13.8.02

Doble caída


Los restos del naufragio mecidos por el oleaje son poderosos catalizadores de la melancolía. Hasta el domingo pasado (y puede ser que incluso hoy) la página de Avantel en Internet ensalzaba a uno de sus patrones en un depurado estilo punto com y con los rebuznos gramaticales característicos de los yuppies:

“Es una nueva compañía de comunicaciones diferente. Con ingresos anuales de más de 30 mil millones de dólares, combina solidez financiera y de diversos recursos para buscar las mejores oportunidades de crecimiento de la industria, con una avanzada red global, construida especialmente para esta era de las comunicaciones y de la información”. Su estrategia “consiste principalmente en concentrarse en los segmentos de más rápido crecimiento de la industria: datos / Internet y los servicios de comunicaciones locales e internacionales. Particularmente en Estados Unidos, es la segunda compañía de larga distancia más grande, con una red de fibra óptica de 45 mil millas que abarca todo el país. Además, cuenta con más de 100 redes locales de fibra de alta capacidad y una red integrada de servicios de comunicaciones que abarca desde Canadá hasta Estados Unidos y México”.

El objeto de los elogios es nada menos que WorldCom, el agujero negro por el que han desaparecido unos siete mil 400 millones de billetes verdes --mas lo que se acumule esta semana-- y que ha echado a perder, junto con Enron, las esperanzas de recuperación económica que abrigaba el gobierno estadunidense.

Se ha dicho que los episodios de pánico financiero y fuga de capitales --y los consiguientes periodos recesivos-- en los escenarios de lo que ahora se denomina “economías emergentes” representan, para los protagonistas económicos del mundo, buenas oportunidades de negocio. Pero la descompostura mayor que mantiene paralizado al país vecino desde 2000 no le da oportunidades de nada a nadie, salvo, tal vez, la posibilidad de reproducirse, por vía no sexual, a los pobres, miserables y homeless de todo el mundo. El momento tampoco es bueno para el gobierno de George W. Bush, porque el estancamiento y los megafraudes han golpeado a muchos ahorradores y jubilados que son, además, votantes, y que están incluidos en los cálculos del Partido Republicano para las elecciones de noviembre próximo.

Hoy, sin darle mucha importancia a que sea martes 13, se reúnen las autoridades de la Reserva Federal de Estados Unidos para decidir qué hacen con este desfiguro de crisis persistente y si es aún posible y prudente darle un nuevo mordisco a las tasas de interés. Mientras tanto, el presidente Bush, el vicepresidente Dick Cheney --a quien las malas lenguas consideran el baby sitter del mandatario--, el secretario del Tesoro, Paul O'Neill y otros funcionarios, estarán dando un espectáculo público en la Universidad de Baylor (ubicada en Waco, Texas, muy cerca del rancho presidencial), con el propósito de conjurar los pánicos, de jurar que la tormenta ha pasado y que las catástrofes de Enron, WorldCom, Tyco, Global Crossing, Qwest, Xerox, US Air y United Airlines, entre otras, son asuntos aislados y excepcionales en el marco de una economía con “fundamentos fuertes”, Bush junior dixit.

A pesar de los esfuerzos de la Casa Blanca por convencer al respetable de que la recesión económica es sólo un mal recuerdo, el miércoles pasado la Oficina Nacional de Investigación Económica --organismo que estudia los ciclos económicos estadunidenses-- señaló que aún no puede anunciarse el fin de la recesión y, peor aun, que no es posible descartar un “segundo tramo” de declive económico. “Recesión de doble caída” es el nombre técnico de este escenario de pesadilla. Glenn Hubbard, asesor económico de la Casa Blanca, dice estar seguro de que no va a presentarse. Pero ese funcionario tiene la cara dura para afirmar que “la recuperación sigue intacta”, y creer en sus palabras requiere, en consecuencia, de un esfuerzo casi muscular de credulidad.

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