- La insurrección de Petrogrado: ¿buena, mala o todo lo contrario?
- Avances sociales en la Rusia postsoviética
- Lenin, como el Prometeo de Renato Leduc
SIGNO DE LOS
TIEMPOS: estamos a mediados de noviembre y la última conmemoración
de la revolución rusa, el día 7, pasó prácticamente inadvertida fuera del país
de los soviets y de los zares, de no ser por unos despachos aislados. Digo
“última” no en el sentido incorrecto de “la más reciente”, sino en su sentido
real: la Duma aprobó la abolición de la fiesta oficial de esa fecha, que ya
había sido desvirtuada por Boris Yeltsin, quien la convirtió en Día de la
Concordia y la Reconciliación. Ahora se busca establecer una jornada De la
Unidad Nacional tres días antes, el 4 de noviembre, fecha en la que se conmemora
una batalla ocurrida en 1612, en la que los rusos liberaron a Moscú del dominio
de los polacos, alemanes y lituanos que ocupaban la ciudad. Ese día se festeja,
además, a la Virgen de Kazán. Este año el Partido Comunista sacó a las calles
más de 100 mil personas en distintas ciudades para defender la conmemoración de
la gesta de octubre, la cual, por un ajuste entre los calendarios gregoriano y
juliano, ocurrió en noviembre. Según un cable de Efe, más de 10 mil personas se
congregaron en la capital rusa bajo banderas rojas junto al mausoleo de Lenin
para luego marchar hasta el monumento a Marx, frente al teatro Bolshoi, y
celebrar su mitin al son del himno soviético y la Internacional. Blandiendo
retratos de Lenin, Stalin y el Che (¡pero qué divertido convivio, che!),
militantes comunistas y de otras organizaciones (Rusia Trabajadora, Vanguardia
de la Juventud Roja, los partidos Agrario y Nacional-Bolchevique y la Unión de
Oficiales Soviéticos) se dieron cita para repudiar al “dólar agresor” y
defender la vigencia del “calendario rojo”.
FUERA DE RUSIA, los
partidarios de seguir conmemorando la insurrección de Petrogrado se dividen --todavía,
después de tantas décadas-- entre quienes suspiran ante el retrato de Stalin y
los que acumulan dioptrías ante las páginas de Trotsky.
http://www.1917.com
http://www.wsws.org/
http://www.oocities.org/CapitolHill/Lobby/9332/revrusa.htm
http://www.elmilitante.org/aniversario/trot_4.htm
Un antro
en Singapur
PESE A LOS
INTENTOS por desacralizar, desdramatizar o tomar distancia de los
acontecimientos ocurridos hace 87 años en la ciudad del Báltico, Octubre (es
decir, noviembre) sigue concitando pasiones, no sólo porque fue determinante en
el acontecer planetario a lo largo de siete décadas y media del siglo pasado
(plazo un poco mayor a los 10 días narrados por John Reed), sino porque la
aventura bolchevique y sus secuelas fueron, durante décadas, modelo de lo que
hay que hacer (Lenin dixit) o de lo que hay que evitar, asegún. Los
detractores más burdos del proceso la reducen a un “golpe de Estado” y al
comienzo de una dictadura cruel y sanguinaria. En estas épocas de corrección
política no abundan los que la consideren el inicio de una empresa
civilizatoria que, como todas las demás, tuvo expresiones de brutalidad
extrema, pero también aspectos luminosos y profundamente humanos. Los primeros
sostienen que, si Lenin y su bola de jacobinos iluminados no se hubieran
atravesado, Rusia habría llegado a la democracia parlamentaria hace casi un
siglo, y recuerdan que el gobierno provisional estaba a punto de proclamar una
constitución y de establecer un legislativo respetable. Los segundos señalan
que sin los bolcheviques el país habría caído en una dictadura militar y
recuerdan el apoyo de los cadetes, los mencheviques y los eseristas (es decir,
de los partidos democráticos) al idiota de Kerensky, quien, a su vez, mandó
llamar a Petrogrado al general Kornilov, suerte de antecesor frustrado de
Franco y Pinochet.
La
enfermedad de Lenin
A LA POSTRE, los
bolcheviques lograron sobrevivir a la embestida de la contrarrevolución interna
y de las invasiones extranjeras, pero a costa de la pérdida de sus esencias
políticas, y sólo para sucumbir ante la dictadura del más gris de sus
dirigentes. Muy pocos de los protagonistas centrales de la insurrección de
Petrogrado escaparon a los asesinatos emprendidos por Stalin tres décadas más
tarde. En los años 70 y 80, lo que se había concebido a sí mismo como el primer
Estado obrero de la historia había degenerado ya en una gerontocracia de momias
vivientes que cada 7 de noviembre se encaramaban sobre la tumba de su momia
muerta para observar el desfile de asombrosos recursos militares obtenidos con
la exacción implacable de un pueblo aterrorizado y paralizado por el recuerdo
de las masacres estalinistas que se cobraron la vida de tantos soviéticos como
la invasión nazi de 1941. Y hace 20 años la película se fue en reversa: durante
un breve periodo la socialdemocracia volvió al poder de la mano de Gorbachov,
en una extraña victoria póstuma de los mencheviques, sólo para despejar el
camino a una nueva sucesión de zares, Boris y Vladimir, o Pootie-Poot, como lo
llama George W. Bush con una afectación aniñada con aroma de peluches. Y
mientras el ponedor de apodos de la Casa Blanca se afana en asesinar civiles en
Fallujah, Putin se aplica en la sangrienta imitación de Nicolás I y Alejandro
II en el Cáucaso.
http://www.pravdareport.com/
http://www.stormfront.org/forum/archive/index.php/t-42465
http://www.musulmanesandaluces.org/hemeroteca/12/chechenia-3.htm
HASTA LA
FECHA, Rusia no ha llegado a la democracia parlamentaria, pero en
los tres lustros pasados realizó grandes avances hacia la desigualdad social y
la miseria. En junio de 2001 el Ministerio de Salud reconoció que 90 por ciento
de la población infantil se encontraba enferma. Más de 2 millones y medio de
menores vivían en las calles, y 760 de cada 100 mil eran adictos al alcohol o a
drogas diversas. En marzo de 2003, las cosas habían mejorado (o se había
perfeccionado el aliño estadístico, ve tú a saber) y los infantes que podían
considerarse sanos habían pasado de 10 a 33 por ciento.
El futuro
de Rusia
EN CUANTO A los
adultos, la desnutrición, el alcoholismo, la tuberculosis y el colapso del
sistema de salud han reducido la esperanza media de vida de los hombres a 59
años. La población en general decrece a ritmo alarmante, y si la tendencia
sigue, dentro de medio siglo el país tendrá 50 millones menos de habitantes. El
campo está destruido: unas 13 mil aldeas han sido abandonadas y en otras 35 mil
las poblaciones se han reducido por debajo del nivel crítico de 10 habitantes.
En agosto pasado la Duma aprobó una reforma del sistema de asistencia social
que eliminó derechos y privilegios --como el acceso a sanatorios y centros
vacacionales y el transporte gratuito-- a los pensionados, discapacitados y
veteranos de guerra y los remplazó por pequeñas limosnas en especie. Para
entonces las autoridades de Estados Unidos y de la Unión Europea ya habían
clasificado a Rusia como “economía de mercado” (Are you listening, dear
Pootie-Poot?) y los multimillonarios pululaban por Moscú (33), urbe que
desplazó a Nueva York (31) en el número de esa clase de exponentes de la
especie humana que han logrado superar la barrera de los mil millones de
dólares.
LA PELÍCULA HA
RETROCEDIDO tanto que tal vez ya esté cerca de su principio. La
situación de las fuerzas armadas recuerda las condiciones de desmoralización y
descomposición del ejército zarista en 1917. Hace un par de años el propio
Putin describió la coyuntura de los militares como “más que crítica”: sueldos
de 100 dólares mensuales, robos regulares de armas para su transferencia al
mercado negro, escandalosa permisividad ante la corrupción, falta de
entrenamiento y equipo, vínculos con la delincuencia organizada. Pero no hay
motivo de alarma: a diferencia de 1917, hoy Rusia no está en guerra (porque
Chechenia no existe: es un invento para espantar a los demócratas occidentales)
y no hay bolcheviques que anden por ahí organizando soviets de obreros,
campesinos y soldados. Están, cuando mucho, el narco y la
mafia, y ésos no quieren una revolución comunista, sino un gobierno razonable
que los deje hacer negocios. Hoy en día la momia de Vladimir Ilich está
buscando chamba en alguna feria, el retrato de Trotsky se expande por el mundo
en su advocación de coronel Sanders y los mayores reventones en
memoria de la revolución rusa se celebran --en 26 de julio, para mayor agravio--
en un famoso bar de Singapur. Por si fuera poco, recientemente tres científicos
israelíes que aparentemente no tienen nada que ver con Renato Leduc,
presentaron la teoría de que las dolencias, los malos humores, la intolerancia
y el fallecimiento de Lenin fueron causados por una sífilis vieja que le afectó
el tejido neuronal. Habrá quienes tomen esta elucubración como un nuevo intento
de la CIA (o del Mossad) por desprestigiar al fundador de la Unión Soviética; a
mí simplemente me ha dado una nueva pista para comprender ese texto horrible,
delirante, obsesivo y bilioso que se titula Materialismo y empiriocriticismo. Pero
ésos son chismes. Lo sustancial es que esta película no está funcionando --se
adelanta, se atrasa, involuciona, avanza a saltos, se queda congelada-- y tarde
o temprano, y así sea con otros actores y distintos encuadres, habrá que
repetir la toma del Palacio de Invierno.
http://news.bbc.co.uk/hi/spanish/news/newsid_1364000/1364390.stm
http://news.bbc.co.uk/hi/spanish/science/newsid_2837000/2837855.stm
http://onlinelibrary.wiley.com/
Los
usos de Trotsky
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