28.11.07

Algo sobre Los Otros


  • Clara y su papá van al museo
  • Los africanos conquistamos Europa

lara fue el viernes al Museo de Antropología en una visita escolar. Regresó cansada pero insatisfecha con lo poco que lograron ver (dos salas: la maya y la mexica) y me pidió que la llevara de nuevo. Me pareció una buena idea y el sábado al mediodía estábamos bajo el paraguas magnífico que se extiende sobre el patio del recinto, sin decidir a qué sala entrar. Optamos por una solución sensata (hay otras): empezar por el principio, ir al espacio que se llama “Introducción a la Antropología” y saludar allí a la entrañable Lucy y ofrecer nuestros respetos al Neandertal difunto. La figura de cera, reclinada sobre su costado, robusta y peluda, me conmovió. En su presencia pensé en lo mismo que ha pensado tanta gente: estos tipos poseían un cilindraje craneal mayor que el nuestro y de seguro tenían un neocórtex espeso; fabricaban herramientas en forma regular; se comunicaban entre ellos por medio de un lenguaje hablado cuya complejidad desconocemos; desarrollaron comportamientos religiosos; tal vez construyeron y habitaron cabañas rústicas; rozaron con sus dedos toscos la creación artística –eso que no sirve para nada más que para distinguirse de la inercia natural— y fueron protagonistas de una cultura, la musteriense, que floreció en Europa, Medio Oriente y Asia Central, durante buena parte del Paleolítico. Pero lo más estremecedor es que rendían homenaje a sus muertos. Eso quiere decir que eran conscientes de la frontera trascendente entre la vida y la muerte y que se concebían a sí mismos como seres singulares e irrepetibles: eran personas y pensaban.

Según el conocimiento moderno, los neandertales no son nuestros ancestros, sino compañeros de viaje de los primeros Homo sapiens. Éstos aparecieron en África, aquellos en Europa, y ambos convivieron en el Viejo Continente hasta fechas relativamente recientes: se han hallado restos de neandertales de 30 mil años de antigüedad e incluso de menos. Al parecer, evolucionaron hace cosa de 250 mil años en tierras europeas a partir de los erectus y del antecessor, mientras que en el actual Continente Negro los sapiens, sucesores de los ergaster, se preparaban para dominar el mundo. Los neandertales vendrían siendo, pues, una especie de primos o tíos nuestros en primer grado. Se ha recuperado los restos de más de 400 y entre ellos hay algunos menores más o menos célebres: el Niño de Engis, descubierto en esa localidad belga en 1829, y los de Dederiyeh, Siria, hallados en 1993 y 1997, en el fondo de lo que fue probablemente una caverna habitada. El primero de estos pequeños, cuyo esqueleto se recuperó casi entero, tenía dos años de edad al momento de su muerte (hace 50 mil), medía unos 80 centímetros y, a pesar de la cabeza grande, los brazos largos y los huesos anchos, habría caminado en forma muy similar a la de un niño contemporáneo. Yacía boca arriba, con los brazos extendidos y las piernas flexionadas. Al momento de su entierro alguien puso una piedra tallada en forma rectangular a un lado de su cabeza y depositó sobre su pecho, a la altura del corazón, un triángulo de sílex.


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Nanas para Selam
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Un debate que parece eterno versa sobre la clase de relaciones que se desarrolló entre las especies neanderthalensis y sapiens, ambas pertenecientes al género Homo. Hoy en día se da prácticamente por descartado que nuestros parientes próximos se hayan extinguido a causa de cambios climáticos. Todo indica, en cambio, que la otra especie de homínidos inteligentes, la nuestra, fue decisiva de alguna manera en su desaparición. Algunos afirman que ambos grupos se mezclaron, que los neandertales fueron absorbidos por nuestra especie y que llevamos su herencia en el fondo de las células: “El reciente estudio del material genético procedente de la muela de un niño neandertal de hace 100 mil años ha concluido que el hombre de Neandertal no es antepasado del Homo sapiens, si bien un reciente estudio aporta datos para creer que los seres humanos contemporáneos tienen genes neandertales y que el cruce entre especies podría haber ocurrido”, posibilidad que otros niegan de manera enfática. En síntesis, está claro que hace medio millón de años los caminos de la evolución separaron a ambas especies, pero es incierto si éstas se reunieron, en los episodios más acendradamente románticos de la historia humana y natural (las diferencias entre los Capuleto y los Montesco serían una bobada en comparación con lo que pudo ocurrir cincuenta mil años antes en cuevas antagónicas), y si en algún momento emparentamos. Se discute incluso si no debemos acortar las distancias y referirnos a estos infortunados primos como Homo sapiens neanderthalensis.


En el presente la creencia mayoritaria indica que nuestros ancestros eliminaron de diversas maneras a sus rechonchos familiares: quitándoles el alimento, despojándolos de su territorio o, más directamente, aplastándoles la cabeza a pedradas. Ya pueden olvidarse de lo que aprendieron en las clases de Historia: la verdad es que la Primera Guerra Mundial empezó hace cincuenta milenios, que duró otros treinta, que en ella los africanos invadimos Europa y Asia, que liquidamos a sus habitantes y que luego, desde los nuevos territorios dominados, emprendimos la conquista de América, en donde no encontramos seres más inteligentes que las llamas y los monos saraguatos.


Oh inteligencia, soledad en llamas
: ya dueños del mundo, los Homo sapiens sapiens nos sentimos solos con nuestra portentosa capacidad mental y empezamos a buscar, en forma cada vez más obsesiva, a otras criaturas dotadas de intelecto y de conciencia: creamos una gran cantidad de dioses, ángeles, demonios, espíritus y santos; imaginamos que compartíamos el planeta con seres como los centauros, los aluxes y las ninfas; hurgamos en los cerebros de chimpancés, delfines y elefantes, con la ilusión inútil de entablar un diálogo; últimamente elaboramos programas de inteligencia artificial, fabricamos máquinas parlantes y escudriñamos el firmamento, esperanzados en hallar inteligencias biológicas con las cuales conversar e intercambiar recuerdos. Pero, como dicen las palabras finales de la novela del Gabo, cuando la soledad cae como condena sobre una estirpe, no hay para ella una segunda oportunidad sobre la Tierra. Tal vez la moraleja, si hay alguna, sea que más vale no exterminar a nadie porque puede ocurrir que un día se le eche de menos.


--¿Ya nos vamos, papá?
–preguntó Clara con un dejo comprensible de impaciencia, y acto seguido pasamos a otra sala del Museo. Salí de allí con una deuda que había que saldar:

Murió tu semejante. Fue el primero
que no quedó tirado en el paisaje
porque en ritos de fúnebre homenaje,
pariente inmemorial, fuiste pionero.

Duermes, pues, Neandertal, en un austero
socavón, entre piedras y follaje,
que otro tosco ejemplar de tu linaje
escarbó con amor y con esmero.

¿Te mató el clima? ¿Fuiste asesinado?
¿Fue mi ancestro Caín, en una guerra
en que tú fuiste Abel? --Nada es seguro,

salvo que tú estás muerto y sepultado,
y el otro inteligente de la Tierra
llora de soledad en el futuro.


9 comentarios:

Gerardo de Jesús Monroy dijo...

Preferiría creer que los Neandertal terminaron dentro de nuestros genes debido al mestizaje, aunque la plausible hipótesis de que exterminamos a una especie humana en el pasado, ejerce cierto atractivo malévolo. En los sesenta, el descubridor del Australopithecus (Raymond Dart, médico forense) sostenía que este género era violento; por entonces se habían hallado restos que aparentemente indicaban el asesinato de varios individuos a manos de otros, aunque posteriormente se han expuesto explicaciones diferentes para las lesiones y huellas que hay en los esqueletos.

Y sin embargo, cuando vemos lo que pasa en Irak, lo que pasa en Bolivia (tan distorsionado por los medios), lo que pasa en tantos lados... Podemos creer que hemos acabado con el ser humano, ya, en una encarnación anterior, y que lo volveríamos a hacer.

Tus dos poemas, el de hoy y la "Recordación de Lucy", son muy bellos, me gustaron mucho. El primer encabalgamiento (en el poema de hoy) me recuerda a ese gran autor de sonetos que fue Borges. También con Borges lo vincula el tema de Caín.

Pedro Miguel dijo...

Erat: la violencia es una constante en la naturaleza. Un ejemplo hasta tragicómico es la extremada belicosidad que despliegan entre ellos los colibríes machos, por más que pertenezcan a una especia que podría parecer intachable y encantadora. Los humanos venimos de allí, pero si somos capaces de cometer traiciones a Natura del tamaño de los agujeros de ozono, tendríamos también que poder imponernos a nuestras herencias naturales y dejar de matarnos entre nosotros.
Claro; mientras escribía lo de aquí arriba, tuve a Borges en mente todo el tiempo:
Y así, de manera fiel,
narré al historia hasta el fin.
Es la historia de Caín
que sigue matando a Abel.

Cynthia dijo...

¡Uyyyy! Pero qué lindoooooooooo.

El patio trasero dijo...

"En la época en que la humanidad, apenas desarrollada, se ejercitaba ya en la desgracia, nadie la hubiera creído capaz de poder producirla en serie un día"
E.M. Cioran (Hablando de autores un tanto nazis).

Roque Nuevo dijo...

Hola Pedro,

La frase, "la Primera Guerra Mundial empezó hace cincuenta milenios, que duró otros treinta, que en ella los africanos invadimos Europa y Asia, que liquidamos a sus habitantes y que luego, desde los nuevos territorios dominados, emprendimos la conquista de América" me produjo ese viejo placer por la columna baja que resulta de leer algo lúcido y elegante. Y desde luego la sensación engañosa de facilidad ¡"Yo hubiera podido decir eso"!

Un abrazo

Victor Castillo dijo...

Pedro Miguel:

Me da la impresión que la historia del "Homo Sapiens ¿sapiens?", es similar al cubo ese de colores, llamado cubo magico, pero un cubo al que le cambiaron un cuadrito.

Una vez, como artilugio, Bertrand Russell, planteo la posibilidad de que el mundo tiene apenas unos minutos de haber sido creado, y que el pasado no es más que un recuerdo ilusorio.

Entonces: qué triste que al pasado los gobernantes necesiten echarle sal; más triste, que hagamos lo mismo.

Me hiciste acordar cuando iba al museo.

Suerte y abrazos.

PD: Admiro tu capacidad de contar cosas; no me das tiempo de ponerme al día. Suerte y abrazos de nuevo.

SHE dijo...

me ahorro el comentario, Victor Csstillo me leyò el pensamiento,
de acuerdo en todo.
Un saludo Pedro, me encanta tu dulce crudeza de lenguaje.
Respond+i tu coment en mi blog, gracias.

Roque Nuevo dijo...

Ahora que un comentario me llamó la atención a tu soneto, segundo sus palabras. Pensé que nadie escribía sonetos hoy. Pero tengo unas preguntas: ¿Usaste la rima consonante en los cuartetos y la asonante en las tercetos con algún propósito? ¿Cuál sería, si no es indescreción? Y, aprendí en la escuela que los versos del soneto deben ser endecasílabo. Así parece que o no lo atinaste al cien por cien o que usabas otro tipo de verso a propósito o que yo no sé medir los versos ¿Cuál es?

Un abrazo

Pedro Miguel dijo...

Gracis, Cynthia.

Patio trasero: Hermosa cita del (pues sí) medio nazi Cioran. Gracias.

Víctor: El pasado es nuestra raíz y parte viva de nosotros. Yo prefiero seguir peleando con él, añorándolo y mentándole la madre, que ignorarlo. Hay que volver a los museos.
Abrazo.

Gracias tardías por la visita, She, y por la buena opinión; de lo que hay en esta tienda, creo que Pepe Batres te puede gustar.

Roque nuevo: Pues dí el breve recuento, aprópiatelo, fírmalo, y listo: soy un ferviente partidario de la piratería (lo que uno escribe y compone es de todos o no es de nadie, que es lo mismo) y no te reclamaré derechos autorales.
Del soneto: tanto los cuartetos como los tercetos llevan rimas consonantes (todas las letras iguales) y no asonantes (sólo las vocales iguales); revísalo y verás. En cuanto al metro, me temo que no mediste bien los versos, e intuyo por qué: porque hiciste un conteo mecánico y no uno prosódico (se rige por el acento tónico y toma en cuenta la pronunciación usual de sinalefas, hiatos y diptongos), que es el correcto. Si cuentas las sílabas aisladas de su contexto, ni Quevedo sobrevive a la prueba. Simpatizo con tu dificultad, porque a mí me resulta endemoniadamente arduo comprender la estructura del pentámetro yámbico, tan característico de la poesía inglesa, y + o - equivalente al endecasílabo castellano.
Un abrazo.







Perdón por no haber respondido antes a sus comentarios.