Es posible que la contracción del
mercado laboral en Estados Unidos, sumada al reforzamiento de la
frontera común y a las redadas policiales con propósito de
expulsión, hayan llevado a un punto cero el flujo migratorio de
mexicanos. En todo caso, parece haber un equilibrio entre el número
de mexicanos que emigran a Estados Unidos y los que regesan a su
país. Eso dice un informe
del Pew Hispanic Center y valdría la pena cotejar ese dato
aislado, a fin de validarlo, con estudios demográficos en ambos
lados de la demarcación binacional.
Raudo y veloz, Felipe
Calderón se apropió del dato y lo adaptó a su injustificada
complacencia: si la migración se redujo a cero, dijo, es “porque
estamos creando oportunidades de empleo en México, oportunidades de
formación y de educación para los jóvenes, servicios de salud y
del cuidado de salud para toda la nación, menos restricciones para
negocios” y porque hay “mejoras en la aplicación de la ley”.
La mentira es escandalosa: en el curso
del calderonato la tasa real de desempleo se ha elevado (dato
de la UNAM), hasta el 15.4 por ciento de la PEA (lo que significa
que ocho millones 700 mil personas están sin trabajo), las personas
en situación de pobreza han pasado de 45 a 60 millones (dato
del ITESM), el
pib per cápita se ha contraído 0.48 por ciento cada año y el
poder
adquisitivo del salario ha experimentado una pérdida de 42 por
ciento en lo que va de esta administración.
Los logros en salud y educación,
suponiendo que hubiera alguno atribuible al gobierno de Calderón,
tampoco podrían explicar, por sí mismos, la posible reducción a
cero del flujo migratorio porque éste no se compone de estudiantes
que vayan a a Harvard o a Yale ni de pacientes que acudan a los
hospitales de Houston sino, en su inmensa mayoría, de gente que
busca escapar de la pobreza y del desempleo.
Calderón es culpable de haber llevado
al país a pavorosas simas de pobreza, a una violencia descontrolada
que se ha cobrado decenas de miles de vidas y a una intolerable
postración de la soberanía. Tal vez sea posible llevarlo a juicio
por lo segundo y por lo tercero. Ojalá, porque estos saldos no deben
repetirse nunca. Otro grave perjuicio que deja su desgobierno es la
consagración de la mentira como instrumento de gobierno, y en eso ha
ido mucho más lejos que cualquiera de sus predecesores, de suyo
mentirosos.
Las faltas graves a la verdad, cuando
las perpetran los altos mandos del Estado en el ejercicio de sus
funciones, causan un daño enorme en el entramado social e
institucional porque inducen a ciudadanos incautos a tomar decisiones
personales, laborales, profesionales, políticas o empresariales,
sobre premisas falsas. Y aunque así no fuera, la jactancia por un
país próspero y con la población satisfecha en todos los órdenes
–implícita en las palabras de Calderón– es una burla, un
agravio y una completa falta de decoro.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario