27.4.12

@lopezdoriga1 calla, y otorga


Ocurrió: por conducto de Joaquín López Dóriga, Televisa se quitó la máscara, embistió de frente al candidato presidencial de las izquierdas y admitió, por la omisión del silencio, que es el verdadero partido político detrás de Peña Nieto. El lector de noticias se exasperó porque López Obrador explicó su ausencia en uno de los debates realizados por los aspirantes presidenciales hace seis años porque, dijo, previamente la empresa televisiva le había preparado una trampa para después del encuentro, con mesa de opinión y encuestas listas para sostener que había perdido el debate.

–¡Miente López Obrador! ¡Miente, miente! ¡Es un mentiroso! –estalló López Dóriga ante el micrófono de su programa en Radio Fórmula, el miércoles pasado. El tabasqueño recogió el guante y pidió un espacio para ejercer su derecho a réplica, el cual le fue concedido poco después del mediodía de ayer. Entre un suceso y otro, durante toda la tarde del miércoles, López Dóriga se cocinó a fuego lento en las expresiones de desprecio que bullían en las redes sociales.

A lo que puede verse, el locutor no midió bien el terreno y no cayó en la cuenta de que el monopolio de las cámaras ya no es lo que era hace seis años y que, como dijo hace poco Juan Luis Cebrián, la columna vertebral de la opinión pública se ha ido trasladando de los medios tradicionales a las redes sociales. El empleado de Televisa tampoco ha comprendido una de las paradojas de la comunicación en el México contemporáneo: una cosa es el músculo mediático (que se compone de cobertura cuasi hegemónica, capacidad de producción, aptitud para el chantaje político, influencia insolente en posiciones clave como la Cofetel, la Cofeco y la SCT) y otra, muy distinta, la credibilidad. López Dóriga mismo encarna esa paradoja en una ecuación extraña: todo mundo ve su noticiero y escucha su programa, pero son muy pocos los que le creen.

Algo así les pasa a los curas: el que las mujeres vayan a misa no significa que acatarán en automático las prescripciones ginecológicas formuladas desde el púlpito. Pero a las derechas no se les da la comprensión de las sociedades modernas como no sea para hacer dinero y acumular poder, y por eso a veces se quedan sin entender nada de nada.

El punto es que, con el coro de mentadas de madre encima, ayer López Dóriga se fue de bruces en su propia trampa, se clavó en rebatirle a AMLO lo de la conjura posdebate y permitió que por su portería radial entrara una cuarentena de goles. O de carreras, digamos, en honor al tabasqueño, quien no hablará de corrido pero es más listo que el hambre.

Y mientras el conductor estrella de Televisa se empecinaba en demostrar que su interlocutor “mintió” en un detalle preciso ocurrido o no ocurrido hace seis años, López Obrador le repasó las maneras inmundas en que fue aprobada la “Ley Televisa”, en las postrimerías del sexenio de Fox; le recordó la vergonzosa tarea desempeñada en 2006 por la empresa televisiva como copartícipe de la guerra sucia, la distorsión de la voluntad popular, la fractura social generada y, a la postre, el fraude. Asimismo, el candidato presidencial de las izquierdas usó a conciencia su tiempo al aire para denunciar que, en el presente, Televisa ha fabricado a una marioneta presidenciable (Enrique Peña Nieto) que se cae a pedazos en cuanto abre la boca y formuló un severo cuestionamiento al doble papel de ese corporativo: beneficiaria de múltiples concesiones y, al mismo tiempo, instancia de presión y manipulación política.

Por añadidura, en poco más de diez minutos, el abanderado del Movimiento Progresista dejó en claro que la competencia real no es entre tres (o cuatro, si se concede un generoso margen a lo esperpéntico) sino entre dos: él, Andrés Manuel López Obrador, postulado por cuatro organizaciones de izquierda, y Enrique Peña Nieto, fabricado por el consorcio televisivo. Como lo expresó Víctor M. Toledo en su artículo del miércoles pasado en La Jornada, la disputa real en este proceso electoral no es entre el PAN, el PRI y la coalición del Movimiento Progresista, sino entre Televisa y Morena. Ni más ni menos.

Enredado por su afán de demostrar que el tabasqueño mentía, López Dóriga tuvo que escuchar, en silencio, las duras acusaciones contra la empresa para la que trabaja: es corresponsable del enorme daño a México causado por el desgobierno de Felipe Calderón, abusa de sus concesiones, miente, difama, manipula al poder y a la opinión pública y ahora, para colmo, pretende imponer en Los Pinos a su muñeco mexiquense.

Y como no puede trenzarse en un debate político con un aspirante presidencial, y como además no tiene forma de desmentir las acusaciones del tabasqueño, por la simple razón de que son ciertas, el locutor calló... y otorgó. Puede estar razonablemente seguro de que sus radioescuchas –que no son tontos– interpretaron su silencio de manera correcta.

Ahora que un nieto del señor Borbón y un ministro español de no sé que han puesto de moda la expresión “darse un tiro en el pie”, López Dóriga está muy fashionable.

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