El
PRI es más que sus siglas y que su logotipo: es una forma perversa
de ejercicio del poder para el saqueo del erario, la imposición de
intereses corporativos, el uso patrimonialista de los recursos
gubernamentales para la perpetuación del control de las
instituciones (incluidas las electorales) por un grupo de operadores
enriquecidos y la preservación de una red de impunidad que recorre
los sexenios. Esa identidad es plenamente compartida por Acción
Nacional, el Partido de la Revolución Democrática, Nueva Alianza,
Verde y demás franquicias electorales, lo que ha sido llamado
PRIANRD o Partido del Pacto por México (PPM). Desde esa perspectiva
el priísmo no perdió nada en las elecciones del pasado domingo 5 de
junio.
A
estas alturas hay tanto en juego en las pugnas electorales entre
priístas, panistas y perredistas como en un partido de futbol: los
equipos luchan por imponer sus colores propios sobre los contrarios y
por hacerse de los beneficios económicos del campeonato pero jamás
para cambiar las reglas técnicas, mediáticas y monetarias del
juego. No es posible encontrar una diferencia sustancial, por
ejemplo, entre el Rafael Moreno Valle priísta y el Rafael Moreno
Valle panista o entre el Miguel Ángel Yunes priísta y el Miguel
Ángel Yunes panista; independientemente de su filiación partidista
coyuntural, se trata de individuos corruptos, represores,
inescrupulosos y sin otro propósito de gobierno que el del beneficio
para sí mismos y sus respectivos grupos.
Ya
sea con su escudo principal o mimetizado en los del PAN, el PRD,
Nueva Alianza, Verde y demás, el PPM ha procurado reducir los
comicios a una rebatinga familiar por el reparto de cargos. Lo ha
conseguido, en alguna medida, pero a un precio muy alto: la creciente
erosión de su fracción principal –la priísta, gran perdedora en
las elecciones del domingo–, y la pérdida de identidad de otras
dos, la panista y la perredista, las cuales marchan hacia un proceso
de virtual fusión. Las numerosas alianzas panredistas ponen en
evidencia que en las organizaciones que las conforman no queda ya
gran cosa de ideología, principios ni programa y que la motivación
de ambas es, simplemente, preservar y ampliar cuotas de poder y
acceder al control de filones del presupuesto. En general, el baile
de alianzas en el territorio nacional –Nueva Alianza puede ir
coaligada al PRI en Veracruz y al PAN en la vecina Puebla, en tanto
que el PT va con el verde y el PRI en Chihuahua pero camina con el
PAN y Nueva Alianza en Puebla, por ejemplo– muestra la obscena
carencia de diferencias reales entre los partidos políticos, su
falta de memoria y escrúpulos y la conversión de los procesos
electorales en meras oportunidades de negocio.
Ante
ese panorama el Movimiento Regeneración Nacional ha ido a las urnas
en solitario con respecto al resto de los partidos pero en acuerdo
con movimientos sociales como el de los maestros, grupos
ambientalistas, y organizaciones populares de diversa índole y se ha
consolidando, en apenas un año –del 7 de junio de 2015 al 5 de
junio de este año– como la única fuerza electoral dispuesta a
jugar para cambiar las reglas del juego. Incluso con el catálogo de
suciedades desplegado por el PRD en el Distrito Federal, Morena
consiguió ratificarse como la primera fuerza política capitalina.
Otro tanto ocurriría en Veracruz si se descontara el ostentoso
fraude operado en Veracruz por el PRIANRD para cerrarle el paso a ese
partido emergente. El Prep del Ople veracruzano se parece tanto al
inverosímil recuento que exhibió el Ife de Luis Carlos Ugalde en
2006 para meterle a la candidatura panista más votos de los que
obtuvo en las urnas e incrustar a Felipe Calderón en la Presidencia.
Ese mecanismo de fraude cibernético, combinado con la compra masiva
de votos por los primos Yunes, pretende desplazar al tercer sitio al
candidato de Morena, Cuitláhuac García.
Pero
incluso en las cifras increíbles del Ople de Veracruz, Morena es el
partido más votado en la entidad, otro tanto ocurre –a pesar de la
montaña de mapacheos– en Oaxaca, y en otras entidades la
organización que encabeza López Obrador está en segundo o en
tercer sitio, lo que habla de un avance formidable no sólo de su
votación, sino en la recuperación de los procesos políticos
nacionales secuestrados y desvirtuados por el PPM. Muy a su pesar los
comicios tienen, pues, mucho más contenido político, social y
económico que un partido de futbol.
1 comentario:
Me parece muy clara tu visión y tos conclusiones. Ojalá que más gente se diera cuenta de la situación a la que nos han llevado esas negociaciones entre partidos y de la necesidad de impulsar la única opción posible hasta ahora de enfrentar esa corriente que continuaría llevando al país a situaciones cada vez más adversas
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