26.3.12

Encuentro bajo las suásticas

Haya sido por descuido de las formas o por lo contrario, Felipe Calderón escogió, para su encuentro con Joseph Ratzinger, un recinto adornado con suásticas. Lo hizo notar con anticipación Arturo Cano en su nota publicada el viernes 23 de marzo en La Jornada: “Tras su audiencia con el presidente Felipe Calderón, Benedicto XVI saldrá al balcón para saludar a los reunidos en la Plaza de la Paz –mil 500 niños, entre ellos–, y su poderosa cabeza será coronada por una cenefa de flores y suásticas.”




El reportero citó al historiador José Luis Lara Valdés, presidente del Colegio de Historiadores de Guanajuato, quien dijo: No entiendo para qué exponen al Papa; mi única hipótesis es que son totalmente incultos, porque seguro no lo hicieron por inteligentes”. Pero el monstruoso detalle fue también ignorado por El Vaticano, que no es inculto y que tiene dos mil años de experiencia en el manejo de los símbolos.

Una versión dice que, en los años cincuenta del siglo pasado, la casona colonial fue remodelada por un arquitecto de origen alemán. Lara Valdés no está de acuerdo y sostiene que la cenefa de suásticas es original de la construcción, que data de fines del XVIII, cuando a nadie se le pasaba por la cabeza que fueran a ocurrir cosas tan nefastas –aunque sí: hay niveles– como Hitler, Ratzinger o Calderón. Otro mal dato es que el propietario original, el tal Diego Rul –el título nobiliario fue resultado de una transacción monetaria– estuvo entre los mandos realistas que combatieron a Morelos en el despiadado sitio de Cuautla.

El problema es que Benedicto XVI es o fue nazi –a mi modo de ver, conserva muchos rasgos ideológicos de ese horrendo pasado, como la fe totalitaria, el afán por controlar a las personas y la beligerante aversión a pensamientos distintos al suyo– y que Calderón, sin serlo, ha sido representado más de una vez con una suástica en el brazo por su autoritarismo manifiesto, su desprecio hacia la vida humana, su intolerancia y su desbocado amor a los instrumentos militares de destrucción y muerte. Con esos antecedentes, el descuido ha sido una mención de la soga en casa del ahorcado y cae, inevitablemente, bajo la sombra de la sospecha, en tanto que la sombra de la suástica se extiende sobre Calderón y su invitado.




1 comentario:

Vagabundo dijo...

Tenía tiempo que no entraba a tu blog aunque te leo en la bersión impresa. En general me gusta todo lo que escribes, salvo algunos "pelillos a la mar" algunas veces. Geniales esos versos nonos (¿se podrá llamarlos así?)que publicas hoy. Saludos desde Guerrero.