5.8.11

Había...


.. jades verdes y obsidianas negras, dulces de almendra perfectos para ser degustados en una tarde lluviosa del siglo XVIII, daguerrotipos de Santiago matando moros, humo empacado en cajitas de madera rústica, amor de oxidado bisabuelo. Nada de eso traje conmigo, porque no me están permitidos los obsequios que pesen más de 0 gramos. Así que les regalo El hombre que parecía un caballo de Rafael Arévalo Martínez. El textito pesa un poco menos que eso y creo que vale la pena.

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