Haya sido por descuido de las formas o
por lo contrario, Felipe Calderón escogió, para su encuentro con
Joseph Ratzinger, un recinto adornado con suásticas.
Lo hizo notar con anticipación Arturo
Cano en su nota publicada el viernes 23 de marzo en La
Jornada: “Tras
su audiencia con el presidente Felipe Calderón, Benedicto XVI saldrá
al balcón para saludar a los reunidos en la Plaza de la Paz –mil
500 niños, entre ellos–, y su poderosa cabeza será coronada por
una cenefa de flores y suásticas.”
El
reportero citó al historiador José Luis Lara Valdés, presidente
del Colegio de Historiadores de Guanajuato, quien dijo: No entiendo
para
qué exponen al Papa; mi única hipótesis es que son totalmente
incultos, porque seguro no lo hicieron por inteligentes”. Pero el
monstruoso detalle fue también ignorado por El Vaticano, que no es
inculto y que tiene dos mil años de experiencia en el manejo de los
símbolos.
Una
versión dice que, en los años cincuenta del siglo pasado, la casona
colonial fue remodelada por un arquitecto de origen alemán. Lara
Valdés no está de acuerdo y sostiene que la cenefa de suásticas es
original de la construcción, que data de
fines del XVIII, cuando a nadie se le pasaba por la cabeza que
fueran a ocurrir cosas tan nefastas –aunque sí: hay niveles–
como Hitler, Ratzinger o Calderón. Otro mal dato es que el
propietario original, el tal Diego Rul –el título nobiliario fue
resultado de una transacción monetaria– estuvo entre los mandos
realistas que combatieron a Morelos en el despiadado sitio de
Cuautla.
El
problema es que Benedicto XVI es o fue nazi –a mi modo de ver,
conserva muchos rasgos ideológicos de ese horrendo pasado, como la
fe totalitaria, el afán por controlar a las personas y la
beligerante aversión a pensamientos distintos al suyo– y que
Calderón, sin serlo, ha sido representado más de una vez con una
suástica en el brazo por su autoritarismo manifiesto, su desprecio
hacia la vida humana, su intolerancia y su desbocado amor a los
instrumentos militares de destrucción y muerte. Con esos
antecedentes, el descuido ha sido una mención de la soga en casa
del ahorcado y cae, inevitablemente, bajo la sombra de la sospecha,
en tanto que la sombra de la suástica se extiende sobre Calderón y
su invitado.
1 comentario:
Tenía tiempo que no entraba a tu blog aunque te leo en la bersión impresa. En general me gusta todo lo que escribes, salvo algunos "pelillos a la mar" algunas veces. Geniales esos versos nonos (¿se podrá llamarlos así?)que publicas hoy. Saludos desde Guerrero.
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