31.7.07

La fe del adversario (IV)

Silente, conmovido mas silente,
viajo al año mengano.
Aparezco atrapado
en los muslos de Gracia.
Me duermo y sueño con un barco,
me sueño y duermo.

Viajo en la veta de su tiempo.
Visito a sus abuelos y parientes,
me hospedo en una choza de hombres celtas,
me matan a patadas por extraño,
camino entre trigales incipientes,
fundo la raza en torno a un lago,
me entronizo, me encuentro con la piedra,
reencarno en alquimista,
construyo ingenios y recetas,
formulo un bebedizo que me trae de vuelta.

Reconsidero mi sitial.
He vuelto
sin apenas palabras,
sin ningún equipaje,
con los ojos atónitos y abiertos.

Sus muslos, sin embargo, me siguen contemplando
con plenitud y con carencia
y tienden un camino de papel
de la carne al recuerdo,
de una yacija anónima al futuro
en que un hombre distinto, no previsto en la historia,
se regocije masticando el tiempo.

Aquí estoy, obligado
a reconstruir su aliento el soplo
de arena seca,
la ceñuda respuesta de su alma en pena
a mis frutos verbales
—,
el viento huesudo que me devuelve su corazón
ante cada palabra de amor ya superado.

No tengo paladar para la historia.
No hay más que este presente
resbaladizo por marmóreo.
No quiero divulgar ningún pasado
y mi futuro no me incumbe.
Soy un testigo ciego, nada más;
frívolamente viajo por el tiempo.

* * *

La diferencia


Los gobiernos de Felipe Calderón y de Néstor Kirchner tienen en común un arranque marcado por el déficit de legitimidad. En la primera quincena de mayo de 2003 el ahora presidente argentino tenía a su favor el enorme repudio social generado por la figura de Carlos Menem, con quien iba a enfrentarse en una segunda vuelta; pero el ex mandatario decidió ahorrarse el ridículo de perder por más de 20 puntos, halló la manera para escamotearle una victoria contundente a su rival y cuatro días antes del comicio renunció a la candidatura. Por ese golpe bajo y trapero, Kirchner llegó a la Casa Rosada sólo con los sufragios que había obtenido en la primera vuelta, 22 por ciento, la votación más baja obtenida por un presidente argentino. Calderón, por su parte, logró meterse a Los Pinos con sólo medio punto de ventaja sobre su adversario de izquierda, bajo la sospecha de medio país de que ese margen ínfimo no fue emitido por la ciudadanía sino fabricado por el poder político-económico, y bajo la evidencia de que su antecesor, a la manera clásica del priísmo, abusó del poder público para heredarle el cargo.

En esos inicios amargos se agotan las semejanzas entre el anfitrión mexicano y el huésped argentino. Desde el primer día de su mandato, Kirchner tomó distancia de la confluencia político-empresarial que había llevado a la ruina a su país, asumió un compromiso firme con la restauración de los derechos humanos, reconstruyó la autoridad presidencial e institucional, enfrentó la corrupción del aparato público, buscó un acercamiento con los movimientos sociales –hay que recordar que las calles estaban en manos de los piqueteros-- y ensayó medidas para reactivar la economía y paliar la desesperada situación por la que atravesaba el grueso de la gente. Para redondear la diferencia, hay que recordar que tirios y troyanos reprocharon al ocupante de la Casa Rosada el no haber puesto un suficiente empeño en el combate a la delincuencia y la inseguridad. La defensa de los derechos humanos le es reconocida por todo mundo: desde adversarios políticos como Elisa Carrió hasta el derechista La Nación. En cambio, su deslinde frente a los intereses oligárquicos locales y financieros transnacionales le es criticado desde la izquierda, donde se dice que fue meramente retórico, y desde la derecha, donde se le percibe como excesivo e innecesario.

La precariedad política con la que ambos iniciaron sus respectivas administraciones derivó en circunstancias en cierto modo opuestas: Kirchner le debe la presidencia al hartazgo popular frente a la corrupción e ineptitud de la clase política (“¡Que se vayan todos!”, era la consigna generalizada en ese momento) y su mandato indudable, así hubiera tenido atrás sólo a una quinta parte del electorado, era cambiar el curso de desastre por el que Argentina había transitado y tocado fondo. En ese contexto el nuevo presidente tuvo la libertad necesaria para impulsar un nuevo proyecto de país, y lo hizo. Calderón, en cambio, fue puesto en Los Pinos por los intereses excluyentes y antidemocráticos; queda la duda de si se recurrió, para ello, a una manipulación física y/o cibernética de los sufragios, o bien si bastó con su inducción ilegítima, operada desde la propia Presidencia, los conglomerados mediáticos y corporativos y la mafia sindical que controla al magisterio. Su mandato –no el popular, sino el de las élites— es evitar cualquier cambio sustancial en las condiciones y normas que posibilitan el saqueo del país por los capitales transnacionales, la perpetuación de las terribles desigualdades sociales, la preservación de la impunidad y la corrupción, y la garantía de supervivencia a cacicazgos regionales y sindicales que se apellidan Ruiz Ortiz, Marín, Gordillo o Deschamps. En tales circunstancias, la formulación de un proyecto de país es imposible de necesidad, incluso si en el equipo de gobierno hubiera las luces requeridas para la tarea.

Ahora el anfitrión y el visitante podrán ensayar gestos cordiales y amistosos –y qué bueno que así ocurra— pero sus ejercicios del poder son de signo opuesto. Kirchner encabeza un gobierno con un rumbo definido (otra cosa es estar de acuerdo o no con él), en tanto que el de Calderón tiene como propósito central no mover nada en un régimen uncido a los designios de la oligarquía política y empresarial, quedarse en eso y no ir a ningún lado.



30.7.07

La fe del adversario (III)

Viajé en el tiempo y en la piedra.
Quiero decir: traigo regalos,
pero qué va. Vengo cargado
con un fardo de olores,
con un crisol de tactos,
con una hostilidad irreductible
mas contenida.

Me dirán que no es tiempo
de hacer berrinche,
que no son modos de tratar los míos,
que ya pasé de moda.

Cuánto lo siento. Vengo
de ver flores y partos, bombardeos,
manecillas, carátulas,
tuercas de piedra,
congojos minerales,
apretones de mano entre dos piedras,
desesperados abalorios,
y no he podido tocar nada.

Pero dejen mi carga de lado.
Hablo sólo de cámaras,
turistas desechables,
cucharitas, bicocas, puerto alguno
donde se pierde la virtud en rifas.

No es esa nuestra pérdida.

¿Qué cosa quieren? ¿Dios?
Esperen; voy por Él y se los compro
pero Su posesión no va a cambiarles
nada.

Él es una caricia que no enciende,
es un prostíbulo sin lágrimas;
es un imán para colgar recados;
es una baratija que no excluye
la incómoda presencia
de este mármol yacente entre nosotros.

¿Qué cosa quieren? ¿La palabra?
Consigan una máquina que hable,
pídanle buenas noches,
besos, obscenidades, bendiciones,
y colmarán su gula de palabras.

Tampoco traje amor en mi maleta.
Yo viajé por el tiempo
y sus aduanas son inexpugnables:
no sobrevive el tiempo en el amor
ni sobrevive el amor en el tiempo.

Ningún contacto dérmico construye
por sí mismo el amor o las alianzas.
No supe algo de ti por tu sabor.
¡Demóstenes qué sabe de las piedras!

Dejen de formular
peticiones absurdas
cual sobrinos de un tío que se encontró de vuelta
y acaso así me dejen
compartir con ustedes la piedra que no traje,
la que sigue esperando mi regreso
en un lecho de río en que no me ahogué,
empotrada en el suelo de la plaza que no pisaré nunca.

Hallé la Muerte
pero el tema también es aburrido:
la muerte es una soberanía
de la que no soy súbdito
y cuyo pasaporte no poseo
al menos por ahora,
mientras les cuento estas mentiras,
una soberanía que no se deja mancillar,
que no admite injerencias.

* * *

Marcar el territorio


Parece que el sentido de territorialidad nos viene de los reptiles; la noción de propiedad será entonces nieta de un tiranosaurio o de un diplodoco.



Alégrense, bestias extintas: el legado de ustedes sigue vivo en las marcas de agua que el periódico Reforma pone en sus fotos, en la firma con que el EPR reclama como suyas unas explosiones insensatas, en la orina territorial del perro cuya gráfica distribuye la empresa iStockphoto la cual, faltaba más, impregna la imagen con meados digitales.

29.7.07

Del reality y sus alrededores

  • El poeta Césaire y el jesuita Mifsud

Todo empezó cuando vi la foto de una escena muy triste: una docena de muchachas trastabillean mientras corren, o se van de hocico al duro suelo, o están a punto de, con caras de angustia y dolor, afanadas por llegar a un listón rosado que representa la meta de una carrera. La información detrás de la imagen es simple: “Más de 100 mujeres participaron en una carrera de alto riesgo en las calles de San Petersburgo. Calzadas con tacones de 9 centímetros como mínimo --única condición para participar en el singular evento--, arriesgaron sus piernas y sus tobillos para intentar ser las primeras en cruzar la meta. ¿El premio? Un vale de compra de unos dos mil dólares.”



Debió ser muy emocionante. A juzgar por la sucesión de gráficas, las participantes iniciaron la competencia con ánimo festivo. Los rostros radiantes fueron desdibujándose conforme se sucedían los accidentes, hasta llegar a la última foto, la que describí al principio. No hallé información sobre cómo acabó el concurso, una crónica posterior sobre la afortunada ganadora y su sesión de compras en el establecimiento que organizó la carrera, ni un recuento de moretones, raspones, luxaciones y fracturas. El asunto me hizo pensar en los chavitos que se acuestan sobre un charco de vidrios rotos en los cruceros de mi ciudad para concitar la lástima de los conductores o el morbo que vale un peso y, en general, en la abundancia de espectáculos en los que el principal valor de producción es el sufrimiento humano. Gugleé “Reality show” y desemboqué en un texto del sacerdote jesuita Tony Mifsud, doctor en Teología de la Universidad Alberto Hurtado de Chile, y quien escribe cosas contra la legalización del aborto, las uniones entre personas del mismo sexo y la educación reproductiva laica y abierta. Me es difícil pensar en una pluma que me provoque más radicales desacuerdos que la suya; sin embargo, lo que cito a continuación me resultó esclarecedor:

“Curiosamente, el término Reality Show es contradictorio porque se juntan dos palabras que de por sí se excluyen. La realidad no es un espectáculo, salvo que la reduzcamos a una realidad virtual y hagamos de la vida un enorme teatro donde deambulan puros actores sin identidad propia. El espectáculo entretiene pero la realidad se vive, y a veces se sufre también. Reducir la vida a un mero espectáculo, donde te sientes mirado con indiferencia para que te aplaudan o te pifien, puede llegar a ser una enorme falta de respeto a las personas. [...] Ciertamente, hoy existe la tendencia a la cultura del espectáculo. Hemos mirado la Guerra de Golfo sentados frente al televisor; hemos visto la caída de las dos Torres en Nueva York comentando con el vecino telespectador lo horrible que era; hemos visto con consternación la cantidad de bombas que cayeron sobre Afganistán. Hemos sido espectadores de tantas muertes, pero el día siguiente volvemos a nuestro trabajo como si hubiéramos visto una película. Parece que hoy por hoy todo es un show porque uno se siente juzgado por su apariencia, por lo que tiene y no por lo que es. [... ] Los jóvenes públicamente enjaulados hacen de todo para tener éxito (aparecer y ganar plata). Y si se requiere hacer de la propia vida un espectáculo, bueno, igual que en la guerra, no hay reglas salvo la de ganar. Seguramente habrá otras opiniones favorables al programa, más bien subrayando el elemento del entretenimiento. Pero, ¿se puede negar que este tipo de programas reflejen y promueven de alguna manera una cultura del éxito y del espectáculo? Pero, ¿es la vida un espectáculo? ¿El dinero y los aplausos definen la propia vida?”



Mucho antes de llegar hasta ese punto de la lectura, tenía ya instalado en la cabeza un fragmento del portentoso Cahier d’un retour au pays natal (Cuaderno de un retorno al país natal) de Aimé Césaire, el gran poeta martinico de la negritud:

Et surtout mon corps aussi bien que mon âme, gardez-vous de vous croiser les bras en l'attitude stérile du spectateur, car la vie n'est pas un spectacle, car une mer de douleurs n'est pas un proscenium, car un homme qui crie n'est pas un ours qui danse...

(O sea: “Y sobre todo, cuerpo mío, y también alma mía, cuídense de cruzarse de brazos en la actitud estéril del espectador, porque la vida no es un espectáculo, porque un mar de dolores no es un proscenio, porque un hombre que grita no es un oso que baila...”)

Mi querida Françoise Pérus me regaló hace unos tres lustros la venerable edición bilingüe del Cahier... que publicó Ediciones Era en 1969, con prólogo y traducción al español de Agustí Bartra. Ahora me disculpo con los tripulantes y pasajeros de este blog por cerrar la entrega de este domingo con la anécdota que ya leyeron aquí; a veces, malpensados, uno pone los huevos en el papel y es en el blog donde nacen los pollos. Esta vez fue a la inversa.


28.7.07

La fe del adversario (II)

Silente, coronado
soberano,
viajo en el tiempo.
Me encuentro en un lagar,
doy vuelta, te diviso
y me encuentro contigo, mármol,
absorto, igual que yo,
en tus virtudes, obcecado,
en la canción de nadie, puesto,
consonantado en la memoria.

A bordo de un transporte milenario
me vuelvo niño autista,
marchito en forma prematura.
Soy un abecedario ilegible.
Soy un borrón en la distancia.
Mido kilómetros.
Me refocilo en una curva,
voy y regreso.

* * *

Deidades inquietantes
(VI y última)


Jesucristo
(Occidente)

“... y a los dioses mordía el espanto
de ese Dios silencioso que tiene los brazos abiertos.”

Ricardo Jaimes Freyre
Castalia Bárbara





27.7.07

Criminales y criminales


Algunos delincuentes me horrorizan y al mismo tiempo me parten el alma.

Es el caso de estos tres: Manuel Antonio Noriega, Mario Villanueva Madrid y Ambrosio Cadena Flores.

No entiendo muy bien los motivos de mi propia discriminación, pero cuando Menem y Fujimori han estado tras las rejas, no he sentido pena. Tampoco me sentiré acongojado si algún día logramos que Salinas pague en la cárcel alguna de sus tropelías. Aunque sea una.


26.7.07

La fe del adversario (I)

Como reptil silente,
suspendido en un caos sigiloso
que sueña sin gemidos,
te invoco, mármol; deposito
una palabra escrita en tu paladar,
consigo pinzas y una piedra florecida,
batallo a tus espaldas,
trasiego fórmulas y cánticos.

Desde una soledad sin ojos,
en un aislamiento insobornable,
lentamente doy vueltas
alrededor de ti
sin palabras ni gestos,
sin cópulas, sin polen, sin contagios:
un caldo estéril,
un hervor atrapado en una piedra.

Con dignidad, espero
a que interrumpas tu mutismo
y que pongas tu muerte entre paréntesis.

Como un dolor
preciso y necesario,
me apego a ti, sin concesiones.

Este pulmón que se fatiga en letras,
que se desgasta en sílabas no dichas,
debiera estar en mi sitial
de deidad impotente,
de nahual disecado.
Pero en tanto
(tanto tiempo, fatiga inconsolable)
escenifico tu ritual,
sirvo la mesa de la piedra,
instituyo el altar de los hervores.

* * *

Israel: un Estado racista

Varsovia, 1943, y Cisjordania, siglo XXI: momentos del racismo


  • Editorial de Ha’aretz
  • El apartheid de Tel Aviv, según Carter y Dugard

No lo saqué de la agencia oficial del gobierno iraní, ni de una página de Al Qaeda, ni de un folleto de Hezbollah; el encabezado de este post es el mismo que el del editorial del 20 de julio de Ha’aretz, uno de los periódicos más importantes de Israel: “Diariamente el Knesset (parlamento) tiene la alternativa de aprobar leyes que impulsen a Israel como un Estado democrático o que lo conviertan en un Estado judío racista. La línea entre ambos es muy delgada. Esta semana se traspasó esa frontera. Si la asesora legal del Knesset no consideró que la propuesta titulada Ley del Fondo Nacional Judío era suficientemente racista para dejarla fuera de la agenda, es difícil imaginar qué legislación podría considerar racista.” Se refiere a la reciente aprobación de una ley que ratifica la exclusión de los no judíos (palestinos y drusos, principalmente) de los beneficios de ese organismo. El Fondo Nacional Judío (JNF, por sus siglas en inglés) creado en 1901 por la Organización Sionista Mundial para adquirir tierras en Palestina. En 1960 la Autoridad de Tierras de Israel se hizo cargo de los predios propiedad del Estado y de aquellos que pertenecían a la JNF y que, en conjunto, representaban el 90 por ciento de los terrenos del país, con el compromiso de permitir su colonización únicamente por judíos. Continúa el editorial: “Aunque el JNF compró tierras para los judíos de la diáspora, el Estado de Israel ha sido establecido y esas tierras deben ser ahora para todos sus ciudadanos. Para aquellos que miran al mañana y no al pasado, el objetivo es crear en Israel un Estado saludable y progresista en el que las necesidades de los dos pueblos preocupen a los líderes y legisladores. La política del JNF se contrapone a los intereses del Estado y no puede discriminar por medio de la ley a la minoría que vive en el país”.

En el foro de discusión del texto, Yaakov Sulllivan pone el dedo en la llaga: “Israel se define a sí mismo como un Estado judío para el pueblo judío. Los no judíos no salen en la foto, y la mayoría del electorado israelí no quiere que eso cambie. [Los árabe-israelíes] tienen el voto; dejémosles que se contenten con eso o que se muden a sus “propios” países. El hecho que esta ley racista discrimine a los ciudadanos árabe-israelíes no le molesta a la mayoría de los israelíes. Por supuesto, reconocen que es discriminatoria, pero no les importa. En Israel la democracia pertenece a los judíos pero no a los ciudadanos árabes porque el mantenimiento del carácter judío del Estado, que es donde viene el asunto de las tierras, es más importante que la democracia. Ha’aretz puede pensar que esta situación es deplorable, pero la mayoría del Knesset, no. A la mayor parte de los israelíes esto no les perturba y les importa poco cómo lo percibe el resto del mundo. Dirán: ‘Miren a todos los que aquí y allá lo hacen peor’ o bien ‘éste es el único Estado judío en el mundo y no le debemos a nadie una explicación para defender nuestro racismo’.”


Destrucción implacable

Recordemos: en 1975 la Asamblea General de la ONU aprobó, por amplia mayoría, una resolución en la que se establecía que el sionismo era una forma de racismo. En 1991, la gran mayoría de ese mismo foro anuló la resolución anterior. Pero en marzo pasado, el sudafricano John Dugard, relator especial del Consejo de Derechos Humanos (CDH) de la ONU, comparó la situación de los habitantes legítimos de Gaza, Cisjordania y la Jerusalén oriental con la que padecieron los negros de Sudáfrica durante el apartheid. Resumió el editorial de La Jornada: “separación obligatoria de familias, severas dificultades para desplazarse entre distintos puntos y un sistema de caminos exclusivo para los israelíes implantados en tierras palestinas, ‘algo que no fue contemplado ni siquiera en el apartheid sudafricano’, a decir del funcionario. Adicionalmente, Dugard destacó que los asentamientos judíos al oriente de las fronteras de 1967 –que son, de acuerdo con las resoluciones 242 y 337 de la ONU, las que deben delimitar el mapa de Israel—“constituyen una forma de colonialismo”. Y señalaba el funcionario internacional: “es difícil rechazar la conclusión de que muchas de las leyes y prácticas de Israel vulneran la Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación Racial de 1966”. Por favor, lean el informe de Dugard: sin perder la serenidad en una sola línea, lo que ahí se documenta es una muy necesaria bofetada a la conciencia internacional.

No es la única. A fines del año pasado Jimmy Carter publicó un libro titulado Palestine: Peace, Not Apartheid (“Palestina: paz, no apartheid”) en el que señaló que la política israelí en los territorios ocupados es “un sistema de apartheid, con dos pueblos que ocupan la misma tierra pero completamente separados uno de otro, con los israelíes que dominan y suprimen la violencia privando a los palestinos de sus derechos humanos básicos”.


Escena cotidiana en la ocupación


Mientras tanto, en el interior de la jaula nacional construida por este Estado racista para contener a los palestinos y a sus legítimas demandas, la confrontación entre los bandos de Mahmud Abbas (Al Fatah) e Ismail Haniyeh (Hamas) parece no tener fin, y en las ciudades de la Gaza tomada por los radicales islamistas y de la Cisjordania controlada por la burocracia corrupta del gobierno reconocido por Tel Aviv y Washington, se escucha esta canción.

Fayez Badawi, representante del Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP) ante los países de habla española, tiene una opinión muy precisa del asunto: “¿Que está pasando en Irak, un país donde antes todos convivían sin grandes problemas? Hoy los chiítas luchan contra los sunnitas. Situaciones similares se viven en Palestina, Somalia, Sudán. La política imperialista es muy clara: cada vez que un pueblo oprimido responde con resistencia armada, Estados Unidos fomenta en su interior una guerra civil.”

El 4 de julio Hamas publicó en su página web una carta fechada el 13 de julio de 2003, atribuida al jefe militar de Al Fatah, Mohammed Dahlan, y presuntamente dirigida al entonces ministro israelí de Defensa, Shaul Mofaz. Dice así: “Tenga la seguridad de que los últimos días de Yasser Arafat están contados, pero permítanos que acabemos con él a nuestra manera, no a la de ustedes. Tenga la seguridad de que daré mi vida para mantener las promesas que hice delante del presidente Bush”. Y concluye: “Sólo me queda expresar mi gratitud hacia usted y hacia el primer ministro [Ariel Sharon] por la continua confianza que han depositado en nosotros, y todo nuestro respeto”. ¿Es verdadera o falsa? –No lo sé.


División: lo que faltaba



25.7.07

Memorias de un voyeur


Hace años, en un mes de septiembre, invertí mis menguados ahorros en la adquisición de un telescopio. Instalé el aparato sobre mi escritorio, de cara a la ventana de mi estudio (que tenía una esplendida vista sobre dos edificios vecinos y su coleccion de ventanas) y me dispuse a asumir, en forma rigurosa y sin complejos, el oficio de voyeur.

Antes de dirigir el artefacto óptico hacia la intimidad del vecindario, realicé un cuidadoso levantamiento catalográfico de las ventanas a mi alcance (serie A-1 a A-11 para el edificio de la izquierda, B-1 a B-8 para el del centro, C-1 a C-24 para el de la derecha, y de la D a la M para casas solas), escribí el registro en un grueso cuaderno de contabilidad y me dispuse a consignar, con entradas de fecha y hora, las observaciones respectivas.
Para ser sincero, al principio de mi aventura tenía la certeza de que accedería a los aspectos más fuertes de la vida de mis víctimas y soñaba con presenciar en secreto dramas familiares, actos sexuales, operaciones de consumo y empacado de drogas, desnudos abundantes y, quien sabe, tal vez un asesinato.

Durante 14 semanas me apliqué metódicamente de 8 a 11 pm a la observación furtiva de las ventanas vecinas, pero en todo ese lapso no pude contemplar ninguna de las escenas señaladas. Los dramas familiares se reducían a una sucesion de jetas en torno a la mesa del comedor; los actos eróticos más desenfrenados que llegué a registrar fueron unos besos rápidos y rutinarios del marido a la esposa cuando el primero llegaba de trabajar; en vez de personajes siniestros procesando cocaína vi a muchas señoras planchando camisas; el desnudo mas audaz fue el de un abuelito que, frente a la ventana de su cuarto, se quito la camisa del pijama y se quedo en camiseta; en fin, lo mas cercano a un homicidio fue un coscorrón de una madre a un hijo díscolo que, supongo, se negaba a hacer la tarea.


Desistí de mi empeño cuando los primeros foquitos de arbol de navidad empezaron a dificultarme las observaciones. Respiré hondo, me armé de una resignacion heroica, tiré a la papelera mi bitácora de voyeur, levanté el telescopio de mi escritorio, lo doblé con todo y tripié, me lo puse bajo el brazo y salí con paso cansino hacia la azotea del edificio. Allí, sintiéndome perfectamente ridículo, enfoqué el aparato hacia la Luna y luego hacia los anillos de Saturno. Esa noche me aburrí casi tanto como todas las que pasé tratando de capturar la intimidad secreta de mis vecinos. Desde entonces el jodido invento de Galileo durmió el sueño de los justos en la parte superior de un clóset y se perdió para siempre en el curso de alguna mudanza.

Tal vez equivoqué el momento. Corrían los tiempos más oscuros del DF pre Tunick y creo que la figura más sexy de la escena pública de ese entonces era Paloma Cordero, esposa de un señor que no tiene más relieve en la historia que el haber impuesto a Carlos Salinas como su sucesor en la Presidencia.

Afuera de mi casa actual no hay nada interesante que ver, y ya no sé. Pero en aquellos tiempos y lugares, la gente sólo se acercaba a las ventanas en caso de incendio o cuando un accidente espectacular dirigía su curiosidad hacia el exterior. Pero los moradores de aquel barrio apagaban la luz y cerraban las cortinas cuando era hora de Eros o de Marte, de desnudarse, de hacer cosas ilícitas, de fallecer, en fin, de cualquier cosa que alimentara el morbo ajeno. Y, en consecuencia, condenaban a los mirones a sobrellevar una vida muy dura.


24.7.07

Deidades inquietantes (V de VI)


Xipe Tótec,
El Señor Desollado
(Mesoamérica)


















Gays a la horca

E
l fiscal general de Irán, Said Mortazavi, confirmó que en días recientes la República Islámica ha ahorcado a 16 personas condenadas por “adulterio, secuestro y homosexualidad” que habían incurrido, además, en “violación, chantaje y luchas callejeras”. El funcionario no especificó las proporciones de secuestradores, homosexuales, extorsionadores, violadores y adúlteros en el grupo de ajusticiados, ni aclaró si uno o varios de ellos habían sido convictos por más de uno de esos cargos, o por los tres.

No importa. Ya suficiente escándalo es que cuelguen a los secuestradores, porque no hay delito en este mundo que justifique un comportamiento del Estado igual o peor que el del infractor. Es motivo bastante de asco el que un vocero gubernamental de cualquier país mezcle en una enumeración delitos graves, como el secuestro y la violación, con faltas administrativas menores, como las riñas callejeras, con asuntos de la vida privada que sólo afectan a los involucrados, como el adulterio, y con orientaciones e identidades que, sean cuales sean, no son delito. Por añadidura, cuando el Estado establece que hay comportamientos sexuales o afectivos punibles –con multas, con azotes públicos, con la soga en el pescuezo— impone a los gobernados, mediante la coerción, prácticas genitales forzadas; es decir, viola e institucionaliza la violación. Por lo demás, el matar a una persona porque le gustan los hombres, o las mujeres, o ambos, o ninguno, es un castigo a dos de las pocas cosas que hay, aparte de la religión, para enfrentar la muerte y el sinsentido en este mundo: el placer y el amor. Más aun: la condición de buga, de gay, de lesbiana, de bi, de tri o de trans lo que sea, es una consecuencia directa de estar vivo y la penalización de cualquiera de esas opciones equivale a asentar que la vida es delito.


Esto no tiene nada que ver con la justicia ni con planes oficiales de seguridad ni con el Islam ni con el derecho de los Estados a abandonar el modelo único que se pretende imponer, desde Occidente, al resto del planeta. Tampoco viene a cuento el pretendido conflicto de civilizaciones. Los líderes del catolicismo europeo hicieron exactamente lo mismo que los ayatolas actuales mientras tuvieron el poder terrenal amplio y bastante para echar leña a las hogueras y, a juzgar por esos antecedentes, si hoy Ratzinger es un homófobo pasivo, no es por su amplitud de criterio, sino por la falta de atribuciones legales para pasar a la acción. El cristiano fundamentalista Bush y el musulmán fundamentalista Ahmadinejad tienen más puntos en común de lo que ambos se atreven a admitir, y uno de los más notorios es la intolerancia asesina. Es cierto: la cultura occidental dio un paso enorme cuando les quitó a los inquisidores los fierros para torturar, pero perdió gran parte de lo avanzado porque los dejó en manos de los dirigentes seculares. Como consecuencia, la Casa Blanca sostiene, en pleno 2007, que hay que emplear la tortura pero llamándola de otra manera.

Para volver a la noticia, la persecución en curso contra los gays, contra los adúlteros y contra aquellos que no se visten ni se arreglan el pelo de acuerdo con el código de apariencia impuesto por los ayatolas, revela la extremada precariedad sicológica de los gobernantes de Teherán, su miedo cerval a lo diferente y su infinita debilidad identitaria o de convicciones. En eso se parecen a todos los que, para reafirmar su cristianismo, su ortodoxia islámica o su heterosexualidad, asesinan, encarcelan o marginan, desde el poder público o desde los convencionalismos cómplices de la sociedad, a quienes se comportan distinto en el templo o en la cama.

Por último: el salvajismo iraní no nos da margen para baños de pureza. Hasta hace unas décadas el gobierno mexicano se reservaba la potestad de perseguir personas por su orientación sexual. De un tiempo a la fecha, tal vez en armonía con la privatización masiva de atribuciones y propiedades estatales, el combate a la homosexualidad ha pasado a manos privadas, las cuales, como se sabe, son más productivas y eficientes; así lo confirma el promedio mensual nacional de tres asesinatos inspirados por la homofobia que se cometen en el país (400 en la última década), 98 por ciento de los cuales permanecen impunes. Qué atrasados estamos en la lucha contra el pequeño nazi que llevamos dentro.