26.7.07

Israel: un Estado racista

Varsovia, 1943, y Cisjordania, siglo XXI: momentos del racismo


  • Editorial de Ha’aretz
  • El apartheid de Tel Aviv, según Carter y Dugard

No lo saqué de la agencia oficial del gobierno iraní, ni de una página de Al Qaeda, ni de un folleto de Hezbollah; el encabezado de este post es el mismo que el del editorial del 20 de julio de Ha’aretz, uno de los periódicos más importantes de Israel: “Diariamente el Knesset (parlamento) tiene la alternativa de aprobar leyes que impulsen a Israel como un Estado democrático o que lo conviertan en un Estado judío racista. La línea entre ambos es muy delgada. Esta semana se traspasó esa frontera. Si la asesora legal del Knesset no consideró que la propuesta titulada Ley del Fondo Nacional Judío era suficientemente racista para dejarla fuera de la agenda, es difícil imaginar qué legislación podría considerar racista.” Se refiere a la reciente aprobación de una ley que ratifica la exclusión de los no judíos (palestinos y drusos, principalmente) de los beneficios de ese organismo. El Fondo Nacional Judío (JNF, por sus siglas en inglés) creado en 1901 por la Organización Sionista Mundial para adquirir tierras en Palestina. En 1960 la Autoridad de Tierras de Israel se hizo cargo de los predios propiedad del Estado y de aquellos que pertenecían a la JNF y que, en conjunto, representaban el 90 por ciento de los terrenos del país, con el compromiso de permitir su colonización únicamente por judíos. Continúa el editorial: “Aunque el JNF compró tierras para los judíos de la diáspora, el Estado de Israel ha sido establecido y esas tierras deben ser ahora para todos sus ciudadanos. Para aquellos que miran al mañana y no al pasado, el objetivo es crear en Israel un Estado saludable y progresista en el que las necesidades de los dos pueblos preocupen a los líderes y legisladores. La política del JNF se contrapone a los intereses del Estado y no puede discriminar por medio de la ley a la minoría que vive en el país”.

En el foro de discusión del texto, Yaakov Sulllivan pone el dedo en la llaga: “Israel se define a sí mismo como un Estado judío para el pueblo judío. Los no judíos no salen en la foto, y la mayoría del electorado israelí no quiere que eso cambie. [Los árabe-israelíes] tienen el voto; dejémosles que se contenten con eso o que se muden a sus “propios” países. El hecho que esta ley racista discrimine a los ciudadanos árabe-israelíes no le molesta a la mayoría de los israelíes. Por supuesto, reconocen que es discriminatoria, pero no les importa. En Israel la democracia pertenece a los judíos pero no a los ciudadanos árabes porque el mantenimiento del carácter judío del Estado, que es donde viene el asunto de las tierras, es más importante que la democracia. Ha’aretz puede pensar que esta situación es deplorable, pero la mayoría del Knesset, no. A la mayor parte de los israelíes esto no les perturba y les importa poco cómo lo percibe el resto del mundo. Dirán: ‘Miren a todos los que aquí y allá lo hacen peor’ o bien ‘éste es el único Estado judío en el mundo y no le debemos a nadie una explicación para defender nuestro racismo’.”


Destrucción implacable

Recordemos: en 1975 la Asamblea General de la ONU aprobó, por amplia mayoría, una resolución en la que se establecía que el sionismo era una forma de racismo. En 1991, la gran mayoría de ese mismo foro anuló la resolución anterior. Pero en marzo pasado, el sudafricano John Dugard, relator especial del Consejo de Derechos Humanos (CDH) de la ONU, comparó la situación de los habitantes legítimos de Gaza, Cisjordania y la Jerusalén oriental con la que padecieron los negros de Sudáfrica durante el apartheid. Resumió el editorial de La Jornada: “separación obligatoria de familias, severas dificultades para desplazarse entre distintos puntos y un sistema de caminos exclusivo para los israelíes implantados en tierras palestinas, ‘algo que no fue contemplado ni siquiera en el apartheid sudafricano’, a decir del funcionario. Adicionalmente, Dugard destacó que los asentamientos judíos al oriente de las fronteras de 1967 –que son, de acuerdo con las resoluciones 242 y 337 de la ONU, las que deben delimitar el mapa de Israel—“constituyen una forma de colonialismo”. Y señalaba el funcionario internacional: “es difícil rechazar la conclusión de que muchas de las leyes y prácticas de Israel vulneran la Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación Racial de 1966”. Por favor, lean el informe de Dugard: sin perder la serenidad en una sola línea, lo que ahí se documenta es una muy necesaria bofetada a la conciencia internacional.

No es la única. A fines del año pasado Jimmy Carter publicó un libro titulado Palestine: Peace, Not Apartheid (“Palestina: paz, no apartheid”) en el que señaló que la política israelí en los territorios ocupados es “un sistema de apartheid, con dos pueblos que ocupan la misma tierra pero completamente separados uno de otro, con los israelíes que dominan y suprimen la violencia privando a los palestinos de sus derechos humanos básicos”.


Escena cotidiana en la ocupación


Mientras tanto, en el interior de la jaula nacional construida por este Estado racista para contener a los palestinos y a sus legítimas demandas, la confrontación entre los bandos de Mahmud Abbas (Al Fatah) e Ismail Haniyeh (Hamas) parece no tener fin, y en las ciudades de la Gaza tomada por los radicales islamistas y de la Cisjordania controlada por la burocracia corrupta del gobierno reconocido por Tel Aviv y Washington, se escucha esta canción.

Fayez Badawi, representante del Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP) ante los países de habla española, tiene una opinión muy precisa del asunto: “¿Que está pasando en Irak, un país donde antes todos convivían sin grandes problemas? Hoy los chiítas luchan contra los sunnitas. Situaciones similares se viven en Palestina, Somalia, Sudán. La política imperialista es muy clara: cada vez que un pueblo oprimido responde con resistencia armada, Estados Unidos fomenta en su interior una guerra civil.”

El 4 de julio Hamas publicó en su página web una carta fechada el 13 de julio de 2003, atribuida al jefe militar de Al Fatah, Mohammed Dahlan, y presuntamente dirigida al entonces ministro israelí de Defensa, Shaul Mofaz. Dice así: “Tenga la seguridad de que los últimos días de Yasser Arafat están contados, pero permítanos que acabemos con él a nuestra manera, no a la de ustedes. Tenga la seguridad de que daré mi vida para mantener las promesas que hice delante del presidente Bush”. Y concluye: “Sólo me queda expresar mi gratitud hacia usted y hacia el primer ministro [Ariel Sharon] por la continua confianza que han depositado en nosotros, y todo nuestro respeto”. ¿Es verdadera o falsa? –No lo sé.


División: lo que faltaba



10 comentarios:

Eric dijo...

Hola Pedro.
Que cruda y triste realidad, porque el racismo, lamentablemente, se encuentra presente en todo el mundo.
Pero lo que más me hace rabiar es el mirar a hombres que demuestran su valentía ante seres como lo son los niños. Pobre de los hombres que disfrutan de ver que un niño llora o mancha sus pantalones, por el pavor que éste les inspira.
Hombres valientes, según el caso en ésta realidad.
Prefiero seguir siendo un cobarde pacifista.
Salúd.

EV dijo...

El estado de Israel aparte de racista es un gandalla, como es posible que le apunten con una ametralladora a una familia indefensa y se necesiten 4 bestias para someter a una niña.

pk dijo...

qué cabrona foto del niñito meado por el miedo. de verdad que impresiona que estos cabrones se sigan quejando por lo que les sucedió en el también por ellos titulado "holocausto".

quememos judíos!

marichuy dijo...

Hola, Pedro
Que terrible es esto, al leerlo me vino a la mente un espléndido análisis de Guillermo Almeyra publicado en La Jornada en el verano de 2006, en alguno de los 34 días que duró (oficialmente) del bombardeo del ejército israelí sobre Líbano, se llamaba "Los nazis de Tel Avid” y pintaba de cuerpo entero ese odio racial.

Pedro Miguel dijo...

Eric y Eva: Los menores son las víctimas fáciles en todas las guerras. En El Salvador y Guatemala los soldados de las dictaduras militares que acudían a arrasar aldeas sospechosas de colaborar con las guerrillas solían jugar tirando a los bebés al aire para luego ensartarlos con las bayonetas antes de que llegaran al suelo. Hablamos de cosas que ocurrieron hace unos 20 años.

Pk: ¿Cómo que "quememos judíos"? Al leer tu comentario vacilé entre borrarlo y publicarlo, y opté por lo segundo para explicar, en esta réplica, algo: El problema es quemar, no a quién quemar. Algunos dirán: "Quememos a los homosexuales"; otros, "quememos a los indios", algunos más, "quememos a los comunistas"; no faltará quien proponga: "quememos a los católicos", y hasta habrá un ocurrente que pida: "quememos a los blogueros". Con esa lógica, la humanidad está, literalmente, frita, y nuestra convivencia estará, literalmente, de la tostada. Por eso tu comentario me resulta ofensivo: es que no hay que quemar a nadie, es que hay que dejar de quemar a la gente. Punto.

Judío e israelí no son sinónimos: hay judíos que no han puesto el pie nunca en Israel y que son, por ejemplo, panaderos en Buenos Aires o artistas plásticos en la Ciudad de México. ¿Los quemamos? Aun si propusiéramos la chamusquina sólo para los israelíes, estaríamos incluyendo a muchísima gente inocente (la gran mayoría) e incluso a gente de paz y buena voluntad, como, por ejemplo, el redactor del editorial que comento, o el opinador Sullivan.

En cualquier caso, "los judíos" o los israelíes, en conjunto, son tan culpables por la escena que comentas como lo eres tú por las proverbiales violaciones a los derechos humanos que cometen los cuerpos de seguridad en México. Ahora invierto las cosas: alguien, pongamos por caso que en Copenhague, mira una foto de las atrocidades cometidas por la PFP en Atenco y concluye: "quememos a los mexicanos". Estás incluido en la parrilada, Pk; ¿te late?

* * *

Lo peor, Marichuy, es que el odio es producto de los desaseos de las grandes potencias, no un resultado de la convivencia. Me explico: árabes y judíos vivieron en paz en Palestina hasta que a los europeos se les ocurrió el plan de partir en dos el territorio del protectorado para construir un Estado judío y otro palestino. Ahí empezaron los posicionamientos estratégicos y las masacres de aldeas, en preparación de lo que venía. Ahora las cosas han llegado a tal descomposición que la concreción de esa mala idea es la única salida viable al conflicto: dos Estados, uno judío y otro palestino. Creo que a la larga lo razonable será establecer un triángulo fértil que incluya a Israel, a Jordania y a una Palestina aún por construir, en donde la gente de todas las culturas y creencias viva en respeto y armonía. Me exaspera pensar que para eso falta mucho tiempo y, sobre todo, mucha sangre por correr.

pk dijo...

este bloguero está apenado por su superfluo y por demás banal comentario. no tenía intención alguna. entiende perfectamente el texto, algo de la situación y lo que dices.

una disculpa por su incontrolable ligereza. apenado está.

procurará evitarlo

saludos

Pedro Miguel dijo...

Celebro y agradezco la rectificación, Pk, y con ella doy por cerrado el asunto.

Un abrazo.

Roque Nuevo dijo...

Estimado Pedro,

Sin discutir lo muy discutible de tu artículo (me gustaría debatirlo contigo, de manera madura, en cuanto tú dispongas), la dizque aportación de PK (justamente rebatido por tí) revela que el anti-semitismo crudo está más que vivo aquí en México. Su recurso "estílistico" de poner la palabra holocausto entre comillas es la muestra más evidente, aunque esto no lo comentaste. A mí me preocupa todo esto. Cabe decir que, aunque no estemos de acuerdo en mucho en cuanto a Israel y Palestina, sí estamos de acuerdo con el "horizonte" (como dicen hoy) de una solución: un estado Palestino con la capital en Jerusalén.

Aquí te pongo la reseña de una encuesta que dé datos sobre el anti-semitismo en América Latina:

Regarding one of the most significant and fastest growing segments of the American population, Hispanics, there continues to be an extraordinary gap between those born in the United States and those born abroad, though somewhat less than in 2002. The survey revealed that 35 % of foreign-born Hispanics hold hardcore anti-Semitic beliefs, (down from 44%) while 19 % of Hispanics born in the U.S. fall into the same category (down from 20%). The anti-Semitic propensities of Hispanics were significantly above the national average -- 29% for Hispanics; 14% for all Americans.

"We are heartened to see some progress in the Hispanic community," said Mr. Foxman. "We understand that religious background has always played a role in determining one's beliefs about Jews. So it is not surprising, though distressing, that one of the fastest growing segments in America holds strong anti-Semitic views. There is no doubt that this is a reflection of what is being learned about Jews in the schools, churches and communities of Latin American countries, which is anti-Semitism at its most basic."

La liga: http://www.adl.org/PresRele/ASUS_12/4680_12.htm.

Con respeto, Roque Nuevo

Pedro Miguel dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Pedro Miguel dijo...
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