La gran familia contrarrevolucionaria está
feliz. Desde Fox y Calderón hasta los tránsfugas de la izquierda corrupta,
pasando por los verdaderos pilares de la comunidad –Salinas y Elba Esther, por
ejemplo– todos desbordan optimismo por el gran futuro que le espera a su
México: seis años de autoritarismo consolidado, saqueo de recursos naturales
–desde la capa de ozono hasta el núcelo terrestre, podría ser– y “reformas
estructurales” de esas que hacían intercambiar sonrisitas cómplices a Josefina,
a Peña y al niño de Elba Esther.
Normalmente,
en entornos democráticos, cuando un viejo partido vuelve al poder después de 12
años de ausencia, su militancia se desborda por las calles para desaguar la
euforia. En Mëxico, la que se desbordó fue la oposición en todos sus grados y
variedades, y ocho horas antes de la apertura de las casillas el Zócalo
capitalino se iluminaba con el entusiasmo de #YoSoy132, dispuesto a despejar
las tinieblas de esta monstruosidad binomial que ahora sí parece la dictadura perfecta..
Tres días antes de eso, el primer cuadro se llenó de las masas agraviadas que
conforman el músculo social del lopezobradorismo y que en esta ocasión vieron
redoblada la ofensa: tras 24 años de quitarles derechos, beneficios,
conquistas, poder adquisitivo, certeza, educación, salud y país en general, la
oligaerquía se aprestaba a expropiarles la dignidad.
Los
vencedores, en cambio, se encerraron en una celebración particular y bajo
estipendio –hasta para la fiesta hay que acarrear y comprar a la gente– en el
cascarón jurásico de Insurgentes Norte.
La verdadera concentración de masas de seguro tuvo lugar en una sala de
conjuntas del corporativo de Televisa. El espacio real de la celebración fue el
conjunto de emisiones televisivas –ahora no transmitieron futbol: le dieron
cadena nacional virtual a un señor que ni a presidente electo llega– y de
portadas de diarios en las que la dentadura de Peña Nieto ocupó el espacio
central.
Ahí
tienen el grado real de la desconexión
entre el México formal y el México real. Mientras Peña gesticula como un
junior al que acaban de regalarle un Audi3, la distancia entre formalidad y
realidad se incrementa en forma acelerada. Puede ocurrir que esos dos términos
un día se separen para siempre y que no vuelvan a encontrarse nunca, o bien que
el elástico que los une se tense tanto que se contraiga de golpe y se produzca
una colisión; esas, por lo general, suelen ser violentas.
Vamos
a ver. En lo inmediato, un factor de realidad necesario –habría que decir
indispensable, pero por lo visto no lo es, al menos no para el régimen
oligárquico– es el resultado electoral, que no estará listo sino hasta pasado
mañana. Echémosle un ojo a esa formalidad, contrastémosla con las escenas de
realidad pestilente que vimos el día de la elección, exijamos que se supriman
sus partes másimpresentables, y luego hablamos.
1 comentario:
No seria mejor ser amables con quien se equivocó, con aquel que erroneamente vendio su voto, si dejamos de ser agresivos y violentos con esto, quiza ellos podrian confesar el delito, así contariamos con pruebas más solidas del fraude... HAGAMOSLO SEAMOS TOLERANTES
Vecino, te entiendo, se porque lo hiciste, reconoce tu error, denuncia el delito electoral, NO HABAR REPRESALIAS DE NINGUN TIPO, #vecinoteentiendo, #confiezaeldelito.
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