30.12.08

Israel


El problema no es que Israel sea un Estado judío, sino que es un Estado terrorista. Aunque hubiese sido fundado y habitado por otomíes, por pashtunes o por noruegos, sus prácticas genocidas merecerían algo más que la condena universal: la intervención inmediata y enérgica de la comunidad de naciones para defender a las víctimas de su barbarie y para llevar a sus gobernantes ante tribunales internacionales de justicia y procesarlos por crímenes de guerra.

Dos razones explican que ello no haya ocurrido aún y que, posiblemente, no ocurra jamás: el (justificado) sentimiento de culpa de las potencias occidentales por no haber impedido el exterminio de judíos que llevaron a cabo los nazis y, mucho más importante y decisiva, la condición de Tel Aviv como aliado estratégico de Europa y Estados Unidos en una región predominantemente árabe, islámica, y por mucho tiempo reacia a uncirse a los dictados colonialistas de las metrópolis. De no ser por esos factores, hace mucho tiempo que Israel habría sufrido un férreo bloqueo económico, habría sido hostigado en forma sistemática y, posiblemente, habría sido arrasado por los bombarderos de Occidente, como les ocurrió a Irak, a la extinta Yugoslavia y a Afganistán.

Y es que el régimen israelí no sólo es culpable de delitos de lesa humanidad, como éste al que asistimos en el fin de 2008, cuando los aviones de Tel Aviv ejecutan sanciones colectivas contra las mujeres, los hombres, los niños y los ancianos de Gaza, sino también de la fabricación de armas de destrucción masiva: las bombas atómicas de Israel, producidas ante las narices de Washington y de Bruselas son, para el mundo, una amenaza mucho más real que las supuestas armas iraquíes cuya existencia inventó George W. Bush para dar justificación a su guerra de negocios. Adicionalmente, el Estado fundado por Ben Gurión y Weismann (vinculados a Haganá e Irgún, organizaciones sionistas célebres por sus represalias sangrientas contra los árabes, y no menos terroristas que las islámicas Hamas y Hizbollá) ha aplicado en Cisjordania y en la porción palestina de Jerusalén una política sistemática de limpieza étnica semejante a la que el extinto régimen de Milosevic puso en práctica en Bosnia; ha saqueado y devastado los recursos naturales de los palestinos, ha reducido a las poblaciones de Cisjordania y Gaza a la explotación inmisericorde, a la miseria y a la humillación y ha implantado, en el territorio israelí, un régimen racista de discriminación y apartheid sobre los ciudadanos árabes.

A estas alturas, el Estado israelí no corre ningún peligro de ser arrasado ni destruido por sus vecinos árabes y musulmanes, y menos por los puñados de desesperados harapientos que de cuando en cuando realizan atentados terroristas contra el sur de Israel. Sus vastos recursos bélicos –obtenidos en buena medida gracias al respaldo incondicional de Washington– le aseguran una ventaja irreversible y aplastante sobre el resto de los países de la región.

Los principales enemigos del régimen de Israel son su propia arrogancia, su impunidad, hasta ahora absoluta, su desprecio hacia la legalidad internacional y la aplicación racista y facciosa de sus propias leyes. Por esa vía, el Estado hebreo (lo mismo daría si fuera mixteco, druso o armenio) se encamina hacia una bancarrota moral irreparable. Occidente debe intervenir, no para destruirlo, como hizo con Irak y con Afganistán, sino para contenerlo, para reformarlo, para rescatarlo de sí mismo y, desde luego, para impedir que siga rindiendo tributos a la barbarie y ofreciéndole al mundo regalos horrorosos como este año nuevo ensangrentado en Gaza. Pero no hay que mezclar las cosas: llegado el momento, cuando suene el shofar, muchos gentiles, con el mismo afecto de todos los años, diremos shaná tobá a nuestros amigos y conocidos judíos, sean israelíes o no.

18.12.08

Recuento parcial de 2008

Robert Rauschenberg/pop art
En el cuarto día del año que está por terminar se tomó la decisión de suspender, por primera vez en su historia, el Rally de Dakar (antes, París-Dakar), actividad de entretenimiento duro para pirruros dispuestos a invertir una millonada en amortiguadores reforzados y carburadores de alto rendimiento y a atropellar aborígenes en los países africanos por los que pasaba la descocada ruta. Desde que se instauró, en 1979, 17 aventureros participantes han dejado el pellejo en el recorrido, algunos de manera muy dolorosa (como Eric Satler, el motorista que en 2007 chocó con un cacto), y más de 30 malienses, nigerianos, mauritanos y senegaleses, cuyos nombres no suelen ser publicados, han muerto arrollados por extranjeros idiotas, ansiosos de volver a su país con un trofeo en las manos. África puede caerse a pedazos por los conflictos armados, la epidemia de sida y el hambre, pero es una excelente pista para los cochecitos de carreras de un par de miles de trepanados. La determinación adoptada a principios de 2008 no buscaba poner fin a todo ese desatino, sino prevenir un posible atentado terrorista de Al Qaeda. El gobierno francés recomendó suspender la carrera, que el año entrante se realizará en Argentina y en Chile; a ver cómo les va a las poblaciones que recibirán, en 2009, a los bulliciosos aventureros.

En la primera mitad de este año el conflicto armado colombiano tuvo expresiones tanto esperanzadoras como espeluznantes. El 10 de enero, con la mediación de Hugo Chávez, las FARC liberaron a las rehenes Clara Rojas y Consuelo González; luego vendrían las amargas recriminaciones del venezolano a su par de Colombia, Álvaro Uribe, quien no ha dejado de montar provocaciones contra los países vecinos. La más atroz fue la incursión armada contra un campamento de las FARC en territorio ecuatoriano, en la que fueron asesinados más de una decena de guerrilleros colombianos y cuatro estudiantes mexicanos. Más tarde vendría la sospechosa liberación de Ingrid Betancourt, emblema de los secuestrados en manos de la insurgencia. La guerra colombiana condujo a momentos de tensión regional muy elevada y a crisis diplomáticas con Ecuador, Venezuela y Nicaragua.

El 24 de enero, el hasta entonces primer ministro italiano Romano Prodi perdió, qué tragedia, un voto de confianza en el Parlamento; a raíz de ello se convocó a elecciones anticipadas y el mamarracho gangsteril Silvio Berlusconi volvió a ocupar la jefatura de gobierno. El 17 de febrero Kosovo se separó en forma unilateral de Serbia, con el respaldo de la Unión Europea y de Estados Unidos, y proclamó su independencia.

Para entonces proseguía el infame cerco militar de las fuerzas armadas israelíes contra la población de Gaza, en algo que no puede interpretarse más que como el designio de matar de hambre y de enfermedades a los civiles que viven allí. En forma intermitente, el bloqueo contra Gaza se ha mantenido, a ciencia y paciencia de un mundo que se aplica a sí mismo el adjetivo de “civilizado”.

A principios de abril, en México, y tras una intensa campaña publicitaria repleta de falsedades y hasta de chantajes contra la población, el gobierno de Felipe Calderón envió al Senado una iniciativa de ley para privatizar los segmentos más lucrativos de la industria petrolera. Se inició uno de los conflictos más fructíferos, en términos de formación política ciudadana, en el país: desde las calles, el pueblo movilizado impidió que se legislara la privatización abierta de los hidrocarburos, forzó a sus representantes legislativos a actuar con coherencia –así fuera por una vez en la vida de muchos de ellos–, impuso la realización de un exhaustivo debate en torno a la contrarreforma energética que se pretendía aprobar, ganó la discusión, organizó un referendo al respecto y obtuvo, en él, un rotundo rechazo al afán ratero de entregar la industria petrolera a los grandes contratistas privados. A la postre, el régimen logró la aprobación de una legislación tramposa, que deja abierta la puerta de atrás para conceder grandes pedazos de territorio a los consorcios energéticos; el costo fue muy alto para todos: el calderonato perdió lo que le restaba de credibilidad y el pueblo perdió al PRD, cuyos órganos de dirección fueron avasallados por un grupo de felipófilos sin escrúpulos.

En el verano se llevó a cabo el certamen Miss Universo en Vietnam (cosas veredes), tuvo lugar una breve e intensa guerra entre Rusia y Georgia, y el aeropuerto madrileño de Barajas volvió a hacer de las suyas con un nuevo avionazo mortífero. Pensándolo bien, este año fue pródigo en accidentes aéreos: los peores percances fatales ocurrieron en Venezuela (febrero), Honduras (mayo), España y Kirguistán (agosto), Rusia (septiembre) y México (noviembre). Sin embargo, en Marte, la sonda estadunidense Phoenix aterrizó sin novedad (mayo).

Hubo atentados terroristas de significación en Beirut (but of course), Estambul, Morelia y Bombay, y ojalá que no haya más en los 13 días que le quedan al año. Los fenómenos naturales hicieron estragos en Myanmar (ciclón), China (terremoto), Chile (erupción) y Cuba (huracanes). A fines de enero, el asteroide TU24 pasó a poco menos de 500 mil kilómetros de nuestro planeta (todo un rozón cósmico) y no pasó nada. El mes siguiente, Fidel Castro anunció de manera formal su jubilación, y no pasó nada. En septiembre, en Suiza, el gran acelerador de hadrones LHC (que según algunos podría salirse de control y causar el fin del universo) fue puesto en marcha, y tampoco pasó nada. En cambio, este año la especulación financiera mundial entró en abierta crisis y provocó un desmadre.

En noviembre, en Estados Unidos, fue electo el primer negro (o mulato, enmiendan algunos; estadunidense, apunta la corrección política) que será presidente de ese país, en lo que parece que será el dato más importante (ojalá) cuando recordemos este traqueteado 2008, pero nunca se sabe: unos meses antes, en agosto, Nuku’alofa fue coronado rey de Tonga con el nombre de Siaosi Tupou V, y alguna posibilidad habrá de que sea ese suceso, y no la victoria electoral de Barack Obama, la que marque la historia.

En este año se murieron, entre muchos otros, Philip Agee, Andrés Henestrosa, George Habash, Marcial Maciel, Volodia Teitelboim, Emilio Carballido, Alain Robbe-Grillet, Cachao López, Manuel Marulanda Vélez, Ernesto Corripio, Aimé Césaire, Alfonso López Trujillo, Leopoldo Calvo Sotelo, Robert Rauschenberg, Cornell Capa, Yves Saint-Laurent, Alejandro Aura, Víctor Hugo Rascón Banda, Gilberto Rincón Gallardo, Paul Newman, Michael Crichton, Miriam Makeba, Carlos Abascal Carranza, Betty Page y Amalia Solórzano. Por una elemental ley de la vida, en este mismo año deben haber nacido algunas personas que en unas décadas lograrán notoriedad por sus aportaciones a la humanidad o por sus crímenes aborrecibles. Pero tenemos mucho tiempo para enterarnos.

En estos doce meses me vi imposibilitado de responder la mayor parte de los mensajes recibidos en el buzón de esta columna. Los he leído todos, los agradezco todos –los amistosos, los hostiles y los que tienen un poco de hostil y otro poco de amistoso– y en enero volveremos a leernos. Abrazos y que en 2009 nazcan muchas cosas buenas.

16.12.08

Para 2009


Hasta ahora el desempeño en materia de seguridad pública y lucha contra la delincuencia ha sido visto por la mayoría de la minoría que votó por Felipe Calderón en 2006 como la mayor ineptitud de su gobierno. Ya irán descubriendo (algunos ya lo han hecho) que hay un ámbito en el que el caleronato puede hacerlo peor: el manejo de la crisis económica y la intemperie que se nos viene encima como resultado de la especulación catastrófica. Dicen que un funcionario del gabinete de Erenesto Zedillo le reclamó a su antecesor en el cargo que el gobierno anterior había dejado la economía prendida con alfileres y que tuvo que tragarse una réplica de proverbial cinismo salinista: “Sí, pero ustedes quitaron los alfileres”. De Fox a Calderón las cosas son peores, porque en el sexenio pasado se robaron casi todos los alfileres y la administración actual se dedica a clavar en la piel de la población los pocos que le dejaron. Ya vendrán los aumentos salariales de cuatro por ciento para enfrentar una inflación tres o cuatro veces mayor –en el mejor de los casos– y un desempleo que volverá pobres a cientos de miles de clasemedieros que soñaron con seguridad y prosperidad; ya reconocerán que el verdadero peligro para México se encuentra en Los Pinos y que ellos contribuyeron a colocarlo allí, aunque no en mucho; ya irán entendiendo que el fraude electoral de 2006 también fue un engaño contra los que sufragaron azul, porque éstos festejaron un triunfo que no era de ellos, sino el de los grandes capitales trasnacionales (extranjeros, aunque contraten a nativos de apellido Gil Díaz), que estaban dispuestos a imponer a Calderón así fuera con el uno por ciento de los votos reales.

Ya caerán en la cuenta muchos de los desencantados que la aparente estupidez gubernamental ante la delincuencia (99 por ciento de delitos quedan impunes, según dicho de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, o sea, el porcentaje ha de ser mayor) es en realidad el prolegómeno perverso de una política de contrainsurgencia y de un empeño por establecer un Estado policial que suprima de jure las garantías individuales que las corporaciones de seguridad pública ya violan de facto. Y ya acabarán por rendirse ante la evidencia de que los atributos legendarios de honradez y austeridad de los panistas son actualmente un mero recuerdo histórico reciclado para efectos de marketing.

De algo semejante se darán cuenta, en el otro lado, los que aún creen que Nueva Izquierda es nueva y es izquierda, y no han acabado de percibir que bajo la articulación de esos dos términos falaces se oculta el viejísimo fenómeno del palerismo partidario.

La gran pregunta para 2009 es qué cauces tomarán los descontentos multiplicados. Hasta ahora los regímenes blanquiazules han buscado (y parcialmente logrado) escurrir el bulto y desviar el enojo de los sectores medios y altos por la inseguridad hacia desahogos vestidos de blanco, en los que se abomina más a la delincuencia organizada que la incapacidad o falta de voluntad gubernamental para combatirla. Al parecer no todos los que participan de buena fe en esas catarsis se han hecho un razonamiento elemental: es un poco cándido pedir a los delincuentes que dejen de delinquir, pero al gobierno cabe exigirle que los enfrente con eficacia, lo cual, desde luego, no significa que los mate, sino que los identifique, los capture y los presente ante una instancia judicial.

Con su infinita torpeza (99 por ciento de impunidad, dice la CNDH), los gobernantes dan alas a las consignas demagógicas y electoreras que piden la implantación de la pena de muerte, y mientras esperan a ver si esa demanda logra recabar respaldo social avanzan en su deliberado recorte de las garantías individuales. Ya jugarán, llegada la circunstancia, la carta peligrosa de un movimiento masivo que pida torturar y asesinar a los torturadores y asesinos. Es un gran riesgo, porque una corriente de ese tipo, alimentada por la exasperación económica, bien podría salirse de control e inventar que un general auténtico luciría mejor la banda tricolor que un chaparrito, pelón y de lentes (Espino dixit) al que le gusta disfrazarse de general. Es posible que esa sea la verdadera apuesta del Yunque (el cual no existe, según dicen los que pertenecen a él) y de otros estamentos del totalitarismo.

Para el movimiento de resistencia popular, el gran desafío del año entrante es volverse un interlocutor creíble para quienes se agregarán al descontento masivo y ofrecerles un cauce de acción democrático y honesto: impedir que el gobierno siga haciendo pedazos al país y transformar de manera pacífica las estructuras sociales injustas, excluyentes e inequitativas que han traído al país sangre, deudas, hambre y rabia. Feliz año nuevo.

11.12.08

La inteligencia del ratón


Sostiene (o sostenía) Fernando Magariños, La Mancha, que el individuo que inventó el mouse no tenía en la mente a la especie humana, sino a otra distinta, dotada de tres extremidades superiores. Su aserto –que puede extenderse a la combinación de mouse e interfase gráfica que se quiera, sea Windows, sea Macintosh, sea Ubuntu– es fácilmente comprobable por cualquier persona que en su trabajo ante la computadora deba combinar un aporreo intenso del teclado con operaciones y comandos que sólo pueden realizarse mediante el uso del puntero: es una lata tener que estar levantando una de las extremidades, la más hábil, para colmo, a fin de ir a buscar al roedor y sobornarlo, con un gesto manual que pareciera protegerlo del mundo, para que se digne mover por la pantalla una flechita que nunca se encuentra en el sitio en el que debería. Ted Selker supo que se requerían tres cuartos de segundo para mover la mano del teclado al mouse y otro tanto para regresarla a su posición, y en 1984 inventó, para remplazarlo, el trackpoint (se le conoció también como pointstick y trackstick) , que era una especie de clítoris incrustado en medio del teclado de las viejas portátiles IBM, entre la G, la H y la B, y que luego adoptaron otras marcas.

Algo se ganó también con los trackballs que aparecieron brevemente (la bolita que se movía con el dedo índice) en la parte inferior del teclado de las computadoras portátiles y, posteriormente, con los touchpads, introducidos en 1994, porque quedan más cerquita de las teclas y el desplazamiento de la mano se acorta de manera notable. Está la tableta gráfica, o graphic pad, que permite, en teoría, capturar a modo texto la escritura manuscrita del usuario y hace posible emplear la pluma electrónica anexa para realizar las acciones que normalmente se hacen con el clic del mouse. Existen las pantallas táctiles, desarrolladas desde los años sesenta del siglo pasado por integradores de sistemas; en 1983 apareció la HP 150, primera micromoputadora comercial provista con esta tecnología, que ha conocido desde hace años una masificación en quioscos, recepciones, entornos industriales y puntos de venta; sin embargo, su alto costo y su naturaleza antiergonómica imposibilitaron su adopción a gran escala en las computadoras personales. Esta tecnología, en cambio, empieza a vivir una edad de oro incrustada en los asistentes personales, las consolas de juegos y las nuevas generaciones de teléfonos celulares. Hay, además, dispositivos capaces de detectar los movimientos oculares del usuario y de convertirlos en movimientos del puntero y en clics (mediante parpadeos), pero se trata de aparatos caros que suelen emplearse en casos de discapacidad o para mediciones mercadotécnicas.

Vuelta al mouse. Tendría más sentido, decía La Mancha, un dispositivo que cumpliera esa función y que se accionara con los pies, así como los pedales de un automóvil o de un avión desempeñan tareas indispensables para la conducción y el pilotaje. Tenía razón y no: ya existen footmouses comerciales de distintas clases, pero resulta que su empleo es más difícil que el de sus parientes de escritorio porque la mayor parte de la gente tiene menos control de los movimientos precisos en los pies que en las manos.

A todo esto, se me olvidaba el motivo de esta disquisición: es que en este diciembre se cumplen 40 años de la invención del mouse, aparatejo que hoy resulta cotidiano y hasta despreciable, pero que ha implicado una profunda transformación en nuestra manera de relacionarnos con las máquinas en general. Lo inventó Douglas Engelbart, del Instituto de Investigación de Stanford (SRI, por sus siglas en inglés), en 1968, en el marco de una investigación para asistir a las personas en la toma de decisiones complejas mediante computadoras. Para entonces, Engelbart ya había redactado un reporte denominado Augmenting Human Intellect: A Conceptual Framework (“Aumentar el intelecto humano: marco conceptual”), en el que prefiguraba buena parte de las interfases gráficas de la actualidad. Desde luego, lo que había en la pantalla se parecía muy poco a lo que se ve en los monitores actuales, y en la cabeza del inventor no estaba la convivencia entre un teclado alfanúmérico convencional y el mouse: concibió, más bien, un sistema de trabajo en el que una mano estaba en contacto permanente con ese dispositivo, en tanto la otra operaba un teclado reducido de cinco botones (muy parecido al teclado telegráfico de Baudot) en el que era necesario oprimir las teclas en distintas combinaciones para generar caracteres específicos. Posteriormente se ha demostrado que, después de unas horas de entrenamiento y práctica, un capturista puede desempeñarse en forma mucho más eficiente con un teclado reducido que con un dispositivo tipo QWERTY.

El invento de Engelbart era una cajita de madera así, bien pinche, de cuya parte inferior sobresalían unas ruedas metálicas que, al desplazarse por una superficie cualquiera, se movían en un eje vertical y otro horizontal, y en la parte superior tenía un solo botón, tan rojo como el que inicia la Tercera Guerra Mundial. Fue patentado con el nombre poco atractivo “X-Y position indicator for a display system”. Lo impresionante de la ocasión no eran los dispositivos, sino las ideas: con monitores monocromáticos de tubos de rayos catódicos y con teclados electromecánicos se mostraban las posibilidades de un entorno gráfico con ventanas, de la multimedia y de las conexiones en red.

Todo lo que Engelbart recibió por su invento fue un cheque de 10 mil dólares. Años después, la patente fue registrada a nombre de la institución para la que trabajaba, y además venció antes de que el aparato se volviera de uso masivo. Xerox lo perfeccionó, agregándole la bola de rodillos ortogonales, y en 1981 lanzó al mercado una computadora equipada con ratón: la Star 8010, de la que ya nadie se acuerda. Luego vinieron la fallida Apple Lisa, la Commodore Amiga, la Atari ST y la Apple Macintosh, responsable, esta última, de la popularización definitiva de las interfases gráficas y del mouse.

De bola, infrarrojo o láser, alámbrico o inalámbrico, decorado o austero, es la parte más inmediata de los entornos computacionales que constituyen, a su vez, una parte medular de nuestra relación con el mundo: nuestra forma de estudiar, nuestras consultas y operaciones bancarias, nuestra relación con seres conocidos y desconocidos que se encuentran a tres mil kilómetros o a seis cuadras, dependen en alguna medida del invento de Engelbart y, claro, de comprender la sintaxis de una interfase gráfica y de interactuar con ella. Y no digo que esté bien ni que esté mal, sino todo lo contrario.

9.12.08

La fuerza


Por regla general, las soluciones de fuerza parten de la pobreza de espíritu de quienes las adoptan, de una visión superficial y simplista y, sobre todo, de un enorme candor. No es de extrañar que sus resultados sean, con frecuencia, contrarios a los esperados y que el empecinamiento en su aplicación termine por generar problemas mucho mayores que los que se pretendía solucionar. Dos ejemplos.

Ahí está el caso de Afganistán, donde la gran superpotencia militar del mundo pretendió liquidar a una organización de fanáticos que se había hecho con el control de ese país. En un principio pareció que la aventura funcionaba, o así nos lo hicieron creer los medios desinformativos. Los ocupantes organizaron unas elecciones y hasta se llegó a hablar de la “normalización democrática” que tenía lugar en territorio afgano. Pero siete años después de la invasión y ocupación gringa, posteriormente respaldada por una coalición internacional, los talibán, tan ignorantes y oscurantistas como siempre, han avanzado en presencia territorial y en liderazgo y “el Estado está otra vez en serio peligro de caer en sus manos”, según estimación del Consejo Internacional de Seguridad y Desarrollo (ICOS, por sus siglas en inglés; El País, 8/12/08).

En días pasados los rebeldes ofrecieron pruebas contundentes de su organización, de su capacidad ofensiva y de su funcionamiento internacional, al realizar, en el vecino Pakistán, impresionantes ataques consecutivos contra convoyes de la OTAN que transportaban pertrechos destinados a las fuerzas de ocupación en Afganistán. En la primera de esas acciones, llevada a cabo hace una semana, fueron destruidos una veintena de camiones repletos de pertrechos de guerra; el domingo, en Peshawar, unos 250 combatientes incendiaron un centenar de vehículos de transporte, y ayer, lunes, los talibán calcinaron medio centenar de contenedores y dos camiones en la terminal de carga de esa misma localidad. Esta capacidad de atacar las líneas de abastecimiento del enemigo ha de agregarse a lo sustancial: “el incremento del poder talibán significa que en estos momentos tienen una presencia permanente y hacen ingobernable un 72 por ciento del territorio de Afganistán y una presencia sustancial en otro 21 por ciento”, señala ICOS.

Si esos datos son ciertos, Barack Obama tendrá que ir pensando en modificar su idea de concentrar el esfuerzo bélico de Estados Unidos en Afganistán –a cambio, según ha dicho, de abandonar la aventura militar en Irak– y de emprender algo distinto a una solución de fuerza; por ejemplo, una negociación en la que se ofrezca la salida de las tropas extranjeras a cambio de que los talibán se comprometan a no respaldar acciones terroristas y a suprimir los rasgos más odiosos de su prédica, como la opresión contra las mujeres y la intolerancia cultural y religiosa.

Aunque con profundas diferencias, esta historia se parece al desbarajuste causado por el calderonato con su cacareada campaña contra la delincuencia organizada. Con una frivolidad imperdonable, el gobierno en funciones tergiversó el orden de las prioridades nacionales, optó por la fuerza en detrimento de la inteligencia y apostó a la espectacularidad televisable antes que a la eficacia. Como resultado, la población mexicana sufre, hoy en día, a dos años de iniciada la opereta calderonista “contra el narcotráfico”, una inseguridad pavorosa, el país está sumido en un baño de sangre y las cúpulas de las instituciones de procuración de justicia y de seguridad pública muestran una pudrición sin precedentes.

La moraleja no es necesariamente la misma que la de Afganistán, pero implica un principio semejante: para empezar a enmendar el desastre, es indispensable reconocer que la criminalidad organizada se encuentra en la realidad y no en una historieta, que sus causas profundas son socioeconómicas y no metafísicas y que sus relaciones con el Estado y con la economía son mucho más complejas de lo que se dice en el discurso. Por lo pronto, el fracaso y la corrupción de las autoridades encargadas de combatir a la delincuencia han generado ya una crisis adicional a la de la seguridad pública: una crisis de confianza que se profundizará en la medida en que los gobernantes se empeñen en salir del atolladero con el único recurso que conocen, que es el de la fuerza.

4.12.08

De Akenatón a Moisés: algo sobre el origen del Mero Mero

Akenatón, dos de sus hijas (y futuras mujeres), su esposa Nefertiti y el dios Atón en el centro

Dios fue inventado entre 1358 y 1340 antes de Cristo por un faraón incestuoso que se llamaba Nefer-Jeperu-Ra Amen-Hotep, quien, tras su llegada al poder, se puso Akenatón. Sí, antes de eso la humanidad ya había concebido, desarrollado y exterminado a una infinidad de dioses y diosecillos y a rebaños enteros de entidades sobrenaturales, y el recuento de los nombres que han llegado hasta nosotros (han de ser una pequeña fracción de cuantos existieron en realidad) sería inmenso y no viene al caso. Quedémonos, entonces, con Atón, deidad solar a la que el calenturiento Akenatón proclamó como El Dios, el único, el omnipotente, omnisciente y omnipresente, creador de todas las cosas y anterior al mundo. En su nombre, el soberano persiguió el culto a otras figuras divinas (Amón, Ra, Isis, Osiris, Horus, Anubis, Mut, Ptah, Thot) y se designó sumo sacerdote de la nueva religión.

Cerca de dos décadas les duró el gusto a la nueva deidad y a su devoto, pues éste se hallaba tan ocupado en copular con todas las mujeres de su familia (qué pena que no le haya bastado con su esposa, Nefertiti, mujer brillante y la más bella de la historia) que no se dio cuenta de que su imperio se desmoronaba. Los hititas, los babilonios y los amorreos atacaron Egipto; Akenatón falleció tras dos décadas de reinado; fue remplazado durante breve tiempo por la hermosa Nefertiti, quien había sido al mismo tiempo su mujer y su suegra y, al fallecimiento de ésta, por el niño Tutankatón, rebautizado Tutankamón, quien fue fácilmente manipulado por los sacerdotes amonistas para que reinstaurara a los dioses tradicionales. Se proscribió el culto a Atón y los templos erigidos en su honor fueron destruidos, pero en buena medida se recicló la ocurrencia monoteísta del hereje Akenatón: los sacerdotes instituyeron como rey de los dioses a una conjunción simbólica de Amón y Ra, que pasó a llamarse Amón-Ra, el cual, como el aire, “se encuentra en todo lugar y en todo momento”; es “el dios único que se convierte en millones” y las otras deidades son meras manifestaciones de él. Fin de la historia.

Siguiente capítulo: la leyenda afirma que un faraón malo (posiblemente Ramsés II, que gobernó un siglo después que Akenatón, y quien, según indicios arqueológicos, era realmente ojete) ordenó que los hijos de los esclavos hebreos fuesen arrojados al Nilo. Una mujer judía puso a su bebé de tres meses en una canasta calafateada y la abandonó en las aguas de ese río, con la esperanza de que alguien lo rescatara. La hija del faraón descubrió al bebé, lo adoptó como suyo y lo llamó Moisés. Ya adulto, y después de miles de peripecias, este hombre habría de erigirse en líder de los judíos y en interlocutor de Jehová, otro Dios único. En ejercicio de esa condición habría de transcribir un dictado divino, recibido en la punta del Monte Sinaí, en un texto que se llama Jamishá Jumsché Torá, y que los cristianos conocen como Pentateuco, formado por Génesis (Bereshit), Éxodo (Shemot), Levítico (Vayikra) y Números (Bamidbar), y que tal vez incluya parte del Deuteronomio (Devarim). Y dijo Dios:

“Yo soy el Señor tu Dios, que te sacó de Egipto, donde eras esclavo. No tengas otros dioses aparte de mí. No te hagas ningún ídolo ni figura de lo que hay arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en el mar debajo de la tierra. No te inclines delante de ellos ni les rindas culto, porque yo soy el Señor tu Dios, Dios celoso que castiga la maldad de los padres que me odian, en sus hijos, nietos y bisnietos; pero que trato con amor por mil generaciones a los que me aman y cumplen mis mandamientos. No hagas mal uso del nombre del Señor tu Dios, pues el Señor no dejará sin castigo al que use mal su nombre. [...] No mates. No cometas adulterio. No robes. No digas mentiras en perjuicio de tu prójimo. No codicies la casa de tu prójimo: no codicies su mujer, ni su esclavo o su esclava, ni su buey, ni su asno, ni nada que le pertenezca.” (Éxodo 20, 1-17).

Al pie del Monte Sinaí, los israelitas se habían apanicado por los truenos, el humo, los relámpagos y el sonido de trompetas que acompañaban la presencia de Jehová. Así que le dijeron a Moy: “Háblanos tú y obedeceremos; pero que no nos hable Dios, no vaya a ser que muramos”. Pero el profeta los tranquilizó y les dijo que no había tos, y que ése era precisamente el propósito de aquellos efectos especiales: “No tengáis miedo; Dios ha venido para poneros a prueba y para que siempre sintáis temor de Él, a fin de que no pequéis” (Éxodo 20, 18-21), y dicho esto, volvió a trepar al Sinaí para seguir tomando el dictado, en el que se consignan algunas lindezas memorables:

“Si compras un esclavo hebreo, trabajará durante seis años, pero al séptimo quedará libre, sin que tenga que pagar nada por su libertad [...] Si alguien vende a su hija como esclava, ella no saldrá libre como los esclavos varones.” (Éxodo 21, 1-11) “No dejes con vida a ninguna hechicera.” “El que se entregue a actos sexuales con un animal será condenado a muerte.” [...] “El que ofrezca sacrificios a otros dioses, en vez de ofrecérselos solamente al Señor, será condenado a muerte.” [...]“No maltrates a las viudas ni a los huérfanos, porque si los maltratas [...] yo iré en su ayuda, y con gran furor, a golpe de espada, os quitaré la vida. Entonces quienes quedarán viudas o huérfanos serán vuestras mujeres y vuestros hijos.” [...] “No tardes en traerme ofrendas de todas tus cosechas y de todo tu vino.” (Éxodo 22, 16-31).

Con el paso del tiempo, este Dios ha quedado situado en una inequívoca incorrección política: es autoritario, intolerante, vengativo, totalitario, megalómano, misógino, esclavista, antidemocrático, celoso según confesión propia, contradictorio (por fin: ¿matarás o no matarás?), demandante, glotón, beodo y extremadamente irracional. Tal vez algunas de estas características armonicen con el contexto histórico levantino de hace 3 mil años; otras, sin embargo, son inherentemente patológicas e indicativas de una personalidad débil e insegura.

Flaco favor le hacen los judíos ortodoxos y otros creyentes maximalistas que piensan que esas páginas son la transcripción fidelísima, letra por letra y punto por punto, de la palabra divina. La imagen deplorable no se la quitan ni las posturas religiosas más moderadas, según las cuales el Pentateuco (Éxodo incluido) es un texto inspirado por Él, pero de redacción humana. Paradójicamente, quienes vinieron a salvar un poco el prestigio divino fueron los escépticos que hallaron el documento demasiado contradictorio como para atribuírselo al Mero Mero, y que desde los siglos XVII y XVIII (Hobbes, Spinoza, De la Peyère, Astruc) señalaron que, como no fuera desde ultratumba, Moy no pudo haber escrito el Pentateuco, porque en él se cuenta la muerte del profeta mismo. Con base en herramientas de análisis de texto, el teólogo protestante alemán Julius Wellhausen señaló, a fines del XIX, que la Torá no es palabra divina, sino más bien una combinación de documentos procedentes de cuatro tradiciones distintas, todas posteriores en varios siglos a la época de Ramsés II (que sería la de Moisés, según esto), y que el texto religioso no alcanzó su forma definitiva sino hacia el 400 antes de Cristo, es decir, cuando Roma ya era república.

No está claro si Moisés existió o si es un personaje de leyenda. Freud y el historiador Joseph Campbell han sugerido que el patriarca fue en realidad un sacerdote de Atón que huyó de Egipto tras la caída en desgracia de esa deidad única y que llevó consigo la idea del dios único y la inculcó entre sus seguidores. Ve tú a saber. Me he engolosinado con estas historias y ya no cupieron el mitraísmo, el cristianismo, el zoroastrismo, el islam y otras postulaciones monoteístas, exitosas o fracasadas. Pero como Él es eterno, ya habrá tiempo para hablar de ellas.

2.12.08

La pesadilla

Foto: Eva Villaseñor - www.trialucin.blogspot.com
Despertó con un sobresalto. Se le vinieron encima fragmentos oscuros y sensaciones angustiosas, y no le fue difícil acomodarlos en el guión macabro en que se encontró cuando dormía: había soñado que por fin, después de décadas o vidas de espera, se presentaba la oportunidad para cambiar el país, para limpiar la vida, para meter a los culpables a la cárcel y sacar de ella a los inocentes (¿o no podría llegarse a tanto?), para que en México empezara a sonar lógico que los hambrientos necesitan comida, los desposeídos necesitan casa, los estudiantes necesitan escuelas, los enfermos, hospitales, y el gobierno, sensibilidad. ¿Cuándo se había perdido esa lógica? Quién sabe, pero en algún momento –años atrás, generaciones atrás– se había impuesto el principio de que lo que no genera ganancias inmediatas no sirve. En forma progresiva, el país, con todas sus instancias, se había convertido en un montón de máquinas de hacer dinero rápido y a costa de todo, y aquello produjo un doble resultado: mucho dinero y mucha más pobreza, separados, ambos, por muros construidos con ladrillos de desvergüenza y coronados con cercas electrificadas y cámaras de vigilancia.

Pero había llegado el día en que resultaba posible recuperar el sentido de las cosas, poner al país en el rumbo correcto y limpiar la vida. No había que hacerse demasiadas ilusiones porque los cambios serían arduos e inciertos, pero al menos se podían sentar las bases de una nación funcional, y aquello era posible con el concurso de su voto. Soñó que acudía temprano a la casilla, que alrededor de ella se respiraba un aire de tranquilidad y de optimismo apenas reprimido, y que volvía a casa a esperar un resultado previsible, lógico al cabo de tantos años de degradación, y merecido.

En su sueño, las horas de ese día pasaron muy veloces, y se vio enterándose de un vuelco siniestro: a la vista de todo el mundo, los sufragios cambiaban de sentido en una urna que era una computadora y la autoridad electoral se rehusaba a dar un diagnóstico; en un parpadeo, la modesta potestad de su ciudadanía se vio aplastada por maquinaciones desde el poder, por largas disquisiciones de alquimistas modernos y por ladridos vergonzantes, pero copiosos, emitidos desde aparatos de radio y receptores de televisión. Y en su sueño los meses siguientes transcurrieron aun más rápido, y sin darse cuenta cómo, aquello se volvió una pesadilla sofocante: había tomado posesión el candidato más gris, había empezado a ejercer el poder con gestos de marioneta furiosa y la oportunidad de limpiar la vida se había cerrado.

Transitó por imágenes de un país teñido de sangre y cubierto de cabezas y lenguas amputadas, en el que los trepadores de siempre, los ladrones de siempre, los violadores de siempre, los homicidas de siempre, volvían por sus fueros y festejaban la renovación de sus alianzas con el poder; las máquinas de hacer dinero eran lanzadas a todo rendimiento, el territorio nacional se convertía en un gran mecanismo de rentabilidad y se le aceleraba tanto que amenazaba con descarrilarse, mientras la población huía despavorida en todas direcciones para evitar que la maquinaria monstruosa le pasara por encima; era difícil escapar, porque el timón estaba suelto y cambiaba de dirección en función de vientos que eran encuestas de popularidad. Y en el sueño los meses empezaron a pasar más rápido, y llegó diciembre de 2008, y el hombrecito gris por quien unos meses antes nadie daba un centavo se había engallado y no lograba darse cuenta de la fragilidad del aparato. Sus compañeros de a bordo, mientras tanto, estaban ocupados perdonándose unos a otros raterías, atropellos, pederastias, contratos sucios, devociones corruptas, excesos y desvaríos, y no percibían la destrucción que causaban. Para evitar que aquella escena se despedazara por efecto de sus propias fuerzas centrífugas no iba quedando más que el accionar de los hombres armados, conforme la máscara de la decencia se caía a pedazos del rostro de las instituciones.

Despertó con un sobresalto, juntó las imágenes de la pesadilla y por unos momentos sintió una desolación abrumadora. Pero se tranquilizó cuando recordó en qué fecha estaba: era la mañana del domingo 2 de julio de 2006 y debía darse prisa; ese día se presentaba la oportunidad de participar en una corrección indispensable en el rumbo del gobierno, que llevaba tantos años extraviado, y saldría temprano de su casa, iría a la casilla y depositaría en la urna su voto a favor de López Obrador. No era perredista y ni siquiera de izquierda, y nadie había dicho que lo que estaba por venir fuera fácil, ni terso, ni perfecto, pero al menos no habría de ser una pesadilla.

27.11.08

Hace 25 años, en Mejorada del Campo

Ibargüengoitia, Traba, Rama y Scorza

Lo más dañino para la cultura latinoamericana, después de los gobiernos militares y la televisión, es el aeropuerto de Barajas. Hoy hace 25 años murieron, en los alrededores de esa terminal aérea nefasta, varios grandes de las letras y del pensamiento que viajaban a bordo de un Boeing 747 de Avianca, procedente de París, y que debía hacer una escala en Madrid antes de volar rumbo a Bogotá, donde asistirían a un encuentro cultural organizado por la Academia Colombiana de la Lengua. Los tripulantes introdujeron coordenadas erróneas para el aterrizaje, interpretaron mal las señales del radiofaro y el piloto viró a la derecha antes de tiempo. Para colmo, el controlador aéreo no dio seguimiento en el radar a la trayectoria equivocada del jumbo. En consecuencia, la aeronave descendió antes de tiempo, al suroeste de la pista, en la localidad de Mejorada del Campo; a la una de la tarde con cinco minutos, el motor número cuatro y el tren de aterrizaje derecho chocaron contra un montículo; tres segundos después el avión rebotó en otro cerro, volvió a caer, el ala derecha se rompió en el terreno, la nave se arrastró unos 800 metros, giró 180 grados sobre su eje y el fuselaje quedó invertido, fragmentado en cinco pedazos llameantes. Sólo 11 o 12 de las 192 personas que viajaban en el aparato se salvaron, más o menos de milagro, porque la fuerza del impacto las arrojó hacia afuera o porque, en los primeros instantes tras la caída, lograron abandonarlo.

En esos tiempos, la corrección política no prohibía la difusión de imágenes fuertes, y en un video de la época puede verse a rescatistas que recopilan cosas que parecen pollos rostizados, así como a un viejito no identificado que llora, en falso, al mecenas literario Conrado Blanco, quien falleció 15 años después del avionazo; al académico José García Nieto, muerto en 2001; a Pedro García, quien en ese entonces ya era difunto; al editor y ensayista Guillermo Díaz-Plaja, quien murió un año después, y a Carlos Murciano, que sigue vivo. En su obituario precipitado omitió, en cambio, a la pianista catalana Rosa Sabater, que fue una de las víctimas. Es posible que este enredo hubiese dado a Jorge Ibargüengoitia materia para un relato, pero el gran guanajuatense ya no se enteró porque murió en el avionazo.

“Crecí entre mujeres que me adoraban. Querían que fuera ingeniero: ellas habían tenido dinero, lo habían perdido y esperaban que yo lo recuperara. [...] Faltándome dos años para terminar la carrera, decidí abandonarla para dedicarme a escribir. Las mujeres que había en la casa pasaron 15 años lamentando esta decisión [...] Más tarde se acostumbraron.” Pero Ibargüengoitia se hizo dramaturgo, y cuando una de sus primeras obras (El atentado) recibió el premio Casa de las Américas decidió volverse novelista, y creo que sigue siendo, para buena fortuna de México, uno de los más leídos del país.

Dicen que cuando le llegó la invitación al encuentro de Bogotá, Ibargüengoitia, quien había fijado su residencia en París, se mostró reacio a asistir, que a última hora decidió viajar, que se llevó consigo el original de la novela que estaba escribiendo en ese momento y que el manuscrito desapareció junto con su autor. Aun con ese faltante, el hombre ha dejado una marca agridulce y duradera en la memoria de incontables lectores de varias generaciones.
Aunque también incursionó en la narrativa y en el teatro, el uruguayo Ángel Rama, otro de los pasajeros ilustres del infortunado vuelo, pasó a la historia como crítico, académico y ensayista y visioniario de la cultura continental. En abril de 1964, en el semanario Marcha, de Montevideo, cuyas páginas de literatura dirigió, dijo de García Márquez: “La comprensión exacta de una realidad pareciera ser la que gobierna en este caso a un escritor, y hace de él, a los treinta y cinco años, uno de los narradores importantes del continente”.

En ese mismo texto, Rama sintetizó, con unas palabras que 44 años después mantienen su vigencia, la violencia colombiana: “¿Cuándo empezó? ¿Quién fue el primero? ¿Por qué se originó? ¿Cuáles fueron sus episodios más llamativos? Pero a medida en que los años pasaron, esa violencia, al continuar invariable, se transformó en estado natural; la distorsión de realidad y vida se hizo norma, costumbre cotidiana. Ni siquiera parecen alarmar al resto del continente los 100 mil muertos de una guerra civil no declarada”. La violencia dictatorial que se abatió sobre su país convirtió sus andanzas mundiales en exilio y lo privó de nacionalidad. Por eso, el 27 de noviembre de 1983, Rama viajaba con un pasaporte venezolano.

Me salto el orden alfabético para no separar a Ángel Rama de Marta Traba, su mujer, quien viajaba también en el aparato de Avianca, y no precisamente en calidad de mera acompañante: nacida en 1930 en Buenos Aires, Marta tenía una extensa trayectoria como crítica de arte, como periodista, como ensayista (El museo vacío), como poeta (Historia natural de la alegría), como novelista (Las ceremonias del verano), como conductora de programas culturales en la televisión, como errante lúcida y como mujer de izquierda. A fines de los años 40 del siglo pasado, con apenas 19 años, tuvo el empuje de largarse, sola, a París, donde estudió historia del arte; posteriormente se estableció en la capital colombiana con su primer marido, el periodista Alberto Zalamea, y dirigió el Museo de Arte Moderno de Bogotá; en 1968, el presidente Lleras Restrepo le otorgó un plazo de 24 horas para que abandonara el país, porque Marta repudió la toma de la universidad por los militares; sin embargo, la sanción no pudo llevarse a cabo porque generó un repudio generalizado. A comienzos de 1983 acababa de ganar una dura guerra contra el cáncer y se sentía, más que nunca, apegada a la vida.

www.youtube.com/watch?v=vvzYQqGVtlw

Para 1983, Manuel Scorza, peruano, tenía 55 años, lo que difícilmente puede considerarse una edad provecta. Muchos años antes le había escrito a Rubén Bonifaz Nuño:

Bajo los árboles vertiginosos del crepúsculo, /vestidos de viudos, hemos de vernos. / En las estepas de los gentíos / me verás, te veré, nos veremos. / Y alrededor de nosotros / los recuerdos de pico ensangrentado. / Las hélices amarillas del otoño / degollando pájaros inocentes. Cierta tarde –cualquier tarde– / en una esquina nos desconoceremos. / Y por calles diferentes / a la vejez nos iremos.

El destinatario de esos versos llegó a una vejez colmada de reconocimientos muy merecidos. El remitente, en cambio, se quedó en la tierra chamuscada de Mejorada del Campo. Dejó tras de sí poemarios lúcidos, amargos y de títulos sorprendentes (Las imprecaciones, Los adioses, Desengaños del mago, El vals de los reptiles) y, sobre todo, un deslumbrante ciclo de novelas al que igual llamaba “Balada” que “La guerra silenciosa”: Redoble por Rancas (1970), Garabombo, el invisible (1972), El jinete insomne (1977), Cantar de Agapito Robles (1977) y La tumba del relámpago (1979). Cerrada la serie, una suerte de mural de las luchas campesinas de su país, en las que el propio Scorza participó con fervor militante, publicó La danza inmóvil (1983), complejo texto de exploración y experimentación. Fue un hombre comprometido y, al igual que Rama, carne de exilio.

Una frase del peruano podría resumir el final trágico de los cuatro: “No somos sino palabras escritas por el dedo de alguien en un muro invisible”. Tal vez, pero ellos siguen siendo palabras mayores.

25.11.08

Candor o cinismo

Daniel Aguilar/REUTERS

O sea que, después de varios años de tener bajo su mando a la Policía Federal Preventiva, y a dos de haberse hecho cargo de la SIEDO y de la AFI, Eduardo Medina Mora ha descubierto que “este país nunca se planteó con suficiente seriedad la construcción de instituciones policiales” (El País, 23/11/08). ¿Cuándo se dio cuenta? ¿La semana pasada? O sea que Genaro García Luna, ex director de la AFI y sucesor de Medina Mora en la SSP, ha vivido todos estos años (sin enterarse, claro) en medio de un hervidero de informantes del narcotráfico, y que él pensaba que sus subordinados tenían una suerte excepcional con la lotería, y que por eso las casotas y los cochesotes. O sea que cuando Felipe Calderón Hinojosa emprendió una “guerra frontal contra la delincuencia”, los mandos operativos de la PFP y de la AFI se encontraban a sueldo de los cárteles de la droga: ¿y cuántos policías fueron colocados de esa manera en la mira de los cuernos de chivo, señores gobernantes? Para que nada falte, el primero de los mencionados afirma que ahora sí se acabó, y que en lo sucesivo, para evitar las fugas de información de la procuraduría, se les quitarán las conexiones USB y las unidades de CD a las computadoras de la dependencia y se suprimirán las impresoras.

Señor procurador: es posible que usted no lo sepa, pero combatir a la criminalidad es un poquito más difícil que impedir que los niños vean páginas porno. Ahórrenos el espectáculo de sus explicaciones, de aquí a unos meses, sobre cómo un empleado de la dependencia a su cargo usó un lápiz para copiar en una tarjetita la información de la pantalla y luego se la pasó a los narcos, o de cómo un técnico de sistemas fue sobornado para instalar un “troyano” o un “spyware” por el que se fue la vida de quién sabe cuántos agentes. Haga que le platiquen algunas nociones básicas de computación, entérese que no está usted al mando de un laboratorio de informática de una escuela primaria, sino de la Procuraduría General de la República y deje de tomarse el pelo pretendiendo que se lo toma a la ciudadanía.

¿Candor o cinismo? Candor, si se considera la ingenuidad del intento de venderle a la opinión pública esta “operación limpieza” con la que se pretende poner de manifiesto la firme determinación de las autoridades de ir a fondo en el combate de la criminalidad y bla, bla, bla, porque la firmeza que se pretende comunicar tiene por objetivo inocultable la catástrofe de descomposición y corrupción generada por la ineptitud de los propios gobernantes, éstos de ahorita, a los mismos a los que se les dijo en múltiples ocasiones que antes de ir a tirar balazos contra los delincuentes era imperativo sanear las corporaciones policiales.

La parte del cinismo es la siguiente: en un régimen democrático, en el que las autoridades son electas por el sufragio del pueblo, bastaría con la mitad de este desastre para que los propios funcionarios sintieran el reclamo de su propio decoro y presentaran sus dimisiones. Y si no, las instancias legislativas emprenderían sin más trámite juicios políticos contra los responsables del naufragio de la seguridad pública y del estado de derecho y los pondrían de patitas en la calle, o casi. Eso sería mejor, en el caso de México, que esperar a que los poderes fácticos empresariales, caciquiles y mediáticos que impusieron al actual gobierno acaben de hartarse de su ineptitud, su corrupción y su mendacidad, y se pongan de acuerdo para remplazarlo, en forma tan antidemocrática y turbia como lo conformaron.

21.11.08

Ineptitud


Ahora la culpa es de los pilotos, quienes no estaban suficientemente capacitados, y tal vez también de los controladores aéreos, quienes no sólo introdujeron en el sistema una etiqueta equivocada (LJ25 en vez de LJ45), sino que omitieron advertir a los tripulantes de las consecuencias fatales que habrían de sobrevenir si no frenaban en seco para eludir la turbulencia de la aeronave que los precedía.

Primero vimos cómo un joven y ambicioso traficante de contratos, convertido en cogobernante por efecto del amiguismo, y quien pasó 10 meses acosado por un repudio popular del que no hay precedentes en la Secretaría de Gobernación, fue elevado, tras su muerte, a la categoría de Cid Campeador. Luego llegó la beatificación, más discreta, de otro de los difuntos: un policía de maneras bruscas y escrúpulos escasos, que en el sexenio pasado anduvo dando palos de ciego contra la delincuencia y transmutando inocentes en culpables y quien, con ese desempeño, cometió severos agravios contra la sociedad y fue corresponsable de la actual catástrofe de seguridad pública.

Tras la conversión post mortem de estos sórdidos funcionarios en ciudadanos ejemplares, el discurso oficial y su coro de medios enfocan sus baterías contra otros dos muertos en el avionazo, el piloto y el copiloto, y amagan a los controladores. Independientemente de que el desastre haya sido consecuencia de un atentado, de errores humanos o de fallas técnicas, al régimen calderonista le urge descartar la primera de esas posibilidades porque con ella se alimenta la imagen de un gobierno débil y acorralado por los efectos de su propia fanfarronería. Se presenta, entonces, como elemento indicativo de accidente, una transcripción censurada y sospechosa de la conversación que tuvo lugar en la cabina del Learjet minutos antes de su desplome. (Ni modo: el gobierno está tocado por la sospecha en todas y cada una de sus palabras, y se lo ha ganado a pulso con su mendacidad sistemática.)

Haiga sido como haiga sido, el show a cargo de Luis Téllez se parece a la fabricación de culpables (por cierto, era una de las prácticas favoritas del difunto Santiago Vasconcelos): se busca crear la impresión de que los operadores del avión eran un par de bobos al estilo de El Gordo y el Flaco, capaces de confundir a ojo Michigan con Michoacán, e ignorantes de las reglas más básicas de la aeronavegación. Para el domingo ya se les buscaba un complemento de impericia con la difusión de versiones sobre unos controladores aéreos fodongos e indolentes. De seguro, los de la Torre de Control eran personal sindicalizado, ¿verdad, señor Téllez? Ah, esos enemigos de la calidad y de la productividad, incapaces de comprender el ánimo transformador de los mexicanos de bien que estudian en alguna universidad de Estados Unidos para luego volver al país a iluminarnos con su sapiencia.

No hay forma de saber cuánto hay de cierto y cuánto de ideología (y fantasía) oligárquica y tecnocrática en eso que los voceros y los órganos de difusión del régimen presentan como la verdad. Pero si así hubieran ocurrido las cosas, sería inevitable concluir que lo que mató a Mouriño, a Santiago y a los otros, fue el afán del grupo gobernante de desregular, privatizar y subcontratar todo –llevándose tajadas y comisiones bajo el agua–, hasta las compras de aeronaves para el gobierno federal y el reclutamiento de los respectivos pilotos. Es una gran paradoja que quien fue secretario de Gobernación haya sido, mientras le duró la vida, uno de los grandes beneficiarios de tal empeño.

“Los gobernantes somos tan rateros y tan ineptos que la propiedad pública estará mejor en manos privadas”, fue el subtexto de la engañifa con la que se inició, en el sexenio de Salinas, el saqueo de los bienes nacionales. Además, había que “eficientar” el gasto público y observar una estricta disciplina fiscal, y el outsourcing era una de las formas para conseguirlo. Lo curioso, si se le concede el beneficio de la duda a los asertos del calderonato en torno a la caída del Learjet, es que a sus administradores les parezca inconcebible crear plazas de pilotos en el servicio público –así sea por su propia seguridad– y les parezca natural, en cambio, que Agustín Carstens se asigne, del dinero público, tres mil pesos diarios para comer, una cantidad con la que podrían pagarse 60 salarios mínimos, los cuales según la Constitución, “deberán ser suficientes para satisfacer las necesidades normales de un jefe de familia”, y se entiende que eso incluye los alimentos. O sea que tal vez el piloto más inepto no fuera el que tripulaba el Learjet, sino Felipe Calderón.

Miriam Makeba, Michael Crichton y castillos de arena para armar


Fue mujer en un país de machos, fue negra en un planeta racista, fue transformadora en un continente recostado sobre las inercias infames del colonialismo, fue artista en un mundo de ciegos y sordos del espíritu. Y qué artista. “Descubrí que esta atractiva mujer, aparentemente apacible y madura, era una criatura política; una militante inflexible a favor de la libertad de su gente”, escribió Stokely Carmichael, uno de sus maridos, y quien fue dirigente de la organización antirracista Panteras Negras, en la introducción a una biografía de Miriam Makeba, publicada en 2004.

Contaba esta columna, hace poco más de dos años: exiliada desde 1963 de su natal Sudáfrica por haber testificado ante las Naciones Unidas contra el apartheid, Miriam vivió en Londres, donde se casó con Harry Belafonte y donde lanzó sus primeros éxitos mundiales. Ya montada en una popularidad súbita, partió a Estados Unidos. Allí conoció a Carmichael, se casó con él y fue, por ello, víctima de esa censura moderna que no prohíbe nada, pero que condena la incorrección política, revoca contratos y saca de los anaqueles los libros y los discos, y fue expulsada del salón de la fama. La nueva pareja se mudó entonces a Guinea, país del que fue delegada ante la ONU. Después anduvo un tiempo en Bruselas y en 1987, Paul Simon, con el lanzamiento de Graceland, la regresó a la escena mundial. En 1990 Nelson Mandela la persuadió de regresar a Sudáfrica, y desde entonces vive allí.

Ya no: el lunes pasado, en la madrugada, Miriam murió en Castel Volturno, en los alrededores de Nápoles, Italia. Tenía 76 años cumplidos y había dejado su piel negra en la larga lucha por el nacimiento de África. “Cantaré hasta el último día de mi vida”, solía decir, y lo cumplió. En septiembre pasado, en esa localidad italiana, los pistoleros de la Camorra, la mafia local, habían asesinado a balazos a seis inmigrantes negros que vendían artesanías. La comunidad africana se movilizó para exigir al ministro del Interior de Silvio Berlusconi que hiciera algo contra los homicidas. En esa misma región, la Camorra lleva un par de años amenazando de muerte al joven escritor y periodista Roberto Saviano, a quien, por la solidez y contundencia de sus denuncias públicas, personalidades de la talla de Umberto Eco han llamado “héroe nacional”, y quien ha debido abandonar su país natal para preservar su vida. Mazi, como la llamaban sus seres queridos, no dudó en viajar al sitio para participar en un concierto en solidaridad con las víctimas de la mafia. Los organizadores y técnicos del concierto fueron, a su vez, amenazados, pero el acto se llevó a cabo bajo custodia policial. ‘Mamá África’ había experimentado cierto malestar antes de empezar el concierto, pero decidió seguir adelante con lo planeado. Tras cantar su canción más conocida, Pata, Pata, se derrumbó en el escenario, víctima de un ataque cardiaco. Fue llevada por su nieto, Nelson Lumumba Lee, y por otras personas, al hospital de Pineta Grande. Logró recuperarse un poco, lo suficiente para exigir y tomarse, ante el horror de los médicos, un trago largo de coñac, pero un segundo paro cardiaco acabó con ella.

Perseguida en diversas tierras, declarada indeseable en Estados Unidos y despojada de su nacionalidad por el extinto régimen racista sudafricano, tuvo una vejez serena, pero nunca desvinculada de las luchas contra la injusticia, la marginación y la opresión. Más allá de su militancia en las causas sociales, Makeba deja una vasto legado musical que comenzó con su incorporación, hace 60 años, al grupo Manhattan Brothers y continuó con su propia banda, The Skylarks, en la que empezó a fundir jazz con las melodías tradicionales sudafricanas. No estaría bien recordar con tristeza a esta negrota milagrosa, invencible y entrañable. El mejor homenaje para ella es escuchar su voz terrestre y lograr, así, que siga cantando.

* * *

Unos días antes, el 4 de noviembre, perdimos a Michael Crichton, médico, cineasta y escritor estadunidense nacido en Chicago, en 1942, y a quien como novelista se le podrán hacer muchas críticas, pero no la de falta de rigor científico. El primero de sus libros que me cayó en las manos fue The terminal man (1972), en el que se propone un implante cerebral para controlar las crisis de epilepsia sicomotora, un cuadro de origen somático que no se manifiesta en convulsiones, sino en “enturbiamiento de la conciencia” y “alteración orgánica de la personalidad”, y que puede llevar a impulsos de agresión que concluyan en homicidio. La novela era fascinante porque permitía asomarse a los misterios del funcionamiento cerebral y a las posibles aplicaciones de la electrónica en terapia siquiátrica.

Nos guste o no, Crichton, como novelista y, sobre todo, como guionista, nos familiarizó con innumerables conceptos científicos, como la clonación (en Parque Jurásico) o las condiciones imperantes en los fondos marinos (Esfera), con nociones como la del acoso sexual (en la célebre cinta de 1994 protagonizada por Michael Douglas y Demi Moore) y con panoramas tecnológicos como el de la industria aeronáutica (Airframe, 1996).

* * *

El locazo de Rolando de la Rosa convocó a un montón de gente a participar en un proyecto que sólo pudo surgir de un espíritu bueno: “ante la apremiante situación económica de la República Árabe Saharaui Democrática, los niños y las niñas saharauis han decidido ayudar a los adultos exportando tres cosas que tienen como sus grandes tesoros, los han heredado de sus ancestros y los quieren compartir con todo el mundo, estos tres tesoros son: la imaginación, la poesía y la arena del Sahara. ¿Cómo lo quieren hacer? Ellos llenarán botellas con la sagrada arena del Sahara, colocarán un instructivo para armar un castillo de arena en particular con un poema y un dibujo. La etiqueta dirá: ‘Castillo de arena del Sahara para armar’”. Además, Rolando parte hoy al desierto para armar allá “el Caballo de Troya Saharaui”, que llevará una imagen de Benito Juárez y su lema más conocido. Suerte, Rolando, y va mi colaboración, que se titula

A un niño saharaui:

Sueña con tu país, con tu desierto
en donde alumbra el sol a gente buena;
sueña con tu familia, que ya estrena
capital, avenida y aeropuerto.

No dejes de soñar. Sueña despierto
que, ya pasada la agresión ajena,
un castillo construyes en la arena
y un país soberano en el desierto.

Patria tendrás. Tu patria independiente
se alzará bajo el sol, bajo su brillo,
con un cimiento sólido y profundo.

Mucha arena tendrás: la suficiente;
que si hoy tu mundo cabe en un castillo,
en tu patria mañana cabrá el mundo.

Carestía


Uno de los precios que más se han incrementado en México en años recientes, junto con el de la gasolina, el huevo y la tortilla, es el del gobierno. Con o sin inflación, independientemente de la calidad de los servicios prestados y al margen de las circunstancias económicas internas y externas, los poderes públicos negocian entre ellos las cantidades de dinero que se asignarán a sí mismos y las incrementan año tras año, de manera implacable y hasta grosera. Detrás de las montañas de discursos y promesas, por debajo de los tecnicismos que buscan encubrir el abuso, la clase política no suda ni se acongoja por penurias económicas. Entre los rituales del calendario político, uno muy deprimente –a evaluar por resultados– es el del manoseo argumental de la educación, la salud, la vivienda y el bienestar de la población, que se presentan como batallas definitivas (aunque su vigencia sea de 12 meses) contra los grandes problemas del país: las negociaciones por el Presupuesto de Egresos, en las que participan diputados de lo más patriótico, funcionarios de Hacienda que hacen alarde de sensibilidad social, gobernadores, directores generales y presidentes de cosas autónomas, así como una nube de variopintos gestores y coyotes, como se conoce desde tiempos ancestrales, en nuestro lenguaje, a los que ahora llaman lobbysts.

La doctrina neoliberal, aplicada en México por la cadena de gobernantes Salinas-Zedillo-Fox-Calderón, dice que el Estado debe reducirse al mínimo. Esa especie de anarquismo de derecha, acuñado por Friedrich Hayek, ha pregonado que la presencia del sector público en la economía inhibe el florecimiento del orden espontáneo del mercado, la ley y la moral. La regulación de las actividades privadas y la redistribución de la riqueza (lo repetía hasta hace unos días el derrotado McCain, de pie sobre las ruinas del neoliberalismo) son pecados de lesa libertad. Más mercado y menos gobierno es la fórmula de la felicidad de las naciones.

Algo no cuadra en esa ortodoxia si uno se abre paso por entre el blindaje tecnocrático de los presupuestos anuales de egresos de la Federación (no otra cosa es la redacción de tales documentos, y más si se consultan las versiones desagregadas que difunde la Secretaría de Hacienda) y corrobora el incremento sostenido de los recursos nacionales que devoran los aparatos burocráticos: de 2002 a 2008, por ejemplo, el gasto programable de los “ramos autónomos” (poderes Legislativo y Judicial, IFE y CNDH) subió de 26 mil 500 millones de pesos (mdp) a casi 47 mil 800 mdp, aumento de 80 por ciento. En el mismo periodo la operación del gobierno federal (gasto programable de “ramos administrativos”: Presidencia, secretarías de Gobernación, Relaciones Exteriores, Hacienda, Defensa, Agricultura, Comunicaciones, Economía, Educación, Salud, Marina, Trabajo, Reforma Agraria, Medio Ambiente, Procuraduría, Energía, Desarrollo Social, Turismo y Función Pública, tribunales Agrario, Fiscal y Administrativo, Seguridad Pública y Conacyt) ha pasado de 333 mil 564 mdp a 656 mil 514 mdp (97 por ciento de incremento). Puntos de referencia: en esos mismos seis años el salario mínimo subió de 42.15 pesos diarios a 52.59 (aumento de 24 por ciento), y el precio de la gasolina (Magna) pasó de 5.71 pesos por litro a 7.01, lo que representa un alza de 22 por ciento.

Tal vez el gasto se justificaría si hoy tuviéramos un país más justo, más seguro, más educado, más saludable y más soberano, con instituciones robustas y prestigiosas. Pero del foxismo al calderonato México ha padecido un incremento exasperante de la desigualdad social, de la injusticia, de la pobreza, de la inseguridad y del descrédito institucional. El IFE y la CNDH han caído en un abismo de desprestigio; las dependencias de procuración de justicia y de seguridad pública dan pánico; la Profeco colabora en la defraudación de los consumidores; la Segob es (¿fue?) promotora de contratos para empresas familiares; en el presupuesto educativo hay espacio para estacionar 59 Hummers; la Suprema Corte exonera a violadores de derechos humanos; el Congreso realiza maniobras de distracción para tapar los afanes privatizadores de la industria petrolera, y la Presidencia, aniquilada por el dolor, pretende ordenar al país que reverencie la memoria de un prócer inverosímil y hechizo.

En conjunto, en 2008 el funcionamiento o la disfunción de esas estructuras han costado al país 700 mil millones de pesos, dineritos meramente operativos que se quedan muy por debajo de los 2 billones 569 mil 450 millones 200 mil pesos presupuestados para el gasto público del año, y en los que van, además de los gastos de administración, los pagos del Fondo Bancario de Protección al Ahorro y deuda, las participaciones a las entidades federativas y algo más. Para 2009 se prevé incrementar esa suma hasta 3 billones 45 mil millones de pesos.

¿Para qué?

10.11.08

No aprenden



Las sectas de la Cristiandad llevan milenios agarradas del moco, y no aprenden. Este domingo tuvo lugar, en Jerusalén, un episodio muy cagado.

6.11.08

Cadáver con guaruras



Pobre Mouriño: hasta en su velorio le tocó estar detrás de cercos policiales, autos blindados, arcos detectores de metales. En los pocos meses que estuvo en el Palacio de Cobián, la zona se pobló de barricadas verdes, calles clausuradas, vallas metálicas, policías inexpugnables, todo con tal de ahorrarle al Secretario una lejana mentada de madre. Ahora, hasta la tumba ha de acompañarlo el temor al repudio del pueblo. La suya no fue vida, y este ajetreo VIP tampoco es la paz de la muerte.
Moraleja: así, más valdría no gobernar.


5.11.08

¿Quién y por qué?



¿El azar? ¿El narco? ¿El clima? ¿El propio gobierno? ¿Algún otro de los poderes fácticos?

4.11.08

Dedos cruzados



Según una vieja creencia esotérica, en la intersección de dos líneas queda atrapada la suerte y decidido el futuro, y de allí vendría el ínfimo ritual de cruzar los dedos índice y medio para fortalecer la posibilidad de que se realice un deseo. Poca cosa, aparte de esa, nos queda por hacer en la elección presidencial de hoy a quienes no tenemos la ciudadanía estadunidense. Con los dedos cruzados, la gran mayoría de los habitantes de este planeta espera que hoy llegue a su término institucional el periodo negro en el que han estado sumidos desde hace casi ocho años debido a que un hombre sin atributos ocupó el máximo cargo público en la todavía mayor potencia del mundo. La decencia, el sentido común y las encuestas indican que la sociedad estadunidense no va a dar paso a un cuatrienio de bushismo sin Bush, encabezado por un héroe de guerra hechizo, vacío y rehén de las tribus libertarias, neoconservadoras y fundamentalistas cristianas. Pero nadie se atreve a descartar del todo la repetición, así sea improbable, de los milagros malignos que ocurrieron en las urnas de Florida y Ohio en 2000 y en 2004, y por eso cruzamos los dedos para que Obama triunfe, y por mucho margen, en los comicios de hoy.

Ya llegará el momento de repetir este conjuro de bolsillo para pedirle a quien corresponda que Barack recuerde, de cuando en cuando, su origen híbrido y periférico, el divorcio de sus padres, su conocimiento de la otredad, sus reventones del bachillerato, su trabajo comunitario, su paso por el periodismo, sus empeños legislativos para controlar los excesos de las corporaciones y la prodigalidad con que los jueces obsequian condenas a muerte.

Uno no va a olvidar que el aspirante demócrata es, a fin de cuentas, un hombre del sistema y del aparato, y que debe buena parte de su empuje mediático al capital privado. Éste se mostró indiferente cuando Bush perpetró crímenes de lesa humanidad y atropelló los derechos y las libertades civiles, pero no perdona que la presidencia republicana le haya ocasionado pérdidas bursátiles.

Ya llegará el momento de discernir en qué medida Obama está comprometido con sus patrocinadores y hasta qué punto es fiel a sus votantes. Ya habrá tiempo para ver si logra hacer algo en lo que se refiere a la recuperación del poder público de los intereses corporativos y si quiere o puede, y en qué medida, reconvertirlo en una representación de la gente.

Por ahora, por hoy, no queda sino desear que gane la Presidencia y que McCain y su grupo no consigan torcer el resultado mediante fraudes como los perpetrados por Bush en 2000 y en 2004. Que se malogre el propósito de la propaganda negra, empeñada en presentar a Obama como un peligro para Estados Unidos. Que no funcionen las trampas para disuadir de acudir a las urnas a los electores pobres y descontentos. Que la aberración antidemocrática del Colegio Electoral no pueda ser instrumentada para escamotear la victoria de los muchos millones de gringos que están hasta la madre de un presidente criminal, corrupto e ignorante, un hombre sin atributos o más bien con uno solo: el de estar muy próximo a dejar el cargo.



2.11.08

Eso ya lo sabíamos




Elba Esther y Felipe se han cruzado
en episodio lúbrico y funesto.
Él terminó infectado y descompuesto,
ella del coito atroz se ha embarazado.

Tuvo lugar el lance infortunado
—sindicato y gobierno en un incesto—
sobre un colchón robado al presupuesto
y un escalofriante resultado:

Cincuenta y nueve Hummers ha parido
la seudo dirigente vitalicia,
todas con piel y equipo de sonido.

Y al salir de la sala de obstetricia
regala las bebitas que ha tenido
a quienes le festejan la impudicia.



30.10.08

Citas con la muerte

Oaxaca meets Leonardo

El gran secreto de la muerte es que la muerte no existe. Es un final, es nada. Su existencia --si así pudiéramos llamarla-- es negativa; y su razón de ser está en la vida misma. Cuántos trastornos nos evitaríamos si pensáramos siempre que la muerte es la muerte.
Si un muerto te dijese que no existe la muerte, te desilusionarías tanto que serías capaz hasta de matarlo. Esta negación de la muerte es, sin embargo, el secreto de la muerte y de los muertos. Con él se vienen abajo todas las elucubraciones funerarias, muere la muerte.
Joaquín Pasos (Citado por Ernesto Cardenal en el prólogo a Poemas de un joven, FCE, México, 1982)

Madre generosa
de todos los muertos,
madre tierra, madre,
vagina del frío,
brazos de intemperie,
regazo del viento,
nido de la noche,
madre de la muerte,
recógelo, abrígalo,
desnúdalo, tómalo,
guárdalo, acábalo.
Jaime Sabines
(Fragmento de Algo sobre la muerte del mayor Sabines)

Vesalius


Noto cómo se forma gradualmente una corteza de indiferencia en mí, y lo digo sin quejarme. Es una cosa natural el comenzar a ser inorgánico, y creo que se llama la “indiferencia propia de la vejez”. Sin duda esto tiene que ver con un giro decisivo en la relación entre las dos pulsiones [el instinto de vida y el de la muerte]. Quizás este cambio no se note mucho exteriormente. Todo sigue siendo tan interesante como antes, las cualidades no han cambiado mucho, pero falta como una especie de resonancia [...]
Sigmund Freud (citado en Ars Moriendi, de Carlos Cobo Medina)

En un principio me hice humo
para que la cenicienta
pasara sin reconocerme.
Me hice el tonto, me hice el delgado,
me hice el sencillo, el transparente:
sólo quería ser ciclista
y correr donde no estuviera.

Luego la ira me invadió
y dije, Muerte, hija de puta,
hasta cuándo nos interrumpes?
No te basta con tantos huesos?
Voy a decirte lo que pienso:
no discriminas, eres sorda
e inaceptablemente estúpida.
Por qué pareces indagarme?
Qué te pasa con mi esqueleto?
Por qué no te llevas al triste,
al cataléptico, al astuto,
al amargo, al infiel, al duro;
a los asesinos, a los adúlteros,
al juez prevaricador,
al mentiroso periodista,
a los tiranos de las islas,
a los que incendian las montañas,
a los jefes de policía
con carceleros y ladrones?
Por qué vas a llevarme a mí?
Qué tengo que ver con el cielo?
El infierno no me conviene
y me siento bien en la tierra.
Pablo Neruda (“Laringe”, en Estravagario)

Serpiente de cascabel,
si a mi tumba tú bajaras,
llévame un poco de miel
de los labios de mi amada.
Son veracruzano


Warhol


Porque en el lento instante del quebranto,
cuando los seres todos se repliegan
hacia el sopor primero
y en la pira arrogante de la forma
se abrasan, consumidos por su muerte
—¡ay, ojos, dedos, labios,
etéreas llamas del atroz incendio!—
el hombre ahoga con sus manos mismas,
en un negro sabor de tierra amarga,
los himnos claros y los roncos truenos
con que cantaba la belleza,
entre tambores de gangoso idioma
y esbeltos címbalos que dan al aire
sus golondrinas de latón agudo [...]
José Gorostiza (Fragmento de Muerte sin fin)

El veinticinco de junio
abrió sus ojos Amargo,
y el veinticinco de agosto
se tendió para cerrarlos.
Hombres bajaban la calle
para ver al emplazado,
que fijaba sobre el muro
su soledad con descanso.
Y la sábana impecable,
de duro acento romano,
daba equilibrio a la muerte
con las rectas de sus paños.
Federico García Lorca (“Romance del emplazado”, en Romacero gitano)

La construcción cultural de las virtudes violentistas en las guerrillas latinoamericanas, exaltan un patrón de simbolización fuertemente masculinizado, que juega con la equivalencia entre lo viril y lo heroico, combatir como ofrendar o perder la vida es cosa de machos.
Ricardo Melgar (“Sacralización de la violencia en las guerrillas latinoamericanas”)


Construcción de la ofrenda doméstica

¿Es para terminar,
mañana, en prototipo del alarde fálico,
en diabetis y en blanca vacinica,
en rostro geométrico, en difunto,
que se hacen menester sermón y almendras,
que sobran literalmente patatas
y este espectro fluvial en que arde el oro
y en que se quema el precio de la nieve?
¿Es para eso que morimos tanto?
César Vallejo (“Sermón sobre la muerte”, en Poemas Humanos)

Fue sueño ayer, mañana será tierra.
¡Poco antes nada, y poco después humo!
¡Y destino ambiciones, y presumo
apenas punto al cerco que me cierra!
Breve combate de importuna guerra,
en mi defensa, soy peligro sumo,
y mientras con mis armas me consumo,
menos me hospeda el cuerpo que me entierra.
Ya no es ayer, mañana no ha llegado;
hoy pasa y es y fue, con movimiento
que a la muerte me lleva despeñado.
Azadas son la hora y el momento
que a jornal de mi pena y mi cuidado
cavan en mi vivir mi monumento.
Francisco de Quevedo

Me encontré con la Huesuda
sin saber que era la muerte.
Me dijo la testaruda:
“Ya no bebas aguardiente;
te vas a morir de cruda
y amarga será tu muerte.
(Estrofa de El Querreque)

Mínima alma mía, tierna y flotante, huésped y compañera de mi cuerpo, descenderás a esos parajes pálidos, rígidos y desnudos, donde habrás de renunciar a los juegos de antaño. Todavía un instante miremos juntos las riberas familiares, los objetos que sin duda no volveremos a ver... Tratemos de entrar en la muerte con los ojos abiertos...
P. Aelius Hadrianus (citado por Marichuy)

Yo no soy de esos cobardes
que le temen a la muerte
la muerte no mata a nadie,
la matadora... es la suerte.
Corrido de la Revolución Mexicana (citado por Manuel Servín Massieu)

Recuerde el alma dormida,
avive el seso y despierte
contemplando
cómo se pasa la vida,
cómo se viene la muerte,
tan callando.
Cuán presto se va el placer,
cómo, después de acordado,
da dolor;
cómo, a nuestro parecer,
cualquiera tiempo pasado
fue mejor [...]
Los placeres y dulzores
de esta vida trabajada
que tenemos,
no son sino corredores
y la muerte, la celada
en que caemos.
No mirando nuestro daño,
corremos a rienda suelta
sin parar;
desque vemos el engaño
y queremos dar la vuelta,
no hay lugar.
Jorge Manrique (Inicio de Coplas a la muerte de su padre, citado por María Cigales)

No hay pena comparable a la de morirse.
Pensamiento de Pito Pérez (citado por Alberto Lazcano)



Sonrisa maya