5.6.06

Por qué sonríen

  • La propaganda electoral vista por Ijon Tichy
  • Sostiene Plaqueta: Top 6 de lugares comunes atroces

Pequeña recordación de Lem: "Después de 495 años de ausencia, el comandante Ijon Tichy vuelve a la Gran Tenochtitlan, y lo que observa lo deja azorado: ha desaparecido todo vestigio del Tzompantli, el altar de calaveras, y en cambio proliferan por la urbe los árboles de dientes. Imágenes de bocas masculinas y femeninas, con bigote y sin él, abiertas a más no poder, colores diversos, cuelgan de árboles, postes y construcciones, dominan el panorama desde altísimos espectaculares, se asoman a las pantallas de televisión y muestran una variadísima colección de incisivos, caninos y hasta premolares. El viajero recuerda lo aprendido en la primaria muchos siglos atrás: las primeras de esas piezas dentales sirven para cortar los alimentos por medio de sus bordes afilados, las segundas auxilian a las primeras y permiten rasgar las fibras resistentes, en tanto que las terceras permiten triturar la ingesta. Cortar, rasgar y triturar: el astronauta se preguntó qué clase de guerra había estallado en el Ombligo de la Luna."

Alguien pone al día al comandante Tichy y le explica que esto no es una guerra sino una civilizada sublimación de instintos carniceros que se llama democracia, en la cual, en teoría, basta con que uno de los ejércitos en pugna demuestre que cuenta con un mayor número potencial de efectivos que sus adversarios para declararse triunfante y ser aceptado como tal. Es una buena idea: mediante una simple operación aritmética se ahorra mucho dinero en armas y municiones, gastos funerales y hospitalarios, y además se evita que el territorio en disputa quede destruido por la confrontación.

Tal es el principio en casi todo el mundo, pero en la práctica las cosas se vuelven mucho más complicadas, porque los líderes de las facciones rivales se ven obligados a convencer a todas las personas de que participen en el recuento y para ello deben echar mano de ideas, palabras, reuniones, impresos y emisiones radiales y televisivas que son captadas por lejanas civilizaciones extragalácticas que descubren, por esa vía, la elevada inteligencia de la especie humana. Los caudillos de los bandos en pugna deben también embellecerse para tomar parte en esa suerte de combate singular: además de mercadólogos políticos, unos comicios modernos demandan ejércitos de sastres, manicuristas, educadores de la voz, cirujanos maxilofaciales, dermatólogos, iluminadores, dentistas avezados en la limpieza profunda y la ortodoncia, peluqueros, maquillistas, zapateros y maestros de artes escénicas. El trabajo de todos estos especialistas no suele ser suficiente para cubrir las abolladuras de un organismo presidenciable y es entonces que entran en escena los operadores del photoshop: un mouse manejado con destreza puede hacer milagros para ocultar el olvido circunstancial del cepillo de dientes antes de la sesión de fotos o del mitin, y hasta suprimir unas arrugas en la cara que, a su vez, podrían costar un par de puntos decisivos en las intenciones de voto.

Con todo y estas explicaciones, Tichy sigue desconcertado por la homogeneidad de los gestos de los aspirantes a presidente, senador, diputado, jefe delegacional y demás: todos parecen estar compitiendo en un casting para anuncio de pasta dental, y se diría que no tienen más postura facial que la sonrisa; nunca están serios, nunca fruncen el ceño, nunca alzan las cejas en muestra de sorpresa: son risueños de nacimiento, ligeros de personalidad y muy bienhumorados. El viajero de las estrellas concluye que lo que está en el centro de la disputa es el proyecto de sonrisa para los próximos seis años -o cinco, o cuatro, o siete, según el país- y que se encuentra ante un serio indicio del incremento de la felicidad en la especie humana, y parte hacia alguna ciudad remota en Tau de la Ballena. Allá, muchas orejas en forma de trompeta se alegrarán de escuchar la buena noticia de que todos los aspirantes presidenciales tienen, más o menos, el mismo número de dientes.

El jueves pasado ya no hubo espacio para cumplir con una promesa de campaña anterior: publicar un pequeño listado de recursos en red para los himnófilos o himnistas. En el que sigue quienes lo deseen podrán encontrar directivas más o menos detalladas para entregar la vida por alguna patria latinoamericana o, simplemente, perder el tiempo, que es una forma más vulgar de sacrificio supremo:

Latinoamerica.org

¡Oíd ¡mortales! el grito sagrado...

Bolivianos: el hado propicio...

Ha cesado la lucha sangrienta...

Cesó la horrible noche...

Noble patria, tu hermosa bandera...

Al combate corred, bayameses...

¡Salve oh Patria, mil veces! ¡O Patria!

Saludemos la patria orgullosos...

Guatemala feliz!..... ya tus aras...

India Virgen y hermosa dormías...

Ciña ¡oh patria! tus sienes de oliva...

Salve a ti Nicaragua en tu suelo...

Es preciso cubrir con un velo...

¡Paraguayos, República o Muerte!

Largo tiempo el peruano oprimido...

La tierra de Borinquen...

Quisqueyanos valientes, alcemos..

¡Libertad, libertad, Orientales!

¡Abajo cadenas! ¡Abajo cadenas!

Y los dejo en compañía de Tamara de Anda. Sostiene Plaqueta:

Hay lugares comunes recurrentes que deberían estar penados por la ley. Son frases hechas disfrazadas de opinión sapiente, o mitos seudocientíficos pasados de moda que quieren pasar por conocimientos rebuscados. Parece que todo mundo los trae en la punta de la lengua, listos para ser escupidos a la menor provocación conversacional. Es un fenómeno escalofriante e ineluctable en cualquier ambiente escolar u oficinista. Los ejemplos más funestos:

1. "Los esquimales tienen más de 11 términos para referirse al color blanco." Esa sirve para cualquier disertación sobre el lenguaje, así se esté discutiendo lo mal que pronuncia Fox o las dificultades de la conjugación verbal en finlandés.

2. "Los delfines son más inteligentes que el ser humano, sólo que no logramos descifrar su lenguaje porque nuestro entendimiento es limitado." Útil para pláticas donde se lamenta la decadencia de la raza humana (¿?) y la destrucción del ambiente. Se basa en evidencias tan contundentes como la ternurita de Flipper (aaaaay cosa).

3. "La televisión cada día es más violenta, por eso hay guerras y los niños son agresivos." Frase toda ocasión, ideal para salvar conversaciones muertas. Todo-mundo-sabe que las guerras son un mal recién inventado, y que los niños son tan, pero tan brutos, que es inminente que calcarán todo comportamiento belicoso visto en la pantalla.

4. "El graffitti no es vandalismo, sino una forma de expresión entre los jóvenes." Sólo aplicable cuando ningún presente ha padecido, en la barda de su casa, alguna "forma de expresión entre los jóvenes", probablemente compuesta por letras incomprensibles y/o bellas imágenes de un raperos panzones, desproporcionados y con la peor combinación cromática posible. Composiciones artísticas más feas que una sala de Elektra.

5. "Los japoneses no hacen huelgas, sino que trabajan de más, y la sobreproducción es su forma de atacar a las empresas." Infaltable cuando se discute la imperiosa necesidad de acabar con los sindicatos y demás derechos laborales.

Y (6) mi favorita: "Los mexicanos somos como los cangrejos: caminamos para atrás". Maldita sea, ¿nadie se ha fijado en que los cangrejos caminan DE LADO y no hacia atrás?

4 comentarios:

alonso ruvalcaba dijo...

mi estimado pm,
no sé si te llame la atención, pero acá encontrarás una convocatoria muy llamativa de traducción: clic.

a mí me gustaría ver ese querido poema (ode to the west wind de shelley) salido de tu pluma.

Sv Alteza dijo...

oye de neta, tù crees que la plaqueta es lo màs interesante de toda la blògsfera?

Pedro Miguel dijo...

Querido Alonso: Gracias por el cumplido y no sé si lograré hacer algo. En lo inmediato, voy a la caza de esa oda y a remediar en algo mi infinita ignorancia.


"No soy nada": brincos diera yo por poder hacer juicios relativos a "toda la blogósfera".

Anónimo dijo...

Plaqueta: sí hay algo más feo y chairo que el graffiti y las salas de Electra: Un video llamado "Cerebro de gomita". Qué mejor manera de esconder la falta de talento que el ya demodé "kitsch".