Claudia López, Columnista de EL TIEMPO.Martha Helena Montoya me hizo favor de enviarme este artículo y se lo agradezco. Lo reproduzco íntegro. Los links y las ilustraciones son responsabilidad mía.
Otro secuestrado muerto. Otra vez el Ejército, siguiendo órdenes del Presidente, fue a rescatar a un secuestrado vivo y trajo de vuelta a un industrial muerto. ¿Cuántos más, Presidente? ¿Cuántos secuestrados muertos se necesitan para que usted se digne considerar otras opciones? ¿Acaso los 3.200 que todavía están vivos?
¿Me pregunto, Presidente, por qué, según usted, su gobierno no puede renunciar al deber constitucional de hacer rescates militares, pero sí puede renunciar al deber ético y constitucional de defender la vida de unos colombianos en peligro? ¿Con qué criterio escoge los deberes constitucionales que decide cumplir y los que desecha?
Para cumplir con su decisión de rescatar a los secuestrados por la fuerza y sin la certeza de que sobrevivan, el Gobierno anunció que primero informa a la familia y que ha encontrado en algunas de ellas respaldo a su decisión. Sin embargo, ha sido usted enfático en afirmar que informar no es pedir permiso y que, en cualquier caso, el Gobierno se mantiene firme en la decisión del rescate militar. Si igual va a hacer el rescate militar, Presidente, ¿no cree que exponer a la familia a una información sobre la que no puede tomar una decisión final es una manera de moderar su costo político por una decisión riesgosa, pero también de agregar a las familias un sentimiento de culpa inevitable por la muerte de sus seres queridos cuando tratan de ser rescatados?
Tuve un enorme sentimiento de pesar escuchando a María Londoño, la viuda del industrial secuestrado y muerto en rescate, Diego Mejía. "La vida de mi esposo se fue, pero las de otros que le hicieron mucho daño al país también se fueron (en la operación murieron cuatro guerrilleros, entre ellos alias 'Fabio', uno de los jefes del frente 47 de las Farc). Espero que esto sirva para algo", decía doña María. Parece una sentencia del talión: ojo por ojo, diente por diente. Y la verdad, doña María, es que no sirve de nada. Lo que nos servía a todos era tener a su esposo a su lado y al industrial produciendo. Cada año, el Gobierno da de baja en combates legítimos a cientos de guerrilleros. Seguramente en uno de esos combates habría dado de baja a esos cuatro guerrilleros.
También dijo doña María que "Diego no se pudo salvar porque Dios así lo dispuso. Los resultados no fueron los que hubiéramos querido, pero, ante la disposición de Dios, no podemos hacer nada". No, doña María, la decisión de rescatar a su marido ni fue suya ni fue de Dios, fue de un mortal. Usted, su esposo y los demás secuestrados tienen otras alternativas, que incrementan las posibilidades de recuperarlos con vida, pero nuestro mortal Presidente considera que esas otras opciones no son legítimas ni posibles.
Leyendo el jueves pasado la noticia de la muerte del señor Mejía y ayer la de que estamos inundados otra vez de mafias y paramilitares, me surgen tantas preguntas, señor Presidente.
Según las propias estadísticas oficiales, los paramilitares fueron responsables de unos 1.000 secuestros. Ni para empezar la negociación, ni para concederles los generosos beneficios de la mal llamada Ley de Justicia y Paz se les exigió que los devolvieran.
Hasta el día de hoy no los han devuelto ni dado razón de ellos.
¿Por qué, Presidente? ¿Por qué a las Farc sí debemos exigirles la devolución sin condiciones de los secuestrados y a los paramilitares no? ¿Por qué su Gobierno no exigió a los paramilitares que devolvieran sin condiciones los cuerpos de los miles de colombianos que masacraron y enterraron en fosas comunes? ¿Por qué para defender la vida o recuperar los cuerpos de esos colombianos no ha liderado usted una condena y manifestación nacional e internacional? ¿Por qué, señor Presidente, el secuestro paramilitar es, según sus decisiones, tolerable y el de las Farc es innegociable?
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