Bichos incomprendidos,
sobrinos del azufre
peligrosos y torpes:
celebro su diseño,
sus potestades negras,
su venenosa simetría;
admiro ese su empeño de estar solos,
me duele su dolor, me aterra
la cortedad de su existencia.
Habrán de perdonarme, o tal vez no
(nadie les dio lecciones de perdón)
pero reniego de su compañía
y no tengo recursos
para sacarlos de mi domicilio
de manera cortés, civilizada:
aquí no hay orden judicial que valga
ni les puedo exhibir mis escrituras
ni hay tribunal capaz de divorciarnos.
Disculpen (tal vez no): debo matarlos,
debo destruir su arquitectura insólita,
aplastarles prosomas, pedipalpos,
o remojarlos en veneno
(el mío es una brisa perfumada, ¿saben?,
y mucho más letal que los de ustedes)
porque, por mucho que se diga
que son seguramente inocuos,
no me voy a arriesgar a contratiempos
de ambulancia y cuidados intensivos.
Les deseo que exista
un Paraíso de alacranes
y, por tercera vez, perdónenme:
no los quiero en mi casa
como no sea muertos
y en la platina del escáner.
(Corregido el 6/09/07)
16.8.07
Del asesino a sus víctimas
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6 comentarios:
Muy bien queridito, te felicito: no pude haberlo dicho mejor.
¿Un jugo de naranja?
Gracias, Catalina, prefiero comerme las naranjas que hacerlas jugo. Aprovecho tu visita para preguntarte algo que desde hace tiempo quería: ¿Qué, tú no eres tía de Santiago?
puf, momentazo de navegaciones. si la poesía, para algunos, necesita ser reivindicada, he aquí un gran alegato a favor.
los mosquitos son género, pero también buscan ser incluidos en frases amorosas.
abrazo.
uy, ahorita con las lluvias andan por todos lados.
un abrazo.
Muy padre tu escrito a esos pobres bichos, Pedro. Cosas de la vida: hay que matarlos sin contemplaciones estéticas. Y por esas cosas raras de la vida globalizada, el otro día me llegó un mensaje (me choca decir meeeil) (perdonen la neurosis) que deseché y que hubiera venido al caso: era de Indonesia y contenía imágenes de una picadura letal y veloz que provocaba una araña de aspecto inocente; ah sí, alertaba por si alguien veía una en su casa.
Por otro lado, y para no variar el tema, ¿la famosa ley Televisa no la amarró desde endenantes la tía Creel?
Ah, gracias por tu mensaje sobre mi blog.
La que todavía no encuentra lo que está buscando.
No sabes lo que provocan tus palabras, Gabriel, el Otro, gracias.
Eva: ¿Las lluvias? ¿No será que la plaga de alacranes es inevitable con un ojete en Los Pinos, un torturador en Covián, un pedófilo en Catedral, un caso de estreñimiento agudo en Hacienda, y para colmo, las tribus perredistas hincándose el aguijón unas a otras? Con este panorama nacional, me extraña no haber encontrado más bichos ponzoñosos en casa. Abrazo correspondido.
Ya bastante aterrado estoy, La-que-no-encuentra, con lo que investigué sobre las picaduras de alacrán como para enterarme ahora de los peligros de las arañas indonesias. UN dato más de esos y le echo a mi casa dos manos de pintura mezclada al 50% con Baygón del más fuerte. Y sí, tienes razón, no lo había pensado: Catalina y Santiago, su sobrino, se dieron la mano en la Ley televisa. Oye, suena como a Zen y se me ocurrió: que si quieres encontrar, primero debes abandonar la búsqueda.
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