15.6.07

Lo que pienso de España

  • España es menos que una confederación y más que un caos. Es veintitantos Estados dentro de un Estado y se extiende por tres continentes.
  • La capital de esta Españota es (dicho sea sin afán de estrenar chovinismos) la Ciudad de México, pero en un descuido la desplazan Los Ángeles o Miami.
  • Lo que los peninsulares llaman España es, como dice mi querido Miguel Ángel Bastenier (un madrileño que, si pudiera mantenerse en silencio, pasaría por nativo de Calpulalpan, Tlaxcala), sólo una provincia de sí misma.
  • Por ahora, nuestros hermanos de la orilla oriental del Atlántico sufren de un extravío europeísta y de un delirio monárquico, pero no hay que preocuparse demasiado: tarde o temprano volverán a la familia y no habremos de guardarles rencor.
  • Por supuesto, así como hay de mexicanos a mexicanos (de cachanillas a meridenses), de argentinos a argentinos (de fueguinos a salteños) y de peninsulares a peninsulares (de vascos a andaluces), también hay de españoles a españoles, y no es lo mismo un español de Paraguay que uno de Cuba o que uno de Valencia o que uno de Guinea Ecuatorial.
  • Estoy consciente de que estas palabras podrían ser tomadas como un agravio por españoles tan distintos entre sí como los catalanes, los mayas y los mapuches, y si así fuera les ofrezco una disculpa: lo que menos deseo es ofender a mis connacionales.

9 comentarios:

Nadie Jedesmal dijo...

Hola...
no entiendo tu post, estas hablando del español como idioma, si es asi, estoy de acuerdo con todo lo que dices ahi.

Pero el titulo aclara que hablas de españa. Yo soy mexicano. No soy español. No tengo nada que ver con el "pais" que se llama españa. Nada que agradecerle ni que recriminarle.

Sin embargo, mi patria es el español y mi pais mexico.

las mayas, españoles?
los mapuches, españoles?
los catalanes, españoles?

No comparto lo que dices.

Nadie Jedesmal dijo...

Otra cosa...

Trabajo para una web en alemania, y estamos pensando en traducirla al español. Nos preguntaron a varios, mexicanos, bolivianos, colombianos, si el link debería tener la bandera española. Todos dijimos que no... Hablamos español, pero esa bandera no nos representa. Ni tampoco la palabra Hispanidad.
El link, quedo solamente "en español".
Sin bandera, sin nacionalidad.

saludos

cosaensi dijo...

a mi me ha encantado.

Pedro Miguel dijo...

Lo sabía: este post iba a causar molestias. A ver, Nadie, pongamos las cosas de esta manera: los latinoamericanos nos identificamos en el mundo con un prefijo que denota nuestra raíz cultural romana, y no nos sentimos mal con ello. Los franceses, los italianos, los portugueses y los españoles son latinos (ah, y también los rumanos), sus lenguas son lenguas romances, y los latinoamericanos somos también herederos indirectos (es decir, con escala en España) de la Roma clásica.

Por las particularidades históricas de la colonización de América, el impacto de lo español entre nosotros es –para bien y para mal— infinitamente superior y más profundo al que dejaron los ingleses en India o Francia, Inglaterra y el Imperio Otomano en el mundo árabe. No somos como los chinos y los japoneses, que tienen culturas propias milenarias, robustas y, en gran medida, vigentes: las expresiones culturales precolombinas fueron arrasadas por los españoles hasta el punto en que hoy resulta muy difícil atar sus pocos cabos sueltos, y por más que en la vida de nuestras naciones mestizas exista una raíz civilizatoria que no proviene de Occidente: el “México profundo” del que hablaba Guillermo Bonfil.

Para simplificar las cosas, cometeré un pecado de reducción y hablaré de tres clases de países latinoamericanos: las “Sudáfricas” (pre Mandela), escindidas en mayorías indígenas y minorías criollas, con una porción más bien delgada de mestizos en medio (ojo: hablo de cultura, no de razas): Guatemala, Bolivia, Perú, por ejemplo; los países mestizos, en los que se ha producido una profunda combinación de culturas y en los que los grupos indígenas han sido reducidos a minorías: México, Colombia, El Salvador, por ejemplo; y luego tenemos las naciones preponderantemente “europeas”, como Argentina y Uruguay, en las que el peso de lo precolombino es muy pequeño y en las que el papel protagónico en el desarrollo cultural lo ha desempeñado el componente criollo. El hecho es que en todos los casos los latinoamericanos somos depositarios, nos guste o no, de esencias que proceden de la Península, que nos sirven de denominador común y que se han perdido, no pocas de ellas, en su lugar de origen. Se me vienen a la mente cosas tan diversas como el derecho de asilo, las cofradías y, en el caso de nuestro querido México, mi buen Jedesmal, la Plaza de la Constitución, que no se llama así en homenaje a los afanes de Morelos o de Carranza, sino como tributo a la Constitución de Cádiz.

En todos los casos, lo español articula a nuestros países en su interior, entre ellos mismos (obviamente, por la lingua franca, pero no sólo por eso) y con el resto del mundo. Las naciones árabes y los japoneses no necesitan revindicar el uso de su lengua, de su vestimenta, de sus alimentos ancestrales; nosotros, en cambio, no tenemos ninguna posibilidad seria de volver idiomas nacionales al náhuatl o al guaraní, vestimos a la manera occidental (salvo en el Ballet Folclórico y el 12 de Diciembre) y, en el caso de México y Centroamérica, si bien seguimos recurriendo a la tortilla como base de nuestra alimentación, no podemos renunciar a ponerle queso, carne de cerdo o pollo; si prescindimos de tales ingredientes no es por gusto, sino por miseria.

La pertenencia a zonas culturales (que son, o debieran ser, el fundamento de las nacionalidades, así se trate de nacionalidades multiculturales o, el colmo, de nacionalidades multinacionales) no se define en función de gratitudes ni de rencores. Toda Patria gratifica y lacera a sus integrantes. Gozamos y padecemos a nuestro país, sea cual sea. El punto no es que los españoles hayan aportado a América las bestias de tiro, el hierro, la rueda, el arado o la religión, ni que hayan hecho barbacoa a poblaciones enteras o asesinado, robado y violado a los naturales del continente. No existe una sola nación que no haya sido fundada a sangre y fuego, salvo Suiza, creo, y ya ven: en ochocientos años de paz no han hecho más que relojes de Cu-cú, chocolates y cuentas bancarias secretas (perdón por el chistorete, hermanos suizos; no se lo tomen a pecho).

En un análisis más cuidadoso hay que ver que lo ocurrido en los siglos XV, XVI y XVII no fue la colonización de América por España, sino la colonización de vastas regiones del mundo, incluidos pueblos peninsulares –Andalucía, País Vasco, Cataluña-- por Castilla y Aragón. Hasta la fecha, en algunos sectores del independentismo vasco la emancipación de América del Imperio es vista como una referencia.

El planeta se mueve en dos direcciones que son, al mismo tiempo, contradictorias y complementarias: los regionalismos y la conformación de bloques. Si alguna esperanza tenemos nosotros (seamos quienes seamos, nos llamemos como nos llamemos) de construir uno, no hay más remedio que convertir el continente idiomático en formas concretas de colaboración e interacción política, económica y cultural. Qué paradoja: reconstruir el Imperio, aunque sea con reglas claramente distintas de las que rigieron en los tiempos coloniales. El avance a la cohesión no obliga a rendir las singularidades ni las diversidades, ni es obstáculo que cada uno siga llamándose, con mucho orgullo, nicaragüense, mexicano, saharaui, extremeño o andorrano --por supuesto que te tengo en mente, Be. Yo tampoco me siento representado, Nadie, en la bandera española, menos en esa bandera franquista y monárquica: es la mexicana y republicana la que me provoca un nudo en la garganta, y no precisamente porque piense ahorcarme con ella.

Ahora bien: si hemos de experimentar al menos la tentación de construir un espacio relativamente común, no vamos a cometer la barbaridad de dejar fuera a los pueblos peninsulares, a menos que ellos, por decisión propia, decidan marginarse, y entonces sí muy su gusto.

Y si no, si hemos de persistir en aislacionismos y hasta en autarquías, pues sentémonos a ver cómo nuestros países se caen a pedazos bajo el embate de la economía globalizada, cómo Estados Unidos deglute a México, cómo los peninsulares se consolidan como cola de león en el Viejo Continente, cómo Centroamérica alcanza su orfandad definitiva, acompañada por Cuba y Dominicana, y cómo los grandes bloques acaban con un Mercosur que, pese a su enormidad, no alcanza masa crítica para ser uno de ellos.

A falta de otro nombre, denomino “España” a la historia compartida, la realidad presente y el anhelo de integración supranacional. A mí también me molesta la palabra “hispanidad” y lo “bolivariano” me remite indefectiblemente a las payasadas de Hugo Chávez.

Qué incontinente soy cuando estoy en el teclado. Qué vergüenza.

Nadie Jedesmal dijo...

Estoy completamente de acuerdo con tu lección de Historia. No se puede negar toda la historia común y todas las influencias mutuas.

Lo que no me gustó es que para englobar a los "españolohablantes", (latinoamerica + españa) hayas dicho que todos somos españoles. Creo que somos algo mucho más grande, mucho más complejo, tanto que la palabra "españa" se nos queda corta.

Siempre me he preguntado cual será el término que nos englobe.

No somos sudacas como muchos españoles nos llaman. Ni Hispanoamericanos, mucho menos latinos. Todos esos términos son muy viejos creo que no reflejan la actualidad de nuestra región linguistica.

En fin.
saludos

Gataza Gueden dijo...

Estoy de acuerdo con varios de los puntos expresados aquí, tanto de Pedro, Nadie y Be. Y me sumo con un tanto.

Creo que efectivamente Pedro pecó, por omisión, al realizar su tipología de los países latinoamericanos.
Ha faltado enunciar otra raíz cultural fundamental, la que es resultado de la esclavitud de población negra (proveniente del continente africano). Esta raíz cultural si bien es cierto es más fácil de identificar en Brasil Cuba, República Dominicana (por ejemplo) se encuentra desperdigada por toda la región (por ejemplo México).

Ciertamente la lengua, en este caso el español, puede ser un elemento identificatorio de una vasta región histórica y socioeconómica. Pero debido al mismo proceso histórico de la región esta tipología se nos queda corta: Surinam, Jamaica, Belize, Trinidad y Tobago, Barbados, Antillas Holandesas, San Vicente, Granada. Ya sea que hablen inglés u holandés, estos países deben ser incluidos en la región de la que estamos hablando.

Es decir: podemos caer en la trampa de identificarnos por un sólo rasgo (pertenecer a una lengua romance: español, portugués o francés) y olvidar que, si de aglutinarnos contra la barbarie globalizada se trata, debemos pensar en la raíz de nuestro subdesarrollo y dependencia económica: nuestro pasado colonial. (Paradoja: ese mismo pasado colonial resultó para las antiguas metrópolis, España y Portugal, en un tremendo subdesarrollo, de acuerdo, sumemos a la península ibérica).

Habrá que inventarnos una palabra más incluyente que el vocablo "latinoamérica", creo que
el otro propuesto "Españota" también se queda corto.

Saludos.

Pedro Miguel dijo...

Nadie: bueno, se aceptan propuestas de nombre para designar eso que somos.

Getsemaní: tienes toda la razón; faltaron las raíces africanas, muy fuerte en varios de nuestros países (empezando por España, hay que señalar) que, en el caso del nuestro, tiene sus polos en las dos costas: Veracruz y Guerrero, Yanga y Cuajinicuilapa. No estoy seguro que naciones como Grenada, Jamaica, Antigua y Barbuda, San Vicente o Belice tengan algo que ver en esta historia: ellos pertenecen a la Commonwealth británica y me parece que se encuentran muy a gusto en ese universo idiomático, cultural, político y económico. Las Antillas Holandesas y Aruba, por su parte, dan indicios de pasarla bien con su dependencia de Amsterdam. Celebro, por último, la agudeza del comentario sobre el pasado imperial de España y Portugal y el posterior subdesarrollo de ambos países.

Oscar dijo...

Constitución de Cádiz !!!! Coño!!! y hasta ahora me entero??

Saludos Pedro Miguel

Pedro Miguel dijo...

Pues sí, Oscar; las Cortes de allá promulgaron un edicto obligatorio para todo el Reino, en virtud del cual todas las plazas de armas habían de llamarse "De la Constitución". La de la Ciudad de México fue la única --hasta donde sé-- que conservó el nombre.