A estas horas decenas de miles de
ciudadanos se rompen el lomo en los cómputos distritales, necesarios
para esclarecer algo del cúmulo de irregularidades, inconsistencias
y manifiestas adulteraciones que exhibe la papelería electoral
empleada el pasado domingo.
En estos momentos, miles de integrantes
de #YoSoy132 están reunidos en la Asamblea General
Interuniversitaria, que se realiza en la Facultad de Ciencias de la
UNAM, para formular la posición del movimiento ante el comicio del
domingo y los sucesos subsecuentes, así como para delinear el futuro
de esta energía juvenil que en cincuenta días ha cambiado en forma
radical el rostro de una sociedad que parecía apática y resignada a
tolerar todos los desfiguros del poder. Hace ya seis semanas que los
estudiantes duermen poco porque se han entregado a la tarea de emitir
un mensaje claro y sólido y de asegurarse que llegue a todos los
ámbitos de la patria: el poder público se burla de la ciudadanía;
el dinero articula en un mismo manojo de intereses –la Presidencia,
el IFE, las televisoras, las radios y los periódicos– a un grupo
gobernante antidemocrático, autoritario y corrupto que reprime sin
escrúpulos, manipula y engaña en forma sistemática, se adueña del
dinero público e irrespeta las leyes que debería hacer cumplir; en
suma, que el rey va desnudo y que su trono es un montón de mierda.
Desde hace seis años, millones de
ciudadanos de todas las clases sociales, de todas las edades y de
todas las regiones han sacrificado sus días de descanso y sus horas
de sueño para engendrar organizaciones sociales capaces de hacer
frente a la pudrición manifiesta de las instituciones. Optaron por
la lucha pacífica, por la formación política, por el estudio de la
historia y de las leyes enmarañadas y tramposas que constituyen el
parapeto jurídico de la corrupción gobernante. Participaron en
reuniones, consiguieron equipos de sonido, cargaron sillas,
festejaron, se dieron ánimo unos a otros, se entregaron a las causas
urgentes del país.
A partir del mes pasado, cientos de
miles de personas de buena voluntad se echaron encima la
responsabilidad de ser funcionarios de casilla, de mantener el orden
y la civilidad en los centros de votación, de impedir
irregularidades y de no dejarse comprar por los turbios dineros
priístas. Asistieron a los cursos de capacitación y vivieron, el
domingo, jornadas agotadoras hasta de 18 horas para cumplir con su
deber ciudadano. Junto a ellas, otros cientos de miles se
desempeñaron con honestidad como representantes de casilla de los
partidos que postularon a la fórmula que enarbola el Nuevo Proyecto
de Nación. Y al lado de unos y otros, muchos miles más participaron
en la vigilancia de los comicios como observadores de diversas
organizaciones.
Vé tú a saber cuántos millones de
pobres y de miserables rechazaron o burlaron los intentos de
cambiarles la voluntad ciudadana por una tarjeta prepagada de Soriana
o de otra de esas tiendas, por un celular, por un saldo para celular,
por una despensa o un paquete de cosméticos. Pocos no habrán sido,
en todo caso, si se toma en cuenta la magnitud del operativo puesto
en práctica por la candidatura oligárquica para darle mordida al
país a cambio de que le permitiera llegar a la silla presidencial.
Y cúantos estudiantes se habrán
topado, por participar en #YoSoy132, con la hostilidad de sus padres.
Y cuántas señoras fresas habrán debido hacer frente al repudio
burlón de su entorno social por sumarse a la causa de López
Obrador. Y cuántos han dejado de tomar vacaciones, de festejar sus
aniversarios, de comer y dormir bien, por servir al país sin otro
mandato que el de su conciencia.
A lo largo de cuarenta y tantas
jornadas, si se empieza a contar desde mediados de mayo, millones de
personas en muchas ciudades del país han desafiado a los grupos de
choque priístas, a las corporaciones policiales locales, al sol y a
la lluvia, y han salido a las calles a expresar su indignación ante
el programa de sustitución de mandos políticos elaborado y puesto
en práctica por el régimen oligárquico y corrupto, con todo y su
ejército de medios vendidos, de opinadores comprados y de operadores
partidistas pagados con dinero público.
Y en estos días últimos, muchos
individuos han superado la depresión abismal que les produjo el
primer capítulo del golpe de estado institucional, la noche del
domingo, y se han incorporado a las tareas de documentación del
fraude, de denuncia ciudadana, de divulgación y de resistencia.
Se ha hablado, se ha escrito, se ha
pintado, se ha impreso, se ha bailado, se ha grafiteado, se ha
cantado, se ha tuiteado, se ha imeileado, se ha feisbuqueado, se ha
mensajeado, se ha grabado, un cúmulo casi inimaginable de
información y de reflexiones que sirven de contrapeso al discurso
oficial y a sus poderosos medios desinformativos. Sabrá Dios en qué
tenebrosa sima estaría México si no se hubiese realizado esta tarea
de esclarecimiento.
Casi en todo, estos trabajos inmensos
se han realizado en forma gratuita o, para usar el latinajo clásico,
ad honorem, es decir, por el mero honor que implica el
efectuarlo. Conmueve el hecho de que en el lado de la sociedad
–Morena, #YoSoy132 y en una miríada de grupos que trabajan por el
bien de los demás y del país en general– hay que juntar la lana
en cerros de monedas de a diez pesos, en boteos y rifas, en los
aportes modestísimos, pero cargados de significado, de gente
necesitada, mientras en el otro bando, como botón de muestra,
Eruivel Ávila se truena mil 800 millones de pesos del erario en al
adquisición de tarjetas de Soriana para comprarle votos a su
antecesor y jefe.
Gracias a todo ese esfuerzo social, la
moneda de la elección presidencial sigue estando en el aire. Pero es
más que una presidencia lo que está por definir: el país vive un
momento crucial en el que habrá de optar por la renovación y la
decencia o mantenerse uncido por los intereses oligárquicos en la
indignidad y la vergüenza.
Ese conjunto de ancianos, personas
maduras, jóvenes y hasta niños que se han involucrado en el rescate
del país y de sus instituciones, es la riqueza de México. Gracias a
él, el régimen sigue enfrentando severas dificultades para consumar
la imposición en la presidencia de un analfabeto funcional, corrupto
y cínico. Pero, independientemente del resultado de esta batalla
particular, en estos meses la conciencia cívica del país ha
avanzado lo que no avanzó en décadas. Mientras en las alturas del
poder se realizan preparativos frenéticos para el remplazo de un
delincuente presidencial por otro, en las calles y plazas, en las
viviendas, frente a las oficinas públicas y los corporativos, en los
sitios de trabajo y en los mercados, millones de mexicanas y
mexicanos siguen aportando su esfuerzo, sin pago de por medio, para
que la patria vuelva a ser motivo de orgullo y deje de dar vergüenza.
Ellos son los hacedores de la historia.
1 comentario:
Ves lo que nadie ve.
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