hubiese llegado a casa por el techo, porque no vamos a cometer la irreverencia teológica de imaginarlo emergiendo de la alcantarilla. Sus desplazamientos no fueron nunca son azarosos, sino que seguían recorridos bien definidos e intencionales que coincidían con los que hacemos quienes habitamos debajo. Ocurrieron con cierta periodicidad, por lo general los lunes en la mañana, las madrugadas de jueves y las tardes de domingo.Y había algo de grandioso, de triste y de conmovedor en aquellos sonidos.

Lo primero que hice fue gritarle: “¡Oye, tú! ¿Eres Dios?” Pero no obtuve respuesta en lenguaje articulado, sino una secuencia de rebotes periódicos y fantasmales sobre el policarbonato. Fui a Wikipedia a consultar la clave Morse y el Código ASCII para ver si aquellos ruidos podían traducirse a letras, pero no; al menos en esos sistemas, no querían decir nada. De todos modos, cesaron muy pronto y no volvieron a repetirse sino hasta dos días después.

Razoné que si estaba hecho a nuestra imagen y semejanza, o al revés (me da igual, y no tengo prejuicios al respecto), tendría sentido del humor, y decidí jugarle una broma. Hace una semana, el miércoles pasado por la mañana, recorrí algunas viejas tlapalerías hasta que encontré en una de ellas una docena de trampas para ratones, de esas antiguallas de tabla, resorte y gancho para carnada. En un puesto callejero de accesorios para esotéricos compré unos colguijes de símbolos religiosos variopintos: una cruz, una media luna, una menorá, una serpiente emplumada, un teatragramaton, un triskel, un escarabajo, la representación de un mandala...

Provisto con esas adquisiciones, y encomendándome a Él para no romperme la crisma, coloqué una escalera, trepé dificultosamente hasta alcanzar la peligrosa superficie del jodido policarbonato y luego armé las trampas, poniendo como cebo en cada una de ellas uno de los símbolos sagrados. Con la misma precaución empeñada en el ascenso, bajé, retiré la escalera, ocupé mente y cuerpo en cosas más terrenales y me olvidé del asunto por el resto del día. En las brumas de la madrugada siguiente desperté de golpe por efecto de una vibración aguda y angustiosa que recorrió los muros de la casa durante segundos interminables. Aún entre sueños, supe que no se trataba de terremoto ni de fuga de gas ni del mofle descompuesto de un platillo volador. Ansioso y preocupado, me eché encima una bata, tomé una linterna, volví a poner la escalera y subí hacia el tejado, dispuesto a encontrarme cara a cara con Él. Pero sobre el policarbonato no había nadie, así que me puse a inspeccionar, a la luz de la linterna, las ratoneras.

En la quinta había un charquito de sangre y a un lado de la tabla, la tercera falange de un dedo meñique de pie derecho. Al lado del despojo estaba el signo sagrado –no diré cuál de ellos, porque me he propuesto guardar estricta imparcialidad en materia religiosa– con el que, horas antes, había cebado la trampa. No sin repugnancia, pero con remordimiento y compasión, recogí el pedazo de dedo, pero se volatilizó de inmediato entre los míos. La sangre debió de evaporarse al mismo tiempo porque cuando volví la vista hacia la trampa, ésta se encontraba limpia y seca.

Era claro que Dios ni siquiera se percató de mi broma estúpida y que había tropezado de manera accidental con una de las ratoneras. Lamenté profundamente mi insensibilidad y me maldije a mí mismo por haber causado daño a una pobre entidad que acaso se refugió en mi tejado para descansar su agotamiento y que, a lo largo de los crones y los eones, no sólo había perdido el sentido del humor, sino acaso también el de la vista.

Con ese penoso episodio cesaron de tajo los ruidos extraños. Acaso Él encontró otro techo para curar su mutilación y para quejarse con sonidos sordos por la duración inmisericorde y desmesurada de la eternidad. Han pasado ya unos días y no puedo sacármelo de la cabeza: por ahí ha de andar, vagando y tropezando entre sus criaturas o entre sus creadores; ¿ya les había dicho que me da igual, y que no tengo prejuicios al respecto? Seamos lo que seamos, da la impresión de que nuestros designios Le resultan inescrutables.



29.5.12

A última hora


De último minuto, entre las cajas de cartón y los rollos de cinta canela de la mudanza próxima, el régimen de Felipe Calderón casi reprocha al país que no se fije en él, así sea para hacerle una manifestación de protesta, y lanza una cacería de gente importante. Un general divisionario y un ex gobernador priísta son las piezas más prominentes de esta cacería de última hora, una cosecha de sospechosos que buscaría coronar la siembra de balas, cadáveres y combates por medio territorio nacional. Se trata de un “ahora sí” casi póstumo después de un sexenio de exterminio de peces muy menores y de una procuración facciosa para sacar fotos de peces medianos tras unas rejas endebles y sumamente provisionales, es decir, escenográficas. Y no se trata únicamente del infame michoacanazo ni de la faramalla contra Hank Rhon, sino de decenas de miles de “presentados” –la mayoría– que ni siquiera tuvieron que esperar una sentencia absolutoria.

Sería reconfortante la certeza de que este celo de invierno sexenal es el último estertor de “la estrategia”, fallida si es que partió de la buena fe, o muy perversa, si surgió de otra clase de cálculo: a fin de cuentas, la delincuencia aquí sigue, más violenta que nunca, más poderosa, omnipotente, insolente y enraizada que hace seis años. Pero faltan cinco semanas de aquí a la elección presidencial, y después de ella el calderonato tendrá un margen de cinco meses para superarse a sí mismo: dos trayectos delicados que reclaman una conducción del Estado responsable y serena que no puede esperarse de Felipe Calderón y de sus colaboradores.

Por el contrario, los exhortos tardíos a respaldar una guerra perdida (o ganada en un sentido equívoco); los desplantes de autoridad y determinación al cuarto para las doce; el refrendo de propósitos legalistas mendaces (porque en esta administración el Ejecutivo federal se ha convertido en un violador contumaz de la legalidad) y los intentos de proyección transexenal de la política en curso en materia de seguridad, aparecen como factores de desestabilización, como provocación innecesaria y como un exabrupto nacional, ante una ciudadanía que prefiere concentrarse en las miserias y en las promesas del proceso electoral, en la necesidad de garantizar procedimientos democráticos en el plazo inmediato, en analizar las propuestas de las fuerzas políticas con registro para remontar la catástrofe heredada por el calderonato y en evitar que la pasión política creciente rompa –por la vía de la exasperación, de la provocación o de ambas– los cauces de la movilización pacífica.

Ciertamente, la ley debe estar vigente 24 horas y 365 días del año y la administración pública tiene la obligación de aplicarla desde que empieza hasta que termina, pero eso es justamente lo que no ha hecho la actual. En esa circunstancia, los súbitos mandobles de Calderón incrementan su descrédito, ahondan su falta de legitimidad y parecen intentos de entablar una negociación a golpes (de efecto), sabrá Dios con quién, orientada a pactar impunidades, protección y retención de cuotas. Para su desgracia, el país está, por ahora, en otra cosa.

25.5.12

En defensa del español


Nuestro idioma tiene topónimos propios para desginar, entre otras, a las siguientes ciudades o naciones:
  • Angora (Ánkara, en turco);
  • Bielorrusia (Bielarus, en bielorruso)
  • Bombay (Mumbai, en maratí)
  • Brujas (Brugge, en flamenco)
  • Cantón (Guangzhou, en chino)
  • Colonia (Köln, en alemán)
  • Cuernavaca (Cuauhnáhuac, en náhuatl)
  • Grecia (Ellás o Ellinikí Dimokratía, en griego)
  • Estambul (Istanbul, en turco)
  • Florencia (Firenze, en italiano)
  • Jerusalén (Yerushaláyim en hebreo, al Quds en árabe, Jerusalem en inglés)
  • La Haya (Den Haag, en neerlandés)
  • Londres (London, en inglés)
  • Maguncia (Mainz, en alemán)
  • Marsella (Marseille, en francés)
  • Moscú (Moskvá, en ruso)
  • Múnich (München, en alemán)
  • Nankín (Nanjing, en chino)
  • Nueva York (New York, en inglés)
  • Pekín (Beiying, en chino)
  • Turín (Torino, en italiano)
Asimismo, el idioma español tiene gentilicios exónimos para designar a los
  • huicholes (endónimo: wixáricas)
  • tarahumaras (endónimo: rarámuris)
  • estadounidenses o estadunidenses (endónimo: americans o americanos)
Por cierto: a ningún hispanohablante se le pasa por la cabeza pedir a los italianos que digan “México” en vez de “Il Messico”, o a los franceses que usen “Chile” y no “Le Chili”, o a los alemanes que digan “España” en lugar de “Spanien”. Tampoco se nos ocurre exigir a los anglófonos que digan “peruanos” en lugar de “Peruvians” o “guatemaltecos” en vez de “Guatemalans”, ni imponer a los daneses el endónimo “argentinos” por sobre “argentinske”.

24.5.12

Apostillas a un texto
de Riszard Kapuscinski




La única ley universal de las revoluciones es que no se dejan reducir a leyes. Sea cual sea su signo y orientación, ocurren de maneras muy diversas, transcurren por caminos insospechados, brotan en el momento menos esperado. “Su estallido, el momento en que se produce, sorrprende a todos, incluso a aquellos que la han hecho posible”. Pueden desencadenarse por un incidente menor en la plaza de un pueblo remoto, pueden coronar el esfuerzo constructivo y organizativo de décadas, pueden brotar de una grieta súbita que aparece en la fachada del poder. No es posible prever qué sector social o demográfico se pondrá a la cabeza de las movilizaciones. A veces se abren paso a sangre y fuego, o por la fuerza pero (casi) sin sangre (como la Revolución de Octubre en Rusia), o por medio de las urnas, como ocurrió en Chile en 1970, en Venezuela en 1998 y en Ecuador en 2006. Fidel Castro, que algo sabe del asunto, dijo hace unos años que gracias al poder de la comunicación y la transmisión “no harán falta las revoluciones” (armadas, se entiende) y que en la circunstancia actual “estamos ante el arma más poderosa que haya existido, que es la comunicación”.

En un capítulo de El Sha o la desmesura del poder (Anagrama, Barcelona, 1987) que se titula “La llama muerta”, el fallecido periodista polaco (pero universal) Riszard Kapuscinski afirma que para el surgimiento de una revolución “es imprescindible la palabra catalizadora y el pensamiento esclarecedor” que conducen a “la toma de conciencia de la miseria y de la opresión, al convencimiento de que ni la miseria ni la opresión forman parte del orden natural del mundo”. Para ello, se requiere de palabras: “palabras que circulan libremente, palabras clandestinas, rebeldes, palabras que no van vestidas de uniforme de gala, desprovistas del sello oficial”.

En las postrimerías del Virreinato las autoridades aduaneras ponían más celo en localizar, en la barriga de los barcos procedentes de la metrópoli, libros prohibidos (particularmente, de enciclopedistas y filósofos de la Ilustración) que en perseguir al contrabando. Con un celo casi simétrico, el cura Hidalgo decía que una imprenta era mejor arma que diez cañones. En el libro del que hablamos, Kapuscinski cuenta cómo los adeptos del imán Jomeini hallaron la manera de introducir a Irán la palabra grabada del líder religioso –exiliado en París– en cassettes de audio que luego circularon y fueron escuchados en reuniones clandestinas por todo el país. Los medios occidentales han celebrado la utilización de las tecnologías contemporáneas de comunicación horizontal en las revueltas del mundo árabe. En una entrevista con Carmen Lira, Fidel Castro propone erigir un monumento a WikiLeaks y se regocija: “¿Te das cuenta de lo que esto significa? Internet ha puesto en manos de nosotros la posibilidad de comunicarnos con el mundo. Con nada de esto contábamos antes.”

Desde la vieja formulación de David Hume, “quien tiene el saber tiene el poder”, hasta la sintética frase actual “información es poder”, puede inferirse que, en buena medida, la toma del poder –y una revolución empieza con la toma del poder por un sector empeñado en transformar a la sociedad– exige el dominio de la información (o la desinformación) y de la comunicación. En contraparte, los poderosos a los que se busca desalojar de su sitial ejercen el control, en forma primordial, con información y comunicación. En el México contemporáneo puede apreciarse ese ejercicio en la resistencia casi sistemática de las instancias gubernamentales a acatar los resolutivos del Instituto federal de Acceso a la Información (IFAI), pero también en el inocultable acuerdo de protección mutua entre la administración pública y los medios electrónicos.

De ese principio –información es poder– deriva también la noción de que el avance democrático ha de pasar obligadamente por la democratización de los medios informativos, los cuales se otorgan a sí mismos el título ostentoso de “cuarto poder” aunque, en su mayoría y en los hechos, formen parte indistinguible del primero y mantengan doblegado al segundo. De súbito, en el curso de este mes, el reclamo de la democratización de los medios ha pasado de algunas camarillas académicas y políticas a una masa de jóvenes que ha descubierto las correas de transmisión entre el aparato político y las televisoras.

Otra cosa que puede decirse de las revoluciones es que son escasas y que ocurren muy de vez en cuando; a lo sumo, una vez cada dos o tres generaciones. Ello es así porque “toda revolución es un drama, y el hombre evita instintivamente las situaciones dramáticas”. Aunque las sociedades vivan sumidas en la miseria y/o en la opresión, “aspiran a la tranquilidad, a la rutina de cada día”. Si una sociedad se decide a emprender una transformación radical (en la tercera acepción de la RAE, “partidario de reformas extremas, especialmente en sentido democrático”, o en la segunda de María Moliner, “cualquier cosa que obra o se produce de manera completa, sin limitación, atenuaciones o paliativos”) es porque “una larga experiencia le ha enseñado que no le queda ninguna otra salida”. Kapuscinski  lo dijo en una crónica reflexiva sobre la revolución islámica de 1979 en Irán, pero los indígenas zapatistas de Chiapas, que no tienen nada que ver con el autor polaco ni con los chiítas iraníes, explicaron en su momento, con palabras casi idénticas, la razón de su revuelta armada: “no nos han dejado otro camino”.

En la larga antesala de las revoluciones da la impresión de que la gente es capaz de tolerarlo todo, que tiene una paciencia infinita y que, en contraparte, el poder, o los poderes, pueden hacer lo que les dé la gana sin temor a causar una revuelta: “un escándalo tras otro, una injusticia tras otra, quedan impunes. El pueblo permanece en silencio; se muestra paciente y cauteloso. Tiene miedo, todavía no siente su fuerza. Pero, al mismo tiempo, contabiliza minuciosamente los abusos cometidos contra él, y en un momento determinado hace la suma”.

Para provocar una revolución no bastan ni las malas condiciones de vida ni la existencia de un régimen opresivo. Se requiere de información que desemboque en una toma de conciencia. Y se necesita un ingrediente más: la provocación insoportable desde el poder, la gota que derrama el vaso de la paciencia social: “El poder es el que provoca la revolución. Desde luego, no lo hace conscientemente. Y, sin embargo, su estilo de vida y su manera de gobernar acaban convirtiéndose en una provocación. Esto sucede cuando entre la élite se consolida la sensación de impunidad.” Lo que esa provocación inesperada consigue es que el poder de la indignación supere la capacidad de contención del miedo y la gente se decida a enfrentar al poder en cualquiera de sus caras: la policial, la mediática o la corruptora; la que reparte garrotazos, la que otorga becas y despensas o la que descalifica, abruma y condena a los opositores al escarnio, al ridículo y a la marginalidad.

Y dice Kapuscinski: “Todos los libros dedicados a las revoluciones empiezan por un capítulo que trata de la podredumbre de un poder a punto de caer o de la miseria y los sufrimientos de un pueblo. Y, sin embargo, deberían comenzar por uno sobre el aspecto psicológico de cómo un hombre angustiado y asustado de pronto vence su miedo y deja de temer.”

Ello es así porque ningún régimen opresivo puede sostenerse, a mediano o largo plazo, por la fuerza de las armas. Su principal mecanismo de poder –además de la información y la comunicación– , no son las armas, sino el miedo a ellas y a los instrumentos judiciales y policiales.

¿Se encuentra México en el preludio de una transformación revolucionaria? No hay forma de saberlo, como se dice al principio de esta entrega. Por si sí o por si no, lean a  Kapuscinski.



22.5.12

Rebelión en mayo


Al margen de los partidos políticos, los ciudadanos, predominantemente jóvenes, toman las calles, y no única, ni preponderantemente, las capitalinas. En una de las marchas van en reclamo de sus derechos de expresión e información; en la que sigue, van en contra de un candidato y de los medios que lo inventaron; en la tercera van a favor de otro. En todos los casos expresan su repudio al sistema político. Despejan, con fluidez y contundencia, los temores a la manipulación y a la provocación –formulados por el que escribe–, rechazan el control de la vida republicana por los intereses fácticos y por la clase política y ponen el dedo en una vieja llaga: la función de la mayor parte de los medios como barrera a la democratización. Difunden y generalizan un reclamo que parecía constreñido a círculos opositores y a entornos académicos: no puede haber equidad en las urnas si no hay equidad en las pantallas de televisión y en las emisiones de radio, y no hay margen para comicios limpios y creíbles cuando las encuestadoras orgánicas, en vez de reflejar tendencias, se dedican a fabricarlas.

Por añadidura, esta insurgencia cívica es un repudio, por contraste, a los contenidos y las formas, del manejo partidista de la política. Con exasperante frecuencia, los partidos son correas de distribución de prebendas, favores o limosnas entre oficinas públicas de cualquier nivel y los votantes. El ejercicio del sufragio tiende a convertirse en un trámite para la obtención de un puesto, de una beca, de una ayuda para construcción. Y en un entorno en el que los magnates y sus cortes viven en plena recuperación económica, mientras que el resto se debate en la recesión persistente, la compra del voto –a veces es tan descarada que toma la forma de un billete de 500 pesos– es un negocio con los insumos asegurados.

Más acá de la flagrante ilegalidad de la coacción y compra del voto, los aparatos de los partidos –de todos– incurren en prácticas de manejo de masas no muy lejanas de la ganadería, tan obsoletas como ofensivas, en la que el debate político se reduce a cero ante la urgencia pragmática de colmar la plaza, de exhibir un músculo corporativo basado en una impecable logística de transporte, en el reparto puntual de gorras, banderines, tortas y refrescos, en escenografías móviles y puestos de reparto de trípticos, en coros de consignas previamente ensayados y en la anulación de las convicciones y su conversión en coreografías patéticas con uniformes de plástico.

Ante los deprimentes espectáculos de campaña referidos, las marchas ciudadanas –que no pueden ser llamadas “apartidistas” por la simple razón de que las convoca el repudio a un candidato y su partido, o el respaldo a otro aspirante, postulado también por organizaciones partidistas– son una bocanada de aire fresco con voluntad de limpiar toda la atmósfera.

Pese a todo, ni en el movimiento #Yosoy132 ni en la #MarchaAntiEPN hubo llamados a no votar o a anular el sufragio. Por el contrario, la reivindicación generalizada ha sido “yo decido quién gobierna” y “no a la imposición”.

Presenciamos, en el vértigo de dos semanas, el surgimiento de un movimiento que es antisistémico en la medida en que se manifiesta contra las miserias de un sistema político inveterado, repelente a reformas legales y alternancias, en el cual se encuentra intacta la capacidad de los poderes fácticos de construir candidatos presidenciales (falta ver si en esta ocasión logran, además, imponerlos, como lo hicieron en 1988 y en 2006). Esta corriente es, adicionalmente, profundamente democrática, por cuanto demanda que las decisiones electorales tengan lugar en las urnas y no fuera de ellas.

Esta inesperada rebelión de mayo, fresca, juvenil y lúcida, puede ser el factor decisivo de quiebre en el acontecer de la sofocante institucionalidad política: la ruptura –nadie la desea violenta ni insurreccional– que el país ha estado esperando desde hace muchos años. Ojalá.

Tlatelolco, 2012: discurso
de AMLO ante estudiantes

21.5.12

¿El vuelco?


Estamos en un periodo intenso que empezó la noche del jueves 10 de mayo, en el concierto de Paul McCartney en el Zócalo, con una inopinada rechifla contra Peña Nieto; siguió la mañana del viernes 11, con el repudio al candidato priísta en la Ibero; pasó por la muerte de Carlos Fuentes y el recordatorio implacable de la última opinión política del novelista fallecido (contra @EPN); prosiguió con la conformación del movimiento #Yosoyel132 y la manifestación del viernes pasado de estudiantes de universidades privadas, en su mayoría, a las sedes de Televisa; un día más tarde tuvo lugar la enorme #MarchaAntiEPN, que de alguna manera se continuó con las concentraciones del Apoyo Mundial a AMLO, el domingo, y sigue, esta tarde de lunes, en la Plaza de las Tres Culturas, en el Encuentro de Estudiantes con el candidato de las izquierdas. El auge terminará Dios sabrá cuándo.

Algunos opinadores –incluido el que esto escribe– , manifestaron sus dudas ante la #MarchaAntiEPN, no sólo porque fue convocada por personas sin nombre ni rostro, sino, sobre todo, porque el evento fue precedido de propaganda apócrifa, pretendidamente firmada por Morena y/o López Obrador, y por adhesiones auténticas procedentes del círculo de Josefina Vázquez Mota. Algunos incluso desaconsejamos ir a esa manifestación, temerosos de que pudiera ser instrumentada en provecho propio por la aspirante blanquiazul, por el PRI, para desacreditar la campaña de AMLO, o de que se tratara de un montaje provocador para . Señalamos también la inconsistencia de una marcha que se reclamaba “apartidista” pero que pretendía protestar contra un candidato y su partido. Esos antecedentes no auguraban nada bueno.

Sin embargo, la concurrencia al evento resultó mucho más numerosa de lo que algunos esperábamos y, si bien no fue apartidista –no puede ser apartidista una marcha contra un partido– tampoco fue pro panista, como algunos preveíamos. Pese a los intentos de manipulación y de utilización –que no fueron inventados ni producto de la paranoia–, los asistentes, jóvenes, en su mayoría, fueron capaces de mantener un discurso –es un decir, porque no lo hubo, o bien se redujo a consignas– unitario contra Peña sin promover con ello a una plataforma política distinta. Fue, en lo general, una manifestación anti sistema. Fue masiva. Y, a pesar de los intentos de distorsionar la información, la masa de medios del régimen no pudo ocultarlo, o no del todo.

Parece ser que las numerosas muestras de rechazo a Peña Nieto transitaron ya de las redes sociales a las calles (lo que hablaría del poderío de las primeras). Parece ser que se vive un vuelco en los estados de ánimo sociales en contra de un régimen cuyo exponente más claro no es Josefina Vázquez Mota, ni Felipe Calderón, sino el candidato priísta. Parece ser que la suma de los descontentos ha decidido ir más allá de los ámbitos electorales y de campaña para transitar por caminos nuevos.

La lectura y la interpretación de estados de ánimo sociales no es una tarea fácil y, en lo personal, no hallé motivos para suponer que la masa que se manifestó el sábado 19 podría pasar por encima de las maniobras para instrumentar la marcha y preservar el sentido anti sistema de la protesta masiva. Bueno, estoy muy contento de haberme equivocado.

¿A dónde lleva esta concatenación de un movimiento anti sistema “apartidista”, errores crasos a cargo de los candidatos del régimen (Peña, Vázquez Mota y Quadri) y alza inocultable de la campaña lopezobradorista? ¿Estamos viviendo los días iniciales del gran vuelco? ¿Nos encontramos en la antesala de ese momento, esperado por décadas y nunca realizado?

Es difícil saberlo. Cabe esperar que en las semanas próximas las encuestas orgánicas sigan machacando a la opinión pública con la supuesta inamovilidad de Peña Nieto en la punta de las preferencias electorales y que el régimen adopte medidas de blindaje y de control de daños. En lo sucesivo, habrá que observar con sumo cuidado los pasos del movimiento anti Peña en sus distintas expresiones La moneda está en el aire y puede caer con la cara del cambio. Ojalá.

Les recomiendo que lean “La llama muerta”, un texto de Kapuscinski que aporta valiosas referencias para entender lo que podría ser el momento actual de México.

18.5.12

El sainete de los generales


En otro momento de la vida nacional, la detención y el arraigo de dos generales –un divisionario retirado y un brigadier en activo– para investigarlos por presuntos vínculos con la delincuencia organizada habría causado un golpe de buena impresión. El hecho habría sido tomado por la opinión pública como una muestra de voluntad moralizadora y como una determinación gubernamental de limpiar las instituciones, incluso las castrenses, de corrupción.

En el ocaso del calderonato, sin embargo, el arresto de los uniformados de alto rango y prominente palmarés –Tomás Ángeles Dauahare fue subsecretario de Defensa– parece el enésimo capítulo de una procuración mafiosa, maniobrera y extraviada. No se puede ignorar que el ex subsecretario había venido participando en reuniones con el equipo de Enrique Peña Nieto y, con los antecedentes de los golpes judiciales fallidos contra adversarios políticos –el célebre michoacanazo, la faramalla montada contra Carlos Hank Rhon, las filtraciones dirigidas a criminalizar a tres ex gobernadores de Tamaulipas, entre otros muchos casos–, la acción de la PGR contra los generales deja la impresión de que es parte de una negociación brusca, sí, pero negociación al fin y al cabo, entre las dos grandes alineaciones partidistas del régimen: el PRI y el PAN.

En una de esas, resulta que los generales sí han estado relacionados, con fines comerciales o financieros, con la criminalidad. Pero bien podría ser, también, un intento por debilitar al aspirante presidencial priísta con la perspectiva de negociar con él una impunidad ventajosa para los principales responsables gubernamentales de la desastrosa guerra en la qu Calderón sumió al país.

El problema con esa clase de juegos –si es el caso– es que pueden salirse de control, ya sea porque la presumida culpabilidad resulta cierta, o bien porque el efecto resulta excesivo y el candidato tricolor no resulta debilitado, sino eliminado de la carrera –y no hay nadie más a la vista con quién firmar un pacto de silencio y encubrimiento, salvo que se piense que Quadri pueda ganar la elección presidencial–, o porque la acusación puede resultan tan endeble e inverosímil que termine por causar un impacto contrario: el derrumbe final de la credibilidad en las instituciones que aún controla el calderonato y el repunte de un copetón fortalecido por la victimización, pero engorilado de más por golpe tan bajo.

Si se trata de un sainete judicial más, habría que ver, por añadidura, la gracia que eso pudiera causar en los círculos de la Sedena, en los cuales no escasean los motivos de agravio.

Ah, y de última hora: que no son dos los generales detenidos. Que ya son tres.

17.5.12

Carta a un candidato


El pasado viernes 11 de mayo usted, señor Enrique Peña Nieto, asumió, ante alumnos de la Universidad Iberoamericana, la responsabilidad por la actuación de policías estatales y federales contra una multitud de civiles inermes, seis años atrás, en los incidentes de Texcoco-Atenco. “Fue una acción determinada personalmente, que asumo personalmente, para restablecer el orden y la paz en el legítimo derecho que tiene el Estado mexicano de hacer uso de la fuerza pública como además, debo decirlo, fue validado por la Suprema Corte de Justicia de la Nación”, dijo usted.

En ese y en otros temas, usted mintió a los muchachos.

Porque si bien es cierto que el 12 de febrero de 2009 el Pleno de la Suprema Corte resolvió, por vergonzosa mayoría,  exonerar  a  los altos mandos federales y estatales que planificaron la represión –entre quienes se encontraban, además de usted, Eduardo Medina Mora, Miguel Ángel Yunes, Humberto Benítez Treviño, Wilfrido Robledo Madrid, y otros–, jamás “validó” ni convalidó la actuación de las fuerzas públicas en mayo de 2006 en Texcoco y Atenco. Por el contrario, asentó que ocurrieron allí violaciones graves a las garantías individuales.

Más aun: el dictamen elaborado por el ministro José de Jesús Gudiño Pelayo sobre el expediente de Atenco, publicado en el DOF el 21 de septiembre de 2009, si bien se abstiene de mencionar explícitamente la responsabilidad de usted, sí señala en forma exhaustiva e inequívoca, que en la represión de los comuneros “el Estado –a través de agentes de diversas corporaciones policiales y otros servidores públicos– ejerció su facultad de fuerza pública de una manera gravemente violatoria de garantías individuales”.  Las autoridades violaron, entre otros, los derechos a la vida, a la integridad personal, a las libertades de expresión y de trabajo, a la libertad personal, a la inviolabilidad del domicilio, a la justicia, al trato digno a detenidos, y a la propiedad privada.

“La fuerza pública se utilizó en forma ilegítima, por innecesaria y desproporcionada en razón a la manera en que se condujeron los policías, ineficiente, improfesional e irrespetuosa de la dignidad humana de los detenidos”; “la ilicitud no sólo deviene de los pocos o muchos policías que actuaron violentamente, sino que también se arraiga y materializa en la de aquellos, homólogos o superiores que, con su imprevisión, indiferencia, consecuentando, tolerando o por omisión, permitieron que ocurrieran y continuaran esas vejaciones”; y, por si quedara duda: “Atenco ha sido un caso superlativo y paradigmático de las deficiencias que, en general acarrea en México la policía y el uso de la fuerza”.


Tal vez usted ignore el significado del verbo “validar”. Acaso usted, que ha dado fehacientes muestras de aversión a la lectura, desconozca el dictamen referido de la SCJN, pese a que le fue oportunamente remitido para que actuara legalmente –cosa que nunca hizo– contra los responsables de las atrocidades bajo jurisdicción del ejecutivo mexiquense. O bien usted mintió deliberadamente, como lo ha venido haciendo en tantos otros asuntos: el de los feminicidios en el Edomex, el de sus incumplidos “compromisos cumplidos”, el de su “vocación democrática”, el de su voluntad de “cambio”.

Tal vez haya tomado usted a los chicos de la Ibero por fresas y pirruros que ignorarían las luchas y las tragedias de la “prole”. Si así fue, no tomó en cuenta que ciertas canalladas son inadmisibles para cualquier persona de buena voluntad, al margen de su ideología, de su clase social o de su fortuna. Y los chavos de la UIA que lo repudiaron, señor Peña Nieto, son personas buenas, sensibles y cívicas.

Por lo demás, a la gente en general no le gusta que le tomen el pelo, como pretendió usted tomárselo a los estudiantes en  la Ibero. Ellos, como todos los de su generación, han nacido y crecido en un país dominado por la mentira sistemática. Desde que Salinas, promotor de usted, se encaramó a la Presidencia mediante un fraude, y hasta la fecha, en la administración de un usurpador que llegó al cargo con la complicidad priísta, el discurso oficial ha estado modulado por la falsedad. Salinas nos dijo que habíamos llegado al Primer Mundo. Zedillo aseguraba que él “sabía cómo hacerlo”, Fox se presentaba como promotor del “cambio” y Calderón prometió ser “el presidente del empleo” . Usted los sintetiza a todos en una perspectiva de continuidad. La candidatura de usted simboliza la perpetuación de la mentira, de la violencia represiva, de la corrupción, de la frivolidad y del uso patrimonialista y mafioso del poder público.


Su joven auditorio le expresó indignación porque usted quiso disfrazar esa atávica y sórdida carga  como la “gran esperanza” de un cambio. Los chavos estaban en pleno derecho de repudiar la impostura. En respuesta, usted se escabulló, Pedro Joaquín Coldwell, jefe de su partido, pidió que se “investigara” a los estudiantes inconformes, y el enjambre habitual de plumíferos a sueldo halló, en las muestras de inconformidad, una conjura lopezobradorista. Al día siguiente, presuntos personeros de usted (vale asumir que lo son, en tanto usted no se deslinde), como ese Jorge Yazberth, quien se dice en Twitter “presidente del organismo Nacional de Jóvenes Priístas” difundían amenazas de muerte contra los chavos de la Ibero que tuvieron el valor de identificarse públicamente para desmentir que la protesta hubiese sido “orquestada” o realizada por “infiltrados” o “acarreados”, como lo había sugerido Coldwell.

Días antes del encuentro en la UIA, el gobernador michoacano, correligionario de usted, lanzó a la policía, con una brutalidad innecesaria evocadora de Atenco, contra estudiantes inconformes Días después, en Saltillo, unos esbirros del PRI la emprendieron a golpes contra ciudadanos que manifestaban pacífica y legalmente su repudio contra lo que usted representa,  bajo la mirada pasiva y cómplice de efectivos policiales. El martes, en Córdoba, Veracruz –entidad también desgobernada por el PRI–, se repitió la escena: tipos con corte capilar tipo casquete corto, luego secundados por uniformados, tundieron a manifestantes que lo repudiaban a usted y hasta agredieron brutalmente a una mujer que tomaba fotos de los hechos.

Termino. De usted dijo Carlos Fuentes, a quien perdimos esta semana, que “no tiene derecho a ser presidente de México a partir de la ignorancia”. No sabía el gran novelista  que usted no sólo habría de exhibirse como un candidato ignorante sino también como un candidato represor. Aunque le parezca raro, señor Peña Nieto,  se lo agradezco. Gracias por recordarnos, por si lo hubiéramos olvidado, el peor rostro de su partido: el PRI del 2 de octubre de 1968 y del 10 de junio de 1971; el de la guerra sucia, con su saldo de “desaparecidos”, asesinados y torturados; el partido autista y fraudulento de De la Madrid; el sórdido y entreguista de Salinas; el de Aguas Blancas y de Acteal; el de las privatizaciones corruptas; el de las concertacesiones impresentables; el del Fobaproa y del Pemexgate; el de su tío Arturo Montiel –“los derechos humanos no son para las ratas”, solía decir–; el de Atenco y el de usted, Enrique Peña Nieto. Gracias. Por el bien de México, por la memoria de tantas víctimas del priísmo, por el presente de una ciudadanía exasperada y por el futuro de una juventud ejemplar y rebelde, le deseo una contundente derrota el próximo 1 de julio.




16.5.12

Renave y Renaut


Por medio de Herminio Blanco, quien hizo carrera durante la implantación del Tratado de Libre Comercio, Ernesto Zedillo encomendó a la mafia la tarea de levantar un registro de vehículos automotores del país. En efecto, Ricardo Miguel Cavallo, director de la concesionaria Talsud, no sólo resultó terrorista, genocida y torturador, sino que también anduvo involucrado en el robo de automóviles y en su comercialización. Hoy, en su país de origen, Cavallo cumple una condena a prisión perpetua, en tanto que Blanco dirige una cosa llamada IQOM, Inteligencia Comercial, y se desempeña como integrante de consejos de bancos y de comités y cámaras de negocios. Cuando se divulgó el pasado de Cavallo, en las postrimerías del zedillato, Herminio Blanco, en vez de firmar su renuncia, se lanzó, con la insolencia característica de ciertos priístas, contra los periodistas que habían descubierto que el honorable empresario de Talsud era en realidad un militar asesino y un ratero de coches y los acusó de estar al servicio de “grandes intereses”. Ahí tienen, más de 20 años después, a Pedro Joaquín Coldwell, pidiendo que se “investigue” a los estudiantes que el viernes pasado repudiaron a Peña Nieto en la Ibero, en vez de investigar, él, los motivos por los cuales el candidato de su partido es infumable para grandes sectores de jóvenes conscientes e informados.

Sabrá Dios si algunos o muchos de los datos del Renave llegaron a compinches de Cavallo en el negocio del robo de autos. Oficialmente, el saldo más trágico del episodio fue el suicidio de Raúl Ramos Tercero –entonces subsecretario de Normatividad y responsable directo de la concesión del Renave–, quien el 6 de septiembre de 2000 se fue a La Marquesa, estacionó el coche y se cortó las venas.

Por ese entonces, el país estaba embobado con lo que parecía el inicio de una transición democrática y la inminente y novedosa transmisión de poderes de un priísta a un panista y no hubo energía social para investigar a fondo la inmunda concesión de una base de datos monumental y estratégica a una empresa privada que, para colmo, era propiedad de un criminal. Tampoco se conoció nunca la cantidad de dinero público que fue a engordar los bolsillos de Cavallo antes de que a éste le echaran el guante, en Cancun, para cumplir con una orden de aprehensión girada por el juez Garzón, y lo enviaran a una gira internacional de extradiciones.

Ya en plena usurpación presidencial calderonista otros genios tuvieron la idea de crear un registro nacional de teléfonos celulares, supuestamente para evitar o investigar secuestros y extorsiones en cuya perpetración se empleaba aparatos móviles: el Renaut. La aplicación del proyecto no sirvió de nada porque el trámite de registro había sido diseñado de manera tonta, si no es que facilitadora y cómplice. En las agencias de Telcel, Iusacell, Nextel y demás, se exigía identificación oficial como requisito para contratar una línea de celular, pero a nadie se le ocurrió hacer otro tanto en las ventas a mayoreo de chips (sims) telefónicos. Siempre fue posible comprar, en cualquier puesto informal, números de celular a nombre de Norberto Rivera, Carlos Slim o Felipe Calderón, insertar el sim correspondiente en un aparato, y luego dar de alta la línea con los datos de la CURP de cada uno de esos ciudadanos –o de otros–, tomados libremente de Internet.

Hoy, en un ambiente finisexenal, el Renaut repite la historia del Renave, aunque sin los componentes truculentos –hasta ahora– de aquel enjuage: la base de datos no sirvió para maldita la cosa y ahora la preocupación básica consiste en destruir toda esa información para impedir que llegue a manos de delincuentes o, cuando menos, de aquellos a los que merecen esa clasificación por parte del gobierno. El propósito es incierto, habida cuenta que, cuando la delincuencia organizada se lo propone, es capaz de conseguir hasta el expediente médico del sedicente constitucional, como supimos gracias a uno de los cables que WikiLeaks entregó a La Jornada. El propio Calderón ha confesado, además, la verosimilitud de que policías vendidos al crimen sean los que contesten las llamadas de denuncia en las líneas telefónicas instaladas para tal efecto. No se extrañen si un día de éstos les ofrecen en Tepito memorias USB con la información del Renaut en un archivo de Excel. Ah, pero cómo se preocupa por nuestra seguridad el hombre “de las manos limpias”.

¿Y el dispendio? ¿Y la malversación? ¿Y los millonarios súbitos de esta otra disposición malograda? ¿Olvidaremos reclamar la información correspondiente?

14.5.12

Estudiantes de la Ibero



Peña: ell@s no tienen, como tú, un enjambre de guaruras. Pero dan la cara y no corren a esconderse en el baño.

No permiten, l@s chav@s de la Ibero,
que les digan mentiras en un foro;
no deja, su sentido del decoro
que vaya a engatusarlos un logrero.


Llega Peña, político rastrero,
a cantinflear, a parlotear cual loro,
y tiene que meterse al inodoro
ante el repudio lógico y certero.


Por Atenco, le dicen “asesino”;
lo acusan de mentir, y es demagogo,
cobarde lo proclaman, y es culero.


Huír de la verdad es su destino,
los guardaespaldas son su desahogo
y su coco, l@s chav@s de la Ibero.

¿#MarchaAntiEPN?


Parece ser que la iniciativa surgió de manera espontánea en el Zócalo, la noche del concierto de Paul MacCartney, el jueves pasado, al calor de las expresiones de repudio –también espontáneas– contra Peña Nieto, cuando seguidores de éste colgaron un trapo de propaganda del priísta en una de las ventanas que dan a la plaza. Estaban frescos los ecos del repudio masivo en la Ibero, y en curso, el TT #ChingatumadreEPN con motivo del 10 de mayo. Fue en ese clima que empezó a circular la convocatoria a un acto denominado “Primera marcha de información anti Peña Nieto”, a realizarse el mediodía del sábado 19 de mayo en el astabandera del Zócalo con el objetivo de transmitir al público “las pifias y porquerías” del abanderado priísta que las televisoras no dan a conocer, pero que circulan en Internet, y de manifestar “nuestro rechazo al partido más opresor del país y a su candidato: un muñeco de plástico”. Posteriormente, Anonymous Iberoamérica (en Twitter: @anonopshispano), único convocante visible, extendió la convocatoria a todas las plazas públicas del país.

En los días siguientes, conforme organizaciones e individuos afines al Movimiento Progresista marcaban su distancia de la marcha, grupos y tuiter@s pro Josefina Vázquez Mota insistían en que la actividad es apartidista, que se trata de una iniciativa ciudadana y que no debía ser teñida por filiaciones políticas. Las reglas publicadas en anonopsibero.blogspot establecen:

“Vestir de negro (habían dicho balnco, pero la mayoría lo toma como apoyo al PAN); si se llevan pancartas, que sean contra el PRI, EPN, Televisa, Vázquez Raña, etc., no contra los demás partidos o candidatos y no caer en provocaciones de seguidores de EPN, sólo hay que ignorarlos”. Finaliza el anuncio: “Que sea una manifestación pacífica, sabemos que habrá seguidores de JVM, AMLO, Quadri, del PAN, PRD, sin partido, habrá de todo, hay que ser tolerantes”.

 De alguna manera, lo anterior equivale a la creación arbitraria de una coalición anti-PRI no muy diferente a las que el año antepasado impulsaron los calderonistas y un sector de los perredistas en Puebla, Sinaloa, Oaxaca y el Estado de México. En su momento me pareció un contrasentido y actualmente me lo parece con mayor razón, porque ahora es más evidente que nunca que el PRI y el PAN son patentes electorales de un mismo régimen oligárquico y que la prioridad no es impedir “el retorno del PRI” porque el PRI nunca se ha ido: sigue gobernando el país en forma de una alianza de clóset en la que confluyen, además de tricolores y blanquiazules, las empresas electorales Panal y PVEM.

 El blog http://marchaantiepngdl.wordpress.com es aun más anónimo que Anonymous. En su sección “¿Quiénes organizan la marcha?” afirma que “es un movimiento ciudadano; por eso mismo se solicita a los asistentes que simpaticen por tal o cual candidato, no den muestras de apoyo durante la marcha”. Luego, el híper anónimo pasa sin empacho a primera persona: “Otro día podremos definir si Josefina o López Obrador son mejores opciones. Conozco a varios organizadores de este evento y sé que son ciudadanos comunes y corrientes, que no pertenecen a ningún partido político y que están preocupados por el futuro de nuestro país.”

 Quien se ostenta como administrador de la página de Facebook “Enrique Peña no” afirma de manera vehemente en un video: “Esto está orquestado por ciudadanos, por civiles, por gente que no pertenece a ningún partido ni pertenece a ninguna institución ni tiene apoyo del gobierno ni de nadie. Esto es estrictamente ciudadano”, y agrega una expresión que empieza a ser familiar en la propaganda de la marcha: las “pifias y porquerías” de Peña Nieto.

 Fuera de los señalados, quienes respaldan con entusiasmo el acto son las cuentas tuiteras @CentroJosefina, que se define como “cuenta eje de las redes que apoyan a @JosefinaVM”, y @Paulinagamu, cuenta “vázquez-motista” por definición propia, cuy@ responsable achacó “a los del PRD” haber convocado a la marcha y haberse “retractado” de ella.

 La entusiasta adhesión de @CentroJosefina a la marcha programada irritó a @anonopshispano, pues tiñe de partidismo el evento:



 Desconozco las lógicas de movilización que ha echado a andar el movimiento Anonymous. En general simpatizo con sus causas y con sus travesuras, a veces portentosas y explosivas, pero no sé quiénes son y estoy chapado a la antigua: prefiero el rostro, aunque sea desconocido, a la máscara famosa, y si bien el anonimato es indispensable para realizar ciberataques masivos y hackeos geniales, no lo es, a mi juicio, para convocar a una marcha.


 Otra objeción que tengo a la #MarchaAntiEPN tiene que ver con la ética republicana. Una cosa es repudiar a un candidato por sus expresiones cínicas, demagógicas y torpes, y por su pasado criminal, como fue el caso de Peña en la Ibero, y otra, muy distinta, organizarle eventos en contra. Una elección sirve, primordialmente, para seleccionar la fórmula más próxima a uno, o la menos imperfecta, a juicio propio, no para denostar las rivales. Se protesta contra actos de una autoridad, para exigir una reivindicación concreta o para expresar respaldo a alguien o algo. ¿Pero de qué se va a protestar contra @EPN, si actualmente no ejerce cargo público alguno?


 Otra cosa: ¿es ético hacer propaganda contra Peña por su actuación criminal en Atenco, por la desbordada criminalidad en el Edomex, por la corrupción de su gobierno, sin mencionar que la represión contra los atenquenses fue corresponsabilidad de Vicente Fox, que el descontrol mexiquense se enmarca en la estrategia de Felipe Calderón, que las trapacerías de los gobernadores priístas es posible por la impunidad que les ha sido garantizada por las administraciones federales panistas? Mi respuesta personal es “no”.


 También me causa escozor el lema de rechazar al “partido más opresor del país” porque el clima de opresión que debemos al panismo no es menos grave que el implantado por los priístas en su momento.


 Una última objeción a la convocatoria de la marcha contra @EPN es el reclamo excluyente de “lo ciudadano” y de “lo independiente”. Les tengo noticias al respecto: hace ya cinco años, unos cuantos millones de ciudadan@s independientes que no encontrábamos acomodo en ningún partido político y que representamos una gran diversidad de ideologías –hay entre nosotros socialistas, socialdemócratas, socialcristianos, nacionalistas revolucionarios, ex comunistas, anarquistas de estirpe floresmagonista...– nos dimos a la tarea de organizar un movimiento propio al margen de los institutos políticos con registro. Se llama Movimiento de Regeneración Nacional.


 Con esas consideraciones en mente, decido correr el riesgo de que me llamen “troll priísta” y recomiendo a quienes aspiren a lograr un cambio verdadero y a establecer un nuevo proyecto de nación que se abstengan de ir a la #MarchaAntiEPN.

11.5.12

El seudópodo


La contaminación trascendente que el debate deja en la vida política no es la edecán, sino Quadri. Pueden dar por sentado que a la primera no la volverán a ver a menos que vayan a buscarla, pero el segundo se ha instalado, con toda su obscenidad, en la actualidad republicana, y eso sí es grave.

El candidato presidencial de Elba Esther Gordillo asegura que no es político, pero su propia condición actual niega tal aserto. Por lo demás, Gabriel Quadri de la Torre es desde hace tiempo un político de la peor especie: logrero, corrupto y taimado.

En el sexenio de Ernesto Zedillo lo encontramos en la nómina de funcionarios públicos, en calidad de director del Instituto Nacional de Ecología (INE), en donde traficó con permisos ambientales indebidos. Uno de ellos, el que le dio a la estadunidense RACT para construir un confinamiento de residuos peligrosos a un lado de la Presa Trujillo, en Tamaulipas, terminó en escándalo y Quadri tuvo que dejar el cargo.

Ya en la iniciativa privada, Quadri se dedicó, por medio de su empresa Sistemas Integrales de Gestión Ambiental, SIGEA, a elaborar manifestaciones falseadas de impacto ambiental. Las más celebres, porque llegaron a la luz pública, fueron la que otorgó a los inversionistas del club de golf que se pretendía construir en Tepoztlán – y que fue abortado gracias a la organización del pueblo– y el que le facturó a los propietarios de una gasolinera en Insurgentes Sur, no lejos de la salida a Cuernavaca, que hasta la fecha no ha podido iniciar operaciones por la férrea oposición de los vecinos.

Si en el ámbito ecológico Quadri es una suerte de sepulcro blanqueado, (un cementerio nuclear disfrazado de fermentadero de desechos orgánicos, digamos para seguir con la metáfora), en la política su hipocresía no conoce límites. Se presenta como un “ciudadano”, en contraposición a “los políticos”, como si éstos no fuesen ciudadanos y como si él, Quadri, no fuera un político al servicio de la representante máxima de la pudrición del régimen: Elba Esther Gordillo, la que ha hecho del sindicato de la educación propiedad familiar, la que pone y quita sirvientes a voluntad en la SEP, en la Lotería Nacional, en el ISSSTE, la que ha convertido el trapicheo de votos en una industria sin chimeneas.

Lo más deprimente es que, a partir del debate, a la marioneta gordillista se le haya empezado a conceder el beneficio, si no de la duda, cuando menos el de la simpatía. Se requiere de una desconexión neuronal severa para encontrar atractivo político y “novedad” en este pelele mientras, con el otro hemisferio, se execra, como lo peor de lo peor, a la mafia sindical y política que lo hizo su candidato presidencial.

Otro motivo de preocupación es que se quiera ver como propuesta original un amasijo de ideas autoritarias, privatizadoras y neoliberales, una suerte de resumen para niños del programa de Sebastián Piñera o del de Mariano Rajoy. Ustedes perdonen, pero las propuestas de Quadri son más viejas y sobadas que el rosario de la abuela.

Pero la realidad es la realidad, Quadri está metido en la competencia presidencial (es decir, reproducido hasta la náusea en espacios que se pagan con dinero de todos)  y, aunque no tenga la menor posibilidad de ganarla, sí se ha vuelto ya un factor de distorsión política y de desmoralización en su sentido más triste: extraviar la moral. Un electorado que lleva tres lustros de horrorizarse ante el enorme poder de la Maestra no debiera festejarle las ocurrencias a su seudópodo. Es esclarecedor, por lo demás, que esto ocurra no en los ámbitos sociales de más bajo nivel educativo, sino en ciertos sectores de clase media a los que se supondría mejor (in) formados.

Si les gusta Quadri como candidato, se merecen a Elba Esther por muchos años más. Si votan por él, estarán fortaleciendo el poder ilegítimo de ella. Luego no digan que no sabían nada.

10.5.12

Feromonas en una camiseta



Ocurrió hace décadas, y si no me creen, pongamos que no ocurrió nunca, y ya. Los de la banda vivíamos aún en las casas de nuestros padres, pero Fabián era privilegiado y tenía una leonera, que era como se le llamaba entonces a un departamento de soltero, el colmo de la buena suerte, a dos cuadras de su casa. Fabián era un poco seráfico e inocente, no se metía en problemas, siempre tenía más de lo que necesitaba –actividad sexual, ropa, libros– y las cosas parecían caerle del cielo. Le teníamos envidia.

No había razón, ahora que lo pienso, porque Fabián era generoso y pagaba con gusto la cuenta de los más desfavorecidos en los changarros en los que mal comíamos, nos prestaba sus libros –aún conservo algunos de ellos en mi biblioteca– y nos facilitaba su leonera cada vez que teníamos una urgencia política o amorosa. En ella se organizaron pintas de muros, se produjeron volantes, se diseñó un par de intentos fallidos de toma del poder, se leyó hasta el cansancio El 18 Brumario de Luis Bonaparte; en ella se unieron y despedazaron corazones y en ella se produjeron también dos o tres embarazos no deseados y algún contagio solidario de clamidia y gonorrea, esos padecimientos que, vistos a la distancia, y comparados con los horrores de la actualidad, resultaban casi entrañables. Pero en el grupo lo envidiábamos, los hombres un poco más que las mujeres, y quienes más ojeriza le tenían eran Fabiola, porque por ese tiempo estaba interesada en fusilar a todos los burgueses, y Néstor, quien podía envidiarle todo: apariencia física, éxito con las chavas, dinero, mundo y libros.

En una de esas, Néstor, que no pescaba ni resfriados, se sacó la lotería con Lidia, una beldad de comportamientos un tanto extraños, avanzó rápido en la conquista y muy pronto se vio en la necesidad de acudir a Fabián para que le facilitara el local.

Nos encontró en La Suerte, una taquería ínfima en cuyos cuencos de salsa las salmonelas brincoteaban como delfines  y en la que pasábamos horas y horas discutiendo cosas profundas y cosas tontas.

–Creo que ya se me hizo, máster –le dijo a Fabián–. ¿Nos prestas el depa?

–Cómo no –accedió Fabián, y al tiempo que se sacaba del bolsillo las llaves y las ponía en las ávidas manos del peticionario, agregó:

–Pero no me manchen las sábanas, y si las manchan, las llevas a lavar.

Una vez aceptada la condición, Néstor salió disparado a buscar a la novia. Nosotros seguimos discutiendo sobre cosas profundas y sobre cosas tontas y envenenándonos con la deliciosa putrefacción de la carne al pastor.

No habría pasado más de una hora cuando Néstor apareció de nuevo en la taquería, alicaído y culibajo. Se dirigió sin preámbulo a Fabián y le dijo con una voz derrotada, al tiempo que le devolvía las llaves:

–Que dice Lidia que si vas al depa.

–¿Quéééé?

–Ni modo –musitó Néstor, derrumbándose en una silla–. Ella quiere contigo, no conmigo.

–No entiendo –se resistió Fabián–. ¿De dónde sacas que quiere conmigo, si ni la conozco?

–Vé al depa y que te lo explique –replicó el derrotado con cierto tono siniestro.

Fabián se alarmó, se puso de pie, nos miró a todos como pidiéndonos que le dijéramos qué hacer, y alguno de nostros aventuró:

–Pues lánzate, a ver qué está pasando.

En cuanto salió, nos abalanzamos sobre Néstor para interrogarlo. Él empezó a contar lo ocurrido, sin dirigirse a nadie en particular, tal vez para sí mismo:

–Pues entramos, empezó el faje, acá, y al poco rato ya estábamos medio encuerados en el sofá. Pero en el sofá había una camiseta, Lidia la olió, volvió a olerla y de repente, que se le desaparece la calentura y me empieza a esquivar. De esas veces en que algo pasa, como cuando estás muy entrado y alguien toca la puerta, hagan de cuenta, y se te va la inspiración. Yo sentía su frialdad, ella estaba como distraída, y en una de esas agarró la camiseta, hundió la nariz en ella, luego se me quedó viendo y me dijo:  “Perdóname. Perdóname, pero yo tengo que conocer al dueño de esta camiseta”. Al principio no entendí, pero ella se encargó de que me cayera el veinte: empezó a frotarse la camiseta por todo el cuerpo, y si yo trataba de tocarla, se escabullía. Ya después agarró valor y me pidió: “Dile que venga”.

–¿Pues que tenía esa camiseta de especial? –pregunté, después de un silencio incómodo–. ¿Cómo era, o qué?

–Un pinche trapo mugroso y roto –replicó Néstor con desesperación y rabia.

Entonces intervino Sara, que estudiaba Biología:

–Lo que tiene esa camiseta son feromonas –dijo, con una voz entre maternal y doctoral–, moléculas que entran por el olfato y que producen atracción sexual. Ni modo, Néstor. No creo que sea mala onda de la chava. Es el poder de la química.

Para despejar un poco el vidrio molido que se respiraba en el aire, Sara se animó en su explicación y los demás hicimos como que nos interesaba. A Néstor le valió madre y permaneció desvencijado sobre la silla y con la mirada clavada en el piso. La ponente nos habló de mensajes reproductivos, de mariposas capaces de detectar cartitas químicas a kilómetros de distancia, de liberación inducida de hormonas y de otras cosas así. Al cabo de un rato encontramos otro tema y luego juntamos para pagar la cuenta y nos dispersamos. Fabián ya no regresó.

Me lo encontré dos días después y le pregunté a bocajarro qué había pasado entre él y Lidia. Esbozó una sonrisa entre orgullosa y modesta que hizo innecesario todo relato.

–Mira lo que lograste con una camiseta –agregué, sólo para llenar el silencio.

–¿Camiseta? –preguntó sorprendido–. ¿A qué te refieres?

–Pues la camiseta que dejaste sobre el sofá. Esa con la que Sara se obsesionó.

Como Fabián puso cara de no entender nada, le repetí lo que nos había platicado Néstor. Mi interlocutor iba abriendo los ojos a medida que yo le contaba lo que había escuchado.

–Y bueno, pues eso –concluí, con un creciente desconcierto–. Qué impresionante es el poder de las feromonas.

Tras un momento de silencio, Fabián emitió una carcajada.

–No me jodas –dijo, cuando logró controlar la risa–. ¿La camiseta? Esa camiseta no es mía.

–Ah.

–La dejó olvidada el plomero, el otro día que fue a arreglar el desagüe del lavabo –recapituló Fabián. Y volvió a reír con estruendo.

–Entonces no fueron las feromonas –dije.

–Pues no –confirmó él–. No fueron las feromonas.


9.5.12

El peor de los olvidos

 Alguien grabó en video y subió a la red una reunión en la que se instruye a un número indeterminado de personas en estos términos: “Estamos ahorita pasando un momento de crisis. Tenemos dos hashtags negativos en contra que hay que darle la vuelta de inmediato. Entonces, por favor, todos sigan la línea de sus coordinadores. Hay que ponernos a tuitear, todos al mismo tiempo usando el hashtag “#EsmomentodeMexico” y hay que darle retweet al del candidato. Su cuenta es @EPN, por si alguien no lo sabe.” El encuentro en cuestión tuvo lugar momentos antes del debate entre candidatos, el pasado domingo.

El coordinador de Difusión de Peña Nieto, Aurelio Nuño, jura que el grupo al que se instruía “es un grupo de los llamados ectivistas, que es un grupo de la sociedad civil que no tiene partido, que apoya al candidato Enrique Peña Nieto y que hacen ectivismo en las redes sociales” y que ninguno de ellos recibe pago alguno por su actividad.

Difícil creerle, cuando se ha echado un ojo al listado de seguidores del candidato priísta, mayoritariamente conformado por “caras de huevo”, con tres o siete seguidores cada uno y un inventario de tuits idénticos a sí mismos. Difícil creerle, además, si se tiene en mente el insolente exceso presupuestal que ha caracterizado la campaña del tricolor. Difícil creerle, asimismo, si se considera la nítida determinación PRI-Televisa de imponer a Peña en la presidencia a golpe de músculo propagandístico y monetario.

El resultado es un nuevo tiro por la culata y un revés adicional para la causa del mexiquense. Los hashtags #PRIencrisis y #TwitterGatePRI proliferaron con rapidez y #chingatumadreEPN se volvió un sólido trending topic mundial. Aquí está, para hacerse una idea del desastre tuitero experimentado por Peña Nieto, la gráfica de sentimiento de las primeras horas de este miércoles, tal y como puede verse en la página de La Jornada. La línea roja, la del hundimiento, corresponde al aspirante priísta. En ese momento, @lopezobrador_ lograba un índice de 3.72 en menciones positivas; @JosefinaVM, de 0.84, y @EPN, de -48.24.


–¿Por qué tanta rabia?


Bueno, Peña Nieto es un hombre olvidadizo. Olvidó en una entrevista de qué murió su primera esposa, luego no pudo recordar tres libros que hubiese leído, en seguida se le fue el precio de las tortillas, y en un momento dado no tenía claro si era precandidato o candidato, por mencionar sólo algunos de los casos más sonados y lesivos. Pero el más contraproducente de sus olvidos es el no recordar que la gente tiene inteligencia y que se siente ofendida por esos intentos burdos de tomarle el pelo, y la peor de sus ignorancias es no saber que la gente tiene dignidad y que vive como un agravio ese afán priísta por comprarle la voluntad electoral a cambio de migajas y limosnas. Esta imagen, que no es Phothoshop, lo ilustra claramente:



La república tuitera es consistente en su rechazo a la burla y la humillación constantes de la campaña de @EPN. Está por verse en qué medida esa república refleja al país real. Para salir de la duda hay dos métodos: la bola de cristal o las urnas. No tengo nada en contra de la primera, salvo que le creo tanto como a Peña Nieto. Creo que es preferible acudir a las segundas de manera masiva, rotunda, digna e inteligente. Ojalá.






8.5.12

Sin árbitro


El modelo económico y político impuesto al país desde hace décadas, la ley del más fuerte, se proyecta también al ámbito electoral con la ausencia de una institucionalidad capaz de establecer reglas equitativas y de arbitrar entre los contendientes. Peña Nieto puede gastarse en propaganda una suma equivalente al presupuesto de defensa de Estados Unidos, que nadie le dirá nada. Los concesionarios televisivos postularon candidato presidencial propio y se dedican a cuidarlo, a evitar que su bancarrota intelectual trascienda, a minimizarle los daños (casi todos, autoinfligidos) y a hacer pasar como deseable un retorno al priato cuya mera posibilidad es llanamente impresentable.

En el curso de la semana pasada, ante el desplante del dueño de TV Azteca, quien anunció que su empresa transmitiría un partido de futbol en el horario previsto para el debate entre candidatos presidenciales –ya Televisa había decidido pasar el encuentro al Canal 5, que no es el de mayor cobertura–, el Consejo General del IFE, encabezado por Leonardo Valdés Zurita, se plegó a tales decisiones, alegó carencia de facultades para exigir una difusión mayor y dejó el asunto en una humilde petición – “lo que sea su voluntad”– a los concesionarios para que dieran un poquito más de difusión al debate. Posteriormente, el Tribunal Electoral se sumó a la claudicación.

Quien sí tiene instrumentos legales a su disposición para ordenar una cadena nacional es el secretario de Gobernación, Alejandro Poiré, pero ese funcionario tampoco se atrevió a tocar con el pétalo de una rosa a la televisión y la radio privadas. El minimizar los impactos de una confrontación de proyectos entre los aspirantes presidenciales se volvió prioridad máxima para un frente institucional y corporativo conformado por Televisa-Azteca, el IFE y la Segob. Contra la difusión nacional del debate se echó a andar la especie de que constituiría un “atentado a la libertad” y una “imposición a los televidentes, como si alguna vez a éstos se les consultara la programación, como si no hubiera más horizontes, para ejercer esa libertad, que la disyuntiva debate-futbol, como si no fueran una imposición las cadenas nacionales ordenadas a discreción por el gobierno cada vez que a Felipe Calderón se le ocurre que debe salir al aire a decir alguna mentira, y como si el resultado de un partido –los hay por docenas cada mes– tuviera una trascendencia equiparable a la de informarse para decidir quién habrá de gobernar durante seis años. Un tuitero lo expuso así: “Pierde tu equipo y te arruina el día; llega a la Presidencia un mal candidato y te arruina el sexenio”.

A la postre, Ricardo Salinas Pliego concedió la migaja de la transmisión por el Canal 40. El mejor resultado de la polémica fue, en todo caso, la gran difusión del debate, en tiempo real, por medios no tradicionales. En los sitios web de los periódicos, en medios en línea y en páginas de organizaciones independientes, el encuentro se transmitió en forma masiva.

Ciertamente, el formato del intercambio venía de antemano mediatizado a un grado tal que da cierto pudor llamarlo “debate”. Nada que ver con un verdadero debate político como el que protagonizaron en Francia, unos días antes de la elección presidencial del domingo, Hollande y Sarkozy, en el que realmente hubo un intercambio a profundidad de críticas, propuestas y reflexiones. El IFE, guardián del aparato político-mediático, llevó la banalización hasta el punto de meter en el encuentro, convertido en espectáculo –que es el terreno favorable a Peña Nieto–, a una modelo nalgona de Playboy. Por lo demás, las cámaras se tomaron la libertad –valga la expresión– de censurar imágenes presentadas por el candidato de la izquierda, rehuyeron en varias ocasiones a los ponentes y los operadores de audio les cortaron el micrófono antes de tiempo. Todo, con tal de impedir el contraste de ideas (o de la falta de ellas) y propiciar una trivialización para hacer de un diálogo de interés nacional un reality show. Después de eso, las encuestas pueden decir cualquier cosa.

En suma, el IFE, organizador y responsable de la producción y difusión del debate, se evidenció como guardián de los intereses y de los gustos televisivos, y los concesionarios tienen candidato propio: la ley del (mediáticamente) más fuerte se ha impuesto y una vez más la defensa de las reglas democráticas está en manos de la ciudadanía organizada. De ella y de nadie más depende que la elección del 1 de julio arroje resultados confiables y representativos. El árbitro tiene preferencia, y no la oculta.

7.5.12

Triunfo de las redes
y justicia ¿divina?


“No hace falta que os toméis ese trabajo.
Ellos solos se bastan para destruirse”.

Voltaire
Micromégas


A pesar del boicot de las autoridades –IFE y Segob– y de la ambición insolente de las televisoras privadas, que relegaron a espacios de segundo nivel el debate entre candidatos presidenciales; pese a la reducción del encuentro a un intercambio descafeinado y del ejercicio de control de daños aplicado de antemano para proteger a Enrique Peña Nieto de su propia torpeza verbal y de su vacuidad mental; a contrapelo de los aparatos del poder político y mediático por desinformar, la sociedad impuso el debate como tema principalísimo de interés; lo presenció en las señales abiertas de las televisoras o en las múltiples transmisiones por Internet que se organizaron contra reloj; escuchó opiniones distintas a las de la tradicional comentocracia –controlada, también, por Televisa, TV Azteca y los seudópodos de ambas, por medio de remuneraciones bien pagadas a teleperiodistas y telectuales– y convirtió el debate entre candidatos en un debate de gran escala entre ciudadanos. Ni más ni menos.

Fue, en gran medida, el triunfo de las redes. No las redes de las porterías que pretendía vender ad ovum el dueño de TV Azteca sino de las redes sociales, habitadas y utilizadas de manera inteligente por sectores crecientes de población para los cuales la tiranía televisiva es ya insoportable.

Ciertamente, el encuentro entre aspirantes presidenciales obedeció a un diseño inflexible, pensado para blindar a Peña Nieto de los ataques de los otros, y de sí mismo. Pero ni eso, ni la escasa difusión televisiva, bastaron para impedir que el priísta saliera mal librado. En la posterior danza de encuestas fueron pocas las que lo situaron como triunfador del debate.

El control de la opinión pública por los medios tradicionales se ha debilitado con respecto a hace seis años y cada vez le resulta más difícil a los concesionarios operar como electores de facto. En el nuevo territorio comunicativo la teledictadura no puede seguir operando como tal, ni siquiera mediante la compra masiva de bots. Para mantener el control tendrá que adquirir Twitter, Facebook y Google, por lo menos, y proceder a una operación de censura masiva.

¿Alguien sabe cómo terminó el partido que se transmitió en el 13 de Azteca? ¿A alguien le importa? Parece que no a mucha gente. Pese a la profecía enajenante de Salinas Pliego, el rating fue para el debate, no para el futbol. Digamos que fue un acto de justicia ciudadana.

Podría pensarse que la justicia divina no se ha quedaado atrás, si se atiende al dato, publicado hoy, de que las acciones del Grupo Elektra han perdido 41% de su valor en 22 días, y que una empresa que valía 23 mil 80 millones de dólares hoy se cotiza en 13 mil 639 millones. 71 por ciento de eso está en manos del magnate abonero.

Pero no, no es justicia divina, sino resultado de la opacidad proverbial con la que Salinas Pliego maneja sus empresas y que de seguro no pasará la prueba de las nuevas regulaciones impuestas por la Bolsa Mexicana de Valores en materia de transparencia y eso eso que le llaman “gobierno empresarial”.

Que la Bolsa levante y tire empresas como le dé la gana. En el ámbito de la comunicación ya es visible la grieta y ahora hay que ocuparse de tirar el muro.