10.5.07

Algo sobre el MK-19

El juguete

  • Apuntes de Melchor de Talamantes
  • Homenaje a la piel multitudinaria
El peruano Melchor de Talamantes, nacido en Lima en 1765 y avecindado en la Nueva España a partir de 1799, es un precursor insigne de la Independencia de México. Fraile mercedario desde los 14 años, sirvió al virrey Iturrigaray en la definición de los límites de Texas y cuando llegó a estas tierras la noticia de que España había sucumbido a la invasión napoleónica, algunos americanos, Talamantes entre ellos, se reunieron para promover la formación de un gobierno provisional autónomo, dirigido por el propio virrey. El fraile fue más allá: esbozó la constitución de un Congreso Nacional independiente y propuso, entre otras cosas, “suspender al tribunal de la Inquisición la autoridad civil, dejándole sólo la espiritual, extinguir todos los mayorazgos, vínculos, capellanías, y cualesquiera otras pensiones pertenecientes a individuos existentes en Europa, declarar terminados todos los créditos activos y pasivos de la Metrópoli con esta parte de las Américas, extinguir los subsidios y contribuciones eclesiásticas y arreglar los ramos de comercio, minería, agricultura e industria, quitándoles las trabas”. A Iturrigaray le gustó la idea, pero la noche del 15 de septiembre de 1808, los peninsulares residentes en la ciudad tomaron palacio por asalto, aprehendieron al virrey y a los conjurados, entre ellos Talamantes y el licenciado Francisco Primo de Verdad y Ramos, ya mencionado en una navegación anterior. Al religioso peruano le tocó dar con los huesos en las cárceles secretas del Santo Oficio, en donde permaneció hasta abril del año siguiente. Fue trasladado a San Juan de Ulúa, en donde lo tuvieron sujeto con grilletes en tanto llegaba la orden de expatriación a España, pero en el ínterin enfermó de vómito negro (otras fuentes dicen que de fiebre amarilla; ¿será lo mismo, aunque cambie la color?) y murió en la fortaleza veracruzana en mayo de 1809.

Cinco años más tarde, en Apatzingán, José María Morelos promulgó el Decreto Constitucional para la Libertad de la América Mexicana, documento conocido en brevedad, como Constitución de Apatzingán, la cual establecía, en varios artículos, las potestades del Supremo Gobierno de “publicar la guerra y ajustar la paz”, “organizar los ejércitos y milicias nacionales; formar planes de operación y mandar ejecutarlos: distribuir y mover la fuerza armada, a excepción de la que se halle bajo el mando del Supremo Congreso, con arreglo al Artículo 47, y tomar cuantas medidas estime conducentes para asegurar la tranquilidad interior del estado o para promover su defensa exterior”, así como “atender y fomentar los talleres y maestranzas de fusiles, cañones, y demás armas: las fábricas de pólvora, y la construcción de toda especie de útiles y municiones de guerra”.

La calle Fray Melchor de Talamantes, vista en Google Earth


Actualmente, la calle Fray Melchor de Talamantes, situada en la colonia Miguel Hidalgo, en el suroeste de Apatzingán, va del SO al NE (¿o la circulación es al revés?), arranca en las privadas de Ramos Arizpe, atraviesa Fray Servando Teresa de Mier, Monte de las Cruces e Insurgentes, y desemboca en la Avenida 22 de Octubre, en la glorieta donde se sitúa el Monumento a la Cultura. El 7 de mayo, poco antes de las diez de la mañana, un hombre salió de la casa marcada con el número 147 de esa calle, se dirigió a comprar cerveza y en el trayecto se topó con policías que vieron que iba armado y dieron aviso al Ejército. El individuo regresó precipitadamente al inmueble del que había salido y en cuestión de minutos el lugar estaba rodeado por militares y agentes ministeriales. La versión oficial dice que cuando intentaron ingresar a la casa fueron recibidos a balazos. Los atrincherados disparaban con fusiles AK-47 y R-15 y tres pistolas semiautomáticas. El intercambio de fuego se generalizó. Refuerzos castrenses y vehículos Hummer artillados hicieron su aparición en la calle Fray Melchor de Talamantes que, en la foto de satélite de Google Earth, parece apacible. Pasaban los cuartos de hora y los presuntos delincuentes no se rendían, y los militares activaron un sistema Mk-19 instalado sobre uno de los Hummer y en pocos minutos la casa se vio envuelta en un incendio y luego quedó reducida a unas ruinas humeantes con cuatro cadáveres semicalcinados y reventados en el interior –el de una mujer, entre ellos-- y dos o tres infelices que quedaron vivos y que fueron detenidos. En más de dos horas de combate, los ocupantes de la casa habían logrado herir a tres soldados. A juzgar por las fotos de prensa, la columna de humo podía verse desde cualquier punto de la localidad, que actualmente tiene entre 115 mil y 180 mil habitantes, dependiendo de las fuentes.

Dice un texto hallado en el sitio web del ejército argentino acerca del “sistema del arma y munición MK-19”: “Aunque esta arma está clasificada como una ametralladora pesada, supera esas características. Debido a su alcance, precisión y alta velocidad de disparo comparte también muchas de las funciones de un cañón liviano, pequeños morteros, y armas portátiles contra blindados. Por su efectividad, alcance, operación, precisión y tamaño es un arma apta para tropas motorizadas, blindadas, helitransportadas, aeromóviles, embarcadas, etc.” Su munición “puede penetrar 75 mm de blindaje, a una distancia máxima de dos mil 200 metros. El personal desmontado que se encuentre dentro de un radio de 15 metros del punto de impacto, será puesto fuera de combate por efecto de la explosión y la fragmentación de múltiples esquirlas.” El documento enlista nueve clases de munición disponibles para el arma, una de ellas cargada de gas lacrimógeno. Esta última no fue empleada, al parecer, en el combate de la calle Fray Melchor de Talamantes.

En acción en Irak



Pero no nos quedemos con las noticias terribles y cerremos esta navegación con un tema menos ingrato. Va el pequeño homenaje de un ausente a la piel multitudinaria que se congregó en el corazón de México:

Te acompañé, por más que no estuviera
el domingo, en el Zócalo, a tu lado,
y sentí, sin estar, aquel helado
suelo de duros cuadros de cantera.

Cuando llegó el momento, “ropas fuera”,
el aire se entibió, se hizo salado,
y el tapete de carnes entramado
frazada fue de la ciudad entera.

El frío con los cuerpos ya no pudo:
al ver tu anatomía por delante,
el Sol, como tu piel, quedó desnudo

y empeñó su tibieza en el momento
que anduviste, desnuda y deslumbrante,
sobre la inmensa plancha de cemento.


Plaza de la Piel

4 comentarios:

pk dijo...

hola pedro. pasando aquí de visita. hay veces que leo navegaciones (otras, la verdá, no), pero ayer me gustó tu soneto, así que decidí dejarte acá un saludo.

ahí te leo el próx jueves.

Anónimo dijo...

Feliz me encuentro, porque ya estuviera/
Un soneto tan bello, y a mi lado/
el café que tomaba, quedó helado/
al contemplar tus versos de cantera./
Le dije a mi pereza ¡ropas fuera!/
y procedí a robar tu mar salado/
que de rima carnal está entramado,/
con piel morena y desnudez entera./
Tu soneto, un retrato fiel sí pudo./
Como espejo refleja por delante/
el cuerpo que miraste tan desnudo/
que tus ojos cegó por un momento/
con su piel de belleza deslumbrante/
reverberando en plancha de cemento./

Pedro Miguel dijo...

Qué bárbara eres, Lourdes. Uno se pasa días enteros rumiando un soneto y a ti te sale la respuesta fresca, puntual y perfecta. ¿Dónde se inyecta uno ese gen?

Un abrazo.

Anónimo dijo...

Pedro Miguel:

El gen en tu rima estaba.
Ya rumiado, era poesía,
con toda la alevosía
lo robé, pues me gustaba.

Un abrazo