27.2.16

A María Magdalena






Sobre la cruz de la mujer excluida
edificó la iglesia sus altares
y quedó por los primus inter pares
a la función de madre reducida.

La amante de Jesús fue convertida
en figura menor de sus andares
que del muerto aliviaba los pesares
bajo la sombra de la cruz erguida.

Mas un discreto signo profetiza
que el templo está construido sobre arena
y que es la hipocresía su condena:

misógino será, pero en la misa
ofrenda con el Grial, que simboliza
la matriz de María Magdalena.

(Foto: 
Gregor Erhart (?): María Magdalena (Museo del Louvre)

25.2.16

Iguala: un mes más


Mañana, viernes, se cumplen diecisiete meses, señores del poder, señores del poder municipal, del poder estatal y del poder federal. Tal vez a estas alturas hacen cuentas alegres y empiezan a pensar que ya la hicieron: en abril próximo vence el convenio con el Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, mengua el movimiento de solidaridad con las víctimas y el maniquí que los preside a ustedes ya hasta se da el lujo de pisar la sangre seca en el pavimento de Iguala para entonar, por enésima vez, su versión personal del "y yo, por qué": hemos puesto todo de nuestra parte, hemos procurado justicia profunda y transparente, y no está bien que aquel incidente del que casi nadie se acuerda cause perjuicios a la industria turística de la ciudad. Vivimos en un país en el que cada voto cuenta (especialmente si es comprado) y tenemos finanzas públicas sanas: la prueba es que resisten las casitas en Las Lomas, las comisiones, las complacencias fiscales y las cenas con caviar en el extranjero hasta por un total de uno o 2 billones de pesos al año. ¿Qué más quieren? O sea. Ya supérenlo.

Ustedes piensan que el país es tan tonto que va a tragarse la verdad histórica de la hoguera en el basurero de Cocula y de unos malvadísimos narcos que no tienen nadita que ver con ustedes. A fin de cuentas recapturaron al Chapo, ¿no? Total, están tan empeñados en combatir esa lacra que ya hasta están pensando –después de una guerra que ha costado decenas de miles de vidas y al calor de la cual muchos de ustedes han efectuado pingües negocios– en despenalizar la mariguana. En estos meses ya detuvieron e identificaron a más de un centenar de perpetradores del crimen y lograron que confesaran su participación en forma voluntaria y espontánea, sin recurrir a la tortura y sin fabricar culpables. Ustedes creen que basta con que sus aparatos mediáticos minimicen u omitan las pruebas duras que echan por tierra la invención de Murillo Karam; que Virgilio Andrade realice un pase de magia para desvanecer las groseras evidencias de enriquecimiento ilícito; que es suficiente con armar alianzas de saqueo y silencio dentro de la clase política para neutralizar cualquier sospecha de antidemocracia; con comprar un puñado de viejos priístas y de viejos opositores y reciclarlos como independientes para asegurarse puntos de apoyo que les aseguren la vida eterna de pillaje, crimen, impunidad y simulación a la que están acostumbrados.

En estos diecisiete meses ustedes, dinosaurios y mirreyes, se han valido de virreyes locales para dispersar su podredumbre y desviar la indignación. Lo peor que puede pasar, calculan, es que en determinado momento haya que sacrificar a alguno de los Moreira, de los Moreno Valle, de los Duarte, de los Ramírez Garrido, de los Mancera, y otros sátrapas que les acompañan en la dura tarea del ejercicio de gobierno orientado a satisfacer las necesidades financieras personales de ustedes mismos.

Piensan que ya la hicieron, pues; que cuando están a punto de cruzar la línea de la mitad del sexenio han logrado, a pesar de todo, preservar el pacto supremo de despojo nacional que plasmaron en el Pacto por México y que han venido aplicando a rajatabla para transferir las riquezas nacionales a sus socios del extranjero y del país. Y se frotan las manos calculando cuántos barriles más podrán extraer de los ductos de Pemex antes de rematarlos como fierro viejo, cuántos miles de hectáreas podrán arrebatar a comuneros y ejidatarios bajo el manto de sus reformas, cuántas obras públicas más –la del nuevo aeropuerto es una genialidad, hay que admitirlo– para hincharse las bolsas de dinero, cuántos acuerdos oscuros más de connivencia entre autoridades, mineras chinas, petroleras gringas, constructoras españolas y criminalidad organizada.

Creen que basta con mandar a alguno de sus sicarios de la prensa para echar a rodar infundios contra dirigencias honestas y contra víctimas de la violencia de ustedes para desactivar la rabia y la esperanza, el dolor y las convicciones de muchos miles. Una telenovela más, una calumnia más, otra componenda para asegurar sumisiones legislativas y constituyentes, un discurso más en cadena nacional, un par de agitadores venadeados en algún camino agreste –luego inventan que fue un crimen pasional– y habrán logrado una situación inmejorable para robar sin cortapisas, para atropellar sin obstáculos, para que en los próximos tres años nada ni nadie se interponga entre ustedes y su botín, que es lo que queda del país: lo que sus antecesores dejaron. Y que sigue siendo muchísimo.

Sólo falta que terminen de convencer al resto del país de que no hay nada que hacer y nada por qué luchar, excepto, tal vez, la búsqueda de una puerta de entrada al club selecto de los oligarcas. “Fumé mota y llegué a ser secretario de Gobernación”, se jactó hace unos días uno de sus compinches, un reaccionario que ahora se las da de liberal por las necesidades políticas del momento. Omitió decir que ejerció tal cargo en un régimen que mandó al cementerio (perdón: a las narcofosas) a decenas de miles con el pretexto, entre otros, de evitar que los jóvenes fumen mota. Moralinas aparte (porque aparte de los riesgos legales no hay gran diferencia entre un churro y una lata de cerveza), ustedes han venido transmitiendo, durante décadas, el mensaje de que la transgresión sí paga, y el mejor espécimen de ese principio es el figurín hoy incrustado en la Presidencia. Ya lo decía el viejo Fox: haz todos los chanchullos del mundo, pero asegúrate de que se ajusten al marco legal.

No hay más ruta que la nuestra –nos comunican ustedes con sus actos y hasta con sus palabras–, y consiste en tirar los escrúpulos a la basura. Si no pueden hacerlo destruyan comercios o agárrense a pedradas con la policía, pero no vayan por ningún motivo a organizarse, a luchar por sus derechos a la educación, a la salud y al trabajo, a vincularse con las comunidades o a informar a sus barrios y, sobre todo, no vayan a disputarnos el poder: recuerden que la única disciplina que vale la pena es la fiscal, que toda autoridad resulta intrínsecamente deleznable, que la política es una inmundicia, y el mejor ejemplo somos nosotros.”

Lo que ustedes no alcanzan a ver es que cada nueva mentira, cada nuevo despojo, cada nuevo atropello, cada exhibición de frivolidad insultante –y vaya que se les da– es un manojo de semillas de cólera lanzado a la tierra del país profundo. El crimen cometido hace 17 meses en Iguala no es una marca indeleble en esa ciudad, sino en ustedes y en su jefe. Así como Zedillo nunca podrá separar su nombre de Acteal, Fox no podrá hacerlo de Atenco y Calderón ha quedado asociado para siempre a toponimias lacerantes: Salvárcar, San Fernando, Allende, Cadereyta… Ante la nación ustedes se apellidan Iguala, Tlatlaya, Tanhuato, Tierra Blanca y Apatzingán. Aunque se echen encima litros de perfume, los acompaña el hedor de las fosas. Se pondrán tapones en los oídos pero escucharán siempre los gritos de los torturados y ajusticiados. Ustedes no podrán encerrar en un expediente de la procu toda la fauna cadavérica que pulula en este territorio. Es de ustedes. Es ustedes. Y el país es eso, pero también es muchísimo más. Ya lo verán.

Mientras tanto, lo que sí pueden hacer es confesar –porque lo saben perfectamente– qué hicieron a los 43 muchachos y dónde los tienen. Háganlo ya. Tengan, en su infinita podredumbre, al menos un gesto de humanidad.

23.2.16

Rabian


El Partido del Pacto por México (PPM) ha reaccionado con un inocultable berrinche a la inauguración de las ocho escuelas de educación superior financiadas por Morena. Desde octubre del año pasado el secretario de Educación Pública, Aurelio Nuño, había descalificado esos planteles sin tener la menor idea de sus planes de estudios, plantilla docente e instalaciones: las describió como un “engaño para los jóvenes de México”. Tras la inauguración de las escuelas, la dependencia que encabeza Nuño, y que gestiona un sistema educativo en ruinas, saqueado por la voracidad de los funcionarios y minimizado por la determinación de crearle oportunidades de negocio a los empresarios de la enseñanza privada, armó un alboroto porque las escuelas profesionales aún no cuentan con el registro de validez oficial de estudios.

Es inevitable preguntarse qué espera la SEP para otorgar ese registro (que de cualquier manera no garantiza educación de calidad, ni mucho menos, a los planteles que ya lo solicitaron, habida cuenta que cumplen con todos los requisitos para obtenerlo.

Miguel Ángel Mancera, ahora abiertamente entregado al peñato, no dudó en azuzar a la SEP en contra de las escuelas universitarias, Dos días después llamó a crear un “frente común” (con gobernadores priístas y sin los planteles financiados por Morena, claro) para abatir el número de jóvenes rechazados por las instituciones públicas de educación superior del centro del país (150 mil). El perredista Mauricio Toledo (un dechado de honestidad) tampoco dudó en lanzarse en contra de los nuevos establecimientos, a los que describió como “un acto inmoral y con posibles consecuencias fraudulentas” y presentó un punto de acuerdo en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal para que la Contraloría General capitalina hurgue en ellos en busca de la menor irregularidad. Por supuesto, la mayoría del PPM en la Asamblea Legislativa aprobó el acuerdo de inmediato. Hasta el rector de la UNAM, Enrique Graue, se unió al linchamiento, opinando que las escuelas profesionales “no deben operar” sin previo registro de la SEP , acaso sin pensar en el enorme favor que dichos planteles le hacen a la Máxima Casa de Estudios, al aliviarle la presión social de las decenas de miles de jóvenes que son rechazados por ella mediante un examen de admisión que no está diseñado para aceptar a los mejores sino para descartar al 90 por ciento de los aspirantes.

La semana pasada la diputada local priísta Cynthia López Castro se apersonó junto con sus guaruras en la Escuela de Derecho “Ponciano Arriaga”, recién inaugurada, se puso a intimidar a los alumnos que ingresaban al plantel y armó un escándalo. El energúmeno fue rápidamente neutralizado por el director de la escuela, Netzaí Sandoval, quien la invitó a pasar, le enseñó el local y le expuso los planes de estudio. La legisladora se aplacó en forma momentánea, acto seguido fue a Twitter a decir que el plantel es “ilegal”. Y otra priísta, la diputada federal Carmen Salinas, fue más directa: las escuelas, dijo son “fabricas de huevones”.

La unanimidad del régimen y sus personeros en contra de las escuelas universitarias financiadas por Morena y sus representantes populares sugiere la existencia de una orden oficial de ataque procedente de Los Pinos. Más allá de eso, el ensañamiento, la desmesura y los desfiguros hablan de la profundidad y la gravedad del golpe experimentado por el PPM con la fundación de los ocho planteles. Para empezar, tales escuelas constituyen un abierto desafío al designio gubernamental de reducir la enseñanza superior gratuita a su mínima expresión.

No es un dato menor el hecho de que la semana pasada dos nuevas escuelas normales hayan abierto sus puertas, tras cuatro décadas de hostigamiento presupuestal, legislativo, policial y propagandístico en contra de esta clase de planteles. Por añadidura, los centros financiados por Morena, gratuitos, restarán alumnado a los negocios de paga –“patito”, esos sí– cuyo crecimiento descontrolado ha sido auspiciado desde el gobierno federal en diversos sexenios. Y el peor de los agravios: con la apertura de las nuevas escuelas se pone en evidencia la pudrición de una casta gobernante que se roba el dinero público que debiera servir en primer lugar para atender las necesidades de la población en materia de educación, salud y bienestar. Es lógico que rabien los exponentes de la cleptocracia.

18.2.16

Adiós, Francisco



Ahora, en su vuelo de regreso por la negrura atlántica, tal vez duerma por momentos. Es posible que las imágenes de lo que vio y escuchó en este país no se hayan sedimentado y revoloteen y le espanten el sueño. Contempló cosas buenas y conmovedoras, sin duda, experimentó sabores que le eran desconocidos –son los sabores la parte menos olvidable de un viaje– y disfrutó irrepetibles muestras de afecto, adhesión y compromiso. Estrechó manos, repartió abrazos y sonrisas, recibió y dio regalos y molió organismos que caminaron, viajaron y pasaron la noche en el suelo con tal de mirarlo; niños, mujeres, ancianos y hombres que invirtieron más de lo que tienen en un boleto de lotería para mirarlo a los ojos y –el premio mayor– tocarlo, habitantes del país semper fidelis que asimila todo agravio, que sobrelleva sus tragedias con una entereza indistinguible, para muchos, de una resignación intolerable.

Además Francisco cimbró conciencias, estrujó cerebros y dio motivo de auténtica esperanza a miles que esperaban reafirmar sus convicciones en la palabra pontificia. Es difícil hacer entender a algunas cabezas duras que para muchos individuos y sectores la fe religiosa no es rienda ni cadena sino recurso de liberación y de resistencia (o, cuando menos, de supervivencia) y que no es lícito ni útil recurrir a un instrumental de categorías sociológicas para decretar que los creyentes son idiotas. En las concentraciones en torno al Papa hubo de seguro personas atraídas por la televisión, feligreses acarreados y espíritus insustanciales, pero también sujetos ansiosos por atenuar con una experiencia espiritual su vida dura en esta realidad nacional de catástrofe en la que unos pocos han sumido a la gran mayoría.

¿Fue útil y provechoso que algunos niños de Morelia hayan recibido el mensaje de no dejarse pisotear por nadie? Sí, desde luego. Los habitantes de la miseria mexiquense de seguro agradecieron las menciones a algunos de los aspectos más lacerantes de su circunstancia, empezando por el de la inseguridad. Por primera vez en la historia las comunidades indígenas chiapanecas escucharon una petición de disculpa por parte del jefe de un poder eclesiástico que mucho ha colaborado en su opresión, por más que los de la estirpe clerical que va de Bartolomé de las Casas a Samuel Ruiz, pasando por muchos otros, se haya jugado la vida para contrarrestarla. Tal vez algunos presos de Ciudad Juárez encuentren en las palabras papales un motivo para aferrarse a la vida en un contexto carcelario que, en la práctica, no sirve como instrumento de redención sino como máquina de exterminio.

¿Sirvió de algo que delincuentes políticos, eclesiásticos y empresariales hayan tenido que escuchar un retrato implacable de sí mismos, de su corrupción, su frivolidad, su egoísmo y su insensibilidad? Claro, por más que hayan tratado de suavizar las jetas (los esfuerzos de Norberto Carrera en este sentido fueron casi conmovedores), de seguro pasaron por momentos incómodos ante la fuerza del discurso papal. Y el haber hecho referencia, frente a Enrique Peña, Javier Duarte y otros de la calaña, a la combinación de manos ensangrentadas, bolsillos llenos de dinero sórdido y conciencia anestesiada, no tiene precio.

Tal vez un sector de los católicos se sienta muy satisfecho con la visita. Otro, minúsculo, conformado por reaccionarios nerviosos e irremediables, optó por darle la espalda a un Papa al que consideran casi comunista. Pero hay una porción del pueblo fiel al que Francisco le resultó insuficiente, contenido como nunca antes en su pontificado, comedido con el poder y lejano, indiferente incluso, a los símbolos más patentes del dolor colectivo, a los atropellos más impunes, a las atrocidades más visibles de una coalición opresora: política, empresarial, eclesiástica, mediática y delictiva.

Otra cosa son los despistados, creyentes o no, que esperaban del Papa que asumiese funciones de procurador de justicia, que le exigían una conducta similar a la del Che Guevara –un personaje con el que Jorge Mario Bergoglio no tiene más en común que la nacionalidad– o que quisieran ver al Vaticano convertido de la noche a la mañana en baluarte de las causas de género y la diversidad sexual. Esos, blindados en sus nociones inexpugnables del bien y del mal, se sintieron ratificados en su abominación instantánea y general al pontífice, al Vaticano y a las religiones en general y concluyeron con un orondo “lo sabía”.

Acaso en el largo sobrevuelo del Atlántico Francisco sienta algún remordimiento por los tres enormes agujeros de silencio en sus palabras durante el paseo mexicano: los 43 desaparecidos de Iguala –emblema no excluyente de los miles de miles de desaparecidos del país–, los feminicidios en escala casi industrial tolerados por el poder e impunes ante la justicia, y el alud de delitos sexuales cometidos por curas católicos a todo lo largo del país con la complicidad de los altos jerarcas de la iglesia. Tal vez haga conciencia de la vacuidad insultante de su vocero, quien pretextó el reparto equitativo de la presencia papal entre todos los dolientes y que un pontífice no es enciclopedia de problemas. Como si el Vaticano fuera lego en el manejo de los símbolos y como si la mayor parte del pastel pontificio en México no hubiese sido devorada por invitados VIP, pirrurros variopintos y mirreyes ansiosos de tragarse una hostia entre raya y raya de cocaína. O tal vez considere que, en aras de la unidad social y eclesial, o por alguna razón de Estado que escapa a los ciudadanos de a pie, hizo bien en no nombrar en forma explícita y clara esos tres agravios mayúsculos.

Tal vez los silencios se hayan definido en las negociaciones con el gobierno, el cual no dudó en revolcar el principio del Estado laico en los tremedales de la abyección con tal de armar una anfitrionía blindada y seductora a fin de reducir al máximo el riesgo de daños políticos y de encuentros entre Francisco y los sectores del pueblo que querían exponerle sus quejas y recibir alivio espiritual a sus tragedias. O bien hizo un cálculo de prioridades y se equivocó. O acaso este sucesor de Pedro se haya dejado conducir por la soberbia y haya considerado que las insistentes peticiones para que se pronuncie sobre ciertos temas como un atrevimiento y un ataque a su cargo.

Pero sea lo que sea que pase por su cabeza, Francisco puede continuar en paz su vuelo de regreso a Roma porque, a pesar de sus palabras atinadas y de sus tremendas omisiones, de la satisfacción y el desencanto, de la incomodidad temporal y la desvergüenza perdurable de sus anfitriones oficiales, su viaje a México catalizó energías sociales en la masa de creyentes y evidenció de manera nítida la fractura nacional entre las zonas VIP y las barriadas, entre los salones oficiales y la calle, entre el poder opresor y la sociedad oprimida. Lo que se vivió en estos días fue una disputa por la figura papal apenas contenida, en el mejor de los casos, por los boletitos, las vallas de seguridad, los efectivos del Estado Mayor Presidencial y el aparato de espionaje e inteligencia desplegado. La oligarquía, privatizadora de todo lo imaginable, privatizó hasta donde pudo al Pontífice y lo escamoteó a la grey –con el consentimiento al menos parcial del involucrado, sí–, ello resultó evidente para propios y extraños, y el nuevo agravio abonará al desarrollo de una conciencia generalizada sobre la opresión y el despojo que sufre este país.

A estas horas unos agradecen la visita del pontífice, otros suspiran aliviados porque ya terminó, unos cuantos revisan cuentas bancarias rebosantes gracias al periplo y otros persisten en mentarle la madre porque no estuvo a la altura, por opresor, por cura y por Papa. Quién sabe qué cosa esté pensando él en su largo vuelo nocturno de regreso a Roma. Y acaso lo más prudente sea limitarse a decir “adiós, Francisco”.

16.2.16

El cerco y la palabra


Hasta ayer, cuarto día de su visita a México, el papa Francisco no se había expresado en torno a los delitos sexuales perpetrados y encubiertos de manera contumaz por sacerdotes y dignatarios de la iglesia católica mexicana. No había pronunciado tampoco un mensaje concreto de solidaridad con las víctimas de las violaciones sistemáticas a los derechos humanos cometidas por los poderes públicos en todos sus niveles, en especial las desapariciones forzadas, de las que son emblemáticas las que sufrieron 43 estudiantes de Ayotzinapa y que hasta la fecha el gobierno federal no ha querido esclarecer. El pontífice no ha tenido palabras de condena inequívoca a los feminicidios ni a la indiferencia frente a ellos de las autoridades. En cambio, en lo que va del viaje, Francisco ha hablado fuerte y claro en contra de la corrupción y la avaricia de los gobernantes y empresarios y su relación inocultable con la inseguridad y la violencia que padece el país, ha emitido frases de repudio a la frivolidad, la insensibilidad y la arrogancia del alto clero católico y ayer, en San Cristóbal de las Casas, se manifestó en contra de la opresión, la marginación y la explotación de que son víctimas los pueblos indígenas.

Los mensajes y los silencios del Papa pueden ser interpretados como muestra de su disposición a conducir la iglesia por el camino de la solidaridad con los que sufren y a distanciarse de la convivencia con los promontorios del poder opresor, explotador, corruptor y asesino. En cambio, el fundado escepticismo social ante el Papado concluye que el discurso de Francisco –desde que se sentó en el trono de Pedro y hasta la fecha– es una operación de mercadotecnia y simulación para restaurar el alicaído ascendiente de Roma ante feligresías católicas ofendidas y desencantadas por los numerosos y sistemáticos agravios recibidos desde el que debiera ser su liderazgo espiritual. “Pura palabrería hueca”, sostienen algunos, acaso sin reparar en el hecho de que toda dirigencia (religiosa, política, social) se ejerce primordialmente por medio del lenguaje y que la palabra del poder no siempre es ajena al poder de la palabra.

Algo que debiera tomarse en cuenta es la manifiesta tensión entre el cerco que las distintas ramas de la oligarquía nacional –la política, la clerical, la empresarial, la mediática– han tendido en torno a Francisco y la determinación de este último a mantener la coherencia de su discurso al margen de halagos y maniobras de seducción y neutralización de quienes tienen en sus manos la organización y la logística de la visita: la jerarquía eclesiástica, la Presidencia y las gubernaturas de las entidades visitadas. Para gobernantes, arzobispos y compañía, es fundamental que el pueblo se quede con la percepción de un pontífice tan insensible, arrogante y torcido como ellos, de un Papa palaciego rodeado por un primer círculo de corruptos, encubridores, oportunistas y magnates. Al parecer, sectores de la alta clerecía, adversos de antemano a los mensajes del jesuita argentino, han operado incluso para adelgazar la concurrencia popular a las vallas y actos masivos.

Así se desarrolla, a ojos de quien quiera verla, una lucha en la que se dirime el sentido primordial de la gira: ratificar la vieja alianza opresora y corrupta entre el Vaticano y los poderes institucionales y fácticos del país o dar testimonio de renovación al lado de los oprimidos, los explotados, los marginados y los diezmados por las varias violencias estructurales y programadas del régimen.

Por lo pronto, alguien le ha recordado en la cara a Peña Nieto que aunque tenga los bolsillos llenos de dinero sórdido y la conciencia anestesiada, tendrá siempre las manos manchadas de sangre; alguien le ha dicho a Norberto Rivera y a sus compinches, también en su cara, que no deberían andar haciendo arreglos en lo oscuro con los dueños del dinero y los apoderados del presupuesto, que dejen de aspirar a ser príncipes y que asuman con humildad y transparencia su tarea pastoral.

Ciertamente, un elemento del cerco en torno a Francisco es la cara dura de los identificables destinatarios de sus mensajes. Esos oyentes no se ponen el saco ni aunque traiga bordados sus nombres y apellidos, y así pretenden dejar la impresión de que las duras palabras del Papa no tienen nada que ver con ellos. Pero si el pueblo las escucha y confirma con ello la legitimidad de sus reclamos, el cerco se habrá roto.

Quedan unas horas de aquí al fin de la visita y hasta ayer al medio día Francisco aún no había externado algunos posicionamientos sobre algunos de los agravios más visibles de cuantos ha padecido la sociedad mexicana. Ojalá lo logre.



11.2.16

Carta al Pontífice


Buenos días, Francisco.

Apelo antes que nada a su reconocida agudeza para que no tome la omisión del trato protocolario habitual de “Su santidad” como falta de respeto sino como expresión de mi honesta incapacidad para comprender esa virtud y como un afán de dirigirme no al dignatario sino al hombre. Encuentro en los actos y las palabras de usted una actitud sencilla y libre de artificios y confío en que comprenderá mi reticencia a emplear tratamientos honoríficos que ponen una distancia indeseable entre las personas. Por añadidura llega usted a México en condiciones poco propicias para escuchar y escudriñar al país con plena libertad: blindado y cercado por aparatos eclesiásticos, políticos, empresariales y mediáticos que harán cuanto esté en sus manos para impedirle una comunicación sustancial con su grey y con la generalidad de los habitantes, cristianos o no, creyentes o no.

Creo sinceramente que la opresión que padece este pueblo es tan poderosa y arrogante que buscará oprimirlo a usted en estos días que estará entre nosotros. Tratará de hacerlo, desde luego, con métodos más sutiles y refinados que los que emplea en forma regular en contra de los indios, las mujeres, los jóvenes, los niños, los comerciantes, los artesanos, los asalariados y los desempleados, los disidentes, las minorías religiosas y sexuales, los profesionistas, los consumidores, los votantes, los causantes y los pequeños y medianos empresarios.

Los poderosos de México querrán reducir su visita a un suceso anodino, televisable y comercializable. Tratarán de despojar el discurso de usted, Francisco, de todo señalamiento crítico, de toda fuerza liberadora, de todo contenido de esperanza. Procurarán reducir su entendimiento del país a consignas fariseas: “tenemos problemas pero los estamos superando”; “estamos combatiendo la pobreza”; “México avanza hacia la pacificación y la normalidad”, etcétera. Incluso buscarán manipular la reverencia y el afecto de la gente hacia su cargo y su persona para diluir el poder de su palabra.

Pero la violencia de la pobreza, la zozobra del desempleo, la angustia de la marginalidad, el agravio de la desatención médica, la barbarie de los asesinatos, la atrocidad de los feminicidios, la vergüenza de la corrupción, la vesania de la destrucción ambiental, la ignominia de los fraudes electorales, la emigración forzada por las carencias, las deplorables condiciones educativas, la angustiosa aniquilación de los salarios, la violencia familiar, los abusos sexuales en contra de mujeres y niños, la entrega del país a intereses políticos y económicos extranjeros y la desigualdad social, entre otros infortunios que se abaten sobre esta población que hoy lo recibe con afecto, no son fenómenos aislados e inconexos y mucho menos excepcionales. Por el contrario, forman parte de un programa de enriquecimiento vertiginoso de un puñado de individuos que detentan la dirección de instituciones públicas, corporaciones privadas y organizaciones criminales.

Cada muerto de la “guerra contra el narcotráfico” (que es en realidad una guerra de capitales y poderes fácticos en contra de la gente) representa un puñado de dólares para blanquear en Wall Street; cada hectárea de bosque o manglar arrasado es una suma adicional en las cuentas corrientes de políticos que se dicen ecologistas; cada desaparición forzada consolida los lazos de complicidad entre delincuentes y funcionarios inescrupulosos que acuerdan bajo la mesa el control de territorios, la expoliación de sus habitantes y la explotación destructiva de sus recursos. Los bancos mundiales multiplican sus ganancias con el accionar de los cárteles; en el terror de las bandas de sicarios se enriquecen las empresas extractivas; cada contrato irregular de obra pública adelgaza los presupuestos destinados a la educación y a la salud, duplica las ganancias de los concesionarios y deja a presidentes, legisladores, secretarios y directores de oficinas públicas, gratificaciones ilegítimas en forma de residencias millonarias, aviones privados, automóviles de lujo, paquetes accionarios; cada acto de justicia denegada o torcida se traduce en mayores cuotas de impunidad para los criminales y en mayores fortunas para los jueces y magistrados prevaricadores; en cada uno de esos frentes se destruyen la vida, la seguridad, las fuentes de empleo, las viviendas, los cultivos y los medios de producción de millones de personas inocentes.

Resultará especialmente doloroso para usted, Francisco: los altos cargos eclesiales del país son, en su mayoría, parte de ese grupo de ambiciosos e inescrupulosos que ha llevado a México a su actual estado de violencia, miseria y desesperanza. Obispos y arzobispos se sientan a la mesa de los gobernadores involucrados con el narcotráfico y el secuestro. Los cardenales ofrecen los sacramentos a quienes se han enriquecido hasta la obscenidad en el ejercicio de cargos públicos. A cambio de sus bendiciones esos malos religiosos obtienen exenciones, prebendas de toda suerte y, sobre todo, blindaje legal para que la justicia secular no hurgue en sus movimientos financieros ni en las agresiones sexuales en contra de menores y de mujeres inermes. Con luminosas excepciones, la jerarquía eclesiástica mexicana es parte integrante de la oligarquía violenta y corrompida cuyos más altos exponentes se aprestan a besarle el anillo pontificio y a utilizarlo a usted no sólo para efectuar pingües negocios mediáticos sino, lo más grave, como adormecedor de un pueblo ofendido y exasperado. Quieren ser anfitriones de un Papa sordo, ciego y, especialmente, mudo.

El aire de renovación de su pontificado, Francisco, ha sido respiro de esperanza para millones que claman por un reencuentro del Vaticano con su feligresía. También ha suscitado críticas soterradas o abiertas, tanto dentro del campo de la fe como en el conjunto de quienes carecemos de ella. Algunos piensan que usted vacila, otros sospechan que usted simula y yo interpreto, con simpatía, que usted es el Papa más bienintencionado que ha habido en mucho tiempo, que actúa en un medio difícil y de inercias hostiles y que debe procurar delicados equilibrios porque si bien se ha propuesto como tarea renovar la Iglesia, debe hacerlo preservando su unidad y no despedazándola. Pero aun a sabiendas de esa complicada circunstancia le pido que su visita a México no abone al inmovilismo, a los eufemismos oficiales, a la elusión de la verdad, a la simulación de armonía, prosperidad y paz inexistentes. Le pido que acompañe a los dolientes y a los ofendidos y que no halague a los verdugos con la omisión y el silencio.

Una caterva de opresores se apresta a recibirlo y adularlo en actos oficiales. Pero también lo esperan, con la esperanza puesta en usted, los deudos de los indígenas masacrados, de los ciudadanos secuestrados, de las víctimas de feminicidio, de los mineros sepultados por la avaricia, de los bebés y los ancianos calcinados por la corrupción y la indolencia, de los periodistas silenciados a muerte, de los muchachos asesinados y desaparecidos en Iguala. Lo esperan los activistas presos, los ahorradores defraudados, los votantes burlados, los campesinos despojados, los migrantes traficados como esclavos, los jóvenes sin universidad y los maestros sin aula. Lo esperan los mexicanos que han sido expulsados de la economía, de la salud, de la educación y de la justicia y que luchan sin embargo por preservar la vida y la dignidad: lo único que nadie ha podido arrebatarles. Permita que se acerquen a usted, escúchelos y bríndeles testimonio de esperanza y de solidaridad. Ellos son el tesoro verdadero de su iglesia. Francisco, no los decepcione.

Le deseo salud, éxito en su tarea y una estancia fructífera en esta su dolida casa. 

9.2.16

A la mítica pira de Cocula



La justicia que el régimen simula
y la reputación a la que aspira
han desaparecido en una pira
que ardió en el basurero de Cocula.

Infamia tras infamia, se acumula
la perversión de un hombre que delira
y fabrica la histórica mentira
puesta en el basurero de Cocula.

Qué le importa el dolor; qué relevancia
la pena que a los padres atribula
y qué más da la fábula en flagrancia.

Pero el sórdido cuento que articula
arde sin beneficio ni ganancia
en la mítica pira de Cocula.


“No es nuestra culpa”


Ante las informaciones en el sentido de que el dólar ronda los 20 pesos y el kilo de tortilla, los 17, el gobierno federal manifiesta que tales cifras no han sido inducidas de manera alguna por el ejercicio gubernamental en curso. El problema está en las turbulencias financieras internacionales; enfrentamos la volatilidad y aversión al riesgo que existe con respecto a los mercados emergentes utilizando de manera coordinada los diferentes instrumentos de política fiscal y monetaria.

La relación de la moneda nacional con respecto al dólar no puede interpretarse como una devaluación de la primera sino como una repreciación del primero debido a fenómenos foráneos y seguiremos trabajando en forma responsable para preservar la estabilidad macroeconómica. Si en la presente coyuntura en México el litro de gasolina cuesta el doble que en el país vecino del norte y si allá el salario mínimo equivale a 14 salarios mínimos nacionales ello debe verse como una expresión de asimetrías que escapan a nuestro control.

Algunos integrantes del Grupo Internacional de Expertos Independientes han sido objeto de críticas por parte de malquerientes pero no hay en ello responsabilidad alguna del gobierno federal: la administración pública ha acatado puntualmente los señalamientos de esa instancia, le ha brindado todo su respaldo, y si sus miembros son odiosos eso es un asunto de opinión pública. El primer interesado en establecer la verdad en torno a los dolorosos hechos acaecidos en Iguala es el Poder ejecutivo Federal y, en consecuencia, se deslinda rotundamente de tales críticas. Por otra parte, la administración pública ya estableció más allá de toda duda razonable que los culpables de esos sucesos fueron el señor José Luis Abarca y el grupo delictivo conocido como “Guerreros Unidos”, como lo han reconocido de manera voluntaria y espontánea decenas de autores materiales hoy sujetos a proceso. No hay, en consecuencia, fundamento en los señalamientos que buscan vincular el actual ejercicio presidencial con los trágicos hechos referidos.

El tema de las residencias de algunos funcionarios ya fue plenamente esclarecido por las instancias pertinentes a las que corresponde, conforme a derecho, investigar tales situaciones. Si la empresa Grupo Higa y el señor Juan Armando Hinojosa Cantú decidieron prescindir de algunas utilidades lo hicieron en estricto ejercicio de las libertades que las leyes les otorgan, ello no representa irregularidad de ninguna especie y la generosidad para con los altos funcionarios no está tipificada como delito en el marco jurídico nacional.

Cabe recordar que el transporte aéreo presidencial que está por entrar en servicio y que ha sido objeto de expresiones adversas procedentes de algunos individuos insatisfechos con su propio nivel de vida fue adquirido en el curso de la administración anterior y que no existió, por ende, participación alguna del actual gobierno en la decisión respectiva. Debe agregarse que una vez realizada la adquisición habría sido sumamente oneroso cancelar o readjudicar la aeronave de referencia; en esta circunstancia, debe reconocerse la prudencia y el espíritu de sacrificio de la Presidencia de la República, la cual optó por resignarse a incorporar dicho avión a su conjunto de medios de transporte aéreo.

La fuga del recluso Joaquín Guzmán Loera del penal de alta seguridad del Altiplano (antes La Palma, antes Almoloya) no contó con la participación de altos funcionarios de la administración pública federal; tal acción fue resultado de una conjura entre celadores de base y algunos directores de área, todos los cuales han sido ya consignados. Prueba de la firme voluntad del actual gobierno en contra de la delincuencia organizada y sus principales exponentes es la recaptura del sujeto mecionado en un tiempo récord, en una acción concertada de las instituciones policiales y militares con la colaboración de autoridades de Estados Unidos y la producción de una prestigiosa empresa televisiva.

El gobierno federal está convencido de que la violencia en algunas zonas aisladas del país es un fenómeno que está siendo contrarrestado mediante la decidida actuación de las autoridades estatales y federales y que muy pronto las organizaciones criminales serán desmanteladas. La bronca está en los alcaldes.

Finalmente, este gobierno expresa su compromiso inalterable con la vigencia de la legalidad, la honestidad en el ejercicio del erario, las libertades individuales, la soberanía nacional, la fortaleza de la economía, la preservación del poder adquisitivo del salario y la dignificación de la educación pública. No es nuestra culpa.

4.2.16

Una araña miedosa


En un rincón del baño de visitas vive una araña peculiar. A primera vista nada permite distinguirla de sus congéneres que habitan la casa y que son, la gran mayoría, fólcidos comunes y corrientes, de esos que no tienen más veneno que el necesario para paralizar a las hormigas, moscas, palomillas y zancudos que constituyen la base de su alimentación. Es precisamente esa dieta la razón de mi alianza con los arácnidos: ellos se comen a los bichos que compiten conmigo por la comida o que me ven como una cena apetecible, y esa vocación les garantiza inmunidad y permiso de residencia indefinido en los rincones de la vivienda.

En tanto sus hamacas intrincadas y deprimentes no se extiendan a espacios útiles y habitables, las arañas pueden, pues, estar a gusto y hacer lo que les dé la gana. La única amenaza que ha de causarles preocupación es la competencia de sus semejantes por el lugar y por la comida, una competencia en la que uno no tiene forma de arbitrar ni de establecer reglas civilizadas y que se dirime, en consecuencia, por la ley del más fuerte. Suena irresponsable y cruel pero bastante ocupado está uno en impedir que otros humanos lo devoren como para ponerse a meter orden en las brutales relaciones inter arácnidas.

De modo que las arañas no tienen motivos para cuidarse de mí ni yo tengo razones para temerles. En Internet ha habido todo un barullo por la supuesta proliferación de arañas violinistas (también llamadas reclusas pardas) en diversos puntos del globo, incluida la Ciudad de México, pero la plaga es imaginaria y además ese bicho no es tan peligroso como se afirma: en la mayoría de los casos su picadura provoca una lesión cutánea que termina por curarse sola; es la reacción alérgica al veneno la que puede causar cuadros graves. En un quicio de otro baño se ha instalado lo que parece ser una Latrodectus, una viuda negra insaciable a la que a cada rato hay que limpiarle su tiradero de pequeños cadáveres: los hay de miriápodos, de insectos y, por supuesto, de arácnidos incautos que incursionaron por sus dominios y acabaron devorados. Pero, a contrapelo de la creencia popular, las viudas negras son animales contenidos y pacíficos que sólo muerden a los humanos cuando éstos los han sometido a un bullying extremado y sólo en circunstancias excepcionales de peligro recurren a la picadura fatal, como lo demostró hace unos años el aracnólogo David Nelson en una investigación que popularizó Catherine Scott.

En suma: es mucho más probable que las arañas de casa maten a un mosquito portador de zika que a mí y no veo, por tanto, razón para hostilizarlas, expulsarlas o exterminarlas, lo que no significa que el respeto mutuo se convierta en amistad o en una comunicación intensa. Aunque compartimos techo, vivimos en mundos muy diferentes que raras veces entran en contacto. Ellas me miran dificultosamente desde las alturas con sus ojos primitivos y sin párpados –acaso en forma tan deficiente como los humanos percibimos las placas tectónicas sobre las que estamos parados– y como no logran ubicarme como amenaza ni como alimento, que son las únicas categorías en las que dividen al resto de los seres vivos, se desentienden de mí. Por mi parte, he logrado individualizar algunos especímenes de los que sólo obtengo noticias monótonas: se marchan, mueren o bien capturan alguna presa tan suculenta que se llenan de sí mismas por el orgullo y se ven obligadas a mudar de piel. He ideado, como mensaje de saludo rudimentario, un ligero soplido. Ellas lo reciben sin hacer aspavientos y suelen corresponderlo con un movimiento corporal que podría equipararse a una sentadilla. Es una forma de decirles “hola” y también de cerciorarme de que no han fallecido, porque en esos casos es recomendable retirar el cadáver.

La araña que vive en el baño de visitas es la excepción en este sistema primitivo de cruce de señales. Cuando se ve tocada por el aire que le lanzo interrumpe lo que estaba haciendo, que casi siempre es nada, y sale corriendo despavorida a ocultarse en una grieta de la madera del techo. Esa reacción tan exagerada y tan distinta de la que exhiben sus congéneres ante el mismo estímulo me lleva a pensar que las arañas son susceptibles de poseer una personalidad propia. He fotografiado a la araña miedosa con la lupa del celular y he comparado meticulosamente su imagen con la de otras arañas de su especie; ésta no parece tener ninguna singularidad física significativa y me he preguntado si padeció algún trauma que alguna parte de su organismo pueda recordar, si mi aliento le disgusta o si su pusilanimidad carece de razón específica, habida cuenta que su territorio está fuera del alcance de pájaros, gatos, perros, lagartijas, sapos, monos o cualquier otro depredador que pudiera representarle una amenaza real, salvo los pedipalpos de otros arácnidos. Así pues, me veo obligado a concluir que, en ausencia de peligros objetivos, el miedo de esta araña es (gulp) subjetivo, y saque cada quien sus conclusiones.

Pensándolo bien, es un tanto trágico que un ser tan destructivo (en su escala), que debiera infundir terror a cuanto bicho tenga la desgracia de cruzarse con él (y a no pocos ejemplares de la especie humana que padecen aracnofobia), resulte tan asustadizo ante un soplo de viento tan comedido como el mío. El dato me hace recordar el día en que Felipe Calderón se cagó de susto en el curso de una ceremonia de homenaje a los Niños Héroes porque escuchó lo que siempre se escucha en tales ocasiones: salvas de cañón. Hay que recordar que para entonces (2010) el usurpador ya cargaba con la responsabilidad de decenas de miles de muertes provocadas por su guerra estúpida, o sea que el gesto de terror que se le dibujó en la cara (a pesar de estar blindado y resguardado por medio Ejército Mexicano) bien pudo ser una expresión de mala conciencia. Pero entre el organismo de Calderón y el de la araña asustadiza que vive en un rincón del baño de visitas hay una diferencia abrumadora –aunque los malquerientes del primero o los partidarios de la segunda se sientan tentados a negarlo– y no hay la menor base para afirmar que un artrópodo es capaz de sentir remordimientos como los que experimenta un ser humano. De modo que el origen de sus pavores me sigue resultando un misterio.

Pobre, la araña miedosa. He decidido dejar de saludarla y no soplarle más. Qué caso tiene importunarle la vida si a fin de cuentas cumple su misión y mantiene su área de control libre de alimañas perniciosas y molestas. Me limito a tomarle una foto (aquí se las dejo) y cuando pasen varios días y ella siga inmóvil la daré por muerta y retiraré su cadáver con un plumero.

2.2.16

Constituyente pinochetista


No es insulto sino memoria. Cuando Pinochet se dio cuenta de que no tenía más remedio que restituir en algún grado –así fuera en grado de remedo– las instituciones democráticas que había abolido tras el golpe militar de 1973, mandó redactar una constitución a modo que le asegurara el control del Legislativo. En ella se definió un número fijo de senadores designados: tres por la Corte Suprema, dos por el propio Pinochet y otros cuatro por el Consejo de Seguridad Nacional, o sea, también por Pinochet, además de los ex presidentes, uno de los cuales habría de ser el tirano mismo. De esa manera la dictadura se garantizaba una bancada propia –un tercio del Senado– conformada al margen de las urnas.

En el diseño del congreso constituyente para la Ciudad de México el miedo a la voluntad de la gente fue incluso más acentuado que en el Chile de Pinochet y el régimen se aseguró el control del 40 por ciento de la representación. Tiene razón Peña Nieto cuando dice que el nuevo estatuto en proceso para la capital de la república es un triunfo del Pacto por México: ese conglomerado de intereses oligárquicos y mafiosos logró imponer a la sociedad capitalina un esquema de constituyente con los dados cargados a favor de los poderes fácticos y contrario al principio de soberanía popular.

De esta manera se pretende asegurar que el texto constitucional para la capital perpetúe en su redacción la abusiva injerencia presidencial que han padecido los habitantes de la ciudad desde los orígenes de la república y que no vaya a resultar contrario a los intereses de los componentes del Pacto por México: las famiglias priístas bajo la conducción coyuntural de Peña Nieto, las tribus perredistas y los variopintos intereses coaligados en el panismo, más las empresas políticas menores, también alineadas al régimen, así como las candidaturas “independientes” que lo serán de partido pero no de inversionistas a trasmano.

Los constituyentes designados por los jefes de los ejecutivos federal y local (sobre)representarán a poderes públicos emanados del fraude, en el caso del primero, que compró los sufragios que le faltaban para llegar a Los Pinos, y de la traición a sus votantes, en el caso del segundo, quien al día siguiente de instalarse en el puesto empezó a poner en práctica políticas contrarias a sus compromisos de campaña. Con los constituyentes de la presidencia, la jefatura de gobierno y el congreso federal se insuflará vida más allá de la muerte a la correlación de fuerzas políticas que imperaba en 2012, adulterada por la intromisión de intereses supranacionales –los que dictaron el nuevo ciclo de reformas neoliberales–, el lavado de dinero de las tarjetas Monex y Soriana y la inserción definitiva del perredismo chucho en el régimen oligárquico.

El constituyente capitalino estará formado por cien diputados y 40 de ellos serán designados a dedo. Habida cuenta que las resoluciones deberán ser aprobadas por dos tercios de los integrantes, el oficialismo estará en condiciones de vetar cuanta propuesta sea considerada potencialmente perjudicial por el régimen. A las facciones del Pacto por México les bastaría con ganar, en conjunto, 26 de las 60 curules sujetas a elección para definir a sus anchas el texto constitucional. Tal y como está definida, en suma, la reforma política que convierte al Distrito Federal en Ciudad de México busca perpetuar el secuestro de la voluntad popular capitalina por los poderes federales –especialmente el Ejecutivo– y que tratará de legitimar e institucionalizar las políticas privatizadoras, opacas y autoritarias del mancerato.

Con todo, la sociedad cometería un error grave si optara por marginarse del proceso constituyente, el cual será un foro invaluable para exponer, promover y defender, entre muchas otras cosas, los instrumentos de la democracia participativa –revocación de mandato, consulta popular, mecanismos de rendición de cuentas y fiscalización de los gobernantes por los gobernados–, la orientación social y pública de la administración urbana, la incorporación de los derechos indígenas al marco legal, el avance en los derechos y libertades de género y reproductivos, la prohibición de convertir la reglamentación citadina en oportunidades de negocio para particulares, la codificación de normas urbanas y ambientales que detengan el deterioro y el caos en la urbe, la derogación de los preceptos represivos contenidos en la legislación local y la supresión del Cuerpo de Granaderos, entre muchas otras cosas.

Si hay cohesión y coherencia en las propuestas sociales y populares será posible plasmar cambios reales en la constitución capitalina y avanzar hacia la consecución de la plena soberanía popular en la capital de la república.