6.1.15

Elecciones, ¿para qué?




Dejemos de lado por un momento los más de cien mil muertos o los veintitantos mil desaparecidos que le ha infligido al país los planes de negocios oficiales en el curso de los últimos ocho años, por más que sea imposible dejarlos de lado. Concentrémonos, por un instante, en dos datos: más de cuatrocientasadolescentes desaparecidas en el Estado de México durante 2014 y 780 personas muertas por el Ejército en el bienio 2013-2014, más de una por día. En algo que pretenda ser un estado de derecho esas dos cifras tendrían que ser un escándalo porque indican, la primera, que las instancias de gobierno son incapaces de salvaguardar la seguridad de los habitantes y, la segunda, que la institución castrense ha sido lanzada a una guerra de baja intensidad no en contra de un enemigo externo, sino en contra de la población misma o de un sector de ella. Si a lo anterior se le agrega que los dos funcionarios más prominentes del Poder Ejecutivo han sido pillados en posesión de sendas residencias proporcionadas por el contratista al que más beneficiaron en sus cargos anteriores, el resultado tendría que ser una remoción inmediata e incondicional del equipo de gobierno.

Y si se tuviera una vista panorámica de las componendas entre la clase política y las tantas delincuencias –la narcotraficante, la que secuestra y extorsiona, la que comercializa los hurtos de la propiedad pública, la que lava las ganancias ilícitas, la que evade impuestos en forma sistemática, la que soborna– y se viera a esa misma clase política afanada en escamotear sueldos, honorarios, liquidaciones y pensiones, mientras gasta los recursos del erario en obras innecesarias y hasta destructivas –como las que realiza en forma enloquecida Rafael Moreno Valle en Puebla– con las miras puestas en las próximas elecciones, sería forzoso concluir que esa casta de vividores, con todo y sus rituales y sus leyes adulteradas y sus maquinaciones logreras le hace al país un daño enorme y que su enquistamiento en la institucionalidad explica, por sí misma, el desastre nacional en curso. Pero además está la respuesta oficial a la agresión de los estudiantes normalistas en Iguala: un rosario de mentiras, encubrimientos y declaraciones cínicas que han colocado a sus protagonistas ante un callejón sin salida. O el equipo de Peña confiesa abiertamente lo que sabe y no dice sobre ese episodio intolerable, trágico y catártico, o sigue como desde el 27 de septiembre del año pasado: sin poder gobernar mientras el suelo se le desmorona bajo los pies.

Y si ahora se retoman las decenas de miles de muertos sin justicia y desaparecidos sin esclarecimiento, los negocios depredadores, el saqueo de los recursos naturales, la entrega de la soberanía nacional, los ejercicios represivos y la frivolidad insultante de las esferas gubernamentales se verá que hay sobradas razones para el rechazo hacia la política institucional y hacia procesos electorales que han acabado reducidos a rondas de legitimación periódica de la mafia en el poder. Por eso es comprensible y respetable la postura de rechazo a las elecciones de este año asumida recientemente por la Asamblea Nacional Popular. Con o sin fraudes, los comicios en México han servido principalmente para perpetuar el modelo de destrucción nacional impuesto desde tiempos de Salinas y resulta atractiva la idea de boicotearlos a fin de quitarle a la oligarquía ladrona su única manera de legalización.

Pero otros pensamos que en el contexto de campañas electorales ha sido posible crear articulación y organización popular perdurable y autónoma; que los comicios han sido un espacio para criticar y confrontar el paradigma neoliberal en su expresión mexicana; que resulta menos arduo movilizar a la gente para ganar una elección que para organizar un paro nacional y que a pesar de todo la sociedad es capaz de recuperar y reconstruir las instituciones que le pertenecen. Vemos, por añadidura, que en la presente circunstancia histórica los proyectos políticos posneoliberales y soberanistas que han logrado triunfar en este hemisferio –Bolivia, Ecuador, Venezuela, para mencionar sólo los más radicales– lo han hecho no sólo por medio de la formación de poder popular sino que han debido también construir partidos formales y concurrir a las urnas, y concluimos que el terreno electoral no es ciertamente el único ni el más importante en el que debe disputarse el país al grupo oligárquico que lo oprime, pero que tampoco debe ser abandonado a las facciones de ese mismo grupo.

Las dos posturas parecen a primera vista irreconciliables y, sin embargo, tal vez no lo sean tanto. A fin de cuentas ambas reclaman los mismos agravios y desean construir lo mismo: un país al servicio de su población y no de los capitales, con seguridad para todos sus habitantes y equidad real entre ellos; una democracia participativa, un estado de derecho y el poder devuelto a su legítimo dueño, que es el pueblo soberano.

5 comentarios:

Unknown dijo...

En alguna parte leí que Saramago decía que todos los ciudadanos tenemos la obligación de salir a votar aunque sólo fuera para anular el voto. Yo creo que hubo muchas mujeres, auténticas heroínas que lucharon para que se lograra el voto femenino, Yo en homenaje a ellas, así me repateen los candidatos salgo a votar.

omondra dijo...

En Venezuela, Bolivia y Ecuador funcionaron los sistemas electorales. Aquí llevamos dos elecciones presidenciales en donde ni el organizador ni el juzgador de las elecciones han operado correctamente. La vía electoral quizá nunca funcione en México, salvo para legitimar a más pseudo presidentes, como el actual.

Unknown dijo...

Definitivamente el camino no es dejar de votar, pues simplemente eso es imposible, pues los que dejaríamos de votar solo seríamos aquellos que no tenemos intereses con los partidos políticos (ya sea porque se trabaje ahí, o se sea militante, o bien nuestros ingresos dependan de los permisos y/o contratos que dan los funcionarios que deben sus puestos precisamente a los partidos políticos. Es cierto que las pasadas elecciones fueron un fraude, puesto que se compraron los votos, pero entonces lo que tenemos que resolver es como evitar la compra de votos, y ese es un camino largo que empieza con sacar de la asfixiante miseria a la mayoría de los mexicanos que hoy se ahoga en ella, y que muchos de ellos son los que aceptan vender su voto, pues la dádiva que les dan les es muy necesaria. Bien lo dijo Juan Jacobo Rousseau: "Que nadie sea tan rico como para comprar a otro, ni tan pobre quetenga que venderse". La solución es combatir la inequidad en la distribución de la riqueza que hacer caer en pobreza a cada vez más mexicanos. Apoyen mi propuesta para luchar contra la pobreza. Saludos
http://www.change.org/es-LA/peticiones/méxico-no-más-pobreza-defendámonos-de-ella

Unknown dijo...

Votar en el sistema electoral mexicano es irrelevante, toda vez que quien decide -a priori- los resultados de los comicios es el aparato que los califica y no los votos de los ciudadanos participantes. Por ello las elecciones sólo le sirven a quienes a través de ellas justifican el acceso a recursos públicos: los partidos políticos y quienes de su ubre maman.

jum dijo...

Cuándo ha sido en México el pueblo el dueño del poder?
Es necesario arrebatar el control de todas las instituciones republicanas. Y por eso se debe hacer una revolución que ajusticie no solo a los asesinos represores, sino también a los colaboradores encubiertos, los infiltrados traidores, los manipuladores, provocadores, etc, y también a los empresarios especuladores y acaparadores que están detrás de todos aquellos.
Esto se hace con un voto?
La democracia no es salir a votar cada período electoral.