28.9.04

Señor Valenzuela


La semana pasada los secretarios estadunidenses de Defensa, Donald Rumsfeld, y de Estado, Colin Powell, reconocieron que las elecciones previstas para enero próximo en Irak podrían ser “parciales”, “imperfectas” y “difíciles”, y que no se realizarán, en todo caso, en la totalidad del territorio iraquí. El diagnóstico es optimista y autocomplaciente, pero aun así causó el enojo de Carlos Valenzuela, comisionado de la división de Asistencia Electoral de la ONU, para Irak. En declaraciones a la BBC, el funcionario dijo que los “comentarios de esa naturaleza dan una mala impresión” y causan “molestia” en la Comisión Electoral Independiente de Irak, entidad que ha recibido respaldo y asesoría de diversos países y organismos --el IFE de México, para empezar-- y busca, en palabras de la uruguaya Karina Pirelli, jefa del señor Valenzuela, “organizar una elección transparente y limpia en la que sea escuchada la voz del pueblo”.

Aprovechando el viaje, el señor Valenzuela informó: “hasta el momento la Comisión Electoral está en el proceso de establecer sus oficinas en las diferentes partes del país y no ha tenido ningún tipo de problema hasta el día de hoy (sic) para hacer el reclutamiento de oficiales electorales”. En junio pasado, en México, el presidente de la cosa electoral iraquí, Aziz-al-Hindawi, aclaró: “no nos vamos a meter en confrontaciones con la oposición armada de Irak porque no tenemos otra arma más que llamar a elecciones pacíficas y transparentes”. Qué alivio: la guerra y los comicios se jugarán en pistas separadas. A fin de cuentas la realidad es tan compleja que permite la existencia simultánea de mundos paralelos. Mientras en uno de ellos Irak se desangra combatiendo a sus invasores, en el otro los iraquíes acuden a las urnas en medio de arbustos bien cuidados y un aire limpio y transparente.

Quién sabe qué pastel, sedante y alucinógeno al mismo tiempo, se comieron los personajes electorales del tipo del señor Valenzuela. Eh, pssst, oigan, despierten un poquito, que quien está hablando de dificultades es el experto Donald Rumsfeld, gerente ejecutivo de ellas y floor manager del set en el que ustedes ruedan su telenovela cívica. Pongan un poco de atención y escuchen su mensaje: les está diciendo, de una manera cortés, que muy probablemente ustedes no podrán ir a ningún lado fuera de la zona verde y tal vez no deban ni siquiera asomar la nariz fuera de sus oficinas con aire acondicionado.

Las noticias provenientes de Bagdad no permiten soñar con una normalización del país árabe. La situación allí de las fuerzas de ocupación y sus apéndices --gobierno provisional, Comisión Electoral y demás-- empiezan a evocarme las imágenes de la embajada estadunidense en Saigón en abril de 1975. Tal vez eso no sea más que un pensamiento optimista de mi parte, pero más allá de mis percepciones lo que está teniendo lugar en Ramadi, Samarra, Faluya, Mosul, Kirkuk y Nayaf, además de la propia Bagdad, se llama guerra. No es una confrontación de ideas y programas ni se trata de persuadir con argumentos o formar mayorías de sufragios, sino de aniquilar física, política y moralmente al enemigo y a sus aliados.

En esas circunstancias, la única manera lógica y bien intencionada de intentar el cese de los combates y la conducción del proceso iraquí a un curso de normalización sería la promoción de pláticas de paz. Si hubiera una pizca de realismo y buena fe en los organismos de la comunidad internacional, tendría que estarse realizando, a estas alturas, un trabajo diplomático de convencimiento entre los mandos de los bandos en pugna --los gobiernos de Washington y Londres, por un lado, y las organizaciones chiítas, sunitas y laicas de la resistencia nacional, por el otro-- para sentarlos en una mesa de negociaciones de la que habría de salir, en primer lugar, un cese del fuego, después un armisticio y por último un tratado de paz que incluyera la organización de elecciones. La realización de comicios constituyentes en la situación actual es sólo un empecinamiento de los ocupantes para dar cobertura política a su agresión y está, como empiezan a reconocer hasta los altos funcionarios estadunidenses, condenada al fracaso. El organismo electoral que tanto defiende el señor Valenzuela lleva una aplastante carga de verdad en su nombre: es la Comisión Electoral Independiente de Irak, es decir, no depende para nada de las realidades del país en cuestión y su supuesta misión no tiene viabilidad alguna en el Irak martirizado y violento de hoy en día. Se trata, señor Valenzuela, de una más de las oportunidades laborales y de negocio creadas al amparo de la ocupación militar, de una tomadura de pelo a la opinión pública internacional y de una farsa desvergonzada.

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