23.4.12

De Peña para EU


Vaya, pues: así que el escurridizo Peña Nieto es “el más interesado” en discutir con sus adversarios, y si no los ha convocado a un debate en la sala de su casa es porque no sabe cómo localizarlos.

Aparte de esa mentira, gorda y jugosa como cucaracha del trópico, en la entrevista del abanderado priísta con Univisión –con un entrevistador complaciente: León Krauze– fue perceptible la zalamería hacia Washington. “Quiero con Obama o quiero con Romney” podría sintetizarse: todo irá bien entre los dos países –comercio, migración–, gane quien gane en la elección de noviembre en Estados Unidos, y con la sola condición de que él, Peña, se alce con el triunfo en México cinco meses antes.

En materia de seguridad, combate antidrogas y lo demás, tomen lo que gusten, e incluso más cooperación que la que ha habido con Calderón, y nada de despenalización de las drogas.

Los antecedentes del mexiquense indican que es un hombre conservador, ortodoxo y autoritario, y no hay de que sorprenderse si ahora se dice dispuesto a continuar el entreguismo calderonista –el michoacano también asegura que respeta la soberanía– en materia de seguridad. Y aunque no lo estuviera, uno de los telones de fondo de la conversación es la frase con la que Hillary Clinton habría resumido, en julio del año pasado, su sentir con respecto a Peña Nieto: “over my dead body”.

Uno piensa que la señora no tiene el menor derecho a decir eso que dicen que dijo y que si muere de un berrinche por algo que ocurre en México, muy su problema. Pero tal vez Peña no piense así y concluya que más vale quedar bien con las autoridades del país vecino, las cuales, también se ha dicho, preferirían ver en Los Pinos a Josefina Vázquez Mota.

Si Peña creyera en la pertinencia de las decisiones soberanas y en la abrumadora ventaja que le atribuyen las encuestas orgánicas, correría a ponerse una camiseta de Pancho Villa, asumiría de inmediato un discurso nacionalista y hasta con ribetes antiyanquis. Con eso consolidaría una ventaja irremontable sobre Vézquez Mota y, de paso, le desbarataría la campaña a López Obrador, el único de los tres que aún hace referencia al asunto de la soberanía.

Pero Peña Nieto no tiene las cosas muy claras en materia de autodeterminación e independencia y tal vez no esté muy convencido de esos porcentajes suculentos que GEA-ISA y otras por el estilo le hacen llegar todas las mañanas a su mesa del desayuno y que son tan veraces como esa súbita postura: “me muero por debatir”.

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