27.7.07

Criminales y criminales


Algunos delincuentes me horrorizan y al mismo tiempo me parten el alma.

Es el caso de estos tres: Manuel Antonio Noriega, Mario Villanueva Madrid y Ambrosio Cadena Flores.

No entiendo muy bien los motivos de mi propia discriminación, pero cuando Menem y Fujimori han estado tras las rejas, no he sentido pena. Tampoco me sentiré acongojado si algún día logramos que Salinas pague en la cárcel alguna de sus tropelías. Aunque sea una.


3 comentarios:

Colibrí dijo...

me imagino que es válido sentir pena ajena por algún ser humano (yo la tengo si pienso en lo gacho que ha de ser vivir en sus cuerpos y con sus conciencias);

pero...pues no alcanzo a comprender...desde donde se mueve la piedad que les tienes...¿será que les sabes algo relacionado con algún genuino arrepentimiento?

ya no digas si a los otros no les perdonas ni el bendito...pero a Noriega, a Villanueva y a este señor matón y violín...

¿es por la cara de sufrimiento que tienen?

si es que en esas caras se pudiera adivinar el sufrimiento?

vaya pues...diverso el mundo...

Colibrí dijo...

rectifico mi primer párrafo:

quise decir "me imagino que es válido sentir pena ajena por algún ser humano con la trayectoria de los que compadeces(yo la tengo si pienso en lo gacho que ha de ser vivir en sus cuerpos y con sus conciencias); "

si, oye!!! leído de la manera anterior parecería que me está comiendo mi soberbia gachamente...

Pedro Miguel dijo...

Estoy igual de intrigado que tú, Colibrí; no tengo ningún elemento racional para entender por qué me da lástima Noriega y no Fujimori; ¿será porque el primero la pagó y el segundo sólo a medias? ¿O porque Villanueva fue usado por Salinas & Zedillo & Fox, y que Menem usó a todo mundo en su provecho? Tal vez la diferencia estribe en la relativa impunidad de los segundos. En cuanto al violador y asesino de su propia hija, no logro concebir el tamaño de las culpas que lo han de estar corroyendo. O será, simplemente, como tú dices, por la cara de sufrimiento de los tres primeros de la serie y los gestos de plenitud de los segundos, después de todo el daño que han causado.