25.4.12

“Migración cero”
y falta de decoro


Es posible que la contracción del mercado laboral en Estados Unidos, sumada al reforzamiento de la frontera común y a las redadas policiales con propósito de expulsión, hayan llevado a un punto cero el flujo migratorio de mexicanos. En todo caso, parece haber un equilibrio entre el número de mexicanos que emigran a Estados Unidos y los que regesan a su país. Eso dice un informe del Pew Hispanic Center y valdría la pena cotejar ese dato aislado, a fin de validarlo, con estudios demográficos en ambos lados de la demarcación binacional.

Raudo y veloz, Felipe Calderón se apropió del dato y lo adaptó a su injustificada complacencia: si la migración se redujo a cero, dijo, es “porque estamos creando oportunidades de empleo en México, oportunidades de formación y de educación para los jóvenes, servicios de salud y del cuidado de salud para toda la nación, menos restricciones para negocios” y porque hay “mejoras en la aplicación de la ley”.

La mentira es escandalosa: en el curso del calderonato la tasa real de desempleo se ha elevado (dato de la UNAM), hasta el 15.4 por ciento de la PEA (lo que significa que ocho millones 700 mil personas están sin trabajo), las personas en situación de pobreza han pasado de 45 a 60 millones (dato del ITESM), el pib per cápita se ha contraído 0.48 por ciento cada año y el poder adquisitivo del salario ha experimentado una pérdida de 42 por ciento en lo que va de esta administración.

Los logros en salud y educación, suponiendo que hubiera alguno atribuible al gobierno de Calderón, tampoco podrían explicar, por sí mismos, la posible reducción a cero del flujo migratorio porque éste no se compone de estudiantes que vayan a a Harvard o a Yale ni de pacientes que acudan a los hospitales de Houston sino, en su inmensa mayoría, de gente que busca escapar de la pobreza y del desempleo.

Calderón es culpable de haber llevado al país a pavorosas simas de pobreza, a una violencia descontrolada que se ha cobrado decenas de miles de vidas y a una intolerable postración de la soberanía. Tal vez sea posible llevarlo a juicio por lo segundo y por lo tercero. Ojalá, porque estos saldos no deben repetirse nunca. Otro grave perjuicio que deja su desgobierno es la consagración de la mentira como instrumento de gobierno, y en eso ha ido mucho más lejos que cualquiera de sus predecesores, de suyo mentirosos.

Las faltas graves a la verdad, cuando las perpetran los altos mandos del Estado en el ejercicio de sus funciones, causan un daño enorme en el entramado social e institucional porque inducen a ciudadanos incautos a tomar decisiones personales, laborales, profesionales, políticas o empresariales, sobre premisas falsas. Y aunque así no fuera, la jactancia por un país próspero y con la población satisfecha en todos los órdenes –implícita en las palabras de Calderón– es una burla, un agravio y una completa falta de decoro.

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