Por medio de Herminio Blanco, quien
hizo carrera durante la implantación del Tratado de Libre Comercio,
Ernesto Zedillo encomendó a la mafia la tarea de levantar un
registro de vehículos automotores del país. En efecto, Ricardo
Miguel Cavallo, director de la concesionaria Talsud, no sólo resultó
terrorista,
genocida y torturador, sino que también anduvo
involucrado en el robo de automóviles y en su comercialización.
Hoy, en su país de origen, Cavallo cumple una condena a prisión
perpetua, en tanto que Blanco dirige una cosa llamada IQOM,
Inteligencia Comercial, y se desempeña como
integrante de consejos de bancos y de comités y cámaras de
negocios. Cuando se divulgó el pasado de Cavallo, en las
postrimerías del zedillato, Herminio Blanco, en vez de firmar su
renuncia, se
lanzó, con la insolencia característica de
ciertos priístas, contra los periodistas que habían descubierto que
el honorable empresario de Talsud era en realidad un militar asesino
y un ratero de coches y los acusó de estar al servicio de “grandes
intereses”. Ahí tienen, más de 20 años después, a Pedro Joaquín
Coldwell, pidiendo que
se “investigue” a los estudiantes que el
viernes pasado repudiaron a Peña Nieto en la Ibero, en vez de
investigar, él, los motivos por los cuales el candidato de su
partido es infumable para grandes sectores de jóvenes conscientes e
informados.
Sabrá Dios si algunos o muchos de los
datos del Renave llegaron a compinches de Cavallo en el negocio del
robo de autos. Oficialmente, el saldo más trágico del episodio fue
el
suicidio de Raúl Ramos Tercero –entonces
subsecretario de Normatividad y responsable directo de la concesión
del Renave–, quien el 6 de septiembre de 2000 se fue a La Marquesa,
estacionó el coche y se cortó las venas.
Por ese entonces, el país estaba
embobado con lo que parecía el inicio de una transición democrática
y la inminente y novedosa transmisión de poderes de un priísta a un
panista y no hubo energía social para investigar a fondo la inmunda
concesión de una base de datos monumental y estratégica a una
empresa privada que, para colmo, era propiedad de un criminal.
Tampoco se conoció nunca la cantidad de dinero público que fue a
engordar los bolsillos de Cavallo antes de que a éste le echaran el
guante, en Cancun, para cumplir con una orden de aprehensión girada
por el juez Garzón, y lo enviaran a una gira internacional de
extradiciones.
Ya en plena usurpación presidencial
calderonista otros genios tuvieron la idea de crear un registro
nacional de teléfonos celulares, supuestamente para evitar o
investigar secuestros y extorsiones en cuya perpetración se empleaba
aparatos móviles: el Renaut. La aplicación del proyecto no sirvió
de nada porque el trámite de registro había sido diseñado de
manera tonta, si no es que facilitadora y cómplice. En las agencias
de Telcel, Iusacell, Nextel y demás, se exigía identificación
oficial como requisito para contratar una línea de celular, pero a
nadie se le ocurrió hacer otro tanto en las ventas a mayoreo de
chips (sims) telefónicos. Siempre fue posible comprar, en cualquier
puesto informal, números de celular a nombre de Norberto Rivera,
Carlos Slim o Felipe Calderón, insertar el sim correspondiente en un
aparato, y luego dar de alta la línea con los datos de la CURP de
cada uno de esos ciudadanos –o de otros–, tomados libremente de
Internet.
Hoy, en un ambiente finisexenal, el
Renaut repite la historia del Renave, aunque sin los componentes
truculentos –hasta ahora– de aquel enjuage: la base de datos no
sirvió para maldita la cosa y ahora la preocupación básica
consiste en destruir toda esa información para impedir que llegue a
manos de delincuentes o, cuando menos, de aquellos a los que merecen
esa clasificación por parte del gobierno. El propósito es incierto,
habida cuenta que, cuando la delincuencia organizada se lo propone,
es capaz de conseguir hasta el expediente médico del sedicente
constitucional, como supimos gracias a uno
de los cables que WikiLeaks entregó a La
Jornada. El propio Calderón ha confesado, además, la
verosimilitud de que policías vendidos al crimen sean los que
contesten las llamadas de denuncia en las líneas telefónicas
instaladas para tal efecto. No se extrañen si un día de éstos les
ofrecen en Tepito memorias USB con la información del Renaut en un
archivo de Excel. Ah, pero cómo se preocupa por nuestra seguridad el
hombre “de las manos limpias”.
¿Y el dispendio? ¿Y la malversación?
¿Y los millonarios súbitos de esta otra disposición malograda?
¿Olvidaremos reclamar la información correspondiente?
No hay comentarios.:
Publicar un comentario