31.12.11

Año Nuevo



Tenemos al alcance de la mano
en este 2012 que comienza,
el darnos un país por recompensa
pacífico, amoroso y soberano.

Vayamos, de la costa al altiplano,
a organizar el voto y su defensa.
Hagamos entre todos una inmensa
marea de sufragio ciudadano.

Si bien ha de ser dura la faena,
que nadie desfallezca ni desista
porque el fruto, al final, valdrá la pena:

una nueva nación está a la vista
si obtenemos el triunfo con MoReNa
y con el Movimiento Progresista.

20.12.11

Miedo al PRI



Con su horrible sintaxis, el domingo, en Boca del Río, Veracruz, Enrique Peña Nieto atribuyó “los ataques de los adversarios” “a quien tanto temor le tienen, a quien tanto les preocupa, al mejor partido de México: al Partido Revolucionario Institucional”.

Se quedó corto. No es temor, sino terror pánico, lo que inspira a la mayoría de la ciudadanía con memoria la perspectiva de un retorno del PRI al poder federal.

Para enumerar sólo a partir de un punto de quiebre: tal vez Peña Nieto no sepa, o no quiera recordar, que fue el PRI el que desencadenó una represión feroz y criminal contra estudiantes inermes en 1968. O que fue su partido el que gobernaba cuando Luis Echeverría y José López Portillo emprendieron la guerra sucia que dejó miles de muertos y centenares de desaparecidos, y que mientras ambos ex mandatarios condenaban a las dictaduras militares del Cono Sur, decenas de secuestrados por las fuerzas oficiales eran arrojados al mar en vuelos de la muerte que despegaban de la base naval de Icacos, en Acapulco. O que por años funcionó, en el Campo Militar Número Uno, una cárcel clandestina semejante a las establecidas por los gorilas chilenos y argentinos en sus respectivos países.

Cómo no va a inspirar miedo el retorno del PRI a la Presidencia, si en las cloacas del régimen priísta se fraguó el asesinato de Manuel Buendía; si, como consecuencia inesperada del terremoto de 1985, se halló, en los escombros de la Procuraduría de Justicia capitalina, a la sazón encabezada por Victoria Adato, varios cadáveres encajuelados; si las autoridades federales y defeñas –priístas, en ese entonces– abandonaron a su suerte a la población herida y sin vivienda; si entre 1982 y 1989 el país vivió en una exasperante depresión económica; si en esos años el “fraude patriótico” fue práctica rutinaria en las elecciones.

Cómo no temerle al PRI si durante el gobierno usurpador de Carlos Salinas de Gortari fueron asesinados centenares de opositores políticos, si se desmanteló la propiedad pública en el marco de privatizaciones corruptas, si se impuso en el país el modelo económico que aún padecemos, generador de pobreza y de riqueza extremas, si desde entonces se diseñó la inclusión del PAN en el régimen mediante las concertacesiones, y si aquella administración infame culminó con un rosario de asesinatos entre los propios priístas.

Por supuesto que inspira terror el recuerdo del zedillato y sus raterías inconmensurables, su infinita torpeza económica, su entrega del país a intereses extranjeros, las masacres de campesinos (Aguas Blancas, El Bosque, La Libertad, El Charco, Acteal, entre otras) y la política de contrainsurgencia traducida en violaciones de mujeres indígenas por soldados y en el cerco contra los pueblos zapatistas.

Cómo no va a dar miedo el PRI ante monstruosidades sindicales como Joaquín Hernández Galicia, Salustio Salgado, Carlos Romero Deschamps, Carlos Jongitud Barrios, Elba Esther Gordillo y Víctor Flores, entre muchas otras, todas ellas gestadas en la matriz corporativa del tricolor.

Claro que hay razones para sentir terror ante un eventual regreso del PRI si se considera que, durante la administración del propio Peña Nieto en el Estado de México, los índices delictivos y la violencia se multiplicaron en forma incontrolada, la entidad se situó como primera en feminicidios, creció el desempleo, se incrementó el número de pobres, se multiplicó la deuda del estado y el gobernador destinó miles de millones de pesos de dinero público a campañas de imagen para presentarlo como un buen prospecto presidencial.

Cómo no sentir terror de que regresen al poder, de la mano de Peña Nieto, individuos como los Salinas, Mario Marín y Ulises Ruiz.


“El PRI es el cambio”, dijo Peña Nieto, en un escandaloso abuso del oxímoron. Y agregó: “Vamos a ganar el primero de julio de manera clara y contundente. Vamos por un triunfo inobjetable”. Para su infortunio, la frase le salió casi idéntica a la que dijo Jorge de la Vega Domínguez, antiguo gerente del partido, en la madrugada del 7 de julio de 1988, mientras se cocinaba el magno fraude electoral: la imposición de Salinas había sido “un triunfo contundente, legal e inobjetable”.

Cómo no va a dar miedo.

* * *

Un abrazo grande para Julio Collado Vides, investigador del Centro de Ciencias Genómicas de la UNAM, recién distinguido con el Premio Nacional de Ciencias y Artes, y quien ha propuesto un año de silencio ante el desdén gubernamental hacia la ciencia y la investigación.

Tres videítos luctuosos

De Franco:
   


De Mouriño:





 De Kim Jong il:

19.12.11

¡Felicidades, Julio!


“El siglo pasado ya fuimos a la Luna. Ahora, hay que ir al viaje más fascinante: nuestro propio cuerpo.”

Julio Collado Vides
Investigador del Centro de Ciencias Genómicas de la UNAM.
Encargado del Programa de Genómica Computacional del Centro de Ciencias Genómicas.
Premio Nacional de Ciencias y Artes 2011 en el rubro de Ciencias físico-matemáticas y naturales.

15.12.11

Nuevas del automóvil volador



En las largas horas en que los organismos humanos se encuentran encapsulados en sistemas automotores de desplazamiento terrestre atrapados, a su vez, en gigantescas aglomeraciones, y tan inmóviles como la amada de Amado Nervo, una reacción lógica de las neuronas, además de echarle la culpa a la suegra y mentar madres, consiste en imaginar un escape aéreo hacia la libertad. Todas las mañanas, en la entrada de Pachuca al Distrito federal, cientos de miles de cerebros elaboran fantasías sobre automóviles voladores capaces de elevarse y abandonar la cruel superficie terrestre para transportar a sus tripulantes en línea recta, y en cuestión de minutos, hacia sus anhelados destinos.

Tal fantasía plantea algunos problemas prácticos con los cuales han estado lidiando los ingenieros desde hace casi un siglo. En la película Metrópolis (1927) puede verse un tráfico aéreo urbano que prefigura los que caracterizarían, en años posteriores, las urbes de Blade Runner, Brazil o El Quinto Elemento, entre muchas otras cintas de ficción. Pero la idea del automóvil volador data incluso de antes: de los orígenes de la aviación y del automovilismo industrial, que fueron casi simultáneos, en los albores del siglo pasado.

  
 El gran rival de los hermanos Wright, Glen Curtiss, diseñó un  triplano que debía operar como vehúculo terrestre y aéreo, y que no logró volar. En 1926 Herny Ford presentó el prototipo de un “Modelo T del Aire”, el Flivver, un pequeño monoplaza de menos de cinco metros de largo y 6.5 metros de envergadura, capaz de volar a una velocidad límite de 140 kilómetros por hora. Según su fabricante, estaba destinado a una comercialización masiva que pondría un vehículo aéreo en cada hogar estadunidense. Charles Lindbergh probó uno de los prototipos y dijo que era el peor avión que había tripulado nunca. Poco después, el piloto de pruebas Harry J. Brooks, a bordo de otro Flivver, cayó al mar frente a Melbourne, Florida, falleció, y el proyecto fue abandonado.

El engendro de Ford era, propiamente, un avión. Los primeros intentos de automóvil volante fueron concebidos y desarrollados entre 1911 y 1939 por Waldo Waterman: el Whatsit, el Arrowplane y el Arrowbile , dotado de alas abatibles y de un motor Studebaker que impulsaba una hélice situada en la popa del vehículo. En las décadas siguientes fueron diseñados decenas de modelos de automóviles voladores, o cuando menos de aviones con capacidad de rodaje, todos ellos con el mismo grado de éxito: ninguno.


Uno de los intentos más prometedores, y también uno de los más estúpidos, fue el AVE Mizar, desarrollado entre 1971 y 1973 por Henry Smolinski, graduado del Instituto Tecnológico Northrop, y por su socio capitalista Harold Blake. Era un Ford Pinto que en tierra funcionaba como cualquier automóvil convencional, pero que podía ser rápidamente incrustado al fuselaje trasero de un Cessna Skymaster y emprender el vuelo. La empresa AVE anunció, con bombo y platillo, que la producción en serie del cacharro arrancaría en 1974. Pero el 11 de septiembre del año anterior, mientras en el remoto Chile Augusto Pinochet inauguraba la carnicería, en Oxnard, California, el Mizar se descuadernó en el aire cuando realizaba su vuelo inaugural, y mató a Smolinski y Blake.

Hoy en día, las empresas Terrafugia y Moller aseguran, cada cual por su lado, que es inminente la comercialización de sendos modelos de automóviles voladores fabricados por ellas, y recaudan fondos para empezar a producir en serie aparatos que, dicen, costarán unos pocos cientos de miles de dólares la unidad.


En el caso de Terrafugia, se trata de un cacharro de despegue y aterrizaje convencional, por lo que requiere de una pista de aeropuerto  para elevarse y descender. Una vez que el ingenio se encuentra en tierra, sus alas se pliegan hacia arriba. Podría ser, entonces –si es que un día se volviera realidad–, una alternativa a los viajes carreteros, pero no a los desplazamientos terrestres por las urbes.

Moller ofrece un modelo biplaza aún teórico, el Autovolantor, parecido a un coche deportivo –de hecho, está basado en la carrocería de un Ferrari 599–, con capacidad de despegue y aterrizaje vertical. El espacio del motor y de la cajuela estaría ocupado por ocho ventiladores –cuatro adelante y cuatro atrás– y en tierra sería impulsado por un motor eléctrico. El fabricante aún está tratando de consieguir los tres millones de dólares que, según sus cálculos, costaría desarrollar el prototipo.

Esta firma también ofrece un modelo de cuatro plazas –el Skycar–, dotado de otros tantos rotores basculantes, que propone como alternativa a los helicópteros, los cuales requieren, por el diámetro de sus palas, de un área mayor para tomar tierra y para elevarse. Pero el mercado de este vehículo, también hipotético, no sería el de los automovilistas particulares, sino que estaría orientado a corporaciones policiales y servicios de emergencia.


El problema principal del automóvil volador es que es una idea mala disfrazada de buena. En principio, en el marco del “sueño americano”,  podría parecer lógico el desarrollo masivo de medios domésticos de transporte aéreo regular. Y sí, podría serlo, pero entonces los automóviles saldrían sobrando: si se poseyera un vehículo capaz de elevarse y de surcar los aires, quién querría viajar en carretera o internarse por callejuelas estrechas o perder pedazos de vida en embotellamientos y semáforos.

Por lo demás, las características requeridas por un aparato capaz de elevarse, desplazarse por el aire y volver a tierra sin destruirse en el intento son incompatibles con el diseño óptimo para un automóvil: ha de poseer extensas superficies aplanadas para efectos de sustentación y de control aerodinámico y el menor peso posible. En cambio, un automóvil debe ser lo suficientemente compacto para desplazarse en los carriles establecidos para ello y una forma contenida que le otorgue menor resistencia al aire y mayor estabilidad.

Rodar y volar son cosas distintas. Un avión que pueda desplazarse por la superficie terrestre con la misma aptitud que un coche, necesariamente volará mal. Un automóvil capaz de volar será inestable, incómodo y de escasa capacidad interior. Y de los peligros de un embotellamiento aéreo o de la capacidad de destrucción de conductores aéreos malhumorados o alcoholizados, mejor ni hablemos.

Por ahora, los únicos coches voladores  exitosos siguen siendo el de Harry Potter y el del almirante Carrero Blanco. 



“BE NOT INHOSPITABLE TO STRANGERS LEST THEY BE ANGELS IN DISGUISE”


Cuando era chavo cometí uno que otro robo sin violencia en un par de librerías. Pero no en Shakespeare & Co.

Shakespeare & Co. era la casa, el mundo y el corazón de George Whitman, y estaba abierta a tod@s. Siempre había en esa casita encantada y rancia un vaso de té para el errante, un libro para la extraviada, una colchoneta para el piojoso trotamundos, una historia bien contada para el que se asomaba a la vida. Y a París.

George Whitman recibió a mi padre en 1968, cuando los gases lacrimógenos flotaban sobre el Sena. En 1973, sin conocer el antecedente, fui a pasear mi pubertad por la Rue de la Bûcherie, me topé con el local, me llamó la atención y entré. El patrón me ofreció su plática, su té y sus libros. Cuando le conté mi vida (que en ese entonces era más que breve), rápidamente ató cabos y me dijo, mientras me miraba fijamente con sus ojos azules y deslavados: “Hace unos años estuvo aquí un hombre...” Creo que tenía en la memoria a todos y cada uno de sus huéspedes desde 1951 en adelante. Era memorioso y su lema era:

BE NOT INHOSPITABLE TO STRANGERS LEST THEY BE ANGELS IN DISGUISE

Volví un par de veces en los años 80. Luego, en 2008, llevé a Clara a que conociera aquel sitio y desde antes de salir de México urdí una travesura.

Ya no encontramos a George Whitman. Sus nietas * preservaban meticulosamente aquel espacio entrañable. Me perdí por uno de los pasillos de aquel laberinto libresco, volteé a ambos lados para asegurarme de que nadie me observara, saqué de mi bolsa tres libros que me eran queridos y los incrusté con discreción en un entrepaño. Luego, busqué a Clara, que husmeaba en un espacio de volúmenes para niños, la tomé de la mano y la saqué de allí apresuradamente, con la certeza de haber consumado un antirrobo impecable.

Ayer, a los 98 años, George Whitman se murió. Un mucho quedará en este mundo de su hospitalidad, su generosidad y su bonhomía, de tanto que las contagió a diestra y siniestra. A estas horas, los encargados del Cielo no han de saber qué hacer con tantos libros.



__________
* Esa no me la sabía: en mi última visita vi a unas chavas en el mostrador y asumí que eran sus nietas. Pues no: era su hija Sylvia, probablemente con una amiga. Gracias a @AlbertoRuy Sánchez por la corrección.

14.12.11

Peña Nieto en la FIL



En la Feria del Libro, Peña Nieto
está tan fuera de lugar, como una
manada de mapaches en la Luna
o como en blanco arroz un grano prieto.

Desprovisto de prompter y libreto,
desnuda su ignorancia en la tribuna,
lo exhibe una pregunta inoportuna
como zafio, banal y analfabeto.

Una vez terminado el sainete,
el público se agarra de botana
a su triste y vacía biblioteca.

También nos quedó claro que el copete
se asienta en una bóveda craneana
soberbia y prominente, pero hueca.

13.12.11

El hijo de Kadafi



El calderonato no se dio cuenta de que, en sus narices, la DEA lavaba millones de dólares del narcotráfico. Tampoco supo que una dependencia de Washington introducía al país miles de fusiles de asalto destinados a los cárteles. No se enteró o miró hacia otro lado. Imposible saber si alguna de esas armas fue usada en Xayakalan, Ostula, para asesinar a Pedro Leyva Domínguez, o para lesionar a Norma Andrade, de Nuestras Hijas de Regreso a Casa, en Ciudad Juárez, o para ultimar a Nepomuceno Moreno, en Hermosillo, o para secuestrar y ejecutar a Trinidad de la Cruz, también en Ostula, en cuanto la Policía Federal se hizo ojo de hormiga. No hay forma de establecer si algunos de los dineros blanqueados por la DEA han ido a parar a los bolsillos de algún presidente municipal, comandante de policía o un cargo superior de los muchísmos que han sido comprados por la delincuencia organizada. Cómo investigar si fondos o armamento proporcionados por Washington en el marco de la Inicativa Mérida fueron usados en el asesinato de dos estudiantes normalistas, ocurrido ayer en Chilpancingo.

Pero eso sí: la “inteligencia civil” del régimen resultó muy eficientita para detectar el supuesto intento de ingreso a territorio nacional de uno de los perseguidos hijos de Muamar Kadafi. El aparato estatal se jugó en peso para desbaratar el intento, detener a los participantes en la conjura y obtener un caramelo y una palmadita por colaboración con Washington.

Muerto el sátrapa libio –linchado de manera bárbara ante la mirada complaciente o cómplice del Occidente civilizado–, es claro que sus cachorros no representan amenaza alguna, y menos para México. Pero la idea es quedar bien, incluso si para ello hay que seguir alimentando con muertos mexicanos la insaciable sed de utilidades del narco, de los circuitos financieros, de la industria de armas y de los contratistas de seguridad e inteligencia.

Qué paradoja: podría ser que dentro de un año, meses más, meses menos, Felipe Calderón y uno que otro de sus colaboradores, se encontraran en los zapatos del hijo de Kadafi. Claro que no se trata de compararlo con Hitler ni con Milosevic, ni con el desdichado junior libio.

No es un asunto de maldad o de bondad, intrínsecas o cultivadas. El hecho objetivo es que, por ambición, por frivolidad, por ineptitud y por incapacidad, el actual ocupante del poder presidencial desencadenó una tragedia nacional en todos los órdenes: las decenas de miles de muertos –67 mil, dice Javier Sicilia–, no pocos de los cuales murieron por acción u omisión de policías de alguno de los tres niveles o de efectivos militares. La política económica oficial incrementó de manera directa la pobreza y el desempleo y, en forma indirecta, el auge de la criminalidad. La educación y la salud públicas fueron reducidas a portales de Internet y a botín de mafias. La corrupción en la administración pública ha alcanzado cotas de miles de millones de dólares por contrato. Las instancias federales, estatales y municipales están más desarticuladas que nunca. La paramilitarización en ciudades y regiones es tan inocultable como la oprobiosa supeditación de las instituciones nacionales a los designios, directivas y mandatos de Washington. Y en ese contexto, la cultura cívica ha retrocedido en forma alarmante y en el país cunden actitudes de sálvese quien pueda.

Calderón asegura que él no tiene la culpa de nada de nada y que se ha limitado a cumplir con su deber. Pero la Constitución y el sentido común indican que entre las responsabilidades básicas del Poder Ejecutivo están la preservación de la paz y del orden público, de las buenas cuentas y de los equilibrios y la armonía institucionales. Las fuerzas armadas están para cuidar la integridad territorial y la soberanía nacional y para auxiliar a la población en casos de desastre, y las corporaciones policiales tienen como tarea preservar el orden público y perseguir presuntos delincuentes –como los funcionarios estadunidenses que han metido a territorio nacional armas y dinero del narco–, no asesinar a balazos a estudiantes normalistas, como ayer en Chilpancingo.


La Corte Penal Internacional debe esclarecer las responsabilidades de Calderón y de alguno de sus colaboradores en este desastre. Por el bien del país y del propio gobernante, ojalá que se declare competente y que emita un fallo correcto. Y si llegara a encontrar culpabilidad, el propio Calderón, o alguno de sus cercanos, podría estar, dentro de un año, meses más, meses menos, en una circunstancia parecida a la que afronta ahora el hijo de Kadafi.

No es cosa de bondad ni de maldad sino de justicia.




6.12.11

De la ignorancia




Claro que una equivocación puede tenerla cualquiera, y más con la presión de cámaras, micrófonos y público. Lo imperdonable es la respuesta arrogante como cobertura de la propia ignorancia, el pretender que con un torrente de palabras sin sentido pueda taparse la laguna mental que se acaba de exhibir. Fue justamente lo que hizo Enrique Peña Nieto en fin de semana pasado, en la Feria Internacional del Libro, cuando presentaba un libro supuestamente escrito por él. Más allá del torrente de chistes que la pifia generó, principalmente en las redes sociales, el gesto es de interés público por indicativo de lo que podría esperar el país en caso de que este hombre llegase a ocupar la Presidencia.

Ciertamente, un mínimo fundamento de lecturas no es garantía de buen gobierno por quien lo ostenta: tiranos, corruptos e ineptos ilustrados los ha habido a mares, y ha habido, también, uno que otro que ha destacado como estadista a pesar de su analfabetismo. Lo que de seguro no le va bien a la silla de mando es el empecinamiento frívolo y soberbio que impide pronunciar las dos palabras más sabias del mundo: “no sé”.

Independientemente de las graciosísimas respuestas del aspirante presidencial priísta (“he leído algunas telenovelas”*, y cosas por el estilo), el episodio debiera llamar la atención sobre la pasmosa incultura de buena parte de la clase política o, al menos, de la que detenta las principales posiciones del poder público. En cosa de horas, Vicente Fox y Marta Sahagún fueron ampliamente superados en sus aportes al catálogo de autores imaginarios (José Luis Borgues y Rabina Gran Tagora, los más memorables) por el propio Peña Nieto, quien inventó a Carlos Krauze (¿o habrá sido a Enrique Fuentes?), pero también por Ernesto Cordero, fabricante de una célebre novelista denominada Isabel Restrepo, y hasta por uno opinionero que resultó incapaz de decir, al aire, el nombre de pila de Borges, víctima favorita de quienes quieren hacer como que saben algo.

El terrible escenario de esta casa del jabonero, en la que quien no cae, resbala, no sólo muestra que para políticos y funcionarios no vale la pena leer ni las solapas de los libros, sino también que no saben hablar, y a veces, ni pensar con claridad. Un caso paradigmático es el de Felipe Calderón, quien en enero pasado, después de cuatro años de insistir en que encabezaba una guerra contra la delincuencia (sólo durante 2007 empleó el término, pública e inequívocamente en 27 ocasiones, asociado a “estrategia”, “combate”, frente”, “Fuerzas Armadas”, “logística”, y así), de pronto se imaginó que no había usado nunca la palabra “guerra”. Y así lo sostuvo.

Para la ciudadanía en general, y para ese sector que participa en las redes sociales, la exhibición de Peña Nieto en la FIL, con todo y sus secuelas, será, a su manera, una prueba de fuego. Si el incidente se traduce en una caída perceptible en la posición del mexiquense en las encuestas, ello será indicativo de una sociedad vigilante, informada, y dispuesta a exigir cuentas a sus políticos, y habrá que felicitarse, no por animadversión al aspirante priísta, sino por una sociedad capaz de reaccionar ante actitudes impresentables. Pero si, por el contrario, después de su dislate Peña Nieto mantiene intacto su caudal de votos potenciales, ello implicará una derrota de la sensatez social ante el músculo propagandístico de la televisión y de las corporaciones mafiosas de siempre, una falta de información más escandalosa que la incultura del señor, y una preocupante irrelevancia de las redes sociales.

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* Corrección: El audio del primer video de la conferencia que circuló era muy deficiente. Luego, Carlos Cañedo Chávez me hizo notar que el aludido no dice "telenovelas" sino "desde novelas". Formulo una disculpa.

2.12.11

El robo del Teletón



Por catorceava ocasión,
en cruceros y pasillos,
anda saqueando bolsillos
ajenos el Teletón.

No desperdicia ocasión
para despojar al pobre
de algún peso que le sobre
o, de perdis, de un tostón.

 Cuando ha juntado un millón,
exige, muy por sus destos,
que le devuelvan impuestos
por la dizque donación.

Cada moneda que das
va directo a su chequera,
y por si poco no fuera,
Hacienda le dará más.

Por eso mueren de risa
Bimbo, Carso y Coca-Cola,
y también mueven la cola
Radio Red y Televisa.

Después, con lo que les sobra,
ponen un mísero centro
de ayuda, que es puro cuento
y que, para colmo, cobra.

Benefactores sicarios
con grave incapacidad
para decir la verdad
y voraces empresarios:

su mecanismo ratero
ya ni a los tontos engaña;
vayan buscando otra maña
para sacarnos dinero.

1.12.11

Silvestre en Annual




Como la corona de Madrid ya había dado demasiada guerra en el hemisferio occidental, esta parte del mundo no tuvo mucho ánimo para enterarse de las otras guerras emprendidas por España en décadas posteriores a las independencias latinoamericanas. Se supo, a lo sumo, de los pormenores de la causa independentista en Cuba, que venía muy atrasada del resto del continente, pero que le concernía: el hervor de los mambises, las andanzas de Martí, Maceo y Gómez, los gritos de Yara y de Baire, la intervención gringa con el pretexto del estallido del Maine... Una de las truculencias menores de la contienda fue el combate de Arango, ocurrido el 8 de mayo de 1896, en el que las tropas españolas cargaron a distancia corta contra el bando mambí. La lucha se degradó hasta volverse cuerpo a cuerpo y las filas independentistas tuvieron 28 bajas mortales por heridas de arma blanca. El propio jefe de las fuerzas coloniales en el encuentro sufrió cinco lesiones de bala, pero sobrevivió. Los mambises lo ataron a un palo, le dieron once cuchilladas y lo dieron por muerto. Sin embargo, el hombre no quiso fallecer; lo rescataron, casi desangrado, fue llevado a un hospital y para diciembre del mismo año ya estaba de vuelta en el frente de combate.

Se llamaba Manuel Fernández Silvestre y Pantiga, era oriundo de El Caney, en la propia Cuba, y llevaba las armas en la sangre: fue fruto del segundo matrimonio de un teniente coronel de artillería y desde los 17 años fue inscrito en la Academia Militar de Toledo. De allí pasó a la Academia de Caballería, en donde se graduó, con grado de Segundo Teniente, a la edad de 21 años. Habría dado la impresión de que Fernández Silvestre estaba destinado a ser, si no un estratega genial, cuando menos un militar competente.

Craso error. El joven uniformado (a quien en lo sucesivo denominaremos simplemente Silvestre, a la usanza peninsular) fue enviado a su Cuba natal, en donde de inmediato participó en las escaramuzas de la guerra de independencia. Salió bien o mal librado, pero vivo, de más de 50 combates en los que recibió balazos y machetazos al mayoreo, y fue condecorado por su incuestionable valor y acaso también por su buena suerte. Pero, con o sin organismos tan resistentes como el suyo, ante la resolución de los mambises y frente al poderío oportunista estadunidense, la guerra de Cuba estaba perdida para España. En 1898, tullido, tasajeado, perforado y ascendido, Silvestre emigró a la Península y se afincó en Alcalá de Henares. América Latina terminó de desentenderse de su antigua metrópoli y ésta se fue a buscar colonias a otra parte.

Concretamente, en el macizo montañoso del Rif, alrededor de Melilla, en donde proliferaban tribus o cabilas levantiscas, principalmente  bereberes, pero también amaziges y árabes, que desde principios del siglo XX causaban serios quebrantos a los ocupantes europeos. La administración colonial del territorio fue subrogada en 1912 por París a Madrid, para que instalara en ella un protectorado de juguete. En febrero de 1921, ya con grado de general, nuestro amigo Silvestre fue declarado comandante general de Melilla, y decidió de inmediato extender las posiciones españolas para aplastar a los rifeños rebeldes y avanzar hasta la bahía de Alhucemas, en donde éstos tenían un centro de operaciones. Al principio, todo fue miel sobre hojuelas y entre mayo de ese año y junio del siguiente las tropas coloniales avanzaron 130 kilómetros, establecieron medio centenar de posiciones defensivas y derrotaron a sus enemigos en 24 ocasiones, en combates insignificantes. Cuando Silvestre encontraba la mínima muestra de resistencia, ofrecía dinero a los caciques locales a cambio de su sumisión. Así conquistó, o creyó conquistar, la mayor parte del insumiso Rif. A cambio, colocó a las fuerzas bajo su mando en una pavorosa dispersión: distribuidas en 144  posiciones y asentadas invariablemente en zonas altas desde las cuales ciertamente se podía dominar el entorno, pero carentes de agua, y dependientes de líneas de abastecimiento inciertas y precarias.

A fines de mayo, Silvestre recibió un aviso del desastre que se aproximaba: una posición colonial ubicada en el Monte Abarrán fue asaltada por los supuestos aliados que el mando español había comprado. 141 muertos, incluidos todos los oficiales de la guarnición, y la pérdida de varias piezas de artillería. Pero el militar de origen cubano pensó que se trataba de un hecho aislado y porfió en su empeño. Tras ocupar Igueriben, para resarcirse de la humillación, dejó al grueso de sus fuerzas estacionadas en Annual y se fue a Melilla, muy quitado de la pena, para pedir más dinero con el cual seguir comprando sometimientos.

En realidad, el ataque al Monte Abarrán formaba parte de la táctica del patriota rifeño Abd el-Krim, quien preparaba una emboscada mayúscula contra los ocupantes. El 17 de julio, las tribus presuntamente sobornadas por los españoles lanzaron un ataque simultáneo contra todas las posiciones coloniales. El día 22 cayó la guarnición de Igueriben, que había sido puesta bajo asedio. Alarmado, Silvestre concentró en Annual tres batallones, 18 compañías de infantería, tres escuadrones de caballería y cinco baterías de artillería: cinco mil hombres en total, tres mil españoles y dos mil rifeños. La plaza disponía de municiones para un día y de víveres para cuatro, pero no había agua, y sobre ella se abalanzaban 20 mil insurgentes. Al ver lo desesperado de su situación, Silvestre ordenó la retirada, pero ésta degeneró rápidamente en un sálvese quien pueda. La mayor parte de los efectivos locales empezaron a matar a sus jefes peninsulares, los heridos fueron abandonados a su suerte y los arsenales cayeron rápidamente en poder de los atacantes. En cosa de cuatro horas, unos dos mil 500 soldados ocupantes marcharon al otro mundo y otros 500 fueron hechos prisioneros. Silvestre desapareció en la catástrofe. Algunos contaron que se metió a su tienda de campaña y se voló la cabeza de un disparo y otros refirieron que había sido abatido a tiros por los rifeños. Juan Losada, autor de Batallas decisivas de la historia de España, afirma que sus últimas palabras fueron: “¡Huid, huid, que viene el coco!”

Como su cuerpo no fue hallado nunca, alguien ha dicho por ahí que Silvestre sobrevivió a las consecuencias de su propia arrogancia y que anduvo unos añitos más deambulando por este valle de lágrimas. Lo cierto es que jamás llegó a la Bahía de Alhucemas y que metió a España en un problemón del que sólo alcanzó a ver el principio: en los meses posteriores al desastre de Annual, las dispersas tropas españolas fueron de derrota en derrota a manos de las fuerzas de Abd el-Krim, quien proclamó una República del Rif en el territorio liberado. Entre  julio y septiembre, el ejército español perdió más de 13 mil hombres, 20 mil fusiles, 400 ametralladoras y 129 cañones. En unas cuantas semanas, Madrid perdió cuanto había invertido en El Rif y vio reducido su dominio a la ciudad de Melilla y a algo más. Si el desastre no fue absoluto fue porque las tropas francesas acudieron en auxilio de las españolas y reprimieron a sangre y fuego a los alzados, incluso con armas químicas. Cuatro años después de la catástrofe, un desembarco másivo franco-español (más franco que español) en Alhucemas puso punto final a la insurrección y España pudo seguir ejerciendo su protectorado en el norte del actual Marruecos por tres décadas más. Pero en 1921-1922 la humillante derrota militar en el norte de Africa provocó, por añadidura, una honda crisis política en Madrid.

Silvestre fue un hombre valeroso, sin duda, además de arrojado y fuerte. Pero ninguna de esas cualidades está reñida, en principio, con la estupidez.



30.11.11

Promesas de Calderón


El pasado 14 de octubre, Felipe Calderón le prometió protección a Nepomuceno Moreno Núñez (de espaldas, en la foto) ante las amenazas de muerte que éste había recibido por buscar a su hijo, secuestrado por policías.

El lunes pasado, en Hermosillo, mataron a Nepomuceno. Y Calderón, como Johnnie Walker, sigue tan campante.




29.11.11

Carta abierta


Señor Felipe de Jesús Calderón Hinojosa:

Pienso que en su momento usted habría debido iniciar un procedimiento legal verosímil para esclarecer las maniobras oscuras realizadas con dinero público por Manuel y Jorge Bribiesca Sahagún; que debió iniciar una averiguación previa contra Francisco Ramírez Acuña por su presunta responsabilidad en casos de tortura (Guadalajara, mayo de 2004); que usted habría debido iniciar querellas contra Eduardo Medina Mora, Wilfrido Robledo Madrid, Enrique Peña Nieto y Miguel Ángel Yunes, entre otros, por las violaciones cometidas por policías federales y estatales contra activistas y/o simples ciudadanos de San Salvador Atenco; y que debió actuar contra Juan Camilo Mouriño, quien, como presidente de la Comisión de Energía de la Cámara de Diputados, y luego como coordinador de asesores en la Secretaría de Energía, intervino en la firma de contratos entre el gobierno federal y empresas de su propia familia; y que habría debido imputar por presunto encubrimiento a su ex secretario de Comunicaciones y Transportes, Luis Téllez Kuenzler, pues éste dijo saber que Salinas de Gortari se robó, en el tiempo en el que ejerció la jefatura del poder ejecutivo, la mitad de la partida secreta; y que usted tenía la obligación de hacer algo legal contra Genaro García Luna, quien contravino de manera pública y flagrante una prohibición contenida en el artículo 37 constitucional.

Creo también que el conjunto de las fuerzas policiales y militares comandadas por usted habrían debido capturar y presentar ante los tribunales correspondientes a Joaquín Guzmán Loera, El Chapo, y a otros presuntos cabecillas de organizaciones dedicadas al narcotráfico y a otros delitos; que usted ya se tardó en pedir la extradición de los funcionarios estadunidenses que urdieron, autorizaron y ejecutaron el operativo de contrabando de armas destinado a grupos de narcotraficantes mexicanos denominado “Rápido y furioso”; asimismo, que usted estaba obligado a presentar cargos por evasión fiscal contra los empresarios que, según lo reveló usted, mismo, no pagan los impuestos que les corresponden.

Pero no. En vez de procurar justicia en los casos arriba referidos y en muchas otras muestras de flagrante impunidad, usted, señor Calderón, amenaza con proceder legalmente contra quienes firmamos una petición para que usted, varios de sus colaboradores y diversos presuntos narcotraficantes sean sometidos a juicio en la Corte Penal internacional. Somos 23 mil los signatarios, y muchos más –cientos de miles, posiblemente millones de ciudadanos– lo que hemos expresado que la estrategia ideada y aplicada por usted para, supuestamente, combatir la criminalidad y restablecer el estado de derecho, ha tenido por consecuencia un auge mayor de la criminalidad, un quebranto generalizado del estado de derecho y, por añadidura, un entorno de violencia sin precedente y una gravísima epidemia de violaciones a los derechos humanos.

Si va usted a proceder contra nosotros, sea congruente y hágalo contra todos los que, en palabras oficiales de Los Pinos, “afectan terriblemente (sic) el buen nombre de México”. Presente imputaciones legales, por ejemplo, contra Strategic Forecasting, Inc. (Stratfor), firma de análisis de inteligencia que sostiene (Mexican drug war 2011, abril de 2011) que el actual gobierno federal permite que el cártel de Sinaloa someta a las bandas más débiles y que hay una coincidencia de propósitos entre ese grupo delictivo y la administración en curso. Finque usted cargos contra el ex embajador de Estados Unidos, Carlos Pascual, quien envió a Washington informes según los cuales Arturo Chávez Chávez, el hombre a quien usted hizo procurador, había ofrecido, años antes, “una mano de ayuda a ciertas figuras de un cártel”. Demande usted a Human Rights Watch (HRW), que en un informe reciente sostiene: “En vez de reducir la violencia, la guerra contra el narco (anunciada e impuesta por usted, aunque lo niegue) ha provocado “un incremento dramático en la cantidad de asesinatos, torturas y otros terribles abusos por parte de las fuerzas de seguridad, que sólo contribuyen a agravar el clima de descontrol y temor que predomina en muchas partes del país”. Y a Amnistía Internacional (AI), la cual informa que el año pasado “las fuerzas policiales y militares desplegadas para combatir a las bandas fueron responsables de violaciones graves de derechos humanos”, que “en los casos de violaciones de derechos humanos, la impunidad fue la norma” y que sólo en 18 meses ocurrió “un centenar de homicidios” cometidos por las Fuerzas Armadas”.

En suma, señor Calderón, pienso que quienes “afectan terriblemente el buen nombre de México” son usted, sus principales colaboradores y los jefes de la delincuencia formal, y no quienes enumeramos las barbaries en curso –la oficial y la otra– y apelamos a una instancia internacional, en forma pública, transparente y legítima, en un intento de ponerle freno.

Por último, creo percibir, en el ominoso mensaje emitido por su oficina el pasado 27 de noviembre, mucho miedo en usted y en sus colaboradores. Proceda legalmente en contra nuestra, si eso lo reconforta, pero no nos tema a nosotros, los 23 mil denunciantes de su régimen, pues actuamos –estamos dando prueba incontestable de ello– por los cauces pacíficos, legales e institucionales. Témale más bien a la furia latente de un país defraudado, empobrecido, saqueado, ensangrentado, escarnecido y humillado por ustedes, los demandados el 25 de noviembre ante la Corte Penal Internacional.



24.11.11

Golpe de soberanía




Como se ha expuesto en entregas anteriores, la despenalización de los estupefacientes ahora ilícitos obligaría a un proceso de pacificación negociada con las organizaciones del narcotráfico más poderosas, y la desaparición total o parcial de las monumentales recursos que esta actividad inyecta en las finanzas mundiales impulsaría una nueva crisis económica o –depende de cómo se vea– empeoraría la ya existente. Los gobiernos involucrados no serán tan ingenuos o tan ignorantes como para desconocer esta perspectiva, y es probable que el temor a desatar una nueva crisis sea una de las consideraciones –además de moralinas medievales y de complicidades con el negocio– que los llevan a mantener, contra viento y marea, una estrategia antidrogas que no tiene la menor posibilidad de éxito y que, si bien

¿La paz bien vale una crisis? No, seguramente, a juicio de las industrias de la guerra y anexas: la de armamento, pero también la de servicios de seguridad e inteligencia, la de infraestructura (por aquello de ulteriores reconstrucciones de países previamente destruidos) y otras que también hacen pingües negocios en los conflictos bélicos: la farmacéutica, la de alimentos, la textil...  El problema es que al amparo de las guerras actuales se realizan monumentales traslados de riqueza pública a unas cuantas corporaciones (como lo demuestra el enorme boquete que dejó George W. Bush en el Tesoro de Estados Unidos para pagar las facturas de sus socios y amigos que le brindaron bienes y servicios para la invasión y destrucción de Irak) y que eso, lejos de reactivar economías, termina por hundirlas más en circunstancias recesivas que, a su vez, suelen ser provisionalmente superadas mediante una nueva confrontación armada. En esta lógica, es probable que México y Centroamérica hayan sido escogidos como el siguiente eslabón del ciclo, una vez agotados los conflictos en Irak y en Afganistán.

A lo que puede verse, no hay la menor disposición, entre la clase política estadunidense, para abandonar el círculo vicioso, pero Washington podría verse forzado a ello por una iniciativa audaz por parte de un gobierno mexicano dispuesto a atacar de raíz el problema del narcotráfico.
Suele argumentarse que la despenalización, además de improcedente y peligrosa por razones de salud y de seguridad públicas (ya examinadas anteriormente), sería imposible, dada la oposición estadunidense. Si ese argumento fuera tan indiscutible y aplastante como parece, no habría habido Revolución Rusa, Lázaro Cárdenas no habría podido expropiar el petróleo, Vietnam no habría ganado la guerra y François Mtterrand no habría llegado nunca al Palacio del Eliseo, entre otros muchísimos sucesos que ocurrieron contra la voluntad de Estados Unidos.

La soberanía se defiende ejerciéndola. El paso audaz tendría que partir de un presidente de México, sin que importe su ideología. Habría podido darlo Vicente Fox, por ejemplo, si hubiese tenido mínima madera de estadista, o Miguel de la Madrid, si no hubiera desempeñado el cargo en forma tan pusilánime. Un presidente, pues, pide la comunicación telefónica con la Casa Blanca y le dice a boca de jarro a su contraparte:

–Señor presidente, vamos a despenalizar las drogas.

Tras aguantar el silencio incómodo y estupefacto del otro lado, y luego una retahíla de amenazas poco veladas, el mandatario mexicano tednrá que exponer con comedimiento, pero con firmeza:

–Haga usted lo que considere conveniente. Yo me limitaré a resumirle las posibilidades: o nos invaden, o rompen relaciones diplomáticas y comerciales con nosotros, y nos someten a embargos, bloqueos y sanciones económicas, o se resignan a colaborar con nosotros para minimizar la crisis económica que se nos viene encima.

El gobierno de Estados Unidos, por más que exhiba una adicción –un poco real y un poco ficticia– a las guerras, no puede invadir México. No es que se lo prohiba una pulsión ética o legal, sino que, simplemente, carece de las condiciones estratégicas y logísticas para emprender semejante aventura. El control militar de Irak resultó un espejismo inalcanzable y nuestro país tiene el cuádruple de población y casi cinco veces más territorio que esa nación árabe. Lo que sí podría hacer Washington sería desestabilizar (tiene vasta experiencia en ello), propiciar enfrentamientos internos e imponer a un gobierno pelele. Pero, un momento: es eso exactamente lo que ha venido haciendo desde 2006, hasta el punto de que México ya está desestabilizado, las autoridades nacionales operan en función de los intereses del gobierno vecino y el país está sumido en la guerra. Así que piensen en otra respuesta.

Estados Unidos tampoco puede romper relaciones comerciales y cerrar la frontera común porque, con ello, colapsaría de inmediato su propia economía: imagínense los alteros de exportaciones gringas que se quedarían en el lado norte de la demarcación, por no hablar de los incontables productos estadunidenses, “ensamblados en México”, que permanecerían de este lado. Sólo por decir algo.

Es probable que La Casa Blanca y el Capitolio hicieran el berrinche de su vida, pero éste es uno de los pocos terrenos en los que no podrían hacer mucho más que eso.

Hasta ahora, el narcotráfico ha sido una debilidad y una desventaja para México, que en su combate pierde decenas de miles de vidas, centenares de pueblos y decenas de instituciones, y una fortaleza para Washington, que con esa coartada puede ampliar sus márgenes de ingerencia, hacer grandes negocios y dotar a sus circuitos financieros con un flujo casi inagotable de recursos monetarios. La despenalización unilateral implicaría invertir bruscamente esa desigualdad e impulsar una medida análoga en Estados Unidos.

Al carajo con la hipocresía: la única explicación posible al hecho de que la guerra en torno al narcotráfico no se ha extendido a territorio estadunidense es que allá no se persigue tal actividad, aunque se jure y se aparente lo contrario. Una de las cosas más cínicas de cuantas han sido dichas en el actual contexto por las autoridades de Estados Unidos es que los narcos les temen, y que por eso “se portan bien” al norte del Río Bravo, y procuran no derramar sangre. El corolario inevitable es que las policías estadunidenses los dejan en paz, en premio a su buen comportamiento, y les permiten dedicarse a su negocio principal.

Si México despenaliza, coloca a Washington ante la disyuntiva de despenalizar, a su vez, o atestiguar el traslado, a su territorio, de la guerra que se ha venido librando en el nuestro. Pero la regla de oro es que los conflictos armados son oportunidad para grandes negocios, a condición de que se desarrollen en otros países.

Para terminar: ¿se acabaría la delincuencia con la despenalización de las drogas? Por supuesto que no. La delincuencia no se va a acabar con nada. El propósito de abolir el prohibicionismo es eliminar el narcotráfico, restituir el estado de derecho y acabar con organizaciones que están derrotando al Estado y a sus instituciones. Sin ellas, la delincuencia se reducirá a un problema de seguridad pública, dejará de ser guerra, y volverá a ser un problema policial.

Con esto terminan las notas dedicadas aquí, desde el pasado 20 de octubre, a explorar esa perspectiva de solución al conflicto del narcotráfico.

22.11.11

Los dos Krauzes


En julio de 2006 impresionado por la facilidad de Enrique Krauze para darse la vuelta en sus posturas políticas, publiqué en este blog la entrada “Los dos Krauzes”. No está de más refrescarla con nuevas citas y recordar, de paso, que el socio de Televisa, ahora hipercrítico de Salinas, en 1988 fabricaba argumentos para justificar el fraude electoral –citando fuera de contexto a Alexis de Tocqueville, y así– que impuso al chupacabras en la Presidencia. Ahora, al recordar aquella inmundicia, se siente indignado. Con tres días de diferencia, su juicio sobre Ebrard cambió de manera radical. Será que hay que dar muchas volteretas para mantenerse siempre al servicio del poder, sea cual sea, y que las posturas estorban.

“El historiador Enrique Krauze afirmó que México debe transitar a un gobierno de izquierda pero bajo un esquema similar al implantado por Luiz Inácio Lula da Silva en Brasil y que, entre la izquierda mexicana, está mejor representada por Marcelo Ebrard que por su contrincante, Andrés Manuel López Obrador.”
(Enrike Krauze, en entrevista con Carmen Aristegui. Nota de Proceso del 27 de octubre de 2011)

“Marcelo Ebrard tampoco es parecido a Lula. Ni de lejos. Compararlos es una blasfemia: Lula creció políticamente al amparo de la lucha sindical metalúrgica en Brasil. Ebrard, paralelo a la dictadura política priista. Mientras Lula luchaba contra la injusticia social en su país, Marcelo operaba el fraude electoral salinista de 1988. Lula tiene entraña demócrata. Ebrard es de corazón y formación priista. Lula es demócrata de izquierda. Ebrard es falso izquierdista.”
(Enrique Krauze, en entrevista a Excélsior, 1 de noviembre de 2011)

Asunto de familia


Felipe Calderón está que no lo calienta el sol tras la derrota (electoral, digamos) que sufrió su familia en Michoacán a manos de otra familia. En plena conmemoración del 20 de Noviembre, el hermano de la candidata masticaba su rencor y clamaba por “demócratas que actúen contra “la intromisión de criminales en la determinación del voto libre de los ciudadanos”. Si se le hubiera ocurrido lo mismo en 2006, hasta él estaría mejor con López Obrador, pero eso es otra historia.

El punto es que el domingo antepasado los priístas y otros, de peor fama pública, perpetraron allí algo muy semejante a lo que en 2006 hicieron Vicente Fox, el Consejo Coordinador Empresarial, Elba Esther Gordillo, Televisa y algunos más para asegurar que el propio Calderón lograra meterse al despacho presidencial. El pleito entre el desgobernante PAN y el rampante PRI se ha enconado con la vuelta de tuerca michoacana. Ante el recurso del tricolor a coaliciones de esas que no están consideradas en la ley electoral, el presupuesto federal no alcanzó para imponer en el terruño a la hermana desconsolada.

Puede ser que la reacción del calderonato no tarde mucho. Alejandro Poiré ya adelantó su disposición a meter la nariz en los asuntos electorales –normados por el IFE, se supone–, en cosas de la delincuencia organizada –que le tocarían a la PGR, si existiera– y en el subconjunto que se forme entre ambos. No se necesita mucha sagacidad para entender que el destinatario del mensaje es el PRI. El de Peña Nieto, el de Manlio o ambos.

Pero así como es razonable suponer que el calderonato tiene bajo la suela algunas colas priístas, no se debe olvidar que el tricolor está entre los acreedores varios de Calderón, porque fue justamente ese partido el que le abrió la puerta trasera de San Lázaro para que se colara al poder. Por lo demás, la mutua capacidad de extorsión es consecuencia, y no causa, de la alianza fáctica que el PRI y el PAN han ido construyendo, con altibajos y retrocesos, desde tiempos del salinato, y que responde a la necesidad de administrar el poder público a favor de un puñado de actores corporativos locales y foráneos que lo mismo pueden estar inscritos en la legalidad formal que en el ámbito de la delincuencia. Esa confluencia de intereses empresariales, políticos, mediáticos y criminales es la que da cohesión a la auténtica y reinante familia. Lo demás son pleitos menores por ramificaciones estatales, capaces de causar irritaciones pasajeras.

Los priístas superarán pronto sus diferencias internas –nada que no se arregle con un buen reparto de cuotas– y los panistas, que ni siquiera han logrado tenerlas, acabarán renovando con ellos el pacto transexenal de impunidad y de aprovechamiento oligárquico del país. No les queda mucho tiempo, porque la alternativa de poder planteada por el Movimiento de Regeneración Nacional y del naciente Movimiento Progresista crece día con día e incorpora a sus filas a quienes no quieren padecer otros seis años de destrucción del país a cargo de la voracidad oligárquica.

Aunque se empeñen en ocultarlo, lo veremos. Dentro de poco, panistas y priístas –más las franquicias agregadas que brincan como ardillas, abejas y tucanes entre unos y otros– olvidarán los mutuos agravios, dejarán de lado sus diferencias, se unirán en contra de la candidatura unitaria de las izquierdas y empezarán a trabajar, codo a codo, en la planificación del próximo fraude, el trasvase y trapicheo pactado de sufragios, operativos de propaganda negra y otras de las artes que dominan, como miembros que son de la verdadera familia. A ver si en esta ocasión lo logran.

21.11.11

Va por las Patronas

Washington, Los Zetas y Calderón han hecho de México un infierno para los migrantes. Las Patronas, en cambio, les dan agua y comida. Ellas representan a la gente buena de este país.






18.11.11

Drogas: despenalización
y crisis económica


El volumen de dinero que las actividades ilícitas inyectan en las economías formales es uno de esos temas de obligada imprecisión y en el que los enterados no logran ponerse de acuerdo. No lo lograrán nunca, por la simple razón de que no hay forma de medir en forma exacta un fenómeno que escapa, por su propia naturaleza, a los mecanismos estadísticos gubernamentales, los cuales no pueden medir negocios no declarados. Por ello, el tamaño de esos recursos y el de las consiguientes operaciones de lavado que requieren para ser aprovechados en gran escala por sus poseedores, forman parte de las “cifras negras”, al igual que la cantidad de delitos que no se denuncian.

Pero el lavado de dinero no es tan inescrutable como el número de ángeles que caben en la punta de un alfiler; hay maneras de calcular, si no sus cifras precisas, sí sus magnitudes. Por ejemplo, a mediados del año pasado, el entonces secretario de Economía, Ernesto Cordero, afirmó que anualmente los bancos que operan en el país reciben 10 mil millones de dólares de procedencia “oscura o desconocida”, cantidad que, dijo, “va más allá de la que se pudiera explicar por las actividades y la dinámica de la economía en México”. El director de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores contrapunteó: la suma era consistente con la estimación estadunidense de que cada año entran a México entre 19 mil y 29 mil millones de dólares (mmd) en efectivo procedentes del norte, aunque “no sabemos exactamente cómo se hicieron” los cálculos. Tres años antes, Yuri Serbolov había estimado en 42 mmd anuales la suma “blanqueada” anualmente en la economía mexicana. Stratfor calculó que cada año las empresas dedicadas al trasiego de dólares invierten 42 mmd en sobornar a funcionarios. A mediados de la década pasada, el Observatorio Europeo de las Drogas y la Toxicomanía (OEDT) estimaba en 60 mmd el lavado de utilidades procedentes del narcotráfico en México. De modo que, sin dar por bueno uno de esos montos, podemos asumir que el comercio de drogas ilegales aporta a la economía nacional decenas de miles de millones de dólares; entre 10 y 60, algo equiparable a las remesas (unos 20 mmd) y a las exportaciones de petróleo (entre 14 y 24 mmd).

Sería un gran negocio, si se considera que de no ser porque la inseguridad y la violencia –que tienen su componente principal y articulador en la “guerra contra la delincuencia organizada”, centrada, a su vez, en el narco– le cuestan al país 130 mil millones de dólares, según estimación del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Una consideración ineludible es que, mientras que las utilidades del narcotráfico, del lavado y de la guerra (por ejemplo, las inversiones corporativas y gubernamentales en inteligencia, armamento, sistemas de vigilancia y comunicaciones, por ejemplo) son altamente centralizadas, y su mayor parte se queda en manos de capos, funcionarios corruptos y empresas proveedoras de bienes y servicios, los costos de la violencia se reparten con amplitud entre extensos sectores de la población. La Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) calculaba en agosto de 2008 que 500 mil personas estaban vinculadas, en el país, al narcotráfico, y desagregaba esa cifra de esta manera: 300 mil sembradores, 160 mil narcomenudistas, transportistas, distribuidores e informantes, y 40 mil líderes de diversas jerarquías.

Dicho sea de paso, por los mismos días que se anunciaba el “descubrimiento” de Cordero, éste y los organismos cúpula de los banqueros fabricaron una graciosa historia acerca de un “lavado hormiga”: se trataba de “un rudimentario pero eficaz operativo de lavado de más de 20 mmd sin que ni los bancos ni las autoridades del gobierno federal se percataran” que, según esto, funcionaba por medio de “una serie de operaciones hormiga en los bancos de Jalisco, Sinaloa, Michoacán y en la zona fronteriza. La gente vendía dólares en pequeñas cantidades en varias sucursales bancarias, así no tenían que identificarse, no generaban reportes y podían cambiar muchos dólares en un día”. Dice la calculadora que la explicación es poco verosímil porque la suma anual de 20 mmd dividida entre 365 da 54 millones de dólares diarios, y si eso se subdivide en cantidades de, digamos, 500 dólares, hay que realizar casi 11 mil operaciones diarias.

De cualquier forma, las cifras mexicanas, en éste como en otros tópicos, son de juguete comparadas con las correspondientes a Estados Unidos: allí las decenas de mmd que el narco inyecta en México se convierten en centenas de mmd. A octubre de 2011, la Oficina de la ONU contra la Droga y el Delito (UNOCD, por sus siglas en inglés) estima en 1,6 billones de dólares (es decir, mil mmd) el monto total de “dinero negro” –procedente de actividades ilícitas– que se blanquea anualmente en el mundo. De esa suma, es posible que un tercio corresponda a lo que deja el narcotráfico en el sistema financiero estadunidense. 500 mmd, dijo el OEDT. Según un reporte al Congreso de Estados Unidos (Wyler, LS: Internacional Drug Control Policy), las utilidades globales del narco son de un billón de dólares anuales.

La magnitud de centenares de mmd nos coloca en el terreno del presupuesto de defensa del país vecino (700 mmd) y en proporciones del 2, 4 o 6 por ciento del PNB de la superpotencia. Con estos datos, y aunque no nos sea dable contar el número de ángeles que caben en la cabeza de un alfiler, pero sí podemos estar razonablemente seguros de que el narcotráfico es una parte imprescindible de las finanzas mundiales.

En la medida en que el negocio del narco no consiste en vender drogas, sino en agregarles valor eludiendo la prohibición de ellas, una iniciativa nacional orientada a su despenalización desembocaría en la ruina de algo que es, más que un negocio lucrativo, un sector completo de la economía planetaria. En la medida en que los estupefacientes perdieran el 99 por ciento o más de su valor agregado actual, los volúmenes de lavado de dinero se reducirían en esa misma proporción y se crearía, con ello, un boquete monumental en el sistema financiero. Incluso si la pérdida afectara sólo un tramo sustancial del negocio (el que representa el territorio mexicano, por ejemplo), la contracción de las ganancias sería monumental. Es de dudar, pues, que, moralinas y autoritarismos aparte, los gobiernos de México y de Estados Unidos estuvieran dispuestos a dar un mazazo de ese calibre sobre la mesa de las cuentas, especialmente en tiempos de recesión intermitente.

¿Vale la pena jugarse una nueva crisis económica para terminar de raíz con el problema del narcotráfico? La respuesta a esa pregunta variará en función de quien la responda: si se trata de uno de los beneficiarios del negocio en cualquiera de sus aspectos, probablemente dirá que no. Pero la mayor parte de la sociedad, que sólo sufre los perjuicios de la inseguridad, la militarización, el empoderamiento de los cárteles y la multiplicación de las adicciones, posiblemente responda que sí.

Sea como fuere, la despenalización de las drogas obligaría a la elaboración multilateral de una estrategia para salir del nuevo abismo económico. Esa estrategia tendría que ser tema del enlace telefónico entre Los Pinos y La Casa Blanca. Seguimos la semana entrante.

15.11.11

Por una república amorosa


Discurso de Marcelo Ebrard Casaubon

Muy buenas tardes, amigas y amigos; Andrés Manuel, Octavio, René; compañeras y compañeros que están aquí presentes; licenciado Manuel Camacho, coordinador del DIA.

En mayo de este año propuse una encuesta, para determinar la candidatura a la presidencia de las fuerzas progresistas, entre Andrés Manuel López Obrador y un servidor. Eran entonces varios los objetivos estratégicos:

El primero, garantizar una candidatura unitaria; el segundo, asegurar que la selección del candidato fuese entre nosotros, a partir de los electores y su opinión, y el tercero, sentar las bases para una nueva etapa en la vida política de las fuerzas progresistas.

Desde entonces recurrí al apoyo de la Fundación de Equidad y Progreso, Demócratas de Izquierda, personalidades destacadas de la vida nacional y numerosas organizaciones civiles y sociales. Representamos una propuesta para cambiar el rumbo del país hacia la igualdad, la construcción de la paz, la prosperidad y el cambio de régimen político.

La propuesta ha crecido y ganado presencia y apoyo. Se fundamenta en una concesión incluyente, basada en una visión de largo plazo, y alejada de la cortedad de miras y mezquindad, que tanto daño le hacen a nuestra convivencia.

La encuesta –como se ha informado el día de hoy– se realizó conforme a lo previsto y se presenta a la opinión pública tal y cual resultó. De las cinco preguntas, yo gano dos y Andrés Manuel gana tres; el saldo de opinión me es favorable y el potencial de crecimiento de mi candidatura sería alto. La intención del voto favorece hoy a Andrés Manuel.

Sería posible argumentar que estamos en posiciones de equilibrar, o podría yo argumentar que no he estado en campaña mediática, o que las diferencias no son las suficientes; podría yo empecinarme, el día de hoy, en llamar a ir a las internas, a partir de diciembre. Sí, se podría, pero entonces, cabría preguntarse: ¿en dónde quedó la congruencia? ¿Dónde quedaron los objetivos estratégicos planteados en la encuesta?

La izquierda dividida sólo iría al precipicio, y no seré yo, nunca, quien conduzca las posibilidades de cambiar el rumbo de México al fracaso.

Acepto y acato los resultados de las encuestas, cumplo lo que he dicho, así sea la diferencia que sea, pequeña o no; hago honor a mi palabra con dignidad y optimismo.

Soy optimista porque creo firmemente en el futuro progresista de México; soy optimista, porque el acto que hoy nos congrega es el principio del mañana para la izquierda, en lugar de hacer otro conflicto y el principio del fin de los sueños de nuestra generación.

Soy optimista, porque sé que quienes simpatizan conmigo y la propuesta que encabezo, respetan ante todo la congruencia y la altura de miras. Le he propuesto a Andrés Manuel que demos paso a un frente amplio que, en su momento, pueda transitar a un partido frente, capaz de incluir a los partidos de la izquierda, superar la recurrente lucha de facciones que tanto daño han hecho y capaz sobre todo, de representar a la amplia gama de colectivos, causas y aspiraciones que se han alejado de los partidos progresistas.

Le he propuesto que vayamos a un frente amplio en el que se respete a todos, pero sobre todo, que vayamos a una dinámica política colegiada y de consenso, que pueda atraer a intelectuales, a empresarios, a clases medias, causas ambientales, la defensa de los derechos humanos y las libertades, de la equidad de género, y las nuevas y muy diversas reivindicaciones de las generaciones más jóvenes.

Le he propuesto también que cese el conflicto con el PRD y sus dirigentes, que la campaña del 2012 incluya a todos, que se intensifique el diálogo con el sector privado, las clases medias y el exterior; no veo otro camino para el triunfo.

Hay acuerdos sobre esas bases; no he buscado en estos días otra cosa, que actuar con el patriotismo y la altura de miras que, quienes me han seguido y apoyado, siempre han esperado de mí; hoy deseo (ser) y soy leal.

El futuro de la causa que nos anima está antes y por encima de los deseos personales y la vanidad.

Andrés Manuel, le deseo el mejor de los éxitos; sabe que contará con mi sincero apoyo y solidaridad. Seamos optimistas, construyamos el futuro.

Muchas gracias.


Discurso de Andrés Manuel López Obrador

Agradezco a ustedes, integrantes de los medios de comunicación; agradezco a la doctora Ana Cristina Covarrubias y a Luis Woldenberg, de las empresas encuestadoras Covarrubias y Asociados y Nodos, Investigación y Estrategia; agradezco a los dirigentes, militantes y simpatizantes del PRD, del PT y del Movimiento Ciudadano; agradezco el apoyo de los integrantes del Movimiento Regeneración Nacional, Morena; agradezco con todo mi corazón a los ciudadanos que me han dado su confianza y apoyo, les aseguro que nunca los traicionaré.

Amigas y amigos todos:

Hoy cumplimos el compromiso de que sería el candidato de izquierda para las elecciones del 2012 el que estuviera mejor posicionado. Siempre sostuve, por honestidad y congruencia, que no sería candidato sin el respaldo de los ciudadanos independientes y de los sectores progresistas del país.

El resultado de las consultas, como aquí se ha dicho, me beneficia. En consecuencia, haciendo uso de mi libertad de expresión, manifiesto que voy a participar en la contienda electoral del 2012. Lo haré con apego a las decisiones que adopten de acuerdo a sus estatutos los partidos progresistas, PT,. PRD y Movimiento Ciudadano, y en conformidad con los tiempos y procedimientos que establece la ley electoral vigente. En cuanto a Marcelo Ebrard, con quien acordé resolver de manera responsable este importante asunto, deseo expresar que, además de ser un buen amigo y compañero, es un dirigente político extraordinario, excepcional; ha demostrado con hechos poner, por encima de sus legítimas aspiraciones personales, el interés general, los anhelos de millones de mexicanos de que, con la unidad de la izquierda, se facilite, sea posible, la trasformación de la vida pública de México. Marcelo, como Ulises, el de la Odisea, no se dejó cautivar por el canto de las sirenas; se puso cera en los oídos para continuar la travesía con la mira puesta en los ideales de libertad, justicia y democracia.

Marcelo nos está dando una lección como ser humano y como un político; además, como gobernante, es reconocido por todos. Por eso he aceptado su recomendación de crear, en lo inmediato, un frente amplio progresista, invitando a participar al PRD, al PT, al Movimiento Ciudadano, así como a Morena y a quienes están convencidos de que México y su pueblo merecen un mejor destino; Se trata de construir, ahora sí, un Estado social y democrático de derecho (…), un lugar para todas y todos los mexicanos.

El Frente Amplio deberá tomar decisiones colegiadas y fortalecerse con la participación de los líderes de opinión más reconocidos que simpatizan tanto conmigo como con Marcelo, incluyendo también a integrantes de movimientos cívicos que defienden los derechos humanos y sociales; en lo especifico, he acordado con Marcelo que respetuosamente propongamos a los partidos progresistas. que se unirán para las elecciones de 2012, que dicha coalición lleve el nombre de Movimiento Progresista.

También expreso que respaldaré a Marcelo Ebrard en la orientación política que él defina, en el marco de la legalidad y de la democracia, para seguir gobernando la ciudad de México, esta gran ciudad, los mejores ciudadanos, mujeres y hombres, honestos y comprometidos con el bienestar del pueblo, con el bienestar de todos los ciudadanos.

Asimismo, abro el compromiso con Marcelo de convocar a todos los ciudadanos de todos los sectores productivos, de todas las clases sociales, de todas las corrientes del pensamiento, a la construcción de un nuevo pacto social para la equidad y el progreso, estoy consciente de que Marcelo representa a amplios sectores de las clases medias y empresariales, promueve nuevas causas ciudadanas como la ambiental, libertades y nuevos derechos, una mayor cooperación internacional en materia de seguridad y desarrollo económico; por lo mismo, al ir juntos, nos vamos a complementar, y eso se los aseguro, nos permitirá potenciar nuestras fuerzas con el objetivo superior de transformar a México.

En suma, amigas y amigos, aspiramos todos, mujeres, hombres libres, conscientes, a vivir en una sociedad más justa, más humana y más igualitaria. Vamos todos juntos, sin odios ni rencores, a construir una República amorosa, con dimensión social y con grandeza espiritual.

Muchas gracias.