18.5.12

El sainete de los generales


En otro momento de la vida nacional, la detención y el arraigo de dos generales –un divisionario retirado y un brigadier en activo– para investigarlos por presuntos vínculos con la delincuencia organizada habría causado un golpe de buena impresión. El hecho habría sido tomado por la opinión pública como una muestra de voluntad moralizadora y como una determinación gubernamental de limpiar las instituciones, incluso las castrenses, de corrupción.

En el ocaso del calderonato, sin embargo, el arresto de los uniformados de alto rango y prominente palmarés –Tomás Ángeles Dauahare fue subsecretario de Defensa– parece el enésimo capítulo de una procuración mafiosa, maniobrera y extraviada. No se puede ignorar que el ex subsecretario había venido participando en reuniones con el equipo de Enrique Peña Nieto y, con los antecedentes de los golpes judiciales fallidos contra adversarios políticos –el célebre michoacanazo, la faramalla montada contra Carlos Hank Rhon, las filtraciones dirigidas a criminalizar a tres ex gobernadores de Tamaulipas, entre otros muchos casos–, la acción de la PGR contra los generales deja la impresión de que es parte de una negociación brusca, sí, pero negociación al fin y al cabo, entre las dos grandes alineaciones partidistas del régimen: el PRI y el PAN.

En una de esas, resulta que los generales sí han estado relacionados, con fines comerciales o financieros, con la criminalidad. Pero bien podría ser, también, un intento por debilitar al aspirante presidencial priísta con la perspectiva de negociar con él una impunidad ventajosa para los principales responsables gubernamentales de la desastrosa guerra en la qu Calderón sumió al país.

El problema con esa clase de juegos –si es el caso– es que pueden salirse de control, ya sea porque la presumida culpabilidad resulta cierta, o bien porque el efecto resulta excesivo y el candidato tricolor no resulta debilitado, sino eliminado de la carrera –y no hay nadie más a la vista con quién firmar un pacto de silencio y encubrimiento, salvo que se piense que Quadri pueda ganar la elección presidencial–, o porque la acusación puede resultan tan endeble e inverosímil que termine por causar un impacto contrario: el derrumbe final de la credibilidad en las instituciones que aún controla el calderonato y el repunte de un copetón fortalecido por la victimización, pero engorilado de más por golpe tan bajo.

Si se trata de un sainete judicial más, habría que ver, por añadidura, la gracia que eso pudiera causar en los círculos de la Sedena, en los cuales no escasean los motivos de agravio.

Ah, y de última hora: que no son dos los generales detenidos. Que ya son tres.

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