10.11.07

Miguel Luna

se nos murió en esta tarde de sábado.

Paciencia, querido tocayo. El año entrante ocuparás el sitio de honor en la ofrenda.

El Miguel que se quedará en mi recuerdo

Suave, discreta, elegantemente, como era su costumbre, se fue Miguel Luna. Alguien comentó la noche de este sábado que su muerte fue como el final de una buena película. Yo no diría sólo buena, sino excelente, de ésas de festival, de cine de autor. Tan buena que aún los que llegamos tarde la disfrutamos con una intensidad que no nos regalaron muchas cintas completas. Y hubiéramos querido quedarnos a la siguiente función para verla desde el principio, sólo que en esta sala no hay permanencia voluntaria. Así que tendremos que conformarnos con los relatos de los que llegaron temprano, como Blanche Petrich en su sentida nota laudatoria, como don Carlos Payán hilvanando anécdotas en la agencia funeraria. Lo bueno es que hay reseñistas de primera clase.

Sin embargo, también la parte que me tocó ver tuvo momentos deslumbrantes, como esas veladas después de la hora de cierre en su hermosa casa de la colonia Roma, siempre abierta para los amigos, en ocasiones durante meses enteros. Anfitrión nato, chef y barman de cultura universal, Miguel sabía improvisar una opípara cena y mezclar bebidas como nadie mientras el gran refrigerador que don Carlos Narváez bautizó como Don Alfonso –sólo él sabe por qué– despachaba hielos que era un contento y el señor de la casa aderezaba la tertulia con una charla salpicada de erudición y deliciosos sarcasmos.

El grado de afecto que Miguel profesaba por alguna persona se medía por la acidez de las pullas que le lanzaba y por el certero sobrenombre que le imponía. A mayor mordacidad, mayor cariño. Uno de sus blancos favoritos era el gato que le regaló Pedro Miguel y al que apodó Babas, atribuyéndole una estupidez impensable en un felino, por muy castrado que estuviese. En realidad, el cuadrúpedo era el dueño irrebatible de la cocina y de ese antecomedor cuadrado que albergó tantos debates de madrugada.

El Miguel que se quedará en mi recuerdo es ése que subía a reclamar que no caían planas en la red, pero también el que requebraba con galantería de vieja escuela a cuanta dama de buen ver se ponía a su alcance; el que pescaba la errata que se le iba a todo el mundo y asimismo el que se llevaba aparte al mesero para pagar la cuenta que según el consenso de la mesa iba a ser compartida; el que componía punzantes décimas y sonetos para el suplemento de Calaveras y circulaba envuelto en sonrisas y humo azul de corrillo en corrillo durante los brindis del periódico.

Las luces se encienden. De pie, señoras y señores, y a aplaudir con ganas, pero sin chiflidos ni grititos destemplados, por favor, que al ingenioso Don Miguel de Luna y Pimentel no le cuadran las demostraciones de mal gusto.

(Mensaje enviado por Jorge Anaya)


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Temido, perruno y queridísimo

Es cierto todo lo que dice Jorge Anaya sobre Miguel y lo mejor será que cada uno lo despida como él mismo hubiera deseado, sin formalidades, pero la noticia me sorprendió en otra ciudad, lejos de su cubículo donde a veces lo saludaba, y no puedo evitar la cursilería de estos casos y sentirme triste por Miguel. Hace algunas semanas me invitó un último vaso de vino tinto y bromeó galantemente, como sólo él sabía hacerlo.

Un abrazo enorme y muchos besos para ti, temido, perruno y queridísmo Miguel Luna.
La que se encontró tu foto y quisiera que nunca te hubieras ido.

(Comentario de Anónima)

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Gracias, Miguel
Lamento saber de la partida adelantada de Miguel y todas las
noches compartió con los entonces más jóvenes sus conocimientos.
Cuándo llegué a
La Jornada a trabajar me dijo: ‘No dures mucho
en esto, es un vicio. Vete en cuanto puedas
’. Ocho años después, en
mi último día, me lo recordó:
‘Qué bueno que te vas, haz tu vida.
La Jornada es como otra esposa que la primera no quiere. Dieciséis
años después de la primera plática lo recuerdo como entonces.

Gracias Miguel.

(Mensaje enviado por
Victor Garcia)

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Para tu amigo

Saludos, Pedro Miguel, y un abrazo grande y solidario para ti y para
todos los que lloran la partida de quien en vida sólo pudo ser tan feliz
como grande es la pena que su adiós deja. Para tu amigo:

Tierra voraz, oscuro hogar bendito
donde el dolor se apaga,
yo quiero reposar bajo tus sábanas
de secretas ternuras germinales
y así, cual la semilla
que se oculta en tus húmedas tinieblas
resurge transformada:
ya en la longeva beatitud de un árbol
o en los brotes de flores temporales
que las lluvias despiertan en los campos:
renacer de tu entraña
y subir los peldaños
que en la escala de vidas
mi evolución alcance;
porque vengo de ti, soy lodo en trance
que a fuerza de nacer y de morir,
ha de llegar a definir su esencia
para ser en el cosmos vida eterna...

(Elías Nandino, un cachito de Nostalgia de la tierra)

(Comentario de mm)


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Cuando nos volvamos a encontrar...

Porque puedo escribo

Estoy en el espacio del no tiempo, esperando a que me asignen mi nuevo lugar en el universo. Ojalá aterrice en Venus, ya que la venustez fue mi pasión.

Y mientras eso sucede pienso en lo suertudo que fui en la vida, me motivó la intensidad e hice lo que quise, sin rendirle cuentas a nadie… ¡me atreví!

Esta intensidad me llevó a participar en el proyecto más importante de mi existencia. ¡Finalmente encontré mi lugar! Con una extraordinaria cabeza y un sensible grupo de amigos creamos una pequeña luz, que más rápido que tarde se convirtió en un gigantesco sol. Así contribuimos a dar la luz necesaria para caminar por las tinieblas en las que nos encontrábamos en este país. ¡Nadie nos apagará!

Soy tan afortunado que hace unos días mi familia y mis amigos me organizaron un fiestononón de despedida (qué poder de convocatoria tengo, ¡caray!). De abajo hacia arriba todos fueron amigos, fue como siempre imaginé nuestro lugar de trabajo. ¡Carajo! Somos un gran equipo.

Yo agradezco a los de cerca y a los de lejos, con unos mi relación fue más intensa, de otros recibí apoyo incondicional.

También sé que mi esposa, mi hija, mi madre, mis hermanos y mis sobrinos y por supuesto el babas están profundamente agradecidos por tantas atenciones y muestras de cariño.
Por cierto, haber organizado la fiesta cerca de nuestras amadas bataclanas fue un acierto.

Y no se preocupen, cuando nos volvamos a encontrar, de la comida y el tlachicotón me encargo yo.

(Comentario de Héctor Luna)


Al igual que Monsiváis y que Magú, Miguel se volvió personaje de la historieta El Santos, de Jis y Trino.


7 comentarios:

Anónimo dijo...

Es cierto todo lo que dice Jorge Anaya sobre Miguel y lo mejor será que cada uno lo despida como él mismo hubiera deseado, sin formalidades, pero la noticia me sorprendió en otra ciudad, lejos de su cubículo donde a veces lo saludaba, y no puedo evitar la cursilería de estos casos y sentirme triste por Miguel. Hace algunas semanas me invitó un último vaso de vino tinto y bromeó galantemente, como sólo él sabía hacerlo.
Un abrazo enorme y muchos besos para ti, temido, perruno y queridísmo Miguel Luna.
La que se encontró tu foto y quisiera que nunca te hubieras ido.
(Gracias, Pedro, por el espacio)

Pedro Miguel dijo...

Anónima: van al blog tus palabras, junto con las de Jorge y las de quienes quieran sumarse. Yo sigo sin encontrar las mías.

Mm dijo...

Saludos, Pedro Miguel, y un abrazo grande y solidario para ti y para todos los que lloran la partida de quien en vida sólo pudo ser tan feliz como grande es la pena que su adiós deja. Para tu amigo:

"Tierra voraz, oscuro hogar bendito
donde el dolor se apaga,
yo quiero reposar bajo tus sábanas
de secretas ternuras germinales
y así, cual la semilla
que se oculta en tus húmedas tinieblas
resurge transformada:
ya en la longeva beatitud de un árbol
o en los brotes de flores temporales
que las lluvias despiertan en los campos:
renacer de tu entraña
y subir los peldaños
que en la escala de vidas
mi evolución alcance;
porque vengo de ti, soy lodo en trance
que a fuerza de nacer y de morir,
ha de llegar a definir su escencia
para ser en el cosmos vida eterna..."

(Elías Nandino, un cachito de Nostalgia de tierra)

Pedro Miguel dijo...

Gracias por la tibieza, mm, y por los versos de Nandino. Alcancé a conocerlo en la casa que tenía Xavier Rojas en la calle de Alzate, y me impresionó el que un poeta tan grande fuera, además, un tipo tan divertido: el fragmento le va muy bien al muerto.
Abrazo.

Anónimo dijo...

Pedro Miguel, ¿qué puedo decirte? Pues sólo gracias, gracias a ti y a todos los les han enviado tantas pruebas de afecto a Miguel Luna.
Muchos me han dicho que era el papá que a uno le encantaría haber tenido. Yo tuve la inmensa suerte de que fuera el mío y por eso se me parte el alma en mil pedazos por su partida.
Mi papá, en inquebrantable equipo con mi mamá, me enseñó todo en esta vida.
Con él cada día era diferente y me sorprendía cada vez que hablaba con él, a veces llamándolo a las 3 de la mañana para platicarle una anécdota, un chiste, preguntarle algo o nada más recodarle cuánto lo quería… aunque eso lo hiciera refunfuñar.
Mi papá que siempre me llamó Morbo o Alimaña con todo el cariño del mundo.
Mi papá que me ayudaba con las tareas, así como me apoyaba y defendía en las malas y las muy malas, entre el reconfortante humo de sus Delincuentes.
Mi papá que hace años quería conseguir una silla de ruedas eléctrica para andar por la ciudad, mientras los padres de mis compañeros corrían inútiles maratones.
Mi papá que me dijo, la primera vez que salí maquillada, “no te preocupes te ves muy bien, pareces cabaretera”.
Mi papá que como consuelo en mis desamores me hacía ver cuánta película de vampiros hubiera a nuestra disposición.
Mi pá que me traía varitas mágicas de Estados Unidos cuando viajaba contigo.
Mi papá a quien vi por última vez este mes de agosto, en esos días que fueron una despedida…y ahora me doy cuenta de que ambos lo sabíamos.
Mi papá que con el ejemplo me enseñó la integridad, el no venderse, el ser libre, la generosidad sin límites, el defender los principios de uno sin nunca ofender y tanto tanto más que si sigo no podré parar.
¡Oh qué la canción!, ya se me salen las lágrimas de nuevo en lo que trato de vivir en este mundo en el que desde hace una semana Miguel Luna ya no está.
Lo único que me queda es agradecerles una vez más todo su cariño y disfrutar de la vida tratando de estar a su altura, pues esa es la lección más importante que aprendí de Miguel Luna.
Valeria Luna

Pedro Miguel dijo...

Querida Valeria:

Qué hermosa remembranza de tu papá, y qué certera. Yo te doy las gracias por esas líneas y por lo mucho de él que perdura en ti. La vida, en general, está impregnada de Miguel Luna.
Un gran abrazo.

Anónimo dijo...

Porque puedo escribo

Estoy en el espacio del no tiempo, esperando a que me asignen mi nuevo lugar en el universo. Ojalá aterrice en Venus, ya que la venustez fue mi pasión.
Y mientras eso sucede pienso en lo suertudo que fui en la vida, me motivó la intensidad e hice lo que quise, sin rendirle cuentas a nadie… ¡me atreví!
Esta intensidad me llevó a participar en el proyecto más importante de mi existencia. ¡Finalmente encontré mi lugar! Con una extraordinaria cabeza y un sensible grupo de amigos creamos una pequeña luz, que más rápido que tarde se convirtió en un gigantesco sol. Así contribuimos a dar la luz necesaria para caminar por las tinieblas en las que nos encontrábamos en este país. ¡Nadie nos apagará!
Soy tan afortunado que hace unos días mi familia y mis amigos me organizaron un fiestononón de despedida (qué poder de convocatoria tengo, ¡caray!). De abajo hacia arriba todos fueron amigos, fue como siempre imaginé nuestro lugar de trabajo. ¡Carajo! Somos un gran equipo.
Yo agradezco a los de cerca y a los de lejos, con unos mi relación fue más intensa, de otros recibí apoyo incondicional.
También sé que mi esposa, mi hija, mi madre, mis hermanos y mis sobrinos y por supuesto el babas están profundamente agradecidos por tantas atenciones y muestras de cariño.
Por cierto, haber organizado la fiesta cerca de nuestras amadas bataclanas fue un acierto.
Y no se preocupen, cuando nos volvamos a encontrar, de la comida y el tlachicotón me encargo yo.