12.8.10

La llama muerta


“Ahora el momento más importante y que va a decidir el destino del país, del sha y de la revolución será el momento en que un policía reciba la orden de abandonar su formación, acercarse a un hombre de entre la multitud y ordenarle a voz en cuello que se vaya a su casa. Tanto el policía como el hombre de la multitud son personas sencillas y anónimas, y, sin embargo, su encuentro tendrá un significado histórico. Ambos son personas adultas que han vivido ya algo y han acumulado experiencia. La experiencia del policía: si le pego un grito a alguien y levanto la porra, éste se aterrorizará y echará a correr. La experiencia del hombre de la multitud: al ver acercarse a un policía me entra el pánico y echo a correr. Basándonos en estas experiencias, completamos el guión: el policía grita, el hombre huye, tras él huyen los demás, la plaza queda vacía. Esta vez, sin embargo, todo se desarrolla de una manera diferente. El policía grita, pero el hombre no huye. Se queda donde está y mira al policía. Su mirada es vigilante, todavía contiene algo de miedo, pero, al mismo tiempo, es dura y descarada. ¡Sí! El hombre de la multitud mira descaradamente al poder uniformado. Se queda plantado donde está. Después mira a su alrededor y ve las miradas de los demás. Son parecidas: vigilantes, todavía con una sombra de miedo, pero ya firmes e inexorables. Nadie huye a pesar de que el policía sigue gritando. Al final llega un momento en que se calla; se produce un breve silencio. No sabemos si el policía y el hombre de la multitud se han dado cuenta de lo que acaba de ocurrir. De que el hombre de la multitud ha dejado de tener miedo y de que esto es el principio de una revolución. La revolución empieza en este punto.”

Riszard Kapuscinski: El Sha o la desmesura del poder
Anagrama, Barcelona, 1987


3 comentarios:

Eleutheria Lekona dijo...

Fantástico (y he descargado ya el completo, gracias).

maría de lourdes aguirre beltrán dijo...

Miedo tiene aquel cobarde
que tiene al pueblo sin pan
miedo, y tiembla como flan
porque el pueblo está que arde
De la mañana a la tarde
dispara con su fusil.
Ha matado a treinta mil,
y nunca su sed se apaga.
Sigue clavando su daga
y prepara su misil.

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Pedro Miguel dijo...

Abrazos, aunque atrasados, Eleutheria y Lourdes.