La
contaminación trascendente que el debate deja en la vida política
no es la edecán, sino Quadri. Pueden dar por sentado que a la
primera no la volverán a ver a menos que vayan a buscarla, pero el
segundo se ha instalado, con toda su obscenidad, en la actualidad
republicana, y eso sí es grave.
El
candidato presidencial de Elba Esther Gordillo asegura que no es
político, pero su propia condición actual niega tal aserto. Por lo
demás, Gabriel Quadri de la Torre es desde hace tiempo un político
de la peor especie: logrero, corrupto y taimado.
En
el sexenio de Ernesto Zedillo lo encontramos en la nómina de
funcionarios públicos, en calidad de director del Instituto Nacional
de Ecología (INE), en donde traficó con permisos ambientales
indebidos. Uno de ellos, el que le dio a la estadunidense RACT para
construir un confinamiento de residuos peligrosos a un lado de la
Presa Trujillo, en Tamaulipas, terminó
en escándalo y Quadri tuvo que dejar el cargo.
Ya
en la iniciativa privada, Quadri se dedicó, por medio de su empresa
Sistemas Integrales de Gestión Ambiental, SIGEA, a elaborar
manifestaciones falseadas de impacto ambiental. Las
más celebres, porque llegaron a la luz pública, fueron la que
otorgó a los inversionistas del club de golf que se pretendía
construir en Tepoztlán – y que fue abortado gracias a la
organización del pueblo– y el que le facturó a los propietarios
de una gasolinera en Insurgentes Sur, no lejos de la salida a
Cuernavaca, que hasta la fecha no ha podido iniciar operaciones por
la férrea oposición de los vecinos.
Si
en el ámbito ecológico Quadri es una suerte de sepulcro blanqueado,
(un cementerio nuclear disfrazado de fermentadero de desechos
orgánicos, digamos para seguir con la metáfora), en la política su
hipocresía no conoce límites. Se presenta como un “ciudadano”,
en contraposición a “los políticos”, como si éstos no fuesen
ciudadanos y como si él, Quadri, no fuera un político al servicio
de la representante máxima de la pudrición del régimen: Elba
Esther Gordillo, la que ha hecho del sindicato de la educación
propiedad familiar, la que pone y quita sirvientes a voluntad en la
SEP, en la Lotería Nacional, en el ISSSTE, la que ha convertido el
trapicheo de votos en una industria sin chimeneas.
Lo
más deprimente es que, a partir del debate, a la marioneta
gordillista se le haya empezado a conceder el beneficio, si no de la
duda, cuando menos el de la simpatía. Se requiere de una desconexión
neuronal severa para encontrar atractivo político y “novedad” en
este pelele mientras, con el otro hemisferio, se execra, como lo peor
de lo peor, a la mafia sindical y política que lo hizo su candidato
presidencial.
Otro
motivo de preocupación es que se quiera ver como propuesta original
un amasijo de ideas autoritarias, privatizadoras y neoliberales, una
suerte de resumen para niños del programa de Sebastián Piñera o
del de Mariano Rajoy. Ustedes perdonen, pero las propuestas de Quadri
son más viejas y sobadas que el rosario de la abuela.
Pero
la realidad es la realidad, Quadri está metido en la competencia
presidencial (es decir, reproducido hasta la náusea en espacios que
se pagan con dinero de todos) y, aunque no tenga la menor
posibilidad de ganarla, sí se ha vuelto ya un factor de distorsión
política y de desmoralización en su sentido más triste: extraviar
la moral. Un electorado que lleva tres lustros de horrorizarse ante
el enorme poder de la
Maestra no
debiera festejarle las ocurrencias a su seudópodo. Es esclarecedor,
por lo demás, que esto ocurra no en los ámbitos sociales de más
bajo nivel educativo, sino en ciertos sectores de clase media a los
que se supondría mejor (in) formados.
Si
les gusta Quadri como candidato, se merecen a Elba Esther por muchos
años más. Si votan por él, estarán fortaleciendo el poder
ilegítimo de ella. Luego no digan que no sabían nada.
1 comentario:
Están muy buenos los datos de su pasado.
Nota: La letra es demasiado chica.
Saludos.
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