17.11.12

“La gente es fea...”


–¡Qué hermosa es la gente! –exclamaba mi padre, con esa emoción humanista que le brotaba por los poros.

–Qué va –lo contradecía su suegro, o sea, mi abuelo materno, que era un grandísimo quevediano–. La gente es fea.

Yo los escuchaba en silencio y parapetado en la inocencia infantil. Me tomó décadas asumir que ambos tenían razón y me gasté un dineral en terapias para sortear la ambigüedad intrínseca del mundo.

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