Desde los enjuages inmundos del
Fobaproa, pasando por el Pemexgate, los negocios turbios de Marta
Sahagún y de sus hijos y la desaparición, en el sexenio de Fox, de
75 mil millones de dólares producto de los sobreprecios petroleros,
el enriquecimiento súbito de Arturo Montiel, hasta los contratos
multimillonarios a favor de Repsol, la “Estela de Luz” y el
derroche del equipo de Peña Nieto en la compra de votos, la derecha
oligárquica está impregnada de escándalo. Muchos de esos
episodios, más otros, debieran bastar, en un pleno estado de
derecho, para llenar uno o dos reclusorios con funcionarios
delincuentes. Con la cuarta parte de lo que se ha publicado del
material de WikiLeaks sobre México habría sido suficiente, en un
contexto de normalidad democrática, para inducir la caída del
gobierno federal y de algunos estatales.
La infracción a la legalidad es una de
las esencias de este régimen bipartidista instaurado a partir de los
acuerdos PRI-PAN en el Colegio Electoral de 1988 para imponer a
Carlos Salinas como ocupante espurio de la Presidencia. Si las
revelaciones exasperantes y contundentes no han logrado, hasta ahora,
romper la cáscara de la impunidad, ello se debe al triple blindaje
de que se ha dotado el grupo gobernante. Éste domina, en efecto, los
organismos de procuración e impartición de justicia, desde la
facciosa PGR hasta la Tremenda Corte que distribuye exoneraciones
entre pederastas, gobernadores asesinos y altos funcionarios
involucrados en el homicidio doloso de bebés; el Legislativo, que
sería la instancia capaz de someter a juicio político a los
gobernantes, y el aparato mediático, sin el cual no hay caja de
resonancia para que la sociedad conozca la trayectoria criminal de
sus representantes reales o supuestos.
Tal blindaje no es sólo un instrumento
defensivo, sino que se usa también como aparato de persecución de
disidentes y opositores. En tiempos de Fox el máximo tribunal del
país quería obligar a López Obrador a que pagara una indemnización
fraudulenta a un puñado de logreros que reclamaban, con papeles
falsificados, la propiedad del Paraje San Juan. Descubierta la
trampa, se centró en hacerlo aparecer como rebelde ante la ley en el
caso del Encino. Acto seguido, el Congreso lo desaforó, en uno de
los procesos más turbios e injustos en la historia de la república.
Para entonces, el ejército mediático
del régimen ya había realizado su tarea, presentando escenas –René
Bejarano y Carlos Imaz recibiendo dinero de Carlos Ahumada, Gustavo
Ponce apostando en Las Vegas– que podían ser indicativas de
delito. López Obrador ordenó de inmediato al entonces procurador
capitalino, Bernardo Bátiz, una investigación exhasutiva de los
tres involucrados, en tanto que la PGR foxista se frotó las manos y
empezó a preparar sus propias imputaciones. A Imaz no se le halló
motivo para ser procesado. Bejarano enfrentó en el reclusorio un juicio
en el que resultó exonerado de todos los cargos y Ponce aún
se encuentra en prisión purgando una sentencia por lavado de dinero. El foxismo nunca pudo comprobar
vinculación alguna del entonces jefe de gobierno con las actividades
de los tres personajes, pero hasta la fecha algunos despistados
siguen pensando que López Obrador era cómplice en el manejo de esos
cientos de miles de pesos exhibidos por la televisión comercial.
En cambio, la misteriosa desaparición
de 75 mil millones de dólares de las arcas públicas en el sexenio
foxista –eso, sin contar con las raterías de su mujer y sus
hijastros– no parece ocupar un sitio relevante en la conciencia de
la sociedad. Algunos personeros del régimen han sido exhibidos en
situaciones mucho más comprometedoras. Es el caso del “Niño
Verde”, Jorge Emilio González Martínez, quien fue pillado en
video cuando pedía dos millones de dólares a cambio de gestionar un
permiso para la construcción de un hotel en Cancún. O el del ex
gobernador poblano Mario Marín, de quien se conoce una conversación
telefónica con el empresario Kamel Nacif en la que ambos conspiran
para violar a una periodista y, presuntamente, para cometer actos de
pederastia. Ambos gozan de completa impunidad. La diferencia entre
unos y otros casos estriba en el manejo desigual con que opera el
aparato mediático del régimen.
El videoescándalo es la táctica que
la oligarquía gobernante emplea contra personas o grupos que puedan
representar una amenaza para sus intereses y su perpetuación en el
poder. La orquesta de los medios –electrónicos e impresos– busca
producir, mediante fragmentos de realidad que podrían insinuar la
comisión de un delito, juicios instantáneos y veredictos de
culpabilidad. Así ocurrió con el supuesto “pase de charola” a
favor de AMLO que resultó ser un montaje vacío e insustancial.
Ante el surgimiento de #YoSoy132, el
régimen y su candidato han intentado algunas de sus tácticas
clásicas para neutralizar al movimiento estudiantil y juvenil.
Primero vinieron las descalificaciones y las amenazas veladas o no
tanto, y el movimiento se fortaleció. Luego, el aparato priísta ha
montado provocaciones violentas, pero con ello no ha logrado más que
aumentar su descrédito y el repudio social creciente. En seguida se
intentó infiltrar y dividir al movimiento: se inventó una supuesta
disidencia, “#GeneracionMx”, que en menos de 24 horas había sido
evidenciada como impostura. Antier, en Aguascalientes, el priísmo
intentaba inflar con acarreados a un membrete denominado
“#MéxicoCongruente” para hacer competencia a la organización
estudiantil original. Hace unas horas los operadores de Peña Nieto
sacaron del sombrero al tal Manuel Cossío (@McossioMX), una suerte
de Carlos Ahumada contemporáneo, infiltrado en #YoSoy132 para
obtener supuestas pruebas de que el movimiento era manejado por
Morena y el entorno de López Obrador. Con grabaciones de audio
obviamente editadas, el agente peñista consiguió presentar a Saúl
Alvídrez (@SaulAlvidrezR) como una supuesta correa de transmisión
entre la candidatura de AMLO y #YoSoy132. El evidente propósito de
la manipulación es descalificar al movimiento estudiantil como un
fenómeno artificial y tripulado por la izquierda. Escándalo
servido.
Es recomendable confiar en la agudeza,
la lucidez, la honestidad y la creatividad demostrada hasta ahora por
l@s chav@s de
#YoSoy132. El movimiento saldrá avante y fortalecido de este nuevo
golpe en su contra y el enjuage acabará por revertirse contra Peña
Nieto y su equipo, llevándolos a una nueva sima de descrédito y
repudio social. En presencia de una sociedad lúcida la fuerza de la
verdad se impone a las maquinaciones del poder. Será el caso.
1 comentario:
Todo esto es tan predecible y asqueroso que uno solo quisiera llorar. Guardo la esperanza de que estemos viendo la semilla de algo que florecerá pronto, aunque sea después de estas elecciones, pero con fuerza.
Publicar un comentario