Enrique
Peña, al igual que sus más cercanos colaboradores, está harto de
los mexicanos, y con razón: a estas alturas la ciudadanía ha
defraudado a sus gobernantes en forma irremediable y ha demostrado
que no los merece: no pone de su parte para hacer crecer la economía
a pesar de los abnegados esfuerzos de los gobernantes por dotarla de
un marco legal moderno mediante las reformas estructurales; no se
apacigua ni aunque le manden comisionados como Alfredo Castillo; no
sacia su sed de justicia ni aunque el Presidente realice cambios de
mando en la Procuraduría General de la República; no cesa sus
maledicencias ni aunque Virgilio Andrade le demuestre en forma
inobjetable que no hubo conflicto de interés; no deja de movilizarse
en contra de la reforma educativa ni aunque se le garantice que las
evaluaciones son pulcras y científicas; en lugar de agradecer los
televisores digitales denuncia que fueron usados para comprar votos;
no cree que estén bajando las tarifas eléctricas y la gasolina;
arma un tremendo escándalo por la devaluación del peso y la
depreciación de los fondos de pensiones; es tan rencorosa que sigue
duro y dale con lo del nuevo avión presidencial que, si se mira
bien, sólo es un pedacito muy pequeño del presupuesto; está cada
vez más convencida de que hay negocios sucios entre el jefe del
Porder Ejecutivo y el secretario de Comunicaciones y Transportes y
empresas como OHL y Grupo Higa; se empeña en que salgan de la cárcel
individuos como Nestora Salgado, Manuel Mireles y los líderes del
magisterio disidente de Oaxaca (pese a que ya la autoridad demostró
que sí son quienes son y quienes dicen ser, o sea, líderes del
magisterio disidente); no logra entender que los feminicidios son un
mal necesario de la vida contemporánea; no deja de molestar con
muertos y desaparecidos aunque muchos de ellos sean del sexenio
anterior, igual que sigue dando lata con unos bebés calcinados
durante el gobierno pasado y hasta con unos mineros fallecidos en el
antepasado.
Lo
que habría tenido que ser un cuento de hadas –o, cuando menos, un
buen final de telenovela– se le ha convertido a Peña y a los suyos
en una cotidianeidad molesta y exasperante, bordada por las quejas,
los reclamos, las exigencias y las imprecaciones. Es entendible que
el senador priísta Omar Fayad quiera cerrarle el pico de una vez por
todas a toda esa bola de tuiteros vociferantes que insisten en las
denuncias y hasta en los improperios. Cerrarles el pico: eso hay que
hacer, aunque sea estipulando penas de cárcel a quienes generen,
reproduzcan o almacenen en sus memorias USB denostaciones en contra
de los que llevan la pesada carga de dirigir el destino del país.
Por
eso Peña y los suyos han debido recurrir a los regaños y a las
expresiones de hartazgo. “Ya me cansé”, profirió el ex
procurador; “ya supérenlo”, remachó Peña; “ya sé que no
aplauden”, se lamentó posteriormente; “ya chole con tus quejas”,
se ensayó en Los Pinos en defensa de las reformas; “ya basta” de
que sigan exigiéndole al gobierno que asuma sus responsabilidades
constitucionales ante la atrocidad de Iguala, dijo el secretario de
Gobernación; “ya dejen de nadar de muertito”, exige Peña a los
alcaldes incapaces de controlar la violencia siempre crecedera y la
inseguridad rampante. Y cuando los regaños no bastan, hay que echar
mano de las propiedades pedagógicas de la cárcel, como lo han
estado haciendo el secretario de Educación Pública, Aurelio Nuño y
las autoridades policiales a fin de instruir a los dirigentes
magisteriales insumisos y respondones. Pero la sociedad es insensible
y no ceja en el bullying nacional en contra del Presidente y de sus
esforzados colaboradores.
Por
el contrario, la ciudadanía no deja de burlarse. No colabora. No se
compromete. No exhibe voluntad política. No se mueve. Insiste en
ignorar que los próceres de este gobierno no están involucrados en
un proceso de enriquecimiento personal y de envilecimiento y entrega
del país sino en una cruzada para llevar a México a los confines de
su propia gloria. Por eso, Peña da muestras claras de estar harto de
los mexicanos. Afortunadamente no se ha enterado que el hartazgo es
mutuo porque entonces sí podría ponerse muy nervioso.
* *
*
Hoy,
a las 10 am, se realizará un mitin frente a la Asamblea Legislativa
del Distrito Federal (Donceles y Allende s/n, Centro Histórico) para
exigir a los diputados locales del PRD, PAN, PRI, Verde, Movimiento
Ciudadano, Encuentro Social, Nueva Alianza, Partido Humanista y PT,
que no se roben el dinero de los capitalinos y que lo destinen, en
cambio, a obras y servicios para el bienestar general.
1 comentario:
Cierto, somos unxs mal agradecidxs ya ni porque desvió el huracán con todo el poder gubernamental de la oración.
Así las cosas
Publicar un comentario