25.6.12

Hermanos Beltrán:
caso emblemático



En la madrugada del jueves 21 de junio elementos de la Marina derribaron a golpes la puerta de un domicilio en Zapopan, Jalisco, sembraron armas y dinero y se llevaron detenidos a los hermanos Félix Beltrán León y Kevin Beltrán Ríos (24 y 19 años). Horas más tarde, la Procuraduría General de la República (PGR) anunció que había capturado a Jesús Alfredo Guzmán Salazar, hijo de Joaquín El Chapo Guzmán. En menos de 24 horas el teatro se cayó cuando la verdadera identidad de los detenidos fue dada a conocer por sus familiares y abogados.

En la operación participó, en grado de protagonista, la oficina antidrogas de Estados Unidos (DEA): esa instancia extranjera fue la que pasó la información para las detenciones a la Secretaría de Marina y, una vez practicados los arrestos, agentes de la DEA interrogaron a los muchachos y presionaron a Félix para que se asumiera como hijo del narcotraficante sinaloense:

“Primero le dicen que acepte que es el hijo de El Chapo y que se podría aclarar su situación después de las elecciones. Querían que firmara las declaraciones que le presentaron los de la Siedo. Entonces él les respondió que no iba a firmar nada, y no lo hizo, afortunadamente. Le insistieron: ‘tú acepta, ahorita firmas tu declaración y luego se hace la aclaración que no eras’; después, cuando se convencieron de que no aceptaría, le dijeron: ‘queremos que inculpes a las personas que nosotros te digamos y sales ahorita’, pero tampoco quiso.”

El testimonio anterior, expuesto por el representante de Beltrán León, Juan Heriberto Rangel Méndez, deja a la vista varias cosas. La primera, el escandaloso nivel de intromisión de las autoridades estadunidenses en la guerra de Felipe Calderón; la segunda, que la DEA quería a toda costa obtener un rédito político de las detenciones para endosarlo a la cuenta del PAN, lo que deja ver, además de una injerencia policial, una injerencia electoral inequívoca; la tercera, que los policías del país vecino no son más escrupulosos que sus pares mexicanos a la hora de arrancar confesiones fabricadas; la cuarta, que a unos y a otros la justicia les importa un rábano; la quinta, que en este país no sólo se persigue a los delincuentes sino también, en automático, y por instrucciones de Washington, a sus familiares, sean o no culpables.

Pese al flagrante error, los hermanos Beltrán fueron arraigados por 40 días, con base en las armas y el dinero que fueron “sembrados” en su casa de Zapopan... por los propios marinos.

El caso es paradigmático de la vesania que rige a los aparatos de procuración de justicia en el calderonato: se rinde la soberanía nacional a la DEA, se atropella a inocentes, se hace un ridículo monumental, se violenta todo marco legal citable, se produce una nueva obra de demolición en la credibilidad de las instituciones y no se rectifica por ningún motivo.

Estas son las formas de ejercicio del poder que el PAN fue aprendiendo del PRI a partir de 1988, cuando ambos partidos establecieron un pacto tácito de cogobierno que pasó por la legitimación de Salinas, las concertacesiones de los años noventa, la implacable persecución judicial de los zapatistas chiapanecos (ordenada por un presidente priísta y ejecutada por un procurador panista) y la aprobación del Fobaproa, hasta llegar al enroque partidista de 2000 en la Presidencia.

Ahora el PRI pide la devolución de la sede para seguir haciendo algo así como lo mismo: acuérdense de lo que fue el manejo de la justicia durante la gestión mexiquense de Peña Nieto, desde Acteal hasta Paulette.

Por donde se le vea, este régimen debe ser derrotado en las urnas el domingo próximo.


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